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Carta al meditador desconocido:

En un tiempo no muy lejano, y del que ya no quiero acordarme… dejé de meditar. Atrás quedaban muchos años de práctica, unos catorce años sentándome, nada más y nada menos. Pero también había habido lecturas, charlas, talleres. Prácticas grupales y en solitario. Muchas horas dedicadas a este trabajo de recogimiento interior, de escucha concentrada, siguiendo además diferentes ramas: Empecé desde el lado de la visión oriental, siguiendo la guía de gurús y maestros, enfocado en la meditación transmitida desde corrientes hinduistas y budistas; finalmente me asenté en la meditación zen, y dentro de ésta en la difundida primero por la línea japonesa de Taisen Deshimaru, para centrarme luego en las corrientes católico-cristianas, siguiendo el ejemplo de maestros como Willigis Jäger o Dokusho Villalba, permitiéndome ser influido por otros autores en la misma línea, dígase Thich Nath Hanh o Pablo D’ors.

Mi intención es transmitirte mi experiencia con esta práctica tan emblemática de adiestramiento interior. No voy a entrar en cuestiones de escuelas, corrientes de pensamiento, tradiciones, filosofías. Según quien sea tu maestro, o guía, o enseñante, habrá sido tu aprendizaje y tu práctica. Comprendí que aquí, en Occidente, se había hecho una fusión entre idearios católico-cristianos y filosofía budista-zen, una suerte de remix integrador de ambas cosmovisiones, sin que a nadie le temblara el pulso en su confeccionado. Cada maestro te podía dar su concepción particular de esa fusión, y es entonces que podías unirte a la corriente que mejor satisficiera tus necesidades, según fueras más o menos exigente. Yo terminé practicando el zazen, en la línea Soto Zen japonesa, quizás de las más duras y ásperas, de un purismo extremo.

Te hablo del zazen para que entiendas que no he practicado una meditación de chichiná, como ahora hacen todas estas corrientes del Mindfulness, una suerte de práctica meditativa actualizada y adaptada a la mentalidad del consumidor occidental del mercado espiritual, un sucedáneo masticable derivado de las técnicas de meditación originales.

Sí, alrededor de 14 años, sentándome todos los días. A primera hora de la mañana. Sí, era un momento de relajación, alcanzabas a menudo un estado interior que no sabría cómo definir, quizás como “integrado”. Cada día era un nuevo reto, una necesidad de empezar de nuevo, la experiencia del día anterior no garantizaba el buen funcionamiento de la del día siguiente.

Hoy en día, la meditación es el summum de las prácticas de crecimiento espiritual. He escuchado que va a ser “el arma más poderosa de autotransformación en el siglo XXI”[1]. Por tanto, lo que yo te diga va a ir en contra de una milenaria tradición y de toda una nueva corriente de espiritualidad que ya, desde hace unos años, ha invadido y se seguirá expandiendo por todo el mundo occidental.

Ya sé que, prácticamente, en ningún lugar vas a encontrar algo así como una crítica a la meditación, porque ¿cómo se puede demostrar si hace o no hace nada? Su aplicación requiere de un tiempo indeterminado hasta conseguir algo. A pesar de que los modernos gurús de la meditación te hablen de “dos meses para alcanzar resultados”.

Hay millones y millones de meditadores en el mundo, y entonces, ¿cuántos de ellos se iluminan o, al menos, “se realizan”? Como herramienta, ¿hasta dónde te puede llevar? ¿sirve, como se dice, para todo el mundo?

 Hay que distinguir entre estado meditativo y meditación como técnica de introspección interior. El estado meditativo sería un proceso natural, espontáneo, al que se accedería sin la intervención de la voluntad. La meditación como técnica, es un proceso de entrenamiento físico-mental encaminado (con pretensión de) a alcanzar estados de conciencia profunda o de… ¡supraconsciencia!

La meditación está muy relacionada con las ideas de reencarnación, karma y con el “tú siéntate que no tienes que hacer nada más, lo demás vendrá por sí solo”. También está directamente imbricada en la necesidad del maestro o guía, así como en la técnica que se requiere para su correcta ejecución, que te debe ser explicada.

