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  • Autor de la entrada:Jesús Franco Sánchez

Los objetivos de este trabajo son la descripción de los elementos que hicieron posible hasta hace muy poco la autosuficiencia productiva en muy alto grado de las comunidades rurales y de la cosmovisión que definió a éstas, así como la enumeración no exhaustiva de las técnicas artesanales empleadas para lograr aquélla.

El periodo comprendido entre 1950 y 1970 será la coordenada temporal en la que se irá manifestando la desaparición de este entramado cultural.

Se han tomado como referencias bibliográficas “La artesanía rural. Reflexiones sobre el cambio cultural”, 1982, y “Andalucía, ¿tradición o cambio?”, 1988.

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La autonomía de abastecimiento material de las áreas rurales

Los dos sectores principales de la vida productiva de la comunidad campesina tradicional han sido la naturaleza, de donde extraer las materias primas –actividad principalmente masculina, aunque no exclusiva-, y el ambiente doméstico, donde llevar a cabo la transformación – quehacer fundamentalmente femenino, aunque igualmente no exclusivo- y consumo de aquellas materias primas.

El esquema siguiente ilustra el proceso, con la entrada de muy pocos elementos exteriores comprados. Las limitaciones al autoabastecimiento vienen dadas por la ausencia de ciertas materias primas en el medio, (por ejemplo, del hierro para la creación de herramientas. Para otras el campesino exhibe capacidad de sustitución) y por la imposibilidad de rebasar cierto nivel de conocimientos técnicos, propios de los oficios más complejos.

El sujeto holístico y la familia prolongada

El campesino tradicional es un factótum. Acapara una extraordinaria extensión de conocimientos prácticos que le permite dominar de principio a fin las labores agropecuarias, conocer un gran número de materias primas gracias al contacto permanente con ellas y ocuparse de actividades artesanas, habitualmente suplementarias. Para el hombre de campo su actividad profesional no agota su capacidad productiva. Es capaz de improvisar con resultados bastante aceptables un gran número de labores propias de otros oficios.

Las tareas del campo han sido el reducto en que más tenazmente se ha amparado la resistencia al principio de la división del trabajo, base de la filosofía de la economía moderna. La especialización no ha existido en las áreas rurales más que en muy escaso grado, ya que la idea de producción en cadena no ha sido tan fácil de introducir ni en las tareas agrícolas ni en la cabeza del campesino como en el mundo fabril y en los obreros.

El especialista de hoy sólo debe y sabe hacer un trozo de la obra total; el maestro antiguo solía saber hacerla entera aunque estuviera rodeado de ayudantes.

Esta totalidad en el acto productivo se extiende en la rural gente a otras dimensiones de lo humano. Así, el autor escribe con entusiasmo: “durante mi trabajo en el campo he conocido a personas de un analfabetismo absoluto, capaces de pensar y discutir con una finura y un rigor que ya quisieran para explicar sus clases muchos profesores universitarios”.

La familia prolongada es un esquema en el que conviven varias generaciones naturales. Tal familia no era ninguna rareza en Andalucía hasta la década de los 60. Se constituía, junto a la comunidad, como la unidad donde se desarrollaba la idea rectora de autogestión material, alcanzando en su seno una enorme complejidad las tareas de transformación de materias primas y producción de bienes.

Actuaba también como correa de transmisión intergeneracional de saberes, facilitaba la incorporación de los descendientes al trabajo productivo, se encargaba de la atención a los ancianos, y proporcionaba más defensas ante la escasez que la familia nuclear.

Las “ideas profundas”

En la ruralidad ha prevalecido la idea de que lo ideal y ventajoso para cualquier célula social era el autoabastecimiento, permaneciendo en paralelo al intercambio comercial.  A. Limón afirma que “hemos conocido a mucha gente en Andalucía que había aprendido a vivir por su cuenta”. La pérdida de dicha autarquía se ha contemplado siempre con cierta desazón.

La cultura tradicional andaluza se ha sustentado en el arreglo de lo viejo y el aprovechamiento de las sobras, en la actitud previsora, en el concepto de ahorro, en producir dentro todo lo posible y en emplear útilmente y al máximo los recursos. Ello ha sido un medio para contrarrestar las inversiones en bienes procedentes del exterior.

Otros elementos que completan la visión campesina de la economía han sido la vinculación actividad-producto-consumo, la idea del “precio justo” –cada cosa vale más por lo que es ella misma, es decir, por su definición funcional-, y la convicción de que “el trabajo de una persona se paga con el de otra”, como forma elemental y directa de relación de intercambio de bienes.

