Un seguidor de esta página (Tombol) nos hace llegar el siguiente texto:

El objetivo de este ensayo es discernir sobre la idoneidad de las filosofías budistas.

Antes que nada, hablaré de mí: Conocí el movimiento New Age (Nueva Era) en la época de su creación, al menos cuando se acuñó el nombre, allá por los años 80. Por entonces yo era un joven que había consumido la adolescencia y estaba deseoso de alimentar mi hambre de nuevos conocimientos, de nuevas perspectivas que superaran la que me parecía agotada perspectiva católica. Fue por eso que me introduje en aquel mundo y buceé ampliamente por él, haciendo cursos, leyendo libros, ejecutando prácticas.

Con todo lo anterior quiero decir que conocí, de manera experiencial, las acciones y doctrinas que se movían por el que podríamos llamar mundo espiritual alternativo; desde entonces hasta ahora, de una u otra manera, más o menos, he ido profundizando en aquellas prácticas, en aquel conocimiento. Hasta el punto de poder decir que a día de hoy soy profesor de yoga y practico la meditación Zen regularmente.

Tengo que advertir, para quien se moleste en leer este ensayo, que no soy persona de naturaleza intelectual, que no tengo el hábito de la escritura, que no tengo el hábito de hacer análisis minuciosos ni estudiosos de cualesquiera temas, ni siquiera de los que conozco un poco. Dicho lo cual el lector se va a encontrar un texto quizás carente del rigor que un analista y entrenado estudioso de la cuestión que nos ocupa pueda tener. E incluso podría este texto dar la impresión de falta de conocimiento y profundidad, y es que no estoy por la labor de documentar los datos e informaciones que aporte puesto que todos ellos se pueden encontrar en la abundante bibliografía existente. De lo que sí puedo dar fe es de mi sinceridad para enfocar este asunto y de que, al tener cierta experiencia personal en ese mundo, puedo aportar un conocimiento directo lejos de cualesquiera teoréticas.

En realidad, me voy a centrar en este ensayo en lo que considero el corazón de la New Age: la filosofía budista. La New Age abarcó una amplia variedad de caminos de crecimiento personal, transitando filosofías esotéricas, maestros de todo tipo, religiones de toda clase. Pero si hubo y hay una columna vertebral en todo ese movimiento fue el budismo, y lo demuestra el hecho de que los más importantes eruditos, maestros y aduladores del mismo son los que más transcendencia han logrado dentro de la llamada New Age: Como ejemplo pondré a Daniel Goleman, Ken Wilber, Abraham Maslow, K.G. Jung, Erich Fromm, Allan Watts, DT Suzuki, Mark Epstein, Fritz Perls, Claudio Naranjo, Carl Rogers, etc., estos son solo los de más renombre, luego están los maestros puros como Deshimaru, Tich Nath Han, Antonio Blay, Mingyur Rinpoche, etc., además de los que, a través de la vía hinduista, se pueden conectar con las ideas budistas, como son Osho, Nisargadatta, Vivekananda, etc.; y por último referir todos los que, de manera sucedánea, han mamado de estas corrientes, alimentando de manera notoria sus planteamientos desde las bases del budismo. Como se puede comprobar, las mejores firmas de la New Age están aquí, con un entronque claro, el budismo, que a su vez tuvo variaciones y ramificaciones que cristalizaron en multitud de formas.

Como no puede ser de otra manera, hay que referirse a la cualidad orientalista de toda la corriente. Y es que en pocos años las filosofías orientalistas nos han invadido hasta el punto de afear en muchos casos la presencia de las filosofías y religiones occidentales de toda la vida. Los orientalismos se convirtieron en moda, era lo guay, lo verdadero, lo que tenía substancia, lo realmente profundo, y consiguieron acaparar a millones de individuos descontentos con las religiones, cosmovisiones y espiritualidades (llámeselas como se quiera) dominantes hasta entonces. Pero lo cierto es que, en la mayoría de esas personas, no había realmente un conocimiento profundo de lo que el budismo significa.

