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  • Autor de la entrada:María Bueno

Este artículo fue publicado en el libro Ondo Bizi Arte Egonaldia IV- Residencia Artística del Buen Vivir de Carranza en 2020 publicado por Muturbeltz. Mutur Beltz, es un proyecto de vida para promover la oveja carranzana; actualmente una especie en peligro de extinción, de la misma forma que el propio oficio de pastor/a. Esta iniciativa local del Valle de Carranza en Bizkaia, trata de responder desde la agroecología, la práctica artística y el diseño a la pérdida de estos saberes.

Me llamo Maria Bueno, y junto con mi compañero y mis críos, llevamos 5 años con un proyecto, en el pirineo aragonés, de cabras de leche en extensivo y de elaboración de productos lácteos artesanales. Nuestro proyecto tiene la particularidad de que lo hicimos según nuestras posibilidades económicas, acorde con los valores que nos llaman y el tamaño de lo que podíamos gestionar a largo plazo sin subvenciones, intermediarios u asalariados, con venta directa y apenas mecanización. El resultado fue un proyecto de 40 cabras a las que ordeñamos una vez al día durante 6 meses al año. Toda la tierra que pastamos es monte comunal, propiedad de todos los vecinos de nuestro pueblo.

Nuestras cabras salen todos los días del año a un monte boscoso y matorralizado, abandonado y con bastante pendiente de pinos, robles, enebros, arces, hayas, tilos y fresnos. El matorral es leguminoso y, por lo tanto, óptimo para las cabras. Este contexto de buen forraje arbóreo, arbustivo y herbáceo nos permite darles solamente un puñado de cebada al día durante todo el año, un poco más en primavera verano durante la lactación y un poco menos en otoño e invierno. En días de lluvia invernal intensa o nieve les ponemos heno que cultiva nuestro vecino. En el futuro nos lo haremos nosotros, así como la cebada.

El caso que sin percibir ninguna subvención, y contra todo pronóstico, hemos podido mantener a las cabras, pagar nuestros alquileres y a nosotros mismos. Las inversiones de la microquesería que hemos montado debajo de casa se han ido pagando poco a poco con algún trabajo poco remunerado en el sector servicios que nos robaban unas pocas horas al día, pero que hacían compatible la crianza del rebaño y de nuestros hijos.

Desde que me metí en el mundo de la ganadería, en todos los cursos oficiales me han repetido que el sistema de producción industrial es muy rentable y que esa es la razón por la que se ha adueñado del mercado. En cambio, nos dicen que los proyectos pequeños, artesanales o agroecológicos son básicamente una utopía económica que no puede competir con el modelo industrial.

Asumiendo que esta afirmación tiene un porcentaje de verdad, llevo bastante tiempo observando que la relación no es tan directa y global como se explica. Hay muchos condicionantes que nunca se tratan ni contabilizan en las cuentas del agronegocio. Un “cuento de hadas” que, sin entrar en la destrucción de la vida que supone, no es precisamente un adalid de rentabilidad.

Por estas razones y porque he visto que sobre el mundo agropecuario hay muchas mentiras y generalizaciones mil veces repetidas que terminan pareciendo verdades, me he dispuesto a intentar investigar este tema.

Para empezar debemos situarnos: ¿qué es el agronegocio? Es el sistema de producción agrícola industrial que desplaza a la agricultura tradicional a partir de los años 60 con la “revolución verde”. 

De los pequeños terrenos agrícolas que formaban sistemas locales con gran variedad de cultivos, hemos pasado a inmensas extensiones de monocultivos tractorables y, por supuesto, desarbolados.  De ser un país en el que el 90% de la población vivía directamente del campo, actualmente solo vive de ello un 6%.

Hemos pasado de tener una cultura campesina extensa y rica, que atesoraba una enorme variedad de semillas y razas autóctonas rodeada de recursos silvestres aprovechables; a la homogeneidad productiva y a una cultura urbana cosmopolita en el campo.

Hemos abandonado el campo y la “industria pesada” del turismo de masas se ha hecho omnipresente. El valor de la tierra en las zonas más fértiles se ha vuelto inaccesible y ha sido acaparado por el desarrollo urbanístico o industrial.

