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Tenemos aquí otro engendro que numerosos paniaguados de profesión escritores, premios Nobel de literatura elevan a «la gran obra maestra de la literatura japonesa de todos los tiempos y una de las primeras novelas de la historia».

Estamos ante una gemela de Las mil y una noches, pero empeorada en muchos aspectos. Es una muestra de la misoginia, desprecio del cuerpo humano y del trabajo manual, enmascarado en una frivolidad artística que es común a las sociedades «en pleno esplendor» (triunfo absoluto de la jerarquía): «Escrita por una mujer del refinado Japón imperial de la segunda mitad del siglo 10, la novela es una obra magna fascinante, a la altura de las obras de Tolstói, Cervantes, Balzac o Proust».

El traductor llega incluso a restar importancia al acto de la violación cometida por el protagonista apoyándose en ese refinamiento frívolo de personas que no aportan con su trabajo a la sociedad: «¿Es Genji un violador? (..) ¿Cómo compaginar este momento de violencia sexual, narrado con una sobriedad y delicadeza ejemplares por la autora, con la imagen del príncipe refinado y culto que danza y toca la flauta mejor que nadie y compone deliciosa poesía china, cuya biografía constituye el eje de tres cuartas partes del libro?»

Nos podemos imaginar cuán deliciosa es la poesía que compone nuestro héroe.. Esa sobriedad y delicadeza son un conjunto de palabras biensonantes, del todo fáciles de emplear, que están muy alejadas de la verdadera belleza: la que denota conocimiento profundo del hecho descrito y voluntad de Verdad.

Los traductores repiten sin descanso que la novela es una «gran obra maestra», apoyándolo con multitud de comentarios que premios Nobel y resto de paniaguados han realizado a la obra:
«La novela de Genji es la cima de la literatura japonesa. Hasta nuestros días no ha aparecido una obra de ficción que se le acerque».
Yasunari Kawabata, Premio Nobel de Literatura 1968

Lo comparan con verdaderos clásicos:
«Una de las novelas más antiguas del mundo comparable a los grandes clásicos occidentales como Cervantes o Balzac».
Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990

¡Una civilización más delicada! llena de adinerados con sobrepeso que andan por la calle con la cara empolvada de blanco y envueltos en amplios trajes para ocultar que hacen actividad física una vez al trimestre (excursiones):
«No es que la vasta novela de Murasaki sea mejor o más memorable o intensa que la obra de Cervantes, pero sí más compleja y que la civilización que denota es más delicada».
Jorge Luis Borges

Apaga y vámonos:
«No se ha escrito nada mejor en ninguna literatura».
Marguerite Yourcenar

¿Cómo puede hablar de amor y llamarlo «genio del deseo» en relaciones que están sometidas a estas condiciones?: «Todas las mujeres de Genji, con la excepción de Yugao, que es la más alocada, y de Rokujo, que tiene sus propios ingresos y no depende económicamente del príncipe, viven atemorizadas por lo que pueda ser de ellas cuando su hombre pase a interesarse por otra.»

«Tras leer a Murasaki, ya nunca se siente igual el amor ni el enamoramiento. Ella es el genio del deseo, y nosotros sus aprendices, incluso antes de leerla por vez primera».
Harold Bloom

Un anti-clásico:
«La novela de Genji es uno de los grandes clásicos del mundo».
W.B.Yeats, Premio Nobel de Literatura 1923

Se te quitan las ganas de visitarlo:
«De todos los tesoros de Japón, el Genji Monogatari es, con mucho, el más precioso.»
Ichijo Kaneyoshi

Uno de los personajes hablando de las mujeres:
<< es la única conclusión a la que he llegado después de muchos años de trato. A primera vista todas parecen interesantes. Sus cartas, sus contestaciones a las nuestras. todo parece indicar que la dama en cuestión es un prodigio de sensibilidad y de cultura. Pero cuando la cosa avanza, ¡qué pocas son capaces de pasar la prueba definitiva! Todas tienen sus recursos, su repertorio de truquitos para hacernos caer en la trampa. Todas se admiran a ellas mismas como si tuviesen el talento de la gran Ono no Komachi y hablan mal de sus rivales con una grosería que a veces abochorna. Muchas viven guardadas por progenitores que sueñan con un futuro brillante para sus pollitas, y les celebran todas las gracias que son capaces de escribir o pronunciar. >>

Lo triste es que su sociedad es tan horrible (delicada para los paniaguados) que las personas son así de interesadas, y no sólo sucede en las clases altas. El traductor no pierde oportunidad de criticar a la sociedad occidental heredera del Cristianismo, pero de forma muy torpe, intenta que parezca positivo lo que en realidad es negativo. Nos suelta varias veces que su héroe Genji «no debe verse al estilo del don juan occidental», dice:

«jamás abandona a su suerte a una mujer que ha seducido. Cuando Genji pierde la cabeza por una mujer, puede comportarse como un truhán, pero a la postre triunfa invariablemente el «señor» que lleva dentro. En su época de gloria, acoge en su casa a todas sus amadas necesitadas de protección, incluso a la feísima y desgraciada Suetsumuhana, y se ocupa de sus necesidades como un providente paterfamilas.»

Pero esto en realidad es una forma de posesión que atrofia e infantiliza a las mujeres, las convierte en «su harén personal», del que puede servirse cuando le plazca para satisfacer sus deseos.

Como decía, esta degeneración social se extiende a las clases populares, un mero rebaño sin cultura propia que sueña con vivir en la capital, y que ha interiorizado los disvalores y la estructura jerárquica hasta el punto de no representar peligro alguno para las élites. Esto se pone de manifiesto cuando nos dice, de nuevo declarándolo como síntoma de superioridad civilizatoria sobre occidente, que Japón en el período Heian no necesitaba ejército profesional (pueden imaginar la mafia interna, el ejército de alcahuetes). Y una de sus mayores bazas de «defensa» de aquel período está en el supuesto amor por la naturaleza que las élites demostraban en sus representaciones artísticas y en sus excursiones de temporada estacional.

Ese supuesto respeto por la naturaleza debe tener una explicación, pues no es creíble que un conjunto de violadores, alcahuetes y prostitutas muestren verdadero amor por algo. La destrucción de la naturaleza que se ha practicado en el resto del mundo responde a estrategias de dominio político-militar. El bosque permite y permitió la auto-suficiencia de las comunidades que le plantaron cara a las distintas coronas en nuestra Península Ibérica. Destruir el bosque para provocar escasez y bajar la moral del enemigo es algo que practicaban ya los romanos.

Así pues, la explicación que encuentro es que el bosque japonés del período Heian se libró de la destrucción precisamente porque la autoridad de las familias en el poder estaba lejos de ser cuestionada por un pueblo que había perdido toda noción de comunidad auto-organizada.

Fuente: https://ciudadapestosablog.wordpress.com/2021/11/16/engendros-en-un-pedestal-genji-monogatari/

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