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  • Autor de la entrada:Eduardo Martínez Martín

A los 16 años yo creía en Dios, iba a misa los domingos, me confesaba y comulgaba. Era lógico hasta cierto punto, pues yo era un dócil adolescente criado en un pueblo castellano, y amamantado al agrio pecho de la iglesia y la escuela de Franco. No se me había dado la oportunidad de conocer otra cosa.

pastoral Rupert Bunny

Todavía con 16, se me cruzó la posibilidad de ir a pasar unos meses a Zürich, trabajando como estudiante en temporada de verano. Cuando me vi, recién salido del nido, en aquel país tan nuevo, en el verano de 1974, la distancia, la toma de perspectiva, la visión tan diferente de las cosas, me llevaron a hacerme algunas preguntas sobre el tema «Dios, religión, salvación, condena,»… Ese verano en Zürich cumplí los 17 y como consecuencia de mis reflexiones, llegué a la conclusión de que me habían estafado. Evidentemente no volví a pisar una iglesia, no al menos como creyente. Fue una auténtica liberación, para mí fue hacer mi primera revolución.

Con el paso de los años he ido haciendo mis otras pequeñas y grandes revoluciones. La última revolución en la que ando metido tiene que ver con lo erótico-afectivo. El proceso ha sido el mismo, he comenzado a hacerme preguntas:

¿Por qué hemos asumido sin discutirlo, que las relaciones erótico afectivas entre las personas tienen que ser siempre «cosa de dos»?

¿Por qué nos causa tanto dolor la sola idea de imaginar a nuestra pareja siendo acariciada por otra persona?

¿Por qué no nos atrevemos a reconocer que deseamos intimidad con terceras personas, aunque tengamos una relación de pareja estable?

¿Por qué la sociedad condena y estigmatiza a quienes violan el formato «dúo» y practican el formato trío, cuarteto, o cualquier otro que no sea «el de siempre»?

¿Quién inventó esa frase de «si estás conmigo no estás con otr@»?

Tengo una amiga que dice que «si se inventó así» será por algo, aunque reconoce que el formato dúo está lleno de mentiras. Pregunta evidente: ¿quién lo inventó así, y con qué propósito? La respuesta se la dejo a los sociólogos, psicólogos, intelectuales,…

Los seres humanos nos gustamos, nos atraemos,…pero nuestra policía interior, nuestra conciencia, nos recuerda, cuando tenemos pareja, que ya «pertenecemos» a otra persona. Muchos han querido acabar con la propiedad privada – la material, se entiende-, pero pocos, muy pocos, han hablado de una revolución que acabe con la insana y dañina obsesión de poseer a las personas. Nuestro cuerpo es lo único que tenemos cuando nacemos, y hemos dejado que nos lo arrebaten nuestros médicos, los políticos, los educadores, los religiosos, nuestros vecinos, …nuestras parejas. Tenemos miedo a reconocer que deseamos, que nos excitamos, que pensamos en…. No nos atrevemos a reivindicar o a reconocer lo evidente: que las relaciones íntimas con más de una persona también nos enriquecen, que nos aportan, que aprendemos con ellas. Pero para ello es necesario que no haya sentimiento de culpa, que no haya engaño, que lo reconozcamos con orgullo, que no nos sintamos sucios, que no haya clandestinidad, que lo aceptemos y peleemos para que quienes nos rodean lo acepten así. Con nuestras parejas solemos guardar silencio: renunciamos a éstas fantasías a cambio de una relativa paz conyugal, pagamos un peaje. Nuestro cuerpo no nos pertenece, pertenece a nuestra pareja.

Imaginemos que hubiera que pedir permiso a nuestro vecino, alcalde, médico, maestro, pareja,.. para comer una naranja, para darnos un baño, para dormir una siesta. Absurdo, ¿verdad? Sin embargo, nadie habla en la panadería de que la noche anterior le han hecho un fantástico cunnilingus. ¿Acaso no ha sido un placer para el cuerpo, igual que la siesta, la naranja o el baño? ¿Miedo, vergüenza, pudor, un poco de todo? ¿Hemos hecho algo ilegal? Nuestro cuerpo no nos pertenece, pertenece a la comunidad.

