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  • Autor de la entrada:Ricard Vidal

El calzado esencial para andar el sendero de la autoconstrucción del sujeto(1).

Alójate en la soledad: cuando dejes de buscar serás el buscado del Amor.

Elige árbol y, en lo más alto, construye nido empleando soledades y silencios. Desde ahí, eleva canto que llene vaciando, que vuele de lo audible a lo inaudito : cobijará tu corazón intemperies que bendicen.

Soledarse: hacerse a la soledad, hospedarse en el lugar último, a la intemperie del Amor.

Solédate, Francisco Javier Bustamante Enríquez(2).

La soledad y el silencio han sido dos palabras con un significado vacío durante los casi 30 primeros años de mi vida. Por suerte, después de vagabundear muchos años buscando una respuesta a ese anhelo interior de plenitud, de sed espiritual, desperté y pude aprender el auténtico valor de la soledad y el silencio, lo que fue el inicio de un gran cambio que ha tomado mi vida hacia otra más plena y auténtica que antes.

El siguiente texto pretende ser un breve viaje a través de mis vivencias estrictamente espirituales en las diferentes épocas de mi insignificante vida. Al final hago una pequeña reflexión sobre la necesidad de aunar lucha interior y revolución exterior para la grandiosa tarea de una revolución total de la sociedad.

A modo de autobiografía…

Desde muy joven sentí una llamada interior que de manera intermitente ha ido llamando a la puerta de la conciencia en diversas ocasiones. Cuando ello ha sucedido he tomado respuestas de aquello que tenía más a mano en cada periodo concreto de mi vida. Recuerdo con pocos años, quizás con 7, que sentía una voz que me decía «¿Quién soy?» así que les preguntaba a mis padres y ellos, extrañados me contestaban «Ricard, ¡eres tú! ¿Quién sino vas a ser?».

En otras ocasiones, cuando tenía 15 o 16 años echaba mano de los libros que tenía a mi alrededor, en la increíble biblioteca «New Age» de mi padre. Allí encontraba libros de lo más variopintos: JJ Benítez, Lobsang Rampa, Krishnamurti, etc. Algunos con títulos como «Existió otra humanidad», vidas pasadas, viajes astrales, vida extraterrestre, Hermann Hesse, etc. He de reconocer que el acceso a esta fuente de información me abrió la mente a muchos temas desconocidos y con respuestas no fáciles de contestar, pero después de todo, he de reconocer que seguía estando igual o más confundido que antes.

Mi paso por el colegio religioso tampoco fue mucho mejor. Recuerdo divertidos los momentos que habíamos de salir de clase para ir a la iglesia a preparar la comunión. Cualquier cosa que fuera salir de las aulas era lo mejor. Allí nos enseñaron quién era Jesús y también un montón de oraciones que habíamos de aprender de memoria. Recuerdo momentos antes dormir en casa poniendo en práctica las oraciones. Me hacían sentir bien, me sentía más tranquilo, seguro. Me ayudaba a no tener miedo, en la oscuridad, cuando me quedaba a solas.

Mi adolescencia estuvo marcada por el baloncesto. Durante 6 temporadas (de los 12 a los 18 años) formé parte de la cantera del FC. Barcelona. En realidad fueron pocos años pero me marcaron profundamente para el resto de mi vida. Fue una época de mucho sacrificio para mí y para mi familia. En un plis-plas se me acabó la infancia. Fue como entrar de lleno en un régimen militar implacable. Todos estábamos dispuestos a hacer lo que fuera falta por llegar al primer equipo. Sólo los más aptos lo conseguirían. Así que tuve que forjar en mí un instinto de
competitividad, agresividad y sacrificio descomunal. Aprendí mucho sobre mis límites físicos y mentales. También sobre el significado de formar parte de un equipo, estar dispuesto a darlo todo y luchar contra quien fuera (dentro de una pista). Aprendí sobre las disciplina y también a obedecer en todo a mis superiores (mi entrenador/caudillo). Durante los primeros años obtuve muy buenos resultados hasta el punto que fui el mejor de mi generación en todo el Estado. Me llegaron a ascender para formar parte de la selección española con los chicos de un año más y jugué partidos por toda Europa.

