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  • Autor de la entrada:Félix Rodrigo Mora

En una sociedad de afanosas hormiguitas “reformadoras”, que buscan con ahínco reformar, dicen que a mejor aunque casi siempre es a peor, el sistema, la noción de REVOLUCIÓN es la única realista. 

También porque esas hormiguitas, además de afanosas, son codiciosas, y todo lo que hacen se dirige a alcanzar resultados económicos, para su partido bandoleril y para ellas, para su grupo de intelectuales analfabetos y para ellas, para su organización corrompida hasta los tuétanos y para ellas. Ahora todos y todas las reformadoras vehementes se han hecho chaletmaniacas. Si antes fueron el partido del estómago y luego la izquierda caviar ahora son la izquierda chalet: así cambian los tiempos.

Para no perder la compostura ni padecer un ataque de pánico, tales personajes de “la vida pública” procuran no mirar alrededor de sí, para no percibir el modo tan tremendo y rotundo como el orden vigente se está desintegrando, desmoronando, viniendo abajo. Lo expongo en mi libro “Autoaniquilación. El hundimiento de las sociedades de la última modernidad”. En él, con las adecuadas citas de Hegel y otros teoréticos de la lógica dialéctica, expongo que, porque tiene tantísimo poder, el sistema de dominio político y económico en curso se está destruyendo a sí mismo, pues al reforzarse monstruosamente instaura tales costes explícitos, costes ocultos y daños colaterales que ya no pueden ser soportados por la sociedad, y tampoco por el individuo común.

Así es.

Pero la solución no es quedarse en cada anunciando el “colapso” (sic) de la actual formación social, como si ésta fuera una máquina que se gripa, que se atasca y deja de funcionar. En oposición a este mecanicismo pueril hay que enfatizar que la crisis de las sociedades es siempre finita, o sea, crisis y no-crisis, que jamás ha habido o habrá “colapso” y que el proceso tendencial de marcha hacia su autodestrucción tiene que ser completado y culminado por la revolución.

Eso es, por la REVOLUCIÓN.

Pero, ¿con qué ideario, con qué enfoque, con qué metas, con qué cosmovisión? Digámoslo ya: en la península Ibérica, la única sociedad que ha sido anticapitalista de verdad ha sido la sociedad comunal. La economía comunal es la única economía anticapitalista viable y factible que ha existido en el pasado, y que va a existir en el futuro, con las actualizaciones y adecuaciones pertinentes. Lo demás ha sido caca y escoria, por ejemplo, las “colectivizaciones” de la guerra civil en el bando republicano burgués, una mera estatización de ciertas empresas y explotaciones agrícolas bajo la dirección del Banco de España, para que la nueva burguesía marxista, anarquista, anticlerical y republicana explotase con mayor eficacia al desventurado proletariado industrial y agrícola de la época.

Y, mirando hacia fuera, en China hoy tenemos realizada la utopía marxista, a saber, crear un ultra-mega-capitalismo tan tremendo, tan terrible, tan criminal, que lo está destruyendo todo, empezando por los seres humanos, con lo que se está destruyendo a sí mismo. China acabará peor, mucho peor, que la Unión Soviética, y no tardando. Todo eso está contenido en el marxismo como teoría, el primer fascismo en Europa y la mayor apología del capital que haya sido escrita jamás.

Por eso, el CURSO PRESENCIAL SOBRE EL COMUNAL es, en sí mismo, el programa de la revolución del futuro, todavía envuelto en la bruma de lo escolar-popular. Esto es, mirando hacia atrás avanzamos hacia adelante. Mientras está siendo elaborado el MANIFIESTO DE LA REVOLUCIÓN INTEGRAL, aquel CURSO muestra y enseña qué es la revolución, cuál es su programa. Unificar tradición con revolución es decisivo, pues eso proporciona la perspectiva ayer-hoy-mañana imprescindible.

El MANIFIESTO deja a un lado la historia y se ocupa del presente, horrible, y del futuro, luminoso, si nos atrevemos a que sea así. Cuando lo tengamos, habremos logrado algo de enorme significación, un documento que cambiará a la sociedad, que pondrá en un brete a las hormiguitas “reformadoras” tanto como a los vándalos del fascismo de izquierdas, cada vez más criminal, y del neonazismo de derechas, conspiracionista y cazurro. Con él tendremos que proceder a la constitución de estructuras organizativas en la base, a tener una presencia de primera importancia en la calle, a constituir una oficina crítica que ponga a cada cual en su sitio.

Lo haremos. Y lo haremos pronto

(Imagen: «En la Siega». Obra de Jose Lull)

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