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  • Autor de la entrada:María López

«…espacios de la esencia, escudos de gozo» (Rilke)

Hubo una época, el neólitico, que duró 15.000 años, durante los cuales hubo una evolución técnica, social y espiritual progresiva y continua, pues la humanidad desarrolló la agricultura, las artesanías, las artes espirituales y la urbanidad junto a los valores y a las normas por las que se rige la convivencia, es decir, todo lo que permite el desarrollo de la vida buena humana.

Sin embargo, hace unos 3.000 años un cambio en la moral impuso un súper desarrollo de la técnica, el pensamiento abstracto, la política y la ciencia y el abandono paralelamente de los valores y la convivencia, de la educación, de la agricultura, de las artes, de la imaginación, de la sexualidad y del erotismo y de otros ámbitos quizá hoy desconocidos.

En el fondo de este desequilibrio entre las potencialidades culturales hay un desencuentro entre el pensamiento racional y el pensamiento intuitivo .

«La razón pura, incapaz de cualquier limitación, es la divinidad misma. El plan cósmico está ordenado, pues, en conformidad con la razón…el cultivo de la razón es la única fuente de verdad y sosiego». (Hegel «História de Jesús»)

El pensamiento racionalista es el padre del pensamiento del sí o no, del verdadero o falso, del ser o la nada, y que exige, como un dios olímpico, su ofrenda con sacrificios de fuego: la desligitimación de todo movimiento del espíritu y del cuerpo que no respete, con celo religioso, las leyes de la lógica. Y por lo tanto, la desligitimación de la intuición y de la emoción como saberes firmes y confiables, de la magia y de los rituales que dotan de poder y significado a los gestos, de la pasión que conecta los espíritus, de los símbolos y de los mitos que vuelven inteligible el silencio. Por que estos ámbitos de lo mental-corporal están anclados en la naturaleza humana y el lenguaje de la dominación les es extraño.

Por su lado, el pensamiento intuitivo; entendiendo intuición como la certeza física, sensual y visceral, de algo intangible; es aquel que tiene el don de una sabiduria sin norma y aquel que ha conservado el tema, la conexión de todo con todo por la relación amorosa que está en la generación de todo lo vital.

 El sol, hogar de vida radiante de ternura,

vierte su ardiente amor sobre el mundo extasiado;

y cuando nos tumbamos en el valle, sentimos

que la tierra es doncella rebosante de sangre;

que su inmenso regazo, henchido por un alma,

es de amor como Dios, de carne como una hembra

y que encierra, preñada de savias y de luces,

el hervidero inmenso de todos los embriones.

(Arthur Rimbaud)

Esta tensión entre dos tamañas fuerzas del entendimiento provoca una história polémica de las palabras, en la que «mujer» se convierte en «zorra», «madre» se convierte en «ama de casa» y el «toro» en hamburguesas. Y esto por la magia del pensamiento racionalista creador de mostruos y capaz de justificar este «progreso» que nos degrada, nos mutila y nos expolia.

Sin embargo, de la misma manera que la noche envuelve al día con un manto de oscuridad, el lenguaje envuelve el pensamiento racional traicionandolo en su aspiración de ser lo verdadero respecto de la iluminación espiritual. Pues las palabras surgieron del don de la intuición que la lógica no puede asumir, o fagocitar como hizo Zeus con Metis, diosa de la sabiduría. El silencio, o la torpeza, del docto ante la experiencia poética lo confirma, Metis no les aconseja desde la barriga.

El lenguaje envuelve la definición y el silogismo por que el lenguaje los contiene, es su presupuesto. Sin embargo, de la misma manera que del metal surgen azadas o surgen espadas, del lenguaje surgen la unión o la desunión. Definir y relacionar separando, exclusivizando y degradando ha sido la norma hasta hoy desde que el orden del mundo empieza con un parricidio o con la muerte del hijo. Una violencia pesimista que envenena las ganas de vivir. Sin embargo, el amor a la vida ha mantenido algo de la matriz del lenguaje, del asombro ante la grandeza y la belleza de la naturaleza, en la solemnidad del poeta, en la ternura de la virgen María, en el amor de una madre.

Hoy por hoy, una alternativa al conocimento racionalista muy cercana está oculta en las palabras, enterrada bajo 3 milenios de barbarismos.

Tal vez la mayor dificultad para resolver los complejos problemas mitológicos consiste en que:

Los dioses vencedores toman sus títulos de los enemigos que cautivan.

«Y en que conocer el nombre de un dios en cualquier lugar o período es mucho menos importante que conocer la naturaleza de los sacrificios que se le ofrecían. Los poderes de los dioses eran definidos de nuevo continuamente«. (Robert Graves, «La Diosa Blanca»)

En conclusión, hay palabras de especial significación en nuestro imaginario como hombre, mujer, animal, bueno, malo, divino, placer, amor, sexo y muchas otras que, si como dijo álguien, estamos hechos de histórias entonces nos interesa averiguar el devenir de esas palabras para ser dueños de nuestra sensibilidad.

¿Estos más antiguos dolores al cabo
no han de resultarnos más fecundos?

¿No es tiempo
ya que nos libremos, nosotros que amamos,
del objeto amado?
lo resistamos temblando,
tal como la cuerda resiste la flecha,
para, así, en el salto reunida la fuerza,
ser más que ella misma.
No hay que detenerse.

(Rainer María Rilke «Elegías de Duino»)

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