Sin embargo, aquello duró poco…los últimos años fueron de caída y dejé de ser tan notable. Las lesiones se sumaban y las cartas de la selección no llegaban a casa. Mi autoestima cayó por los suelos y no fui capaz de levantar la cabeza. Con 18 años tuve el valor dejar de lado todo ese mundo. Me había convertido en una víctima más de los cientos de jóvenes que al igual que yo, soñaban con llegar a ser uno de los elegidos. Todos teníamos en común haber sido triturados en nuestras conciencias por una máquina de sufrimiento que para obtener lo que necesitaba (un puñado de chavales a los que sacar un rendimiento económico) no tenía miramientos en dejar a decenas de cientos de jóvenes tirados en la cuneta del olvido. Así fue cómo salí de allí con 18 años: traumatizado, golpeado por las lesiones y con la autoestima por los suelos.

A partir de los 20 probé con las drogas, sobretodo con el cáñamo. Era algo alucinante, sentía como todos mis sentidos se excitaban y se volvían más sensibles a todo aquello que venía de fuera. La música, las chicas… todo era muy estimulante. Incluso a veces me ponía a escribir cosas que salían de mí sin casi pensarlas. Leía libros de Carlos Castaneda o Antonio Escohotado(3) y sentía de verdad que estaba en lo correcto. A veces, en los sueños accedía directamente a recuerdos de mi infancia que estaban sepultados en mi subconsciente. Otras veces tenia viajes mentales tan alucinantes que parecía que subía al cielo montado en un dragón, o cuando no, acariciaba el tan deseado nirvana o estadio de Iluminación total. Pero luego regresaba y todo era igual que antes… o un poquito peor. Con el tiempo me enganché al cáñamo, al tabaco y no concebía salir de fiesta sin emborracharme. Al despertar las resacas eran terribles. ¡Cuánta miseria! Sentía que había avanzado un paso, pero en realidad había retrocedido 3.

Después vino la época de los viajes. De los 24 a los 28 sentí que tenía que curtirme y recorrer mundo, que tenía que estar al lado de los que más lo necesitaban. Por aquel entonces tenía la errónea concepción paternalista, desarrollista y asistencialista de Occidente hacia los demás países de la periferia. Pero las intenciones eran buenas. Estuve con los jóvenes en las Villas miseria de Buenos Aires, con los campesinos sin tierra y los desplazados por pantanos en Brasil, viajé por Bolivia y Ecuador, etc. En un bar del Raval de Barcelona mi amigo Juanxo Olcina(4), su guitarra y yo hicimos la promesa de viajar por tierra a Oriente hasta que se acabara tierra firme… Quizás lo que saqué de todo ello, a nivel espiritual, fue desarrollar un sentimiento profundo de estar en la piel del otro; honda gratitud por recibir tanto de todas aquellas personas que me crucé por los caminos; fortalecimiento de mi autonomía y capacidad de contentarme con poco, etc.

Gracias a Dios, un día conocí a una persona, que me habló de una técnica de meditación muy interesante que se enseñaba a pocos minutos de Barcelona, en las faldas del Montseny (o monte de la sabiduría). Explicaba que habías de estar retirado 10 días en silencio donde no estaba permitido hablar con nadie y cómo aquello era una experiencia totalmente transformadora y purificadora del ser. No había dogmas, no había religiones, no había que recitar nada, solo había que estar sentado en un cojín en silencio, atento a la respiración, y seguir unas breves indicaciones.