Para comprender básicamente el budismo, hay que irse a su origen. Hay que irse a Buda. Buda era hijo de un magnate, y abandonó sus comodidades buscando conocer “la verdad”, y tras diversas experiencias, se colocó bajo un árbol y esperó a “comprender”, y ello le llegó tras mucho tiempo, digamos que, en meditación.

Fijémonos que un ser así, ya había nacido así, tenía un don, no cabe duda. A pesar de su práctica bajo el árbol, él ya era un tipo especial. Al igual que todos los grandes maestros. Eso es lo que me he encontrado siempre.

Ésta es mi primera importante reflexión. Mi experiencia me ha enseñado que los guías, los gurús, los maestros, me estoy refiriendo a los realmente importantes, a los que realmente aportan, eran naturalmente brillantes, nacieron con un don. La consecuencia y reflexión que de ello se deriva es que, cualquier técnica que ellos promulguen, hay que ponerla en tela de juicio, pues ellos no fueron la prueba viviente de su validez.

Debo hacer otra salvedad. Cuando hablo de las doctrinas budistas, me estoy refiriendo a su aplicación en nuestro mundo occidental. Es importante comprender que las fuentes originales y lo que nos ha llegado a nosotros son dos cosas distintas. También son distintas las interpretaciones que se hacen de aquellos textos originales, y es que el lenguaje ha cambiado, las mentes de las personas han cambiado, toda la estructura social y de valores ha cambiado. Por tanto, no estoy hablando de los textos originales, de su significado, etc., eso se lo dejo a los más eruditos.

Hay que comprender, en cualquier caso, que la filosofía budista tiene un valor innegable, al igual que lo tiene la filosofía cristiana. Y que cualquier fuente originaria nos puede aportar idearios y conocimientos que alimenten nuestra mente y nuestra alma. Pero también podemos comprender que, en base a ideas originales, se planteen derivadas de éstas que endulcen el mensaje, pero no sean más que cáscara vacía. Esas fuentes originales se verán tergiversadas si no hay cosmovisión, si se salpican ideas o frases magníficas, adaptadas para crear unos sistemas de pensamiento “nuevos”.

Sintetizando un poco, a partir del ideario del budismo se creó toda una corriente de pensamiento, que se forjó en base en adaptar esa cosmovisión a la vida occidental, de psicologizarla en parte, de hacer un “corta y pega” que se ajustara a nuestro modo de vida.  Sin ese “corta y pega” el budismo hubiera sido difícil de aceptar en nuestra sociedad, acomodada y deseosa de mantener su status y no perder sus privilegios. Démonos cuenta que la psicologización es un proceso mental, y en eso se basaron mayormente las corrientes de la Nueva Era: En trabajos mentales, crear realidades mentales, vivir en nuestra mente… lejos de una transformación espiritual y profunda, real. Si hubiera sido de otra manera, el mundo no estaría como se encuentra hoy.

También es interesante la reflexión que apunta a las civilizaciones de origen del doctrinario orientalista. Y es que la India, Japón, China, con sus tradiciones y conocimientos budistas, a pesar de la raigambre en algunos de ellos (léase Japón e India), han sucumbido a los placeres del mundo más capitalista.

