Texto extraído del libro de José F. E. Maenza  Vida comunal y transformación. La Comunidad Integral Revolucionaria (2022) Editorial Bagauda: editorialbagauda.com

Introducción

Más abajo se presenta un extracto de la obra Vida comunal y transformación. La Comunidad Integral Revolucionaria, donde se analiza el movimiento esenio dentro de su contexto de lucha y resistencia popular como parte del Pueblo judío ante los diferentes ataques imperialistas, en especial, los llevados a cabo por Roma, el mayor imperio de la época y el primer gran imperio occidental.

Como es lógico, la reducida extensión del texto le otorga un carácter sintético, ergo únicamente se tratan los asuntos más cardinales en torno al fenómeno esenio. Si bien se anima al lector o lectora, además de investigar por sí mismos, a conseguir una copia del libro a fin de mejor comprender a los Esenios y su contexto; así como percatarse de que la esencia revolucionaria esenia definió el cristianismo y, por consiguiente, la Revolución Altomedieval Ibérica, luego, Europea.

Sobre los Esenios

En el año 333 a.C. Alejandro Magno llega a Jerusalén con su ejército macedonio, haciendo suyo el territorio de Israel y Judea, hasta entonces en manos del Imperio persa. Tras su muerte, uno de sus antiguos generales, Seleuco, se hace con el poder en Babilonia y en gran parte del Imperio oriental alejandrino. Así que el territorio de los Judíos queda sobre todo en las garras del Imperio seléucida, hasta que más tarde pasa a manos del Imperio romano en el año 63 a.C.; si bien durante ese periodo (333-63 a.C.) dicho territorio se vio envuelto en guerras y vaivenes políticos permanentes.

A consecuencia de las agresivas prohibiciones, subidas de impuestos y persecuciones a los Judíos del rey seléucida Antíoco IV, estalló la Revuelta Macabea o Asmonea en el año 167 a.C., cuando se levantaron en armas una parte de los Judíos contra sus opresores en una legítima guerra defensiva independentista. Pese a que esta etapa estuvo envuelta en disputas y enfrentamientos partidistas, otorgó una capacidad y mentalidad combativas muy grandes al Pueblo judío; transmitidas en el Antiguo testamento de forma prolífica, en particular, en los libros de Daniel y Jubileos.

A raíz de esta lucha de los Judíos del año 167 a.C., y posteriores combates, por defender su propia cultura, idiosincrasia y mismidad, surgieron diferentes sectas o corrientes religiosas:[1] Saduceos, Fariseos y Esenios, igual que, más adelante, Zelotas y Cristianos.

El historiador clásico que recoge con mayor detalle la historia antigua de los Judíos, hasta su muerte en el siglo I d.C., es el escritor judeorromano Yosef ben Matityahu, más conocido como Tito Flavio Josefo. Cuando en su extensa obra La guerra de los Judíos pasa a tratar a cerca del periodo de la Revuelta Macabea, expone que “había entre los Judíos tres géneros de filosofía: el uno seguían los Fariseos, el otro los Saduceos, y el tercero, que todos piensan ser el más aprobado, era el de los Esenios, Judíos naturales, pero muy unidos con amor y amistad”.[2] Y comenta que esos tres movimientos participaron directa e indirectamente en los sucesivos enfrentamientos políticos y bélicos que se sucedieron.

En ese mismo capítulo Josefo nos cuenta que existieron dos ramas principales dentro del movimiento esenio. Esta declaración suya se corrobora cuando estudiamos los documentos manuscritos esenios encontrados sobre todo en las cuevas de Qumrán,[3] a unos diez kilómetros al sur de la antiquísima ciudad de Jericó.

Respecto a la comprensión de estas dos ramas esenias existen dos teorías encontradas. Una afirma que el asentamiento de Khirbet Qumrán fue un “monasterio” esenio sectario, asceta y célibe,[4] que se guiaba principalmente por la Regla de la Comunidad.[5] Y que, por ende, el resto de Esenios vivían en muchas aldeas y ciudades, igual que en lugares retirados como los desiertos, formando comunidades menos sectarias y ascéticas, casi idénticas a las posteriores fraternidades cristianas.