La agricultura que tenia una buena base en los cultivos de secano, como el trigo, mijo, cebada, centeno y avena, están siendo desplazados por cultivos con gran dependencia hídrica como es el maíz y el arroz, con sus consecuencias respecto a la gestión del agua, y a la explotación de la tierra. Más del 80% del consumo del agua en el estado español es para el sector agropecuario industrial. Mucha de esta agua queda llena de herbicidas, pesticidas, fungicidas, nitratos, antibióticos, fármacos… A esta agua contaminada se le suma la del sector secundario, que consume el 14% del total. Ésta posee una toxicidad increíble que, junto con la del sector primario, acaba sí o sí, en los tejidos y órganos de los seres vivos.

La concentración parcelaria es iniciada en el Estado Español en 1952 por el ministro Cavestany de Anduaga, ingeniero agrónomo y falangista de la rama más miserablemente hitleriana. Esto era la puntilla al plan de desamortización de los bienes comunales de los pueblos de la Ley Madoz (1855-1924) que provocó una privatización masiva de la tierras y propiedades de los concejos abiertos.

Ésta concentración impulsó un grado más la acumulación de propiedad en pocas manos, fomentado la especulación y la injusticia. Entre otras muchas cosas, el Estado extendió el regadío y la práctica de los cultivos forzados por las nuevas técnicas ingenieriles en territorios que no correspondían en su naturaleza.

Este panorama no es aislado de la península. Como nota diré que el 1% de las explotaciones agrarias gestiona el 70% de las tierras agrícolas del mundo. Este 1% pertenecen a las corporaciones dedicadas a la alimentación (y va en aumento). En España solamente el 7% de las empresas agrarias son responsables del 42% de la producción. La desigualdad en el mundo rural aumenta sin parar[1]. Se ha de recordar que la concentración de propiedad y riqueza en pocas manos es incompatible con la libertad, así que se puede decir, que nos encaminamos a un mundo de esclavos.

Un auténtico mar de plásticos protectores se extiende ahora por distintas áreas ribereñas del Mediterráneo. Conocido es que la calidad nutricional de las hortalizas y frutos salidos de estos invernaderos es muy inferior al del modelo tradicional. Son cultivos extremadamente dependientes de los agrotóxicos. Además los monocultivos intensivos-forzados son débiles pues generan multitud de plagas porque apenas desarrollan sus propias defensas ni tienen el apoyo de una biodiversidad colindante.

La ganadería, que aprovechaba los recursos vegetales, aportando y distribuyendo la fertilización natural de su estiércol por campos, montes y prados, está siendo encerrada, alimentada con forrajes petrodependientes, violentada genética y metabólicamente. La ganadería extensiva basada en el consumo de pasto (rumiantes) fresco y al aire libre, está siendo desplaza por la industria hiperintensiva de animales monogástricos (cerdo y pollo).

Esto trae parejo una modificación del territorio por cuanto la necesidad de piensos para los cerdos y los pollos es muy exigente en recursos, energía, instalaciones, agua, etc. El 40% de la producción de cereales se destina al pienso del ganado intensivo. Los cerdos se han convertido en el 37% de la ganadería española, siendo el tercer productor mundial de cerdos después de China y EEUU. En Aragón hay 40 cerdos por habitante y de las 4.000 explotaciones porcinas aragonesas, sólo diez son en extensivo. Por cierto, razas valiosísimas autóctonas de cerdo se extinguen.

En Cataluña la concentración de nitratos que supone esta industria supera el límite legal del 41% de los acuíferos. ¿Cuantos pueblos se suman cada año al consumo de agua embotellada? Los nitratos es una parte, pues se ha de saber que el 96% de los medicamentos que se les da de forma rutinaria a los cerdos están integrados en el pienso y en el agua que ingieren. Las masas de purines de estas enormes concentraciones de animales es imposible de gestionar sin destruir. Concentraciones muy altas de sustancias químicas, provocadas por “granjas” cada vez más grandes, que nos envenenan poco a poco.