Aquellas palabras me estimularon mucho y dentro de mí sentía que era el momento de intentarlo. Después de aquellos 10 días, mi vida tomó un nuevo rumbo. Me sentía confiado y seguro de mi mismo, pero sobretodo muy feliz. Sentía una paz interior y un amor hacia todos los seres difícil de poner con palabras. En aquellos días descubrí la importancia del silencio interior, diferente de aquel más superficial por el cual entendemos la ausencia de palabras o ruidos externos. El silencio no como un fin en sí mismo, sino como un medio esencial para andar el camino de la liberación interior. También aprendí la importancia de la soledad. Allí no podíamos estar solos, pues estábamos 50 o 60 personas sin decirnos una palabra durante 10 días. Esta soledad de la que hablo era la del recogimiento interior. Volver la mirada hacia uno mismo, para observar lo que pasaba adentro. Después de toda una vida mirando hacia afuera, era increíble cerrar la puerta de los sentidos y mirar hacia las profundidades del ser.

Observar la respiración, sentir como con los días se iba acallando la mente, ese mono loco insaciable que siempre va de un lado a otro y nos hace la vida tan miserable. Sentir al mono en su sitio, bucear por primera vez en el mundo de la mente inconsciente, descubrir nuevas realidades, ser conscientes de las sensaciones en el marco del cuerpo y los pensamientos, descubrir en uno mismo (y ¡no en los libros!) las verdades esenciales de la ausencia del ego y la impermanencia del mundo. ¡Eso era demasiado!

Fue una bendición salir de allí con una herramienta tan sencilla y tan útil a la vez para llevar una vida más auténtica y más plena. Con la meditación Vipassana(5) sentía que sí había encontrado aquello que buscaba, pero que no era más que una puerta nueva que se abría en mi vida y que solo necesitaba el valor de andar ese camino, un largo trayecto que se había de caminar, ni que fuera cada día un rato.

Sant Jeroni de la Murtra, ámbito de Soledad y Silencio.

Después de esta gran puerta que se abría en mi vida continué practicando y haciendo retiros de 10 días en el Montseny una vez al año. Fui descubriendo la importancia de la alimentación saludable y la práctica de ejercicios físicos que tonificaran mi cuerpo. Dejé de fumar y reducí drásticamente el consumo de alcohol. Empecé a notar cambios positivos en mi vida y mi salud se fortalecía día a día. Otro acontecimiento importante, en el terreno de la espiritualidad, fue (re)descubrir un lugar muy próximo del que tenía vagos recuerdos y conocimientos en mi infancia y juventud: el Monasterio de San Jerónimo de la Murtra(6), situado entre Badalona y Santa Coloma de Gramenet, en un lugar privilegiado de la sierra litoral.

Este lugar despertó en mi muchas simpatías, pues descubrí que iban hasta allí intelectuales y artistas para realizar retiros espirituales y también se promovía la soledad y el silencio. Además, todo ello en un lugar que contaba con un rico patrimonio histórico-artístico de una importancia única.

No pude resistirme más así que me deje caer por allí en varias ocasiones. Fue decisivo conocer algunas personas que estaban iniciando la asociación Conreu Sereny(7), un proyecto de recuperación de espacios agrícolas del monasterio para producir hortalizas ecológicas y realizar cursos de formación para colectivos con dificultades sociales.

En aquel tiempo sentí que tenía que formar parte de eso. Quería estar cerca de ese lugar y al mismo tiempo, sentía la necesidad de implicarme en ese proyecto agrosocial. A partir de entonces, conocí también la gente que vivía en el monasterio y pronto realicé algunos retiros en la hospedería habilitada para ello. A los pocos meses hice la petición de vivir allí y entré a formar parte del grupo de residentes que cuidan del lugar y hacen acogida a otras personas para pasar unos días de retiro en las celdas.

He estado 3 años viviendo y conviviendo en este querido lugar. Pude fortalecer mis meditaciones diarias y conocí decenas de personas interesantísimas que me han aportado muchísimo. Se puede decir que la Murtra ha significado para mí un salto cualitativo en el desarrollo de mi conciencia. Allí he de redescubierto lo esencial de mis raíces cristianas, he retomado el contacto con los ciclos de la Naturaleza y el Cosmos y también he tomado consciencia de la historia a través de las líneas escritas por el paso del tiempo en el claustro centenario.