 – Algunos criterios morales de las personas del campo sobre el trabajo, el tiempo, la oralidad y la convivencia:

“Históricamente, el campesinado andaluz no ha luchado por cambiar su condición de obrero rural por la de obrero industrial especializado, sino por dejar de ser obrero, en lo que este concepto encierra de <trabajar en lo ajeno>, y ser, simplemente, campesino de lo propio”.

“La faena (vendimiar) se realiza de manera muy rápida, con una cierta euforia enervante que transmite bastante bien el sentido de regocijo que tienen en general las labores de recolección, se intercambian bromas sin dejar el trabajo”.

“Una gran parte de su vida tradicional está fundada sobre un concepto elástico del tiempo”. Así “Para los andaluces la auténtica vida es la del tiempo no tasado, el no sujeto a horario fijo y así y todo, pese a su negativo concepto de trabajo, es más vida el trabajo durísimo del campo sujeto al recorrido del Sol pero no a horas precisas que se computen como valor de producción, y es más vida también, la de la mujer que trabaja en casa con la misma laxitud del tiempo no tasado, que cualquier jornada laboral sujeta a horario reglado en la que cada hora o fracción del tiempo vale, de antemano, un determinado dinero”.

“El campo es un mundo con claves simbólicas propias, donde las formas de relación social son lentas y ceremoniosas”. Así “la cortesía de los mayores hacia las personas que vienen de fuera atraídas por la recolección de la uva es extraordinariamente exquisita: la invitación a tomar asiento, a compartir el vino, el suspender si es necesario la faena y acompañarles (…)”.

“Las palabras como significación de lo humano, las palabras y lo que se dice con ellas, son apoyos de la búsqueda del goce de la relación personal”.

Al abordar más abajo La producción artesanal y El rol de la mujer surgirán igualmente algunos principios de la cosmovisión rural.

Del aislamiento

Es un factor que incidió favorablemente en la capacidad de autoabastecimiento, sobre todo en áreas de sierra, de difícil acceso y núcleos urbanos más reducidos que en el llano. Este aislamiento ha sido doble: por un lado social, en lo referente a la letra impresa y la imagen y el sonido de los medios de difusión, y por otro de transporte de personas y mercancías, hasta el punto que “un tanto por ciento elevadísimo de personas mayores de 60 años no salió jamás de su provincia o comarca antes de 1960 (…) ni de su propio pueblo o caserío (…), mayor en caso de mujeres que de hombres”.

La producción artesanal

Es concebida como un fenómeno de producción articulado con el resto del cuerpo social, dotada de un sentido global, contextualizada en el medio comunitario y conformadora de la cultura rural. Es pre-industrial y no-especializada (no como el oficio al uso). Su grado de descomposición o pujanza es un indicador preciso del nivel de autoabastecimiento de las comunidades rurales.

– Enumeración no exhaustiva de las técnicas artesanales:

“Cinco años de trabajo de campo que pasamos recorriendo el Andévalo (…)”. Comarca situada en la provincia de Huelva.

  • Productos recolectados
  1. Miel: “En las áreas rurales era frecuente que muchas familias campesinas poseyeran una o dos colmenas que podían abastecer la casa durante todo el año”. Se incluye: la fabricación del corcho (proporcionado por el alcornoque) o alojamiento de la colmena, la recogida del enjambre y el castrado de la colmena, la operación de sacar la miel…
  2. Setas: “El más importante es quizá el que se conoce en la zona del Andévalo y la sierra de Huelva como gurumelo”.
  3. Espárragos: “Como en el caso anterior, se trata también su recolección de una actividad subsidiaria, nadie se dedica a ello con exclusividad”.
  4. Romanzas: variedad silvestre de la espinaca.
  5. Higos chumbos: “Se considera que es comida de pobres, fama que arrastra, como otros muchos productos silvestres, de la función importante que desempeñó en la alimentación de posguerra entre la clase pobre”.
  6. Palmito: “Se destina a la confección de dos labores fundamentales: al tejido de empleita (se llama hacer empleita a tejer con las hojas del palmito una banda de unos tres dedos de ancha por lo común, pero que puede variar de ancho según la labor posterior a que se dedique) y a hacer tomiza (una cuerdecita que tiene aplicaciones muy diversas)”.
  • Caza

Fue una de las actividades subsidiarias de mayor importancia para la economía familiar, especialmente en la posguerra: “para algunas familias, las piezas obtenidas significaron la única carne posible de la dieta alimenticia hasta bien entrados los años cuarenta”.