La dependencia de insumos foráneos como la soja es absolutamente impresionante. El consumo de de estos granos ha deforestado millones de hectáreas de selvas y sigue aumentando. Y sin meternos en que la mayoría de éstos son semillas modificadas genéticamente, lo que conlleva una gran pérdida de soberanía popular y una alta dependencia de grandes e infames corporaciones.

De sobra conocidas son las malísimas condiciones laborales que suponen este tipo de producciones. Como dato a observar, diré que el 25% de los empleados en explotaciones porcinas en EEUU sufren problemas pulmonares crónicos como asma o bronquitis. Y esto en el primer mundo al cual queremos imitar… En el tercer mundo se generaliza la descarnada neo-esclavitud y la destrucción completa de las comunidades humanas.

Es tan preocupante este tema que en Francia, donde se podría decir que gozan de las mejores condiciones laborales del mundo, está habiendo una epidemia gigantesca y mediosilenciada de suicidios entre los ganaderos. En 2019 moría un granjero cada dos días y en 2020 uno cada día. Entiendo que la situación de inseguridad financiera y las deudas generan mucho estrés, pero en este caso, no todo se explica a través del economicismo. Los campesinos franceses son los más subvencionados de Europa y del mundo.

Tiene mucho que ver que la sociedad francesa tenga una hiper “institucionalización” y que, debido a ésta, cada vez esté más atomizada socialmente. La soledad les enferma. Los individuos no pueden controlar los procesos de la vida. Cada vez somos más individuos-máquinas, el Estado es más poderoso y tenemos menos capacidad de decisión sobre nosotros mismos y lo que nos atañe.

Una muy buena solución sería volver a los concejos abiertos con capacidad vinculante de decisión sobre sus territorios bajo el paradigma del respeto colectivo y el autoaprecio a los individuos. Reconstruir la comunidad. Que el poder circule de abajo hacia arriba, desde la persona común (y no un profesional) reunida con sus iguales, siempre a través de portavocías (y no de representantes) investidas del mandato imperativo del concejo. Una red de concejos abiertos que demanden una devolución de las millones de hectáreas de comunal expropiado por el Estado.

Han modificado el ecosistema de los ríos, construido presas, derrochado, canalizado, encarecido, ensuciado, privatizado el agua comunal para poder abastecer al agrobusiness suicida pero también para la frivolidad de cosas como los campos de golf y los complejos hoteleros de las zonas de veraneo, o de energía a las banales pistas de ski en invierno. Mientras tanto, y entre tanta ruina cultural, el agua cada vez se hace más escasa. El desierto avanza desde el sur y la desolación del agronegocio lo acelera.

A la erosión, la mineralización y la aridificación se le une el envenenamiento de la tierra con agroquímicos de síntesis para ir tapando y callando la respuesta de la naturaleza frente al desequilibrio generado por esta forma de producir. A la par que han ido creciendo las ciudades, muchas tierras han sido convertidas en puro desierto tóxico donde no crece ni una, ni media, mala hierba.

La baja calidad del alimento, de las semillas y de las variedades genera enfermedades y nos debilita como individuos y como sociedad; pero esta bazofia comestible se adapta muy bien a los grandes movimientos del capital. Por ejemplo, la desaparición de la soberanía popular en la capacidad de producción y reproducción de semillas autóctonas frente a las patentadas  es un liberticidio inadmisible (recomiendo analizar el Tratado UPOV 91).

Pero ¿porque? ¿para qué? El escenario deja de ser el ideal de la propaganda gubernamental cuando vemos que hoy en día tenemos un paro abrumador, una pobreza creciente, una natalidad catastrófica, una depresión inasumible, un campo abandonado, una tierra contaminada, un aire urbano asqueroso, un agua prohibitiva y emponzoñada, unas jornadas laborales cada vez más interminables y pura basura comestible. La socialdemocracia esta acabada y cada vez más personas se percatan de su malignidad.

