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  • Autor de la entrada:Enrique Bardají Cruz

La lectura del libro de George Monbiot Salvaje. Renaturalizar la tierra, el mar y la vida humana me ha generado una serie de reflexiones que veo importante compartir.

Monbiot no es cualquier escritor. Ha vendido millones de copias de sus libros, que están traducidos a más de un centenar de lenguas. Greta Thumberg le considera su autor de cabecera, su autor favorito.

Además, juntos han realizado un cortometraje titulado Greta Thumberg y George Monbiot contra la crisis climática, colgado en el canal de Youtube de Greenpeace España.

Monbiot, anglosajón de la cabeza a los pies, lleva trabajando muchos años de su vida para el gigantesco conglomerado financiero Guardian Group, al que pertenece el poderoso periódico The Guardian. Periodista de profesión, se ha especializado en la naturaleza salvaje.

Monbiot pertenece al movimiento por lo que ellos llaman la renaturalización del planeta, esto es, el rewilding. Monbiot comparte ideas con el famoso científico de Harvard Edward E. Wilson (al que ya le he dedicado un artículo), así como con el fundador de la revista Quercus Benigno Varillas (al que también he dedicado un artículo). También comparte visión, lógica e ideología con gran parte del conservacionismo mundial (al que igualmente le he dedicado un artículo).

Todos estos autores son seguidores de la idea de rewilding. Una idea forjada por el norteamericano David Foreman (del que hablo AQUÍ). Foreman y los seguidores del rewilding sostienen la necesidad de vaciar de seres humanos grandes extensiones del planeta para que así florezca la naturaleza salvaje. Todos comparten un grado u otro de misantropía: o bien misantropía abierta o bien disimulada.

En concreto, el señor Monbiot propone vaciar prioritariamente todas las montañas de seres humanos y en concreto de pastores, a los que desprecia con toda su alma, aunque sea un hombre respetuoso en el cara a cara y practique con arte la típica falsedad que tienen los aristócratas ingleses con los pobres y los trabajadores manuales.

Monbiot, igual que todos los seguidores del rewilding, apoya el capitalismo y rinde culto al Estado[1]. En su libro Salvaje, refiriéndose al poder del Estado, comenta: “acepto una vida de control”; lo que es un guiño a su querido James Lovelock, autor de La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad, donde se reivindica seguidor de la “ecología profunda” y donde sostiene que el Estado debe jugar un papel fundamental en la renaturalización y en la reducción de la población mundial. Lovelock propone una dictadura ecológica “dejando la democracia en espera por un momento”.

Monbiot propone “apartar” a las personas de la naturaleza, preferentemente en las montañas, y abolir la gestión humana de estos espacios para “dejar que la naturaleza decida”.

Comparte el extremismo de sus compañeros de movimiento y no hace ninguna diferencia entre agricultura y ganadería industrial intensiva y mundo agrario familiar, pequeño, artesanal, extensivo o casero. Muy al estilo del veganismo. Su propuesta es pasar a alimentarnos con “producciones basadas en células animales y en el cultivo de organismo unicelulares” que, según él, ya están elaborando empresas de laboratorios en Finlandia. Esto, según Monbiot, permite seguir con el capitalismo -al que llama la civilización- mientras solucionamos la crisis ecológica. Dice: “Podemos disfrutar de los beneficios de la tecnología avanzada mientras gozamos de una vida más rica en aventuras y sorpresa. Resalvajizar no significa abandonar la civilización”.

En el libro, Monbiot se opone con la boca pequeña a que se saque a la gente manu militari de las montañas. Es más partidario de las trabas a la producción primaria en las montañas para que desaparezcan los pastores poco a poco; y en quitarles todo tipo de subvenciones y servicios para orientarlos, darles un pequeño empujoncito, a la emigración a las zonas llanas industriales y urbanizadas; o, a los que insistan en quedarse, a la reconversión en sector turístico.

Para él, el principal problema es “ese rumiante lanudo venido de Mesopotamia”, “esas malditas ovejas”, “esa peste blanca” y, como diría el fundador de Rewilding Iberia, Benigno Varillas, en su libro La estirpe de los libres: “esos pastores desgraciados que andan todo el día detrás de unas bestias idiotizadas”.