Podemos decir con orgullo que pertenecemos a tal o cual sociedad gastronómica, a tal o cual club deportivo o asociación cultural, pero nos libraremos mucho de mencionar durante la cena de navidad que pertenecemos a un club de amigos de lo erótico, o simplemente que desearíamos pertenecer a un club semejante, si es que existiese. Nuestro cuerpo pertenece a nuestros familiares.

Conozco parejas que no tienen ese sentido de la propiedad y que tienen una vida erótica variada, que incluye experiencias de intercambio con otras parejas y similares. Sin embargo, la inmensa mayoría lo hacen en la clandestinidad, en una vida paralela que mantienen oculta y que solo es conocida por quienes comparten los mismos códigos. De nuevo el miedo a decir en voz alta: «Con mi cuerpo hago lo que quiero«.

Por instinto natural nos emparejamos para procrear. Con el paso de los años se evidencian los efectos destructivos de la rutina, la apatía y el aburrimiento, no solamente a nivel de relación sexual. Si asumimos, sin cuestionarlas, las reglas que regulan el juego erótico-afectivo en occidente, cuando uno de los dos miembros de la pareja pierde el interés por lo erótico, el otro miembro está condenado a aguantarse o a buscarse la vida, procurándose un o una amante, o bien servicios de «pago», siempre en la clandestinidad, por supuesto, porque si se plantea a la pareja la posibilidad de incluir a una tercera persona en la relación, la respuesta será: «si estás conmigo no estás con otr@». Es decir, como mi cuerpo es mío, no quiero juego sexual, pero además, como tu cuerpo también es mío, tú tampoco puedes tener vida erótica si no es conmigo. La revolución integral del Eros, como toda revolución, aspira a la libertad. No hay libertad si otra persona es quien decide sobre mi cuerpo.
Mis propuestas para contribuir a una Revolución Integral del Eros son:

A nivel individual: Reconquistar nuestro cuerpo. Aceptemos y reconozcamos que somos personas sexuadas, y que los apetitos que tienen que ver con lo sexual son legales, a pesar del estricto y perverso código moral que nos ha sido impuesto. No reneguemos pues, ni nos avergoncemos de nuestros deseos y fantasías. Desterremos los sentimientos de culpa, de sospecha, suciedad, perversión, y entendamos que son los deseos lógicos de alguien que es persona sexual (aclaro que no estoy justificando cualquier tipo de práctica sexual).

Reconciliémonos con nosotros mismos y repitamos el mantra «yo soy lo más importante». Si yo no estoy en paz conmigo, no puedo estar en paz con otra persona.

A nivel de pareja: sustituyamos el afán de posesión por la generosidad, el miedo a que nos roben a la pareja, por la atractiva posibilidad de ampliar nuestro círculo de amigos, el deseo enfermizo de sentirnos «exclusivos», por el deseo más realista de sentirnos «especiales»,….y abordemos de una vez la enorme tarea de combatir los celos, el auténtico veneno que lleva a quienes sucumben a ellos a caer en un pozo de odio, rencor, ceguera y negatividad que les hace cometer verdaderas estupideces y atrocidades. Por mi propia experiencia personal, puedo afirmar que la comprensión, la aceptación y la generosidad acercan a los miembros de la pareja, mientras que el afán de control y el deseo de posesión hacen que aumente la distancia entre ellos, provocando normalmente la ruptura, o convirtiendo la relación en un infierno.

A otros niveles: revisemos con nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo, vecinos,.. los códigos que han regulado durante siglos las relaciones erótico-afectivas, hablemos con ellos abiertamente, con honradez y sinceridad, intentemos averiguar hasta qué punto sus relaciones eróticas satisfacen plenamente sus deseos, sus fantasías. Intentemos plantear debates sanos sobre un tema que interesa mucho a la población: lo erótico siempre es un sugestivo tema de debate.

Eduardo Martínez, creador del proyecto Laboratorio Experimental de Erotismo.

Más información en:
www.erosexperimental.com y laboratorioexperimentaldeerotismo.blogspot.com.es

 

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