La gente empieza a ver que todo se apoyaba en el robo al pueblo y a los pueblos para engrandecer a las ciudades y al Estado. La desigualdad aumenta, el expolio fiscal se recrudece y los servicios asistenciales se desmoronan. Vivimos unos años de un engañoso e inmoral derroche económico, pero era un gigante con pies de barro y cada vez se va a ir derrumbando más.

Una economía basada en la destrucción de la tierra y en la explotación de las personas[2], es pan para hoy y hambre para el mañana. ¿Y estos gastos y costes ocultos, porque no se contabilizaban en los planes de empresas cuando se nos habla de la rentabilidad de la gran industria? Una actividad que no puede sostenerse más de 100 años no es rentable, nunca. Los costes ocultos o externalidades es una cuestión clave.

Pero aún así, dentro de sus parámetros… destruyendo todo a su paso… La cacareada rentabilidad económica es más que cuestionable.

Tocamos el principio de una gran crisis, donde nuestro territorio ha dejado de ser en parte  “productivo”, y que lo poco que produce se exporta, en más del 50%, a Francia y Alemania. Esta todo tan desquiciado, que la mayor parte de lo que consumimos es importado del extranjero. Legumbres, fruta, lácteos, carnes… vienen de territorios lejanos, cuando somos perfectamente capaces de producirlo aquí. Kilómetros de incoherencia, bajo el paradigma del negocio con sistemas aún mas destructivos que los nuestros.  No todo lo que se consume se puede producir aquí, como el café, pero si otras muchas cosas; e incluso productos como el café pueden ser sustituidos por algo parecido o producidos de otra manera. Casi todos nuestros recursos los gastamos en obtener petróleo, del cual nuestra agricultura y ganadería es totalmente dependiente. ¿Porqué seguir apostando por un modelo que no nos sirve?

¿A quien beneficia todo este juego? La respuesta nunca caerá encima de los consumidores de a pie, ni de los campesinos, ni de la tierra ni de la mejora de las condiciones de vida de los animales y plantas. Esto es el agro-negocio. Es el negocio con nuestras necesidades, a nuestra costa y de nuestros recursos.

Pero… la gota que colma el vaso de este sistema de extenuación vital, natural y antropológica, que se creó y justificó con el hambre de una parte del mundo, es que ⅓ de los alimentos producidos en el mundo y en un año van directamente sin tocar a la basura, por la mala gestión que supone de facto el sistema de abastecimiento en supermercados y por la cultura frívola, derrochadora y burguesa promovida por los Estados. Por cierto, para producir dicho tercio se gasta el agua dulce y los recursos naturales de una extensión del tamaño de 27 penínsulas ibéricas.

Otro tercio son alimentos que no necesitamos y nos enferman, que no solo están causando obesidad, sino enfermedades graves. Y el tercio restante claramente se podría gestionar y producir de otra manera. ¿Es esto rentabilidad, derroche o estupidez?

Se habla de rentabilidad, pero para que esto sea real debería contabilizarse todo, y no obviar los costes ocultos, que generan un inmensa deuda, además de hacernos débiles e hiperdependientes . El daño que se deja a las generaciones venideras es incalculable. El agronegocio no es rentable porque no es sostenible en el tiempo.

Pero recordemos como se han producido estos cambios… y quien los ha estado fomentando. La respuesta más inmediata es la PAC. La Política Agraria Comunitaria impulsada desde la Unión Europea. Pero… ¿que papel juega nuestro país en los intereses europeos? ¿porque se ha estado subvencionando este tipo de cambio productivo y social? Es difícil responder a esta pregunta, pero si podemos vislumbrar alguna razón.

Según reza la página del Ministerio de Agricultura, desde los años 50´ hasta los 80´, la PAC nace en un supuesto contexto de escasez alimentaria tras la Segunda Guerra Mundial. Este hecho justificó una política intervencionista en los precios, mercados, y en las formas de producción. Se dice que la sociedad pasó de ser deficitaria (¿con respecto a qué y a quién?) a tener excedente.

Por otra parte se ha de saber que en la actualidad y a nivel mundial, (no imaginemos como era en los años 60´), los campesinos tradicionales alimentan nada menos que al 70% de la población del planeta.

