• Categoría de la entrada:Artículos
  • Autor de la entrada:Javier de Miguel Möller

(La primera parte de este artículo aquí)

Respuesta a la «disyuntiva»
Ante la disyuntiva planteada en el artículo en cuestión, si «seguir trabajando alternativas al margen del sistema o asumir la correspondiente dosis de responsabilidad para construir un nuevo modelo económico y social junto a las instituciones», la respuesta debe de ser clara, pero sobre todo comprendida y reflexionada.

podemos_7.jpg

Las instituciones tienen sus intereses, sus jerarquías y cadenas de mando, su cantidad de mentiras para que la partitocracia (la nueva y la antigua) ganen votos, y sobre todo, no tienen capacidad para resolver la situación, primero porque no quieren y no les conviene, y segundo porque es necesario el actuar de las clases populares, organizadas asambleariamente limpiándose de todas las consignas y palabrejas institucionales para pasar a plantear soluciones revolucionarias, en el aquí y el ahora, pero sobre todo, en la elaboración de un plan de acción a largo plazo que busque acabar con las instituciones y que la gestión de los residuos, los recursos, la producción y todo lo relacionado con la economía pase a manos de quienes trabajan y de las gentes de los territorios afectados.

Es decir, una consigna básica debe ser, libertad política plena para el municipio organizado en asamblea de vecinas y vecinos, decidiendo éste con qué cantidad de basuras, medios de producción, contaminación y robo de recursos por parte de la urbe quiere asumir, sin partidos políticos ni organismos para-institucionales y súper-subvencionados. Hasta que esto no suceda, y las contradicciones destructivas no avancen lo suficiente, la ciudad seguirá expandiéndose, junto con la agricultura, el Mercado, el Estado y el ecocidio.

En el artículo se nos dice también, «es esencial mantener el pulso como movimiento social». Bien, como se ha dicho, instituciones y movimiento social son radicalmente incompatibles, excepto que éste sea un movimiento sin fuerza, independencia ni creatividad y comparta las metas y sobre todo se crea las mentiras institucionales, no diciendo absolutamente nada contra ellas, no vaya a ser que se dejen de recibir las subvenciones pertinentes. A más instituciones menos pelea en la calle, a más colaboración menos desobediencia, a más delegación menos creatividad. La colaboración institucional produce en el individuo la parálisis combativa y creativa, la delegación absoluta, y la ausencia de metas mínimamente serias y coherentes con la realidad. Por tanto, en el ámbito del ecocidio, la participación institucional, la obediencia ciega a los y las jerarcas de medio ambiente, interiorizando así sus directrices y órdenes, es un acto, contrariamente a lo que se nos indica, profundamente irresponsable, como lo es todo acto que en primer lugar delega la función consciente, de arduo trabajo (más hoy cuando la publicidad política en este asunto lo copa prácticamente todo, en especial con los y las más pequeñas en sus escuelas, privadas y estatales), y en segundo lugar se alía con los causantes primeros, reformadores de tales males, «las instituciones públicas».

A más institución menos calle. Un ejemplo de esto puede ser la ausencia hoy de movimiento ecologista, combativo y auto-organizado, habiendo delegado casi por completo esta lucha en diversos expertos y expertas de turno, muchas veces, muy bien remunerados, apagando así la respuesta popular autónoma. Otro ejemplo que puede citarse, la silenciación masiva de la calle en este periodo de «asalto a las instituciones», vaciando las calles durante más de dos años y con infinidad de gente estafada con la idea de echar una papeleta y resolver algunos problemas a los que nos enfrentamos hoy, acorde con la filosofía de la comodidad y el mínimo esfuerzo hoy imperante. Ahora, de manera patética, convocan a la gente para una nueva manifestación en defensa de la «democracia». Por suerte, cada vez más gente es consciente de lo que supone la dictadura parlamentaria, y a Podemos le queda poca cuota de apoyo en la calle.

Habrá que repetirlo sin cesar. Las instituciones de los Estados, tienen sus propios planes, donde no entra la defensa de la naturaleza, ya que en competencia con los demás deben seguir saqueándola de mil y una maneras para competir militar y comercialmente, pero trabajan con el engaño al común para impedir su auto-organización. Así, vemos que los Estados hoy contaminantes por excelencia, China y EEUU, son los que más engañan a su gente y al resto del mundo sacando medidas que, dicen, resolverán o al menos reducirán este negro escenario. Para que por ejemplo los chinos no se levanten para desmantelar la megaindustrialización de su territorio que producirá la muerte de 900.000 chinos de aquí a 2030(1) , necesaria para producir y producir compitiendo como debe con la otra superpotencia, EEUU, aceptando resignados supuestas mejoras en la calidad del aire que dicen reducirán un porcentaje de muertes insignificante, y probablemente, irreal.