Los pastores y sus ovejas son el principal problema. Así que muerto el perro se acabó la rabia.

Durante 2022 y 2023 todos los periódicos y radios catalanas, vascas, gallegas, españolas…, tanto de derechas como de extrema izquierda, han promocionado por todo lo alto su libro Salvaje.

El Salto, Público, la Cope, EsRadio, elDiario.es, El País, El Mundo, El Español, La Vanguardia, El Correo Vasco… Esto supone una subvención brutal en publicidad a Monbiot y a sus ideas. Una financiación gigantesca para impulsar el rewilding en esta lucha por los corazones y las mentes de la población que siempre desata el Poder Concentrado.

¿Por qué este apoyo masivo de los mass media del partido único de partidos de este sistema? Porque Monbiot juega el mismo papel que jugó el cura Malthus en el siglo XIX para los intereses del sistema liberal capitalista estatal. Esto es, justificar el Sistema y ocultar al responsable número uno del ecocidio: el Estado, sus ejércitos y su hijastro, el Capital.

Malthus buscaba hacernos creer que la escasez que padecían las clases populares se debía a una ley abstracta inventada para la ocasión (que los recursos crecen más lentamente que la población).

De la misma manera que Malthus proponía reducir la población, Monbiot propone eliminar la presencia humana de amplias zonas del planeta. Ambos ocultan que la escasez o el ecocidio vienen dados por el incremento brutal del Estado, de su ejército y del capitalismo. Por el sobre-gasto, la sobre-presencia y la sobre-actividad que el Estado y el capitalismo están realizando para ser mega-poderosos.

Malthus y Monbiot, ambos ingleses del sudeste de Inglaterra, son unos farsantes. El uno y el otro ignoran lo que afirma Félix Rodrigo Mora que “los seres humanos: a) necesitan muy poco para vivir, con 2.500 calorías diarias les basta; b) no sólo son consumidores, sino también creadores, no son sólo destructores del medio natural, sino también sus más decisivos restauradores. Por tanto, en condiciones naturales (esto es, no-capitalistas) consumen muy poco, y sin ellos la restauración del medio natural no se realiza por sí misma en numerosos casos, aunque sí en unos pocos. En la península Ibérica hay que forestar las 4/5 partes de su superficie con especies autóctonas, poniendo unos 2.000 millones de árboles. Eso exige mucha gente, gente joven, no ancianos consumidos. Quienes creen que la naturaleza, a su nivel actual de hiper-destrucción, se recuperará de forma espontánea se equivocan: basta ver áreas que llevan ya más de un siglo devastadas en las cuales la vida no prospera por sí misma.”[2]

Para Monbiot no se trata de controlar la carga ganadera que se puede introducir en un bosque para conseguir un equilibrio beneficioso en el que el bosque se cuide y prospere y los seres humanos tengan alimentos producidos de forma sostenible. No. No se trata de hacer como han hecho tradicionalmente las gentes rurales ibéricas en los concejos abiertos con estrictas normas consuetudinarias que regulaban al dedillo la carga ganadera en los bosques comunales y la gestión de éstos. No, para Monbiot no hay gestión sostenible posible. La única solución es vaciar la mitad del planeta, como afirma su colega Edward O.Wilson. La otra mitad no salvaje será, ¿quién lo duda?, un mega polígono industrial con laboratorios de comida sintética y mucha, mucha policía.

Monbiot debería leer a nuestro Pedro Montserrat Recoder que dedicó su vida a investigar el bosque ibérico y su relación con el silvopastoreo tradicional llegando a la conclusión de que el pastoreo es generador neto de biodiversidad; que el pastoreo no es agente de deforestación, que el pastoreo mantiene a los bosques vigorosos y sanos; y que el pastoreo en bosque es fundamental para el futuro de nuestra península ibérica. Un libro muy muy muy recomendable de Pedro Montserrat es La cultura que hace el paisaje.