No digo que no tenga algún beneficio positivo, y ¡lo único que tienes que hacer es sentarte y concentrarte! Entonces ¿es una herramienta tan poderosa? Te puedo asegurar que de entre todos los grandes meditadores que he conocido, y han sido unos cuantos, no he visto a ninguno que me haya transmitido un estado superior de conciencia.

Aparte de lo que dicen las diferentes teorías, ¿puede uno verificar, en base a una certeza constatada, que la práctica de la meditación realiza en nosotros un estado de conciencia profundo? Lo que es seguro es que nadie está dispuesto a reconocer que ha estado tanto tiempo sentado para no alcanzar nada. Al menos para nada constatable que tenga valor en el tiempo.

Hay dos cosas que hacen que la meditación no pueda ser esa “arma de liberación” que dicen que es…

La primera, y más importante: Cuando uno se sienta a meditar, lo hace con la idea de conseguir algo, alguna clase de recompensa. Quizás ésta sea alcanzar “la verdad”; o la iluminación; o que desaparezcan sus problemas; o convertirse en un ser realizado. Es entonces que uno se sienta buscando un beneficio, un logro. Esa intención, ese deseo subrepticio, hace que la meditación, como proceso de búsqueda y liberación interior, quede desvirtuado, desde el principio. ¿Cómo puede uno descubrir la verdad, lo profundo o como lo quieras llamar, si está condicionado por el resultado? El proceso de interiorización, en sí, está adulterado, pues solo una mente sin condicionamiento puede alcanzar la verdad (lo que pueda ser considerado como tal).

Combinado con lo dicho en el anterior párrafo está lo siguiente: Un proceso meditativo auténtico no puede ser guiado por la mente, porque la mente no puede acceder y manipular esos procesos interiores. La meditación como técnica es un sistema, un ejercicio, que somete al cuerpo-mente, lo constriñe, lo subyuga. Es el control de la mente y el cuerpo. Desde esta vía, de un sistema dominante, ¿cómo se puede alcanzar la liberación interior? Es, por tanto, un proceso pretencioso. La liberación te llega, no se puede perseguir ni forzar.

La segunda es una conclusión a la que llegué, y es que en este mundo tan desnaturalizado en el que vivimos es imposible meditar con la mente debidamente centrada, en unas condiciones mínimamente óptimas. Los más puristas han acudido a monasterios o lugares muy retirados, pagando cuantiosas sumas para ser guiados durante todo el día. Pero cuando hablamos del meditador común, hablamos del que vive en las condiciones de la modernidad, puede ser el pueblo o ciudad, es un ser sometido al implacable reloj, en un mundo caótico, con la psique emponzoñada en veinte mil cosas, rodeado de un entorno repleto de tensión y locura. ¿Cómo puede aprovechar un ser humano su capacidad de introspección profunda en un mundo al que le queda tan poco de humano? Es, entonces, que me di cuenta de que tratar de meditar, al menos en estas condiciones, fue siempre como tratar de atravesar un muro infranqueable.

Ya sé que nadie te dirá cosas así, te dirán que debes tener fe en la meditación. Catorce años trabajándolo. Con lecturas. Con maestros muy experimentados. Con la ayuda de reputados guías. Con gente muy purista, en salas con decenas de personas. La fe ciega es clave, te dirán que debes practicar toda tu vida (aumentando poco a poco el tiempo de permanencia sentado), que quizás después de 60 años haciéndolo puede que te lleves la sorpresa ¿cómo se puede tirar uno tantos años haciendo algo que apenas sí alcanza a mostrarte algún resultado? Sí, respóndete desde la sinceridad.

Eso sí, nunca encontré un maestro o un meditador que me dijera que en la vida debía tener una actitud combativa. Y es que en el fondo es un escapismo, el ascetismo en general, igual que la religión… La fantasía de un mundo irreal-«espiritual» donde «ser feliz», sea en vida o en muerte… Ciertas prácticas ascéticas pueden ser de utilidad en el proceso autoconstructivo, pero lo importante siempre es la realidad, estar en el fango de la vida y el combate, no buscar una pulcritud-«perfección» utópica y escapista… El silencio y recogimiento interior ha de servir para el autoconocimiento, para reflexionar a fin de poner en práctica los principios y valores de bien y virtud… Para vivir conforme a la dialéctica de todo lo real… Porque la vida es imperfecta, dolorosa y ardua… Por tanto, los monjes, y en general los meditadores y ascetas, son unos antipopulares, se creen superiores cuando en realidad son unos cobardes y reaccionarios… Son personas alejadas del pueblo y lo popular, se creen superiores moral y espiritualmente, cuando en realidad actúan como cobardes ante sus iguales y sus problemas, empezando, con conocimiento de causa, por los católicos…