Por tanto, se ha de comprender, «construir un nuevo modelo económico y social junto a las instituciones» es imposible. Todo movimiento junto a ellas va en el sentido opuesto, impide si quiera plantear soluciones reales, a corto, medio y largo plazo, hace perder infinidad de tiempo a mucha gente bienintencionada, y en los momentos críticos, se enfrenta abiertamente contra quienes defendemos el autogobierno popular y la autogestión económica.

Conclusiones y plan de acción

Según lo arriba expuesto, la respuesta a tales preguntas socialdemócratas, debe ser clara. No. La gente autoorganizada será la que resuelva (o no) la cantidad de problemas que hoy la afligen (siendo éste simplemente uno más, y no el de mayor gravedad), porque es el único sujeto político capaz y porque la responsabilidad individual así lo exige. Por supuesto, no se confía aquí en mayorías conscientes, cosa irrealizable hoy (en gran medida gracias a la Universidad y los grandes medios de «comunicación», o adoctrinamiento realizado a una escala jamás antes conocida, financiados por el gran Capital y el Estado), pero sí en que las minorías que hoy sienten desconfianza hacia lo instituido y decidan tomar partido para variar el rumbo seguido, se decidan en tomar conciencia a través de sus propias personas y con sus iguales, al margen de los que hoy han secuestrado la libertad de pensamiento (los arriba citados).

De no hacer hincapié en esto, en que los colectivos e individualidades se sitúen «al margen del sistema», en la medida de nuestras posibilidades, pero sobre todo en una posibilidad real: pensar al margen, para dilucidar individual y colectivamente propuestas y soluciones radicalmente distintas, hoy más que nunca necesarias. De lo contrario colectivos autogestionados como Bajo el Asfalto está la Huerta! (BAH!) o Surco a Surco (SAS), estarán condenados a interiorizar artículos como el comentado, y contribuir directa e indirectamente a lo que nos viene por no plantear cambios reales, hacederos o no, pero respetando siempre la verdad, la realidad, y sin generar embuste tras embuste para conseguir apoyo en las urnas de las gentes que tienen un potencial elevadísimo para darle la vuelta a la tortilla, manifestándose como sujetos y colectivos con voz propia, y no seguidores de partidos y organizaciones ecologistas subvencionadas.

En este sentido, sería fabuloso que se desarrollara material para promover la concientización popular en esta materia. Por ejemplo, analizando la ciudad de manera integral, la ciudad actual. Se podría empezar por ejemplo con la cuestión de la cantidad de residuos generados. También se podría analizar la agricultura ecológica oficial(2), superjerarquizada, subvencionada y capitalista, y por ello, extremadamente mecanizada, consumidora de tóxicos (modernos y antiguos) y generadora de campos vacíos de gente, y entendiendo la agricultura actual, en todas sus variantes, sobre todo en lo político y su situación estratégica para el Estado español, etc. Un estudio, a realizar todavía después de tanto tiempo de andadura, sería ver qué logros y qué limitaciones tienen y han tenido proyectos al margen del sistema(3), como el BAH! o el SAS, para llegar a una conclusión que tiene que quedar clara: los proyectos al margen del sistema hoy, están muy limitados, cada vez más debido a la expansión siempre creciente del Estado y del Capital, a nivel externo y a nivel interior personal. Me refiero a su cualidad transformadora. Asumiendo esto, estos proyectos deben formar parte de un plan revolucionario, con mínimos en común, para luchar por implementar las medidas positivas que se buscan.

Para acabar, como miembro del BAH!, señalaré algunas reflexiones, advirtiendo que son totalmente personales e individuales.

Proyectos como éste son fruto de la creatividad y de la energía popular, aupados por la conciencia, y no por la necesidad. Favorecen la concienciación general, la organización entre iguales y el aprecio por las relaciones que ello genera, ponen sobre el suelo las posibilidades reales de actuación que tenemos bajo el actual orden y tal como somos hoy, y, lo más importante, en lo formal no están influidos por la tiranía de las instituciones y el mercado, del Estado y el Capital, soportando sus leyes y condicionantes en el precio, generando una elevada libertad a la hora de decidir cómo producir los productos y cómo distribuirlos, o qué condiciones de trabajo asumir, entre otras muchas cosas. Además de todo ello, este proyecto en concreto ha permitido que multitud de personas, procedentes la mayoría de la urbe, vivan del agro y lo conozcan, en unas condiciones, que en comparativa con los agricultores modernos han sido altamente privilegiadas, con una asignación económica elegida comúnmente, con días de trabajo colectivo, compromiso anual por parte de quien consume, sin jerarquía en las decisiones, etc. También, la gente que consume, ha podido vislumbrar la realidad de la agricultura hortícola del policultivo, conectar directamente con el terruño, teniendo la posibilidad de saber exactamente cómo, quiénes y con qué medios y productos se ha cultivado lo que está comiendo, generando con todo ello un mayor grado de conciencia. Y, productores y consumidores han podido vislumbrar todo lo que tenemos que mejorar y mejorarnos para ser capaces de organizarnos mediante asambleas.