Algunas de las especies cinegéticas fueron el jabalí, el ciervo, la perdiz, la paloma, el conejo y la liebre. Y entre los instrumentos utilizados podemos citar la escopeta (“la munición se hace en casa”), las trampas y redes… así como “reconocer cierta importancia al rastreo individual con la ayuda del perro”.

Sobre el reparto de tareas en este caso: “la consecución de las piezas corresponde al hombre y su transformación a la mujer”.

Los productos recolectados y la caza suponen “el nivel más arcaico del acaparamiento de alimentos”.

  • Trabajos en piel, madera y asta

Eran “labores de paciencia” que acometían los pastores del Andévalo, “mitad para distraerse, mitad para proveerse él o proveer a su familia de objetos de muy diversas funciones”. Así tenemos:

  1. Ornillas o dornajos: de madera de encina, “imprescindible para la preparación del gazpacho”.
  2. Cucharas de palo: de tipología variada.
  3. Barquino: “es una piel entera de chivo pequeño acondicionada para llevar agua”.
  4. Los pellejos sobados: de oveja o borrego, para “la fabricación de mochilas y zurrones”.
  5. Pellicas: zamarras. “Es una chaqueta sin mangas, abierta por delante, con unas trabillas de cuero para cerrarla”. “No vi nunca a nadie con pellica que no fuera pastor”.
  6. Trabajo del cuerno: de ganado bovino. “Utilizado por los pastores para hacer recipientes de diferentes formas y otros utensilios”.
  • Construcción de arados

A los constructores de arados “se les llama generalmente apera(d)ores en el Andévalo”.

“El arado de palo ha sido hasta la introducción de la vertedera metálica, hace algo más de cincuenta años, el instrumento utilizado para la preparación de la tierra, destinado sobre todo a la siembra de cereales”.

Para su construcción se usaba como materia prima la madera de encina.

  • La vendimia

Ejemplo que denota la “dispersión profesional” de las labores agrícolas.

Antonio Limón resalta “el índice de colaboración familiar y de una serie de amistades en algunas de las labores de la recogida y transformación de la uva”. Dándose que “la mano de obra es totalmente improvisada y gratuita; aparte de los familiares, todos son amigos y espontáneos”.

“Los instrumentos esenciales de la labor son la navaja para cortar el racimo y la canasta para recogerlo”. En cuanto se ha dado buena cuenta de la pequeña viña se procede al prensado en el lagar.

  • La matanza

Del cerdo ibérico, negro o retinto.

“En el Andévalo el cerdo ha sido tradicionalmente uno de los puntales de la economía doméstica. Suponía no una gran abundancia de carne en el momento de la matanza sino, más bien, un asegurar el abastecimiento regular a lo largo del año por medio de la conservación de las piezas (jamones y paletillas) y de los embutidos (chorizos, morcillas y lomos). Cada campesino criaba un cerdo o dos en el campo para el consumo familiar y si podía engordar alguno más lo vendía a personas del pueblo que no podían criarlo, pero ese proceder queda muy lejos de la idea de explotación industrial. No se pretendía vivir de eso, sino buscar una ayuda colateral al trabajo del campo”.

“Tenía esta matanza un carácter en que se mezclaba el ritual con la fiesta, cada sexo tenía encomendadas con claridad sus funciones y hasta los niños poseían su campo de participación, que era respetado hasta donde se podía por los mayores”

  • La zapatería

Debido a la variedad y complejidad de las técnicas de confección de calzado así como la riqueza del instrumental empleado, la zapatería es un ejemplo de la “introducción, por medio de compra, en la casa de una serie de bienes”, como aparece señalado en la figura de la página 2. Eso sí, “la excepción que confirma la regla de la tendencia a autoabastecimiento”.

“La idea decimonónica de los niños desharrapados y descalzos, desarrolladas en las novelas de la época, corresponde bien a la imagen del proletariado urbano, pero la gente del campo raramente ha llegado a esos extremos. La alpargata o la bota de becerro no ha solido faltarles”.