Pero vayamos al meollo del asunto. ¿Cuál es el núcleo de la enseñanza budista? Me refiero a lo esencial, no voy a tratar de hacer una disección de todo el pensamiento y enseñanzas de Buda en cuanto filosofía transformadora. Pues bien, la metodología se basa en la introspección personal a través de la experimentación, así como la autoobservación fenomenológica. Según Buda, la mente puede ser entrenada para ello. La práctica budista busca eliminar las distracciones y adquirir conocimiento de las cosas tal como son. Buda habla de la interacción cuerpo-mente, de manera que hay muchos elementos que cohabitan y que determinan nuestro hacer. No he leído los textos originales de Buda ni los he estudiado en profundidad. Lo que sí he conocido es el enfoque que de ellos se ha dado en nuestro mundo occidental y que paso a señalar: Las ideas de buda se solidificaron en una preocupación por la tiranía del ego, se busca el eliminar el apego a éste, el objetivo es la autorrealización y el crecimiento personal, hay una preocupación por los factores mentales inconscientes que afectan al comportamiento, se plantean las emociones positivas (como la compasión y la amistad) como antídotos para neutralizar las negativas. El budismo habla de que hay ciertos factores (agresión, crueldad, individualidad) que intoxican la mente por lo que hay que sacarlos mediante la práctica para alcanzar la liberación. Luego hay otro tipo de conceptos que están muy relacionados, aunque no estoy seguro de si son budistas, como la idea de unicidad universal (la no dualidad), el “aquí y ahora”, etc.

Por resumirlo de una manera práctica y veraz, desde las ideas budistas se plantea la posibilidad de la transformación individual, la que es posible alcanzar llevando a cabo una práctica, una ejercitación. Con el tiempo, manteniendo esa disciplina, es posible alcanzar la liberación, el satori. En Occidente las prácticas han ido variando y evolucionando con los años, al principio era la meditación a secas, pero se han ido haciendo variaciones y nuevos ejercicios. La práctica creada más reciente y con más éxito es el llamado mindfulness, una especie de meditación guiada.

Como se puede comprobar, el trabajo que se propone desde las técnicas budistas (recordemos que todo es una “actualización” del budismo original”) es un trabajo individual, que se centra en el trabajo personal y aislado, lo que tú trabajes es lo que vas a avanzar hacia el satori o iluminación.

Coincide que es siempre así, un trabajo interior aislado, aunque luego puedas acudir a las salas de meditación colectiva. Pero el enfoque es siempre personal. Mi experiencia personal me ha demostrado que, efectivamente, puedes desarrollar cualidades personales gracias al entrenamiento que te procura la diferente ejercitación planteada (no sólo se trabaja la meditación, también las visualizaciones, trabajos energéticos, etc.). Lo que sí comprobé es que todo lo que trabajes, “es para tí”. En cualquier caso, dudo que estas prácticas realmente te mejoren (otra cosa es que uno mejore en el tiempo, por otras razones indirectas).

Lo que se puede deducir sin miedo a error es que el trabajo espiritual desde el “enfoque budista” no es la panacea, todo lo contrario. En el fondo acaba formando las nocividades que se supone quiere combatir. Mi experiencia me ha enseñado como mucha gente acaba sumergido en un comportamiento egoico descomunal, a pesar de las bellas palabras con las que se suelen emplear. Otra gente en realidad funciona cual adoctrinados vulgares, en realidad repiten sus mantras facilones sacados de los libros de autoayuda.

Y es que todo el enfoque oriental-budista, digo su aplicación en Occidente, está sobredimensionado. Primero porque es una aplicación oportunista de una filosofía original que en realidad no es aprovechable en el mundo de la modernidad. Además, tampoco te ayuda a estar más unido a tus iguales, con suerte a los de tu grupo de práctica, aunque se hable mucho de “paz y amor”. Si desconoces este tipo de mundo puedes quedar como un ser poco espiritual, al que hay que enseñar. Por último, hay todo un lenguaje, una terminología asociada a ese mundo, si no lo conoces estás fuera, no te vas a enterar de lo que te están contando.

Quizás alguien me diga que la meditación es una técnica incuestionable. Llevo 15 años practicando la meditación, algo he aprendido. El sentarse en meditación es simplemente un ejercicio de concentración. Punto. A ese nivel es muy útil, puedes desarrollar un entrenamiento de la atención, un trabajo para combatir la excesiva dispersión. Eso es cierto. Pero toda la parafernalia, las promesas de iluminación, la idealización desmedida, sobran. Y, es más, me atrevo a afirmar que en nuestra sociedad “civilizada”, quien practica la meditación en un medio urbano y con una vida común (con pareja, o con hijos, con actividades varias, con preocupaciones normales) lo tiene crudo para practicar unas buenas meditaciones.