Proyectos como este no pueden surgir desde las instituciones. En primer lugar, porque las instituciones sólo permiten aquello que tienen bien amarrado y no se sale de la legalidad vigente, en relación a lo que hacen las clases populares, ya que el respeto por la ley por parte de las mismas se da o no se da en función de sus intereses. Ya se sabe, «quien hace la ley, hace la trampa». Además, en su relación con ellas, directamente en sus organismos e indirectamente compartiendo sus ideas, estos proyectos decaen y pierden potencial transformador, perdiendo de manera súbita calidad argumentativa. Así que las instituciones, no los pueden crear, no los pueden ayudar sin desfigurarlos, y a más proyectos similares, en este y otros ámbitos, las instituciones decrecen.

En ese sentido, este artículo aboga por la lucha ambiental autónoma en el siglo XXI. Una lucha como suma de individuos y colectivos, apartados lo máximo posible de lo institucional, formada por gentes sin poder, con una argumentación propia, trabajada, pasando a ser una voz clara en el debate público, claramente diferenciada en ideas, propuestas y soluciones, a lo estatal, y por supuesto al capitalismo verde, entrelazados maravillosamente. Todo ello requiere que las gentes de estos proyectos, las que vendrán, y las preocupadas por estos asuntos tomen conciencia del elevado trabajo que tenemos por delante, que tengan claro que los parches no sólo no son efectivos sino que en muchos casos son perjudiciales, teniendo que pasar a la acción transformadora. Un peligro de estos proyectos es caer en la sensación de estar cumpliendo, acomodándose en ellos y no hacer o pensar nada distinto por la lucha medioambiental cuando el medio ambiente sigue deteriorándose a un ritmo frenético, lo que debe ser punto de enfrentamiento decisivo con las instituciones y sus agentes, en ideas y en la calle, principalmente por las personas comprometidas y afectadas.

Este conjunto de colectivos e individuos tiene que tener claro que hay que evitar el ciudadanismo, esa idea política hoy inmersa en buena parte de la población, que consiste, entre otras cosas, en la creencia de «mantener el pulso como movimiento social», pero, ¿para qué? Está claro que no se busca una auto-organización política popular que expulse a quienes gestionan nuestras vidas, sino exigir «a los gobiernos que cumplan sus compromisos». No. Todo movimiento social, independiente verdaderamente y comprometido, debe tener sus metas, distintas a las de los distintos gobiernos (que en lo esencial son las políticas del Estado, del Ejército en primer lugar, más si cabe en el caso de la agricultura). Sino no dejará de ser un movimiento para-institucional, sumido y doblado simplemente a las promesas gubernamentales, sin ningún tipo de meta trascendente, y por tanto comprendiendo la realidad a partir de lo que las instituciones desean, sin capacidad ninguna para transformar verdaderamente nada, sino más bien al contrario, para colaborar en la destrucción medioambiental, adornándola, y dejando lo rural en manos del SEPRONA.

(1) El País, 12-11-15. La contaminación causará 900.000 muertes en China hasta 2030.
(2) Un texto breve que trata este tema, aunque debería ser actualizado, más cuando salga el nuevo ordenamiento europeo para la agricultura ecológica, es, La crisis de la agricultura convencional y el ascenso de la agricultura ecológica, Félix Rodrigo Mora, en Naturaleza, ruralidad, y civilización.
(3) Un estudio de imprescindible lectura para quienes forman parte de estos colectivos, es, Viejas herramientas para nuevas agriculturas. Conocimientos campesinos, una herencia despreciada, Marc Badal. Es un estudio ya antiguo, pero da en el clavo en diversas cuestiones, sobre todo por su carácter experiencial y no teórico, alejándose de las mentiras históricas del poder académico, y valorando la historia popular, sus gentes, saberes y valores. Resalta la gran valía de esa herencia, despreciada especialmente por esa amalgama de personas y colectivos afines a las ideologías del izquierdismo «anticapitalista» (las comillas son mías), siempre de espaldas al mundo rural. Además, hace un breve análisis del antiguo campesinado como sujeto histórico, y de los nuevos proyectos autogestionados surgidos a finales del siglo pasado, como el BAH! Trata, por ejemplo, la relación de estos proyectos con el campesinado residual actual, herramienta de especial utilidad para quienes planteen formar parte de proyectos de vuelta a lo rural. Plantea también una cuestión clave, la idea de trabajar la dificultad para «hacer viables estos proyectos sin depender de un mercado elitista ni alimentar la cultura ciudadanista de la sostenibilidad». Pasados unos cuantos años de la publicación de este folleto, y leyendo artículos como el comentado, parece que hemos retrocedido bastante en esta cuestión. Responder al por qué no es tarea fácil, y sería muy enriquecedor que las gentes que ahora conforman estos proyectos pensasen sobre tal cuestión, compartiendo sus reflexiones.

Madrid, 29 de octubre de 2016
Javier de Miguel. Miembro del colectivo BAH! de Perales de Tajuña (Madrid)
amyrevxxi@autistici.org

Deja una respuesta