La otra teoría[6] sostiene que el Documento de Damasco[7] es más antiguo y por ello fue el referente del grupo esenio original; si bien, posteriormente, durante el siglo I a.C. algunos grupos esenios constituyeron fraternidades ascéticas basadas en la Regla de la Comunidad.

Si consideramos los más recientes hallazgos arqueológicos y los últimos estudios realizados en el asentamiento de Khirbet Qumrán, la segunda teoría es la más plausible. Lo cual negaría que los Esenios hubieran constituido en aquel lugar lo que algunos investigadores han denominado el “primer monasterio de Occidente”. 

Empero, por suerte nos es posible comprender la naturaleza revolucionaria de los Esenios sin decantarnos definitivamente por ninguna de dichas teorías. Además, si, como parece, dicho monasterio qumranita no fue tal, sí que podemos afirmar que la esencia del eremitismo, monaquismo y cenobitismo cristiano comenzó con los Esenios; asunto que trataremos más adelante en el capítulo correspondiente.

De tal forma que existieron dos corrientes esenias principales; con probabilidad, una más predominante al comienzo, y otra que cobró importancia un siglo después. O sea, estas dos escuelas esenias han sido las que han llegado hasta nosotros, pero no significa que fueran las únicas ni que fueran totalmente excluyentes, más bien al contrario. Al menos estas dos convivieron juntas, así como otras tantas corrientes judías subversivas; coyuntura que significó un gran dinamismo, complejidad y riqueza sociocultural del Pueblo judío en aquella época.

Las interpretaciones de ambas corrientes esenias serían bastante libres, ya que no existió una Iglesia esenia; es decir, una organización jerárquica de poder que impusiera totalitariamente un clero, una doctrina y una liturgia. Estado de cosas que permitiría al movimiento esenio ser muy diverso y heterogéneo.

Así que la figura de Juan el Bautista, y más tarde la de Jesús de Nazaret, han de entenderse como resultado de este movimiento esenio plural, a la vez que producto del conjunto del movimiento judío revolucionario de la época.

Ídem, dentro de dicha pluralidad de los Esenios, hubo un polo esencialmente negativo; en el cual predominaron de forma contraproducente ciertos elementos reaccionarios. Un ala que se focalizó, debido sobre todo a la influencia oriental, en la ascesis, el celibato y la huida del mundo.[8] Hecho que beneficia a los poderosos, al Estado, pues se anula la idea de libertad, de autoorganización popular, de soberanía, de autodefensa, de épica, etc.

Antes de subrayar los rasgos transformadores esenios más cardinales, veamos rápidamente sus antecedentes. Como hemos comentado, en primer lugar, se consideraban Judíos. Es más, al igual que lo hicieran después los primeros Cristianos, se enorgullecían de ser buenos y piadosos Judíos; fieles a sus tradiciones, cultura y religión. No obstante, la otra gran influencia que hasta ahora los estudiosos y eruditos no han destacado lo suficiente es la de la cultura y filosofía de la Grecia clásica, en particular, la filosofía cínica.[9]

Con anterioridad a la llegada de Alejandro Magno a tierras judías la cultura clásica griega ya se había expandido por todas las regiones del Mediterráneo oriental, y más allá. Si bien, como es lógico, durante el periodo helenístico de ocupación la influencia fue mucho mayor. Tanto que la principal razón de la rebelión judía del año 167 a.C. fue su creciente aculturación, su helenización; esto es, el ataque que se estaba llevando a cabo por las distintas élites extranjeras a su esencia como Pueblo.

En cuanto a lo positivo, dicha influencia griega y cínica la observamos en uno de los rasgos principales de los Esenios: la idea de virtud y su materialización. El mismo Flavio Josefo confirma que eran “los que más de todos huían todo ocio y deleite torpe, y mostrando ser continentes y no sujetarse a la codicia, tenían esto por muy gran virtud.”[10] Igualmente el escritor judío Filón de Alejandría sentencia que “son los atletas de la virtud”.[11]

De ahí que los propios Esenios destaquen valores como la “humildad, paciencia, misericordia, bondad, inteligencia, comprensión, sabiduría de Dios, modestia, prudencia, discreción con misterios divinos, justicia, frugalidad, honestidad, rectitud, desinterés, autocontrol, templanza, etc.”.[12]