Las ermitas del Mas Blanc, sanatorio del alma.

Un buen amigo me presentó una amiga suya que llevaba 10 años viviendo de ermitaña en los bosques de Sant Martí de Centelles (Osona). Cuando la conocí conectamos en seguida. Sentí una admiración y respeto profundos por aquel ser que después de haber llevado una vida militante en lo social, acompañando a las clases populares en los barrios más difíciles de Barcelona, había decidido retirarse a las ermitas para vivir una vida más intima con Dios y hacer acogida espiritual a otras personas que buscan sanar su alma mediante retiros de unos pocos días o simplemente van allí para conversar con ella durante un rato.

Pronto regresé allí para realizar retiros de soledad y silencio. Para mí era el marco incomparable donde poder realizar estos ejercicios, en medio del bosque, a solas, sin nadie más. Sin duda, han sido las prácticas espirituales más auténticas que he experimentado.

Allí aprendí el verdadero significado de la soledad. Estar solo, sin nadie a tu alrededor que te distraiga y con la mirada recogida al interior. En el Montseny, había experimentado esa solitud interior, ignorar a las demás personas como si no existieran para realizar correctamente los ejercicios, con la mirada hacia a dentro. Sin embargo, en la oscuridad, en el dolor, en el hambre, ante el sueño, en las dificultades, te sentías acompañado de los demás seres silentes.

En los bosques de Sant Martí de Centelles, cuando decides echar el último tronco en la estufa de leña antes de echarte en el camastro, la noche se impone con toda su profunda inmensidad. En esos momentos es duro estar solo, con uno mismo. Saber que en el bosque hay otros ermitaños y ermitañas como yo, me da seguridad y confianza en mí mismo. Es como si hubiera una red de amor y confianza que nos une a todos y todas.

He descubierto que es muy interesante acompañarlo de una dieta a base de frutas o frutos secos. El cuerpo se purifica, la conciencia se agudiza y se va adquiriendo una sensibilidad especial para leer el mundo que te rodea. El móvil también queda dormido, y cuando vas a salir del retiro no tienes ganas de volver a metértelo en el bolsillo. Algo a lo que estas habituado a prestarle atención en la rutina de los días, pasa a ser un instrumento olvidado sin importancia. Ganas autonomía frente a las cosas que nos la arrebatan. El mundo deja de estar mediatizado por las pantallas. La realidad deja ser virtual para estar delante de tus ojos, a dentro de tus ojos.

Cuando te preparas para salir, para volver al mundo que hemos inventado, estas feliz, te sientes bien, ha sido duro, pero ha valido la pena. Voy un rato a la ermita de la Tere para comer juntos y explicarle cómo ha ido. Le cuento las dificultades, las alegrías y anécdotas.

También nos contamos los libros que hemos leído. Las palabras no salen fácilmente y sientes
no decir cualquier cosa. La palabra se vuelve noble, cuesta hablar con violencia. La radio en el coche de vuelta a casa resulta molesta, la apago. Vuelves a tu lugar habitual y ya nada es igual, sientes que algo ha cambiado, no se puede esconder una profunda reverencia y gratitud por todo lo existente.

Autoconstrucción personal y revolución de la sociedad ¿algo imposible?

Alguien podría pensar que la proliferación de seres silentes, agradecidos con la existencia y dispuestos a retirarse a los bosques no es viable con la tarea de hacer frente a un sistema estatal-capitalista de dominación tan terrible y violento como el que sufrimos a todos los niveles (y mucho menos transformarlo). Mi experiencia, por el contrario, me dice que no solamente es recomendable sino que es muy necesario.