De la obtención de alimentos a nivel mundial, aún hoy, un 12´5% proviene de la caza y la recolección directa. Un 7´5% lo producen campesinos que habitan en las ciudades y su periferia. Solo un 30% corresponde a la agroindustria y ¡un 50%! lo producen campesinos tradicionales en pequeñas explotaciones. Es decir, que la población mundial NO está siendo alimentada por la agroindustria, sino por los campesinos. Claramente con la destrucción del campesinado esta situación va a cambiar, al igual que va aumentar el hambre generalizado. La agroindustria es el hambre que viene.[3]

En los primeros años 60´ se produjo el mayor pico de rendimiento y beneficio a través de las primeras subvenciones a la modernización. Este fue el escaparate que se vende y se ha vendido hasta hoy. Pero estas subvenciones fueron bajando y los rendimientos cayeron en picado 20 años después. En los años 80´ se vivió una crisis agraria estrepitosa, que se salvó con otra inyección de ayudas y una nueva “re-modernización” en las instalaciones y más mecanización. Lo que lo mantuvo hasta el año 2000. Este ejemplo estadístico nos demuestra que la agroindustria sólo tiene rendimiento cuando es subvencionada. Es decir que si los Estados no invierten en ayudas, máquinas y mecanización, este modelo productivo no resiste por sí solo. Con la erosión y pérdida dramática de fertilidad en los suelos de media iberia, ni las subvenciones van a significar ya nada.

Modelos gigantescos que se escapan de la escala humana. Que escapan de lo que los humanos podemos mantener sin una Institución todopoderosa y liberticida que financie y nos esclavice. Por lo que podemos afirmar que el día que retiren las subvenciones, todo el sistema agrario se viene abajo sino hay una estrategia popular que construya una alternativa. Esta simple reflexión hace ver, lo frágil que es el sistema industrial agrícola. Sobretodo porque las “ayudas”, medidas, y exigencias no van encaminadas a crear modelos que terminen siendo independientes, sino más bien lo contrario.

La PAC, desde el 2013 hasta el 2020, empieza a desarrollar una propaganda en la que dicen valorar los sectores más vulnerables y lo que han llamado “greening”, que tiene que ver con modelos “más sostenibles”. Una vez que han destruido lo tradicional y han conseguido industrializar hasta la agricultura “ecológica”, necesitan dar una imagen de que ahora la PAC va a meter bajo su aro a los proyectos resistentes que han sobrevivido a la competencia de precios y a modelos de los vecinos industriales. Estatalizar para controlar y destruir, esa es la tónica general que nos enseña la experiencia.

Existe la necesidad actual de que haya mucho movimiento de capital entre sectores, para ensanchar el sistema bancario de economía fiduciaria, y que el Estado pueda aumentar o mantener alta su extracción de impuestos. Cuanto más se mueva el dinero más ganan los bancos, las grandes empresas distribuidoras, fabricantes de maquinaria pesada agrícola y, por supuesto, el Estado y su ejército. Además, se aseguran que una economía que podría ser cercana, casera, auto-abastecida y sumergida (y por tanto peligrosa), esté totalmente controlada por estas entidades e instituciones, de tal manera que el Estado lo pueda controlar y parasitar.

Actualmente se ha desarrollado un complejo sistema de leyes, normas y requisitos para las “ayudas” que impiden que no haya ningún solo movimiento en el campo que no esté regulado y controlado. El productor disidente con este formato es sospechosamente ilegal, por ende susceptible de ser penado, multado, despojado, expulsado e incluso encarcelado (y en países no occidentales asesinado).

El Estado y empresas privadas paraestatales se benefician y hacen negocio de las necesidades del ganadero, lo sangran. Para visualizar esto, un pequeño botón de muestra: el Estado prohíbe dejar animales muertos en el campo y encarga la recogida de cadáveres a una empresa que, con la excusa sanitaria, se enriquece de sobremanera y sirve de chiringuito a un partido o grupo de poder, provocando un gran desajuste en el equilibrio medioambiental con las comunidades de carroñeros (véase Sarga en Aragón). De tal manera que los antiguos muladares que han funcionado como un reloj eficiente y ecológico durante miles de años, ahora se tornan ilegales.