Otro atributo fundamental del movimiento esenio, relacionado con el anterior, fue su valentía, combatividad, heroísmo y capacidad de autodefensa; contrarios a cualquier pacifismo ingenuo. Josefo narra que en “la guerra que tuvieron éstos con los Romanos, mostraron el gran ánimo que en todas las cosas tenían, porque, aunque sus miembros eran despedazados por el fuego y diversos tormentos, no pudieron hacer que hablasen algo contra el error de la ley, ni que comiesen alguna cosa vedada, y aun no rogaron a quienes les atormentaban, ni lloraron siendo atormentados.[13]

Cierto es que tanto Flavio Josefo, como Filón y Plinio el Viejo, mencionan que los Esenios eran gente sosegada, apacible y serena, incluso que en ocasiones rehuían de los asuntos bélicos. Pero en realidad esto significa que fueron los iniciadores de la ética sodalicia, luego copiada por el cristianismo; es decir, una ética del fraternalismo revolucionario. La sodalicia es una ética de carácter dialéctico compuesta de dos niveles diferenciados: una dimensión convivencial y fraternal de amor al prójimo; a la vez que otra dimensión guerrera de combate a las élites opresoras, por lo menos hasta que éstas dejen de serlo y sean juzgadas por sus crímenes. Así pues, los Esenios no rechazaban la lucha armada per se, sino que se negaban a combatir con vistas a erigir un Estado, aunque fuera judío.

Esta característica de gran parte de los Esenios queda igualmente demostrada al examinar sus propios documentos.[14] Aunque el manuscrito primordial a este respecto es la Regla de la Guerra, también llamado la Regla de la Guerra de los hijos de luz contra los hijos de las tinieblas.[15]

De este manuscrito solo se expondrán unas breves, al tiempo que lapidarias, citas: “se equiparán hombres valientes para salir en campaña según las prescripciones de la guerra, año tras año… Y en su mano, una lanza y una espada… Todos ellos serán voluntarios para la guerra… dispuestos para el día de la venganza… A las manos del débil [Dios] ha enseñado la guerra… contra nuestros enemigos para el exterminio total”.

Tras estas palabras poco más se puede añadir. Con que pasemos a examinar otro rasgo capital esenio: su cosmovisión de la libertad, que materializa su visión del amor, a través de organizar y gestionar la vida de forma democrática, comunal, horizontal y asamblearia.

Filón de Alejandría nos hace ver que “habitan en común agrupados en cofradías… entre ellos no se encuentra esclavo alguno, siendo todos libres y prestándose recíprocos servicios unos a otros; y censuran a los propietarios de esclavos teniéndolos no solo por injustos que menoscaban las leyes de la igualdad…”. Lo cual complementa cuando subraya “su amor a sus semejantes, su benevolencia, su sentido de la equidad, su espíritu comunitario, superior a cuanto de ellos se puede decir”.[16]

Mas en los mismos textos esenios es donde se explicita su asamblearismo, cuando puntualizan que “la multitud de los hombres que forman la comunidad… por su autoridad será tomada la decisión del lote en todo asunto que concierne a la ley, a los bienes y al juicio”.[17]

Por último, resaltaremos el atributo esenio más representativo, su comunalismo. Josefo nos comenta que los Esenios se caracterizan por “poner todos sus bienes en común para servicio de todos; porque de esta manera ni la pobreza se mostrase, ni la riqueza ensoberbeciese; pero mezclado todo junto, como hacienda de hermanos, fuese todo un común patrimonio.”[18]

Así como Filón narra que “la casa de ninguno de ellos le pertenece en el sentido de que no resulte ser propiedad común de todos… a todos pertenece la reserva de dinero, que es una sola; y los gastos son comunes, como también los vestidos y los alimentos, pues tienen establecidas las comidas en común… todo cuanto con su labor de cada día reciben como paga no lo guardan como bien propio sino lo ponen a disposición de todos”.[19]

Lo mismo hallamos en los manuscritos esenios, verbigracia: “Todos los que se ofrecen voluntarios a su verdad traerán todo su conocimiento, sus fuerzas y sus riquezas a la comunidad Comerán juntos, juntos bendecirán, y juntos tomarán consejo”.[20]

Después de la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. a manos de los invasores romanos, pues la guerra entre los Judíos y Roma comenzó en el año 67 d.C. (en la cual uno de los jefes era Juan el Esenio),[21] los Judíos rebeldes se refugiaron donde pudieron hasta el año 73 d.C., cuando finalmente fueron arrasados; tras lo cual sobrevivieron muy pocos Esenios.