Respecto a la psicologización de las doctrinas budistas, me he encontrado a lo largo de los años cómo han proliferado distintas técnicas, a cada cual más compleja, que tratan de servir como métodos terapéuticos para tratar diferentes patologías mentales. Estas técnicas (p.ej. la terapia cognitivo conductual) tienen un sustrato básicamente budista, toman como buenos los eslóganes más new age. Son técnicas que se basan en rizar el rizo, son como las pastillas alopáticas, te llevan por caminos que no van a ningún lado. Eso sí, los terapeutas se van a forrar. Se basan sobre todo en la sugestión, en la repetición de frases buenistas, en visualizar el mundo de color de rosa. En definitiva, no suponen un desarrollo real de la persona, es un parcheado en la mente del sujeto (incluso se aplican mediante programas de ordenador). Todo ello implica que las instituciones académicas han fagocitado el “ideario budista” para hacer masticables sus tratamientos. Y por supuesto, el terapeuta se convertirá en tu salvador.

El tema de la psicologización de las filosofías orientales está reconocido por la crítica más seria. Y es que de lo que hablamos es de una aberración, de una adulteración torticera de las ideas originales. Porque el ser humano es mucho más que mente, y la psicologización lo que hace es convertirlo en un amasijo de redes neuronales, no tiene en cuenta todo lo que no está en el cerebro.

Hay una serie de cualidades, valores espirituales, que va a ser imposible desarrollar desde el trabajo budista: el valor, la lucha, la fraternidad entre iguales, el servicio a los demás…

Mi opinión es que el trabajo espiritual es una cuestión particular, para compartir con los que tienen nuestras mismas inquietudes a ese nivel. Es como si te gusta la literatura, no te pones a dar la charla a todo el mundo.

He comprendido que cada uno tiene un nivel de espiritualidad, eso no significa que seas mejor o peor, es más, he conocido a gente muy espiritual de una egolatría supina. La espiritualidad no debe ser lo que nos una para luchar contra un objetivo común de importancia como es la situación actual (medidas sanitarias, Estado policial, etc.), porque desde ahí cada uno tiene una frecuencia espiritual distinta, por lo que no puede ser un punto de encuentro general.

Las filosofías budistas no nos han unido más, no nos han hecho más fuertes colectivamente. Por un lado, han creado separación entre las personas, han supuesto una ambición desmedida por alcanzar “la perfección”, una carrera inane por supuesto. Por otro han creado tal confusión en los individuos que los han desprovisto de mecanismos de defensa: Ideas como la “no violencia”, el “siempre sonreír”, etc., cuestiones tan mal enfocadas, han construido un individuo pusilánime, flojo, sumiso.

Tengo conocimiento que, desde los textos originales del yoga, que es una fuente directa del budismo, se alecciona para obedecer a la autoridad, para que no se la discuta y se sigan sus leyes sin objeción.

Total, que nos encontramos con todo un programa de pensamiento incrustado en nuestra sociedad, al que han ido a parar miles de los descontentos con el sistema político y social. Estas personas, desde donde están, no son aptas para una revolución popular.

Hablo desde mi experiencia. Practico yoga y meditación, pero despojados de doctrinas, yendo a su esqueleto, a su esencia pura. Y he descubierto que, desde ahí, no necesito cualesquiera credos asociados.

Se impone alcanzar un nivel alto de discernimiento, de espíritu de lucha, de empatía con los iguales, de amor por la libertad. Estos son los valores necesarios para estos tiempos de colapso. Estos son los valores que no creo que encuentres en el budismo.

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