El libro Salvaje de Monbiot se fija especialmente en la deforestación de Gales, Inglaterra y Escocia. ¿Creéis que hace mención en algún momento a las necesidades madereras de la gran flota de guerra imperial británica, la más enorme jamás construida? ¿Pensáis que menciona a la armada británica[3]? ¿Creéis que hace una sola mención al carbón vegetal (hecho a partir de mucha leña) que se necesitaba en el siglo XVIII y XIX para fundir armas, cañones…? ¿Creéis que hace mención en alguna página a las necesidades brutales de madera que necesitaron las traviesas de los trenes de la gigantesca red ferroviaria británica? ¿Creéis que menciona las necesidades de combustible de las numerosísimas máquinas, trenes y barcos de vapor que en un principio usaban leña? ¿Creéis que habla de la necesidades masivas de cerealización que el crecimiento urbano y estatal provocado por los cercamientos de tierras y la emigración forzosa a las ciudades resultante provocó? ¿Creéis que habla de las necesidades de vigas, andamios, leña… de los descomunales y crecientes ensanches urbanos? ¿Creéis que habla de la voracidad capitalista de los nuevos grandes propietarios de las tierras comunes cercadas y privatizadas que vieron en la tala y el comercio de madera el negocio del momento? ¿Creéis que habla de como el Estado organizó, implementó y potenció todo esto? ¿Creéis que habla del entibado maderero de la industria minera? ¿Creéis que habla del ansia de riqueza de los capitalistas y el fomento estatal de los grandes rebaños orientados al negocio y la exportación? ¿Creéis que habla, en fin, de las necesidades madereras de un Imperio militar que llegó a conquistar el 75% de la tierra emergida del planeta?

No. Nada de eso. Su principal enemigo son los pastores y ganaderías familiares, artesanales, pequeñas, caseras… Y en concreto los que viven desde generaciones en las montañas.

Su propuesta es que el Estado impida que se recupere la vida y la comunidad campesina en la montaña con una normativa explícita que dificulte sobremanera cualquier tipo de sector primario. No expulsarles, sino dejar que el envejecimiento y la crisis del sector primario extensivo vacíe por sí sola las montañas. Mientras tanto reconducir al máximo de pastores y campesinos al negocio turístico. Y, por supuesto, dificultar la creación de nuevas explotaciones agrarias o entrabar el relevo generacional. Dice Monbiot, rompiendo una lanza a favor del campesinado que: “No me opongo a la idea de conservar unos cuantos tramos de tierra como museos de prácticas de cultivo pasadas”. ¡Qué comprensivo y amable es el señor Monbiot!

Sobre la supuesta y manida no rentabilidad del sector primario tradicional y la también supuesta megaeficiencia del agronegocio industrial intensivo enlazo este artículo magnífico de mi compañera María Bueno que trata el asunto.

En la página 191 de Salvajes reconoce que: “tengo una obsesión insana con las ovejas” y, al igual que los ingenieros de montes funcionarios del Estado franquista que relacionaban las cabras con la miseria, Monbiot relaciona la “peste blanca de las ovejas con el empobrecimiento”. ¿Creéis que se le ocurre relacionar la crecida brutal de impuestos y la monetarización generalizada que la ruralidad europea sufrió a partir de las revoluciones liberales? ¿Creéis que se le ocurre relacionar el empobrecimiento con la privatización del comunal? ¿Creéis que se le pasa por la cabeza relacionar el imparable crecimiento del Estado y megaimpulso del capitalismo con la pobreza? No, es igualito que nuestros franquistas en la forma de pensar.

Monbiot criminaliza completamente el silvopastoralismo, el pastoreo en bosques. Para él eso es  el pecado más grave que uno pueda imaginar. Ignora o no quiere ver que el silvopastoralismo ha sido la forma de mantener y cuidar los bosques (sobre esto y la importancia de la cabra y los bosques y su relación íntima he escrito estos dos artículos: UNO y DOS.

Pero como liberal y anglosajón que es, suscribe la lógica del ecólogo estadounidense James Garrett Hardin (y su desatinada Tragedia de los bienes comunes) para el que cualquier normativa gestora protectora del bien común no existe ni ha existido nunca. Esto es falsísimo como bien demuestra Elinor Ostrom en su obra El gobierno de los bienes comunes; o como también indica Félix Rodrigo Mora en su libro El derecho consuetudinario y la democracia directa, prologado por mi compañera María Bueno y por mí.