Sin duda es un elemento muy vinculado a estas prácticas, y que me he encontrado en muchas situaciones, de gente muy presta y dedicada al tema, es el rechazo tajante del concepto LUCHAR. Aborrecen dicho concepto y lo expulsan de su vida, so pretexto de buscar una autorrealización al margen de elementos externos, fuera del conflicto. En esa situación claramente se posicionan del lado del poder y muy cercano a la aceptación de cualquier Imperio de dominio y sometimiento, como bien muestran muchas culturas de donde provienen dichas prácticas. Es normal encontrarse con el discurso de «yo ya hace mucho que dejé de luchar, porque entendí que la vida es otra cosa», eso con una sonrisa estúpida en la cara y mirándote como a un crío que no ha llegado a su nivel de conciencia y entendimiento de La Verdad, así pelada y absoluta. Y es peculiar que rechacen de paso cualquier tipo de conflicto político o compromiso social, lo importante es lo que hagas sólo en tu medio limitado y que tus simples acciones cotidianas ya irradien la bondad a todo el cosmos. También, los más de tipo New Age, llegan a la conclusión, en su afán por eliminar la lucha de sus vidas, que, si uno no lucha, pero hace lo que tiene que hacer, pues el mundo por sí solo cambiará hacia el bien. Nada más infantil y lejos de la realidad de la condición humana.

Llegué a la conclusión de que, para que tuviera sentido la meditación como ejercicio (si es que lo puede tener) uno necesitaría no estar atrapado en procesos psicológicos que nos condicionan dañinamente la existencia (traumas, procesos de vida no suficientemente madurados, potencialidades insuficientemente desarrolladas, etc.). Cualquiera de estas circunstancias ya hace difícil, sino imposible, el trabajo meditativo. Aun así, te dicen que medites. ¿Cómo, entonces, resuelve la gente esos bloqueos interiores? Te dicen que no pasa nada, que los bloqueos se disolverán. Pero no es cierto. Para poder meditar necesitarías, siempre, haber resuelto, mayormente, tus condicionamientos. Es como intentar beber agua con el tapabocas puesto.

Meditar, como camino de superación personal y expansión de la conciencia, no te va a llevar muy lejos, de eso estoy seguro. Y si algo consigues, significa que también lo habrías conseguido sin pasar por la meditación. Distinto sería trabajar tus propios límites (fortalecer la voluntad, la relación con los demás, trabajar la introspección, la conciencia en nuestra actividad diaria) combinado (si se ve necesario) con momentos dedicados a la quietud y al centramiento.

Oriente, cuna de las culturas sumisas por excelencia, es el artífice de todas las técnicas meditativas, perfeccionadas hoy día por los “modernosos” de la ciencia cuántica. A un profesor que tuve, meditador de tomo y lomo, le pregunté una vez qué se debía hacer si te llamaban a filas y no querías ir, y tenías que matar a gente que no te había hecho nada, a lo que él me respondió que lo que debía hacer es obedecer a las autoridades. Como si de esa enseñanza se derivara que el meditador siempre ha de aceptar la realidad sin oponerse. Apechugar.

El aspecto de sumisión al maestro es central, siempre. Él sabe y tú no (ni siquiera de ti mismo). Son los gurús importantes, o jefes de monasterio budistas, o líderes espirituales, los que nos enseñan el camino para llegar a ser como ellos. Es muy probable que te pases la vida queriendo ser como ellos, sin conseguirlo, son muy pocos los que llegan, tendrás que reencarnar. Soñarás con la iluminación, pero te han engañado, tienes más probabilidades de que te toque la lotería que de que te ilumines. Todos esos maestros meditadores se colocan siempre en una postura de superioridad, y luego descubres, siempre, que están atados miserablemente al mundo material. Y aunque te “independices” de ellos, las nocividades inherentes a la propia práctica van a seguir ahí.