Y la inevitable muerte de un animal se convierte en un negocio que exprime al ganadero y que le obliga, por ley, a tener un contrato con dicha empresa. Por otra parte, entidades de la “conservación” (también paraestatales), o directamente los funcionarios del Estado, deben alimentar con carne a los carroñeros para que no desaparezcan creando un desajuste natural. Estas prácticas llevan a que las poblaciones de carroñeros se reproduzcan de forma no natural y se hagan dependientes. Cuando se les corta el abastecimiento por causas presupuestarias, acaban atacando a los pocos rebaños que quedan en extensivo, modificando sus conductas naturales, de carroñeros a depredadores.

A parte de esto, mucha gente piensa que las subvenciones son “regalos” para que te compres un tractor, etc. Pero estas subvenciones se han ido haciendo más y más sofisticadas. Tienen mucha letra pequeña. Son conocidos los miles de casos de necesidades creadas para poder percibir la cuantía de la subvención, como si de la lotería hablásemos. Es decir, gente que, sin necesitar de esto u lo otro, para poder percibir la subvención, se ajusta a los requisitos como sea. Así que si te ibas a comprar un tractor de segunda mano por 2000 euros, como quieres que te subvencionen, te acabas comprando uno nuevo de 15.000 euros y te pagan un 20% la subvención. Ahora tienes que sacar más beneficio o deslomarte a trabajar mucho más para terminar de pagar la deuda.

Por cierto, como tienes que adquirir dicho tractor en un periodo de tiempo corto para entrar en los plazos, seguramente pedirás un préstamo bancario con unos intereses que ya los irás pagando (o no), y que te quitarán varios años de vida, quedarás a merced de las órdenes de los bancos y funcionarios como nunca hubieras imaginado y serás un ser dominado, sumiso y obediente (si es que no te suicidas como hacen los ganaderos franceses todos los días).

No en todos los casos pero ¿no te has fijado estas subvenciones que subvencionan solo el 20% y en impuestos tienes que pagas un 25% de IVA? Es decir, que lo que te han financiado es prácticamente los impuestos, y aún sí has tenido que pagar más de lo que te hubieras gastado en un inicio. Las subvenciones son casi siempre “subvenciones trampa” porque te empujan a comprar e invertir en infraestructuras que no siempre son necesarias y que en realidad te las acabas pagando (y endeudando) tú mismo. Si la subvención es por debajo del 50% claramente es una estafa. Sin caer en especificaciones de los “requisitos” que no suelen escapar del doble filo.

Por otra parte, las empresas dedicadas a este tipo de instalaciones saben perfectamente que los ganaderos son objeto de subvención e inflan los precios de sus productos. En definitiva, se crea un entramado legalmente mafioso entre empresas, bancos, gestores y Estado. 

Un dato importante de esta mafia instituida, es que los mayores perceptores de las subvenciones de la PAC, no son los pequeños campesinos (que además si eres pequeño de los de verdad, quedas excluido por ley de las subvenciones pues el Estado ha decidido que los pequeños desaparezcan). Sino que las entidades que más PAC perciben son las Administraciones Publicas[4] y grandes empresarios como la duquesa de Alba, o el grupo financiero Juan March…. Un tanto irónico pero pedagógico y visual.

Pero aún así seguimos pensando que con las subvenciones la agroindustria sigue siendo “rentable”. Es posible que algunas empresas lo sean por un tiempo, pero el caso es que la mayoría de los sistemas de este tipo, al no vivir de sus productos (pues se ajustan a los precios del mercado global), suelen tener un saldo negativo.

Lo primero decir que los precios de los productos en el mercado global no valen lo que tienen que valer, sino que son fijados por el precio del petróleo. Las caídas del petróleo coinciden, como un calco, en la caída de los precios. Estos datos están recogidos por la FAO. El petróleo es el principal insumo de importación que usamos en España. Como ya hemos dicho, somos hiperdependientes del petróleo extranjero.