Monbiot considera que el uso que el pastoreo da a la montaña y a los bosques es mucho menos productivo y rentable que el turismo. Cree ciegamente en potenciar al máximo esta industria pesada, o deberíamos decir pesadísima y ultradestructiva industria. En todo el libro Monbiot no dice ni una palabra sobre la brutal huella ecológica que genera el turismo. Está tan ausente este asunto en la obra como lo está el Estado, el ejército o el capitalismo.

En una parte del libro se entristece de que los niños ya no jueguen en el campo y estén hacinados en ciudades con niveles elevados de asma, miopía, obesidad o con las funciones cardiacas y renales en declive. Esto es esquizofrénico. Por un lado te desgañitas contra el mundo rural popular tradicional y por el otro lloras por el hacinamiento urbano e industrial. Señor Monbiot no se puede soplar y sorber al mismo tiempo.

En un momento del libro en el que habla con un pastor tradicional familiar pequeño dice: “sus pensamientos estaban inundados por una época en la que las montañas rebosaban de vida humana. En cambio los míos rebosaban por un tiempo [prehistórico, paleolítico] en el que rebosaba la vida salvaje”.

La charla con este pastor le deja confuso pues se sincera y dice ver en él a un ser auténtico “que sabe quién es” y que “pudiendo haber elegido otra cosa… ha elegido la vida más austera y dura”; y además se da cuenta de que sólo matándole se le va a poder sacar de la montaña. Sobre la fuerte identidad y el arraigo que ve en este pastor dice: “en eso le envidio”. Manda narices con la esquizofrenia monbiótica.

Sobre el combustible nada dice en todo el libro. Sorprende mucho este asunto, siendo el libro de cabecera de la líder mundial contra el cambio climático, Greta Thumberg. Dejo aquí el enlace de un artículo de mi amigo Gorka sobre el uso de leña y cómo es posible extenderlo a toda la población ibérica.

Hay un momento de lucidez en que Monbiot dice que “el gobierno quiere ver más concentración de propiedad”. Aquí tiene un destello de lo que es el Estado y de cómo funciona. Pero ahí se queda, no se atreve a abrir la caja de Pandora.

Sí, así es, le dedica unas páginas al conservacionismo nazi y al exterminio de las comunidades rurales que el Reich implementó en Polonia para reasalvajar grandes zonas rurales; así como al vaciamiento forzoso de las montañas por el régimen comunista de Tito con su famosa prohibición de las cabras y sus necesidades de mano de obra en las nuevas fábricas que llevarían directas al socialismo.

Dejo aquí el enlace de un artículo mío que habla de la voluntad de poder y su relación con el ecologismo.

Finalmente habla de la reintroducción en Europa de “no sólo de lobos, osos, linces y bisontes, sino también de elefantes, rinocerontes, hipopótamos, leones y hienas… todos estos animales -continúa Monbiot- se movían por Europa hasta hace poco, y nuestra fauna y flora autóctonas han evolucionado para soportar sus atenciones… Hay que acostumbrar a la población europea”.

Sobre el asunto del lobo y del oso en nuestra ruralidad ibérica he escrito y coescrito con mi compañera estos artículos: UNO y DOS.

Termina el libro hablando de la importancia de los excrementos de ballena para la fertilización del krill oceánico. Los excrementos de ballena sí fertilizan, los de las ovejas, por supuesto que no, esos matan la tierra. Lo que tú digas Monbiot, vocero del Poder.

Enrique Bardají Cruz. 19-1-2024

 

[1] Es cierto que existe una rama del rewilding libertaria, parida y criada por las facultades de biología de todo Occidente.

[2] https://felixrodrigomora.org/el-neomalthusianismo-y-el-capitalismo-son-la-misma-cosa/

[3] En la página 129 sí menciona a “las constructoras de buques” como deforestadoras. Pero lo hace de pasada y de refilón. No vuelve a mencionar el tema en ninguna de las 350 páginas restantes.

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