“Siéntate tranquilo, no te preocupes”. La literatura es unívoca, la meditación es lo más. En un tiempo en el que se habla más que nunca de empoderarse, parece que necesitamos más que nunca que nos digan el cómo hacerlo. Y es entonces que entregamos nuestro poder a un sistema organizado por otros para que estructure nuestra concentración, y perdemos el poco poder que tenemos.

Uno puede descubrir cómo, en la tradición cristiana, se practicaba el silencio, la oración, la llamada contemplación, todas ellas formas de trabajo interior, muy incisivas, por cierto. ¿Por qué hemos vuelto la mirada tan fácilmente hacia las disciplinas orientales? ¿Podría ser que es muy cómoda y no tiene que ser justificada su prolongada duración? Todas las sectas, los grupos religiosos más cerrados, me refiero a los que siguen una línea orientalista, practican la meditación… ¿Pueden ellos “despertar”? Si la respuesta es no, entonces la meditación no es medular. Y se confirma lo que pienso, que no es medular, es un trabajo de concentración, muy bien, útil para fijar tu atención, pero no para transformarte, cualquier ejercicio de disciplina interior es un trabajo de igual valía.

Y vuelvo a insistir, si lo haces como un ejercicio liberatorio, por eso mismo no lo vas a lograr, porque la “liberación interior” es un proceso que solo puede funcionar sin intención ni deseo. La meditación no puede expandir tu conciencia porque no te enfrenta a tus males, es un estado artificioso como vivencia, es limitado en cuanto a su alcance.

Una meditación espontánea, que surge en un momento dado por necesidad, es otra cosa, es un proceso orgánico. Todo lo que corresponde a nuestra biología y a nuestra naturaleza no hemos necesitado que nos lo enseñe nadie: Respirar, comer, pensar, sentir. Tenemos la capacidad de profundizar en nuestros estados interiores, para ello hay que poner toda nuestra voluntad, querer ver. Aprender a mirar hacia dentro depende de nuestro interés en ello, no de las técnicas ideadas por unos cuantos espabilados. De ahí que sí es bueno familiarizarse con los momentos de quietud e introspección. No necesitamos guías ni cuadrículas formalizadas.

Comprender el significado real del ejercicio meditativo no es sencillo, sobre todo si le has dedicado mucho tiempo, como es mi caso. Yo era un fiel practicante. Nadie me sacó de la ecuación, lo vi en un momento dado. Salir de una práctica como ésta no es fácil, pues le otorgas un poder a su ejercitación, tiene una especie de efecto placebo, es algo a lo que agarrarte para confiar en que la vida tiene sentido. Éste es otro tema importante, difícil de reconocer en uno mismo. Lo puedo entender, en este mundo tan caótico, uno necesita asideros para no desmoronarse. Y la meditación ejerce ese efecto placebo, porque al mantenerla en el tiempo, te da un sentimiento de fortaleza (por el hecho de ser capaz de conservar una disciplina).

Toda esta temática tiene que ver con nuestro enfoque sobre “el sentido de la vida” o “el por qué estamos aquí”. Si necesitamos que nos diga algún experto cómo llegar a ser nosotros mismos, tenemos un problema. La realidad es que estamos solos para ese trabajo, no va a venir ningún maestro a echarte un cable cuando lleguen los problemas. Tú estás solo en tu proceso. Tú te tienes que desenvolver. Tú tienes que ver.

Esta ha sido mi experiencia de vida respecto a la meditación. Desde luego, no habrá sido por falta de práctica, lecturas y charlas. Sí, te entiendo, has perdido todos tus valores, tu cultura, el conocimiento de tus antepasados, la sabiduría de la tradición de la que procedes, te has quedado sin nada, ahora tu pasado es solo una hojarasca podrida. Y te has agarrado, como a un clavo ardiendo, a las nuevas filosofías, a los nuevos sistemas, a las nuevas propagandas, a un conocimiento que te han prometido que te iba a salvar. Quizás mi experiencia te sirva para ahorrar un tiempo que puede que estés a punto de tirar a la basura. Tú verás. Estás solo en el proceso.

[1] Para quien quiera tomar conciencia de la dimensión de esta temática, le recomiendo ver la entrevista, entera, que el Dr. Sans Segarra hace al experto en meditación avanzada Josep M. Clopés. Disponible en youtube con el título “la meditación cambiará el mundo”.

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