La fortaleza de Masada fue uno de estos refugios, donde principalmente resistieron los Zelotes, sobre quienes trataremos en el siguiente apartado; pero allí también se han encontrado restos de manuscritos esenios,[22] lo que demuestra su resistencia en aquella fortaleza.

Así mismo, se tiene constancia de que algunos Esenios sobrevivieron después de la Segunda guerra contra Roma, llamada Rebelión de Bar Kojba entre los años 132 y 135 d.C.; [23] hecho que aporta fuerza a la tesis que afirma su influencia directa en el monacato cristiano.

Sin embargo, pese a sus grandes aciertos también cometieron errores; algunos de los cuales el cristianismo logró enmendar, aunque fuera de manera parcial. Los más relevantes fueron: 1) excesivo doctrinarismo, por lo que no valoraron la búsqueda de la verdad como tal, ni una epistemología separada de la religión; 2) un sectarismo exacerbado, lo cual impedía que se expandieran lo suficiente como para hacer frente al inmenso poder de sus adversarios, a la colosal fuerza de aquellos grandes imperios, Roma en primer lugar; 3) una estrategia equivocada, debido a una falta de comprensión de su mundo y la necesidad de plantear una revolución a largo plazo, una que tuviera en cuenta sus condiciones históricas objetivas.

Para finalizar este capítulo se apuntará la más que probable pertenencia de Juan el Bautista, mentor de Jesús de Nazaret, al movimiento esenio. Una parte de éste se marchó al desierto,[24] igual que Juan, quien “estuvo en los desiertos hasta el día de su exhibición en Israel”;[25] es decir, hasta su asesinato.[26] Sostenían el mismo mensaje religioso, profético y mesiánico,[27] y se opuso a las otras dos sectas judías rivales de los Esenios.[28] A más, todas estas características las encontramos de manera casi idéntica en Jesús.

[1] Es preciso señalar que, en aquella época, no solo en Israel y Judea sino en prácticamente todo el mundo antiguo, lo religioso, a diferencia de en los tiempos hodiernos, estaba muy unido al resto de dimensiones vitales; es decir, a la política, la economía, la cultura, lo militar, lo festivo, lo moral, etc.

[2] La guerra de los judíos, Libro II, Capítulo VII.

[3] Allí fueron encontrados más de 850 manuscritos. Los textos más importantes pertenecientes a los Esenios son el llamado Documentos de Damasco, la Regla de la Guerra y la Regla de la Comunidad. Todas las citas y referencias que se realizan en este trabajo a cualquiera de los manuscritos esenios se han extraído de la obra compilatoria Textos de Qumrán, traducida y editada por Florentino García Martínez.

[4] Esta posición, entre otros investigadores, la defiende Adolfo Roitman en su obra Sectarios de Qumrán. Vida cotidiana de los esenios. A pesar de, probablemente, estar equivocado en este asunto, su obra resulta provechosa para acercarse a conocer a los Esenios.

[5] La llamada Regla de la Comunidad es un extenso manuscrito en el que se detallan parte de la cosmovisión, normas y formas de organización de un sector del movimiento esenio. En concreto se caracteriza por estructurar la vida comunitaria desde una perspectiva ascética y célibe, otorgando algo más de peso a los asuntos religiosos, personalizados en la figura del sacerdote. Este fue un sector más regresivo y negativo, aún con ciertas aportaciones positivas.

[6] Esta otra postura la defiende, por ejemplo, P. Giménez De Aragón Sierra en Qumrán y las raíces del pensamiento político judeocristiano (2012), obra escrita doce años más tarde que la de A. Roitman.

[7] El conocido como Documento de Damasco nos transmite algo más sobre la historia y origen de la secta esenia, aunque asimismo establece pautas para regular y organizar la vida en común, al tiempo que una parte de los valores y cosmovisión esenios, con un ascetismo más atenuado. En este caso propone la constitución de comunidades más abiertas y flexibles, donde se desarrolle la vida familiar e incluso la igualdad entre sexos; modelo que luego copiaría el cristianismo. Se utiliza el nombre de “Damasco” para referirse a este texto porque en aquella ciudad de la actual Siria se habían encontrado con anterioridad otras copias manuscritas de este documento esenio, análogas a las encontradas a posteriori en las cuevas de Qumrán.