Pero no todo esta perdido, simplemente hay que ser consciente del engaño mediático y político; y analizar mejor nuestras cuentas de una manera global. Debemos crear modelos que sean pensados teniendo en cuenta el futuro de todos, de nuestros hijos, y que otorguen calidad humana y natural.

La agroecología lleva años tratando de generar dinámicas alternativas a este sistema aprendiendo del pasado popular. Lleva años generando proyectos a escala humana que compaginan varias actividades, que diversifican los productos, que controlan la mayor parte de los procesos sin intermediarios, que se apoyan en lo colectivo, en lo cercano y que revalorizan lo producido.

Podemos observar cuatro “modelos tipo” comparándolos. El primero es un modelo convencional con 1000 animales donde el precio de sus productos está por debajo del coste de producción (como en casi todos los modelos convencionales por que, como hemos dicho, se ajustan al precio del mercado global que depende del petróleo) y el balance final es muy negativo. Este modelo es rescatado por las ayudas de la PAC.

El siguiente modelo es una ganadería certificada como ecológica de sello pero industrial también. Es decir que la escala sigue siendo industrial, pero por suerte produce su propio forraje, compra pienso ecológico y tiene pastizales propios. Maneja unos 500 animales y depende de intermediarios y trabajadores para manejar su venta. El precio de su producto ha subido considerablemente con respecto al anterior gracias al sello que lo diferencia del convencional pero, aún así, el beneficio total es medio-bajo; sobre todo para pagar los gastos, que son mucho mayores que en lo convencional (entre otras cosas pagar al comité de lo ecológico, los piensos son más caros etc), utiliza la PAC “verde”.

El siguiente modelo es agroecológico, con una escala más pequeña, con 100 animales, donde al menos no se necesita intermediarios, con lo cual el gasto de inversión y mantenimiento es menor, hace venta directa sin intermediarios, y el beneficio va directamente al productor. Este modelo puede resistir sin subvenciones, lo cual lo hace muy resistente en un futuro.

Y el último modelo es uno sin necesidad de subvenciones, (y además no es subvencionable pues no entraría en los requisitos actuales de la PAC), que gasta muy poco en el mantenimiento, insumos y en maquinaria para los animales; ya que tiene un rebaño pequeño de 50 animales. La clave de este proyecto es que él mismo elabora un producto bruto, al cual le añade una revalorización en la transformación que él mismo vende, con margen de beneficio, a personas con una forma de ver las cosas reflexionada y transformadora. Es decir, venta local y a personas con conciencia de que la comida cuesta un esfuerzo y que debe ser pagado por encima del precio de coste.

Si desapareciera la PAC y tuviéramos que pagar más por los alimentos, en realidad tendríamos que pagar mucho menos de lo que hoy pagamos en cuanto al monto total se refiere. ¿Por qué digo esto?

Porque si le sumamos, al supuesto precio bajo actual, los impuestos que necesitan sernos extraídos para subvencionar a los ganaderos y agricultores, el precio es muchísimo más alto. Es decir que el precio actual no es bajo pues lo pagamos también vía impuestos.

El dinero que se va en la gestión de la PAC es brutal, con sus millones de funcionarios y oficinas de todo tipo, asesorías… Si todo esto quedara abolido, los agricultores y ganaderos cobrarían un precio justo que cubriera sus costes y les permitiera vivir.

Esto sería posible siempre y cuando la desaparición de la PAC fuera acompañada de la reducción de impuestos correspondiente al coste total de la PAC, cosa que el Estado no va a hacer jamás porque la PAC no es principalmente una cuestión económica. La PAC es sobre todo una cuestión política de búsqueda de sometimiento y manejo del agro y sus gentes.

La PAC es una cuestión de poder de los Estados sobre el pueblo. Nuestra propuesta es abolir la PAC (más bien irnos preparando para ello) y retomar la gestión de los recursos de forma colectiva y popular. Nuestros recursos los debemos gestionar las comunidades a nivel local y no los Estados.

Por otra parte, la historia ha sido escrita de manera muy interesada por parte del Poder. A continuación, y ya para terminar, compararemos como las economías tradicionales no eran tan pobres y de subsistencia como nos han vendido. 

