Fascismo, socialismo y liberalismo al servicio impositivo de la razón instrumental

Las ideologías estatolátricas, que han sido y son hegemónicas en nuestras sociedades, convergen con una de las imposturas que se maneja entre la pseudodisidencia, no discursivamente, pero sí en la esencia, en lo latente y en lo fáctico. Tal impostura es el anarcocapitalismo (entre los que Javier Miley está) y el liberalismo, con su aparente antiestatismo. Estructuran su discurso en base a fantasías ahistóricas y tipos ideales, en torno a lo que el capitalismo debe de ser, pero no en torno a lo que es: un sistema histórico, cuyas estructuras y reglas de juego, ha sido posible gracias a la acción de determinadas élites mediante los Estados y el capital en relación bidireccional. El capitalismo como sistema histórico ha sido y es vertebrado a través de la violencia estructural, explícita y simbólica en según qué requerimientos: procesos de acumulación por desposesión a la sociedad, genocidios a nivel doméstico (a las propias clases populares europeas y pueblos ibéricos también, aspecto olvidado por los que practican el autoodio Occidental) e internacional, esclavismo, (neo)colonialismo y (neo)imperialismo; desestructurando las instituciones populares de apoyo mutuo y gobierno (como el concejo abierto, el batzarre, el tornallom, el derecho consuetudinario…), generando una determinada división del trabajo, propiciando la acumulación de riqueza y los procesos migratorios hacia las urbes, mercantilizando y proletarizando el tejido social, socializando pérdidas y privatizando beneficios, imponiendo el latrocinio fiscal, intervencionismo económico… Estos procesos interrelacionados contribuyeron de forma decisiva a las revoluciones industriales (el desarrollo tecnoindustrial ha estado y está vinculado a la guerra y al ámbito militar). La disciplinarización del cuerpo social ha sido y es clave, junto al convergente autocontrol que el positivismo psicologista inocula en la sociedad del cansancio. Sin todo ello, sin el papel garante, constitutivo, regulador, destructor y dominador de los Estados, no habría sido posible mercantilizar cada vez más esferas crecientes de la vida, no se podría haber privatizado y concentrado la riqueza sin dicha violencia.

El binomio mercado-Estado no es antagónico, sino que conforma un todo en el que se relacionan de forma bidireccional en los diversos procesos en curso, dando lugar a un oligopolio creciente. La globalización y la hipertrofia del Estado son producto de dichos procesos interrelacionados, de la relación entre las élites que configuran los Estados y el capital (con todos sus agentes multilaterales y corporativos supranacionales). El socialismo, el liberalismo (y su variante anarcocapitalista) y el fascismo son esencialmente posiciones estatistas en lo fáctico, requieren de éste, o bien para su defensa del statu quo, de las instituciones creadas a través de éste o para el escenario previo a la libertad y justicia social en su relato historicista, acabando siendo un fin en sí mismo. Por lo tanto, dichas ideologías, al necesitar del Estado, que garantiza y amplia determinados privilegios a una minoría, o crea una clase parasitaria y burocrática que dice actuar en pos del bien del trabajador o del bien común; son contrarias a la libertad, verdad y justicia; y tienen una visión teleológica de los procesos históricos.

No todas las sociedades colectivistas son estatistas, ni aniquilan al individuo, es más, las sociedades convivenciales son la antítesis y posibilitaron la idea de sujeto, emanada de la Revolución Alto Medieval. La libertad es una dialéctica constante de preservación y lucha individual y colectiva, que requiere de la coexistencia y defensa de la posesión personal y familiar con la posesión comunal (no confundir lo público con lo estatalizado, tal y como hoy día acaece) y con el derecho consuetudinario; en instituciones que dispersen el poder mediante la participación directa y tan sólo admitan el mandato imperativo en escalas supralocales. Y por supuesto, con armamento general de la sociedad civil con fines exclusivos de autodefensa y no agresión, tal y como ha sido posible a lo largo de muchos siglos en determinados momentos espaciotemporales. Tan sólo una concepción ingenua o totalitaria puede condenar tal postura de autodefensa; y actúa en beneficio del militarismo estatal al no articular alternativa a la cuestión elemental de defensa puesto que el ser humano presenta la bipartición de la voluntad de poder y del amor.  Así pues, la defensa, ante quienes consideran legítimo extender y rebajar al ser humano a mera razón instrumental para sus intereses de subyugación, es moralmente legítima. Las concepciones fascistas y tiránicas son las que sostienen que el monopolio de la violencia reside en el Estado y propugnan la existencia de ejércitos permanentes. 

No, Milei, el liberalismo no permite el desarrollo de la vida del prójimo, atenta contra éste. Tu dialéctica es pura impostura al servicio de las oligarquías, al igual que la de tus palmeros, como Juan Ramón Rallo. Aludir a su discurso, como antisistema, en el foro Económico de Davos, es entronizar la mentira. En ocasiones la bala, en otras la palabra, pero ambas al servicio del canibalismo social y del dominio.

Amando Tarí Sirvent

FUENTE:
https://inquietudyconciencia.wordpress.com/2024/01/20/el-anarcocapitalismo-como-impostura-antiestatista-fascismo-socialismo-y-liberalismo-al-servicio-impositivo-de-la-razon-instrumental/

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