[8] En tiempos inmemoriales en la India se originó el hinduismo, una corriente religiosa ascética y célibe; a partir de la cual surgirían posteriormente dos corrientes reformadoras en el siglo V a.C., el budismo y el jainismo, aunque igual de negativas. Posteriormente, en la sección que se estudia el monacato cristiano revolucionario se comentará algo más al respecto.

[9] En el siglo V a.C. Sócrates fue el verdadero iniciador de esta escuela, a partir de su filosofía centrada en la importancia de la virtud como capacidad autoconstruida del individuo. Su discípulo Antístenes es considerado el primer filósofo cínico, quien luego asimismo tuvo como discípulo al cínico más famoso, Diógenes de Sinope. Otro filósofo cínico importante fue Crates, discípulo de Diógenes, junto a su mujer Hiparquia, la primera filósofa cínica conocida. Las similitudes entre la idea de virtud, y fundamentalmente su materialización en la vida real, de los cínicos y la de los Esenios son abrumadoras.

[10] En La guerra de los judíos, Libro II, Capítulo VII.

[11] En Todo hombre bueno es libre, 75-85. También cuenta que impresionaban por “su amor a la virtud, su falta de apego al dinero, a la fama o al placer, la templanza y su moderación, así como su frugalidad, sencillez, contentamiento, humildad, respeto a las leyes, firmeza, y todas las demás cualidades semejantes a estas… gracias a las cuales adquiere firmeza esa libertad que no puede ser convertida en esclavitud”.

[12] En la Regla de la Comunidad.

[13] En La guerra de los judíos, Libro II, Capítulo VII.

[14] En muchos de ellos encontramos la exaltación de la fuerza, ira y venganza divinas, lo mismo que del mesianismo davídico militarista. Para comprobar este asunto se recomienda particularmente la lectura de los siguientes manuscritos: la Regla de la Comunidad, el Pesher Isaías, el Pesher del Génesis y el Pesher Sofonías.

[15] El Apocalipsis de la Biblia cristiana contiene numerosos elementos imitadores e inspirados en esta Regla de la Guerra, igual que del manuscrito esenio titulado Apocalipsis mesiánico.

[16] En Todo hombre bueno es libre, 75-85.

[17] En la Regla de la Comunidad.

[18] En La guerra de los judíos, Libro II, Capítulo VII.

[19] En Todo hombre bueno es libre, 75-85.

[20] En la Regla de la Comunidad.

[21] Esta información la aporta Flavio Josefo en La guerra de los judíos, Libro II, Capítulo XXV.

[22] En Sectarios de Qumrán. Vida cotidiana de los esenios.

[23] Así lo recoge Epifanio de Salamina en su Panarion en el siglo IV d.C.

[24] Véase la Regla de la Comunidad.

[25] Lucas, 1:80.

[26] En Antigüedades judías, Libro XVIII, Capítulo V, Flavio Josefo explica que, debido a su actitud revolucionaria, “Herodes lo hizo matar, a pesar de ser un hombre justo que predicaba la práctica de la virtud, incitando a vivir con justicia mutua y con piedad hacia Dios, para así poder recibir el bautismo. Era con esta condición que Dios consideraba agradable el bautismo; se servían de él no para hacerse perdonar ciertas faltas, sino para purificar el cuerpo.” La idea de la purificación a través del agua estaba muy interiorizada en la liturgia esenia, al igual que la idea de virtud, como ya vimos con anterioridad. Su lucha virtuosa, religiosa y profética contra la impiedad del rey Herodes solo se puede contextualizar, desde un punto de vista político-ideológico, en conexión con la secta esenia.

[27] Tal cual aparece, entre otros textos esenios, en la Regla de la comunidad o en la Regla de la Guerra. Para el caso de Juan, véase Isaías 40:3 y Malaquías 3:1.

[28] Esta posición se ve reflejada en el Evangelio de Mateo 3:7.

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FUENTE:
https://josefranciscoescribanomaenza.wordpress.com/2024/01/19/sobre-los-esenios/

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