El rol de la mujer

Analizaremos la actividad doméstica vinculada al autosuministro que, como apuntamos más arriba, era <quehacer fundamentalmente femenino, aunque igualmente no exclusivo>. “Muchas de las labores de técnica más compleja y delicada recaen en el trabajo de la mujer”. E insistimos en “la complejidad de saberes y conocimientos prácticos que necesitó manejar la mujer andaluza para sacar adelante el trabajo diario de la casa”. Se distribuía en cuatro grandes apartados:

  1. Cuidado de la vivienda y sus enseres: “pequeñas producciones como la de jabón (fabricado a base de desechos de grasa animal o vegetal) y de lejía”. Colchones de lana, “las familias más pobres confeccionaban también jergones de borra o incluso de paja o de farfolla, que son las hojas en que nace envuelta la mazorca de maíz”. Abastecimiento de agua: “lo de abrir el grifo era algo que se desconocía hasta bien entrados los años 50 en amplias zonas rurales de Andalucía. La mujer era la encargada de este abastecimiento, transportándola en cántaros, a veces desde distancias considerables cuando la casa no disponía de pozo o aljibe”. Asimismo preparaba “pinturas con algunas arcillas de colores amarillentos o grises que se extraían del campo”.
  2. Transformación de materias primas:
    1. La alimentación: el potaje de garbanzos, las migas, el gazpacho, las sardinas asadas, la fabricación de queso y pan, la preparación de aceitunas y dulces…, la realización de conservas caseras –chacinas y tomates-, etc.). Es de subrayar “la preferencia de la mujer de esta tierra por platos que pueden ser aprovechados de forma secundaria como ingredientes de otros muchos platos” y la elaboración de “platos ingeniosos, basados más en el saber hacerlos que en lo costoso de sus materias primas, y quienes han mantenido esos saberes de <dar de comer con poco> han sido las mujeres”.
    2. La confección de tejidos: “las fibras principales que se transformaban en el trabajo doméstico eran el lino y la lana”. “Lo que duró más en el ámbito familiar de esta tierra fue la costura, la confección de prendas de vestir, ropa de cama, mantelería y otros elementos de servicio o adorno”, lo cual “suponía un notable alivio económico ya que abastecía de una buena parte de ropa de diario de los niños y de la ropa de faena de hombres y mujeres”. El telar solía estar situado en la casa de forma que se aprovechara la luz que entraba por la ventana.
  3. Cuidado de los hijos: “transmisión de conocimientos variadísimos”. “Los procedimientos tradicionales empleados por la mujer, los pequeños juegos didácticos de coordinación visomotora como el de los <cinco lobitos>, las nanas o las canciones infantiles, los tremebundos cuentos de los abuelos llenos de devoraciones y abandonos o la transmisión inconsciente de las normas morales y los valores sociales”. En relación a la lactancia: “ante el problema circunstancial de la falta de leche materna, solía solucionarse recurriendo a una cabra que se tenía en el corral casi exclusivamente destinada a producir la leche para el recién nacido”.
  4. Cuidado de los animales de corral: “el corral fue en la vida doméstica tradicional una pieza esencial de la organización del espacio que requerían las técnicas de autoabastecimiento. Sin su presencia sería difícil concebir el desarrollo de buena parte de las faenas domésticas”. El corral estaba distribuido funcionalmente y tenía cabida para pequeños cultivos hortofrutícolas. Asimismo incluía un pozo o aljibe, un horno de pan, un fogón, una carbonera para almacenar el combustible de la cocina, un gallinero, una cuadra, una esterquera y una cochinera. Fue también emplazamiento de talleres artesanos (fragua, banco de herrar animales, cordelería, carpintería, etc.).

Entre los animales de corral podemos citar el cerdo, la cabra, el pato o el pavo, si bien “los animales de corral por excelencia eran las gallinas, en número tal que pudieran cubrir las necesidades principales de la familia en la temporada de menor puesta, y en la de mayor puesta ocasionaran algunos excedentes para su venta a los vecinos”.

Una reflexión para finalizar

La recuperación somera en este texto de los componentes esenciales de una forma de vida ya finiquitada no ha sido motivada por la nostalgia, la curiosidad por lo singular o la idealización del pasado, sino por el ánimo de reafirmar unos valores atemporales en su rotunda humanidad que, comparados con los que hoy constituyen la uniformidad no elegida de seres multi-ignorantes y asociales, resulten ser un poderoso estímulo para la lucha por hacernos cargo de nuestra existencia, desde uno mismo-integral y con los otros-iguales, esto es, sin funcionarios, representantes, tutelas y subvenciones estatales, intermediarios, “expertos” ni adoctrinadores.

 Jesús Franco Sánchez

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