Para hacer frente a semejante dictadura, sería necesario empezar por crear una cosmovisión diametralmente opuesta a la que se impone por la fuerza. Crear unos valores y una ética (individual y colectiva) que nos defina y constituya como sujetos autónomos y aptos para una tarea tan difícil y necesaria. Para ello, creo, se ha de comenzar por lo básico, estableciendo una revolución permanente en el ámbito del ser, recuperando nuestra esencia como individuos que saben en qué consiste el arte de vivir. Definir aquello que nos embrutece como personas y también aquello que nos tonifica y refuerza en todos los ámbitos (conciencia, cuerpo y espíritu).

A partir de aquí podemos consensuar una ética y una moral básicas que nos definan como individuos conscientes. También, como decía nuestro compañero Karlos Luckas(8), sería necesario establecer unas nuevas bases filosóficas para un ser humano nuevo en una época nueva.

En definitiva, vivir el silencio interior; hacer frente a la soledad y saber estar en solitud, en paz con uno mismo; bucear en las profundidades del ser; purificar cuerpo y mente; descubrir por uno mismo las verdades esenciales de la existencia; ennoblecer nuestras palabras; vivir conforme una ética y una moral basadas en el amor y la justicia; actuar desde la libertad de conciencia sin ser esclavos de reacciones compulsivas; dedicar espacios para la reflexión y la convivencia… todo ello y más solo puede llevarnos a ser sujetos más autónomos y aptos para la difícil tarea de una transformación integral de la sociedad.

Ricard Vidal Miras,

Mayo de 2015

ricard.vm@gmail.com

1. Este texto ha sido escrito con motivo del I Encuentro de Reflexión sobre la Revolución Integral que se ha realizado en la Península Ibérica, en la localidad de Miraflores de la Sierra (Madrid) entre los días 1-3 de mayo de 2015.

2. Javier es un buen amigo mio de quién he aprendido mucho sobre el valor de la amistad. He tenido la suerte de poder compartir con él unos años maravillosos en Sant Jeroni de la Murtra. Además, es un poeta excepcional. En el siguiente enlace podeis encontrar sus poesias: http://www.javieronofre.net/textos/soledate_libro.pdf

3. De especial interés fue para mí «Historia general de las Drogas», un tomo de 1500 páginas con ilustraciones y referencias a todo tipo de substancias estimulantes de la conciencia que el mismo autor ha experimentado.

4. http://pobrediablo.es/

5. He descubierto que existen diferentes modalidades de enseñar este tipo de meditación. En concreto a la que yo hago referencia es esta: www.neru.dhamma.org

6. http://www.lamurtra.cat/

7. http://www.conreusereny.cat/

8. https://www.revolucionintegral.org/index.php/blog/item/20-bases-filosoficas

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. David Algarra

    Ricard, gracias por compartir con nosotros tu historia y tus experiencias con el silencio. Sin duda, experimentar el silencio y el desarrollo de la atención, son aspectos muy necesarios para la revolución integral.

    Un abrazo

    «El deseo de luz produce luz.
    Hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención.
    Es realmente la luz lo que se desea cuando cualquier otro
    móvil está ausente.
    Aunque los esfuerzos de atención fuesen durante años
    aparentemente estériles,
    un día, una luz exactamente proporcional a esos esfuerzos
    inundará el alma.
    Cada esfuerzo añade un poco más de oro
    a un tesoro que nada en el mundo puede sustraer»
    (Simone Weil)

  2. Roberto Serna

    Muy profunda, valiente y necesaria tu reflexión Ricard, desde lo más hondo del corazón, se nota. Yo creo que igual que tu, muchos hemos vivido experiencias parecidas del despertar del espíritu, tan necesario si buscamos un cambio real más allá de las apariencias.
    Si además ese espíritu se conecta con la tradición popular convivencial y la cosmovisión amorosa del cristianismo primero, estamos echando raices y repoblando la tierra.
    Un abrazo sincero.

  3. David Algarra

    En referencia a las diferentes modalidades de meditación, que comenta el compañero Ricard, comparto con vosotros la que yo practico desde hace años. La triada y el centramiento, un artículo de mi blog:

    http://www.upaya.es/?p=74

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