La palabra subsistencia ha sido demonizada. El problema es que nos venden la imagen de lo tradicional desde la perspectiva del modo de vida hiper burgués de la modernidad y en referencia a contextos de desestructuración cultural y social, ya sea por guerras, posguerras, crisis políticas, colonización, desamortización u otros. Tenemos una imagen de una ruralidad destrozada de postguerra que falsea nuestra compresión.

Se debe recordar que esas formas productivas de subsistencia nos han mantenido sin dañar apenas la naturaleza durante miles de años. Cada fórmula de vida tradicional se fue perfeccionando lentamente a base de ensayo y error, pero el daño brutal a la naturaleza, ha ocurrido ahora, en estos últimos años con la revolución verde impuesta por los Estados.

Vamos a explicar la rentabilidad productiva a través de las calorías invertidas y recibidas de cuatro modelos tradicionales, frente a dos del actual agronegocio. Los datos son recogidos en los estudios de esta página: www.crisisenergetica.org 

Un modelo productivo como puede ser el de la China tradicional investigada en el estudio tenía una gestión de los recursos, y sobre todo de los residuos, muy eficientes. Re-aprovechaban y convertían dichos residuos en recursos de alta calidad (fertilidad). Manejan un complejo sistema de aprovechamiento ligado a la tierra. Eran muy eficientes en la producción con respecto a la energía, trabajo y materiales invertidos. El balance daba 1:50, es decir por cada caloría invertida, se obtenía 50 calorías en positivo.

Siendo este un modelo chino muy rentable, podemos ver también las granjas de la sociedad inglesa de 1826. Estas granjas eran auto-suficientes muy al estilo del caserío vasco o asturiano, o la masía catalana, y la productividad seguía siendo muy alta ya que combinaban y manejaban correctamente recursos animales, forestales, hortícolas etc. El balance era 1:40.

Pero aún así en climas ásperos como el de la meseta castellana, el juego que inventaron sus pobladores de combinar la ganadería de ovejas, con la producción de cereales y legumbres, aún siendo terrenos duros, produjo una sociedad con un beneficio bastante aceptable que mantuvo boyante a la sociedad popular tradicional castellana hasta que fue exprimida por el parásito imperial que la dejó chupada, exhausta, desarbolada y despoblada. El balance en este escenario previo era 1:20.

Pero el clima castellano aún se podría interpretar como benigno si lo comparamos con otras regiones del planeta como puede ser el lugar donde viven la tribu de papúa de los Tsembaga, donde a pesar de las duras condiciones ambientales el saldo de su energía invertida y los beneficios sigue siendo positiva (1:16)

En la España actual, con el desarrollo de la agroindustria, el balance es negativo (1: -1) y encima los recursos invertidos no se pueden renovar. Y hacia el modelo que nos empujan, que es el norteamericano, el saldo es aún más negativo (1: -2). Esto nos lleva hacia el precipicio, el hambre, la muerte y el sufrimiento.

¿Hacia que mundo queremos ir? ¿Podemos vivir sin destruir nuestros recursos naturales? Es hora de organizar la revolución.

María Bueno González. En Aragüés del Puerto, proyecto Bajo el Roble.

[1]Según un informe de la International Land Coalition (ILC) del 24 de Noviembre de 2020.

[2] El diario británico The Guardian aseguraba en 2011 que decenas de miles de trabajadores extranjeros, principalmente provenientes de África, eran explotados en el sector agrícola español con condiciones de abierta esclavitud .

[3]Muy recomendable es leer el libro “El hambre que viene: la crisis alimentaria y sus consecuencias” de Paul Roberts.

[4]Las 10 primeras entidades que más PAC recibieron en 2017 y 2018 fueron en orden: Consejería de medioambiente y desarrollo rural de Castilla la Mancha, Dirección general de desarrollo rural de Madrid, Xunta de Galicia, Junta de Extremadura, Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, Gobierno de Aragón, Principado de Asturias, Sociedad Coop. Andaluza Vicasol, Alvinesa S.A. (de la Banca March), Sociedad Aragonesa de Gestión Agroambiental.

 

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