Sobre lo cotidiano y lo vulgar
Últimamente estoy observando cómo hay un distanciamiento entre la gente que pensamos y creemos en un profundo cambio como respuesta a una vida insulsa y los que están más preocupados por cuestiones más cotidianas y cercanas como la comida, el vestir, la higiene, el ocio o el sentirse aceptados.
Y es que cuando una persona tiene como prioridades estas cuestiones es posiblemente: o una persona en plenitud que ya ha superado las cuestiones fundamentales de la vida o una persona más bien mediocre que ni siquiera se las ha planteado. Si bien estas cuestiones cotidianas son de importancia cuando hay algo que dificulta el hecho de que estén presentes, no deberían serlo cuando las hay a raudales. Vemos por tanto que hay una incoherencia en el hecho de que tantas personas estén supuestamente preocupadas por lo cotidiano. La explicación la encontramos en el hecho de que haya unos mensajes amenazantes y unas personas que custodian estos elementos y que deciden sin preguntar quien puede y quien no. Y es que la economía, que se basa bajo mi punto de vista fundamentalmente en la gestión de lo cotidiano, es el arma que estas personas que lo custodian utilizan para disuadir a quienes lo pretenden. Por tanto vemos que es lo cotidiano el reclamo y es la gente sumida en ello la más vulnerable a ser manipulada. Teniendo en cuenta esta afirmación y si hacemos un análisis somero de los sectores de la población, son las personas de más edad las más vulnerables al ser las más sumidas en lo cotidiano y son algunas más jóvenes las más dispuestas a hacer cambios y a desposeerse de sus hábitos para asumir nuevos retos. Entre ellos el escapar de esta trampa mortal para el ánimo vital que es el costumbrismo y lo cotidiano. Si bien no es lo cotidiano en sí solamente lo que martiriza el espíritu sino la falta de aquello creativo y por tanto diferente a lo anterior y con un valor intrínseco. Lejos de ser creativos, los cotidianistas pretenden sumirnos a todos en un sopor insoportable valga la redundancia.
Sea o no mejor, lo creativo, por diferente, tiende a sorprender. La capacidad de sorpresa es quizás uno de los atributos que la propia vida otorga a quien acepta el reto de vivir sin la certeza de lo cotidiano. Aquellos que prefieren la seguridad de lo cotidiano no aceptarán pasar por situaciones en las cuales su habilidad tenga que ser mejorada por no servir ya lo anteriormente adquirido. No aceptarán los retos y sus estímulos serán tan solo el resultado de su fisiología y su necesidad de seguridad. Sí, es exagerado lo que propongo y no pretendo ser totalmente objetivo sino reflejar tendencias en los modos de ser.
Creo por tanto que hay un determinado sector de la población que engloba fundamentalmente a la gente de más edad que tienden a vivir en lo cotidiano y otro que, si bien muchos lo hacen, su tendencia es a romper con estas rígidas formas de existencia creando nuevas formas y estilos de vida, disfrutando, no a través de los sentidos, sino a través del placer que se obtiene de la alegría de compartir con el otro momentos únicos. De su vitalidad y de su astucia surgirá una posibilidad de cambio sustancial de la condición humana que ahora está sometida por rígidas formas de existencia que ya muchos asemejan a la esclavitud.
La necesidad de romper
Los y las revolucionarias que optamos por un cambio radical podemos terminar con los hábitos y costumbres adquiridas y suspender temporalmente nuestros sentidos de lo que se nos transmite mayoritariamente sin arte ni imaginación. El ejercicio de suspender los sentidos a esto que muchas veces nos daña, ahora incluso más por ser reconocido como dañino por nuevas capacidades de reconocimiento que la reflexión y la separación de lo anterior nos proporcionan, es a veces simplemente producto de la ruptura con los viejos hábitos y formas de vida por lo que si se sigue la senda de la renovación máxima no suele ser necesaria ninguna otra medida de reducción de nuestros sentidos. Nos queda para experimentar y emerger de nuevo unos campos que son los bosques y las áreas rurales, algunos incluso encontramos en la tecnología una posibilidad de cambio de paradigma. La ruptura con lo anterior supone en muchos casos el reencuentro con uno mismo. Dado que muy probablemente hemos sido manipulados y nuestro pensamiento es producto de mucha de esa manipulación, el desconectar de toda esa perversa actitud nos deja un espacio que pronto llenaremos con experiencias que en su mayoría serán magníficas por ser producto de nuestra búsqueda e impulso de libertad y por tener en ella componentes de nosotros mismos que como seres humanos más libres que somos serán geniales.
Del nacimiento de este nuevo ser que iremos poco a poco reconociendo como propio surge una nueva realidad sorprendente y maravillosa en muchos casos. Y de esta realidad nos quedará tan sólo limpiar lo viejo que aún se queda como un pringajo pegado en la piel y que quizás simplemente podamos dejar que como un bálsamo sea absorbido y gestionado por ésta sin más problema, como suelo hacer yo cuando le limpio los berretes a mi hijo.
Es normal que en este camino uno encuentre tremendas dificultades pero es normal también que esas dificultades sean grandes retos y no barreras infranqueables de las que estábamos acostumbrados a encontrar en nuestra forma de vida anterior. No hay nada en el ser humano, y es eso lo que probablemente encontremos en nuestro camino, que no sea moldeable, adaptable y amable en lo esencial.
Veremos que pronto nos mejoraremos y aunque haya altibajos sólo el camino nos hará olvidar las penas y acentuará las alegrías por absorción de lo igual y rechazo de lo incompatible.