• Categoría de la entrada:Artículos
  • Autor de la entrada:Karlos Luckas

INTRODUCCIÓN

Es necesario un análisis que contenga los criterios esenciales, de naturaleza filosófica, que nos permita avanzar en la autoconstrucción de un sujeto de calidad, como condición necesaria, de carácter pre-política, para afrontar las tareas revolucionarias que demanda nuestra peculiar época histórica.

El actual estado de la conciencia alcanza tales niveles de degradación, que bien podíamos calificar a los humanos actuales en el terreno del pensamiento como “seres nada”. Sin ideas razonablemente correctas, y sin sujeto revolucionario, nada se puede hacer por llevar adelante un proceso tan complejo y de tal envergadura como el de una revolución integral.

Por tanto, es un tarea central, quizás la más importante, y las más difícil, en estos momentos iniciales, para avanzar decididamente en la construcción de seres humanos verdaderos, en un sentido intelectual y en un sentido moral, en ambos.

En esta perspectiva, tres son los frentes que debemos abordar seriamente en el terreno de la filosofía: uno, la necesidad de dotarnos de métodos de pensamiento que nos permitan conocer la realidad, de acercarnos a la verdad relativa a través de la experiencia, condición necesaria para que ideas planes y proyectos no pendan de una mera ilusión. Dos, alcanzar el componente ético y moral imprescindibles para emprender las tareas que exige este momento. Y tres, afrontar las dos anteriores desde la premisa de la libertad de conciencia, sin dogmatismos, fe ciega, ni seguridad absoluta de alcanzar el conocimiento definitivo y perfecto. Conocimiento y moral, como todo en el universo, tienen un carácter contradictorio y dialéctico pero unitario.

 

La Filosofía es la búsqueda de la verdad

como medida de lo que el hombre debe hacer

y como norma para su conducta

Sócrates

 

El genuino sentido de la vida es olvidarse de uno

para encontrar la felicidad en el servicio a la Humanidad oprimida

Félix Martí Ibáñez

 

I. CAMINAR SOBRE LAS DOS PIERNAS

1.1 La filosofía tiene un carácter universal, reflexiones de la filosofía clásica de hace dos mil años valen casi completas en estos momentos históricos, la lucha entre corrientes de pensamiento, con múltiples  variantes de idealismo, materialismo, pragmatismo, empirismo, discusiones y posiciones antagónicas sobre el comportamiento humano, a través de conceptos tan simples como complejos de “verdad”, “virtud, “vida buena”, han existido y se han enfrentado tanto antes como ahora.  Y ello, porque plantean las preguntas más esenciales del ser humano a lo largo de su historia en la Tierra, desde el Paleolítico: ¿Qué es el mundo? ¿Cuál es el sentido de la existencia?

1.2 Aceptamos el planteamiento de dotarnos de una filosofía que no tiene por objeto “contemplar el mundo”, sino transformarlo. Es más, es consustancial a la práctica social humana. No es posible estar en el mundo sin producir constantemente formas de pensamiento, conocimiento y acción. Otra cuestión diferente es la determinación del sentido del cambio. Nosotros tenemos la decisión de afrontar un cambio histórico, en su total integridad, una revolución integral, en el pensamiento, en la moral, en las instituciones y en la sociedad.

1.3 En tal proceso, las formas de pensamiento y acción humana no pueden basarse en alguna variante de pensamiento idealista, pragmática, o empirista, o dogmática, puesto que constituyen la garantía del fracaso. Incluso así, los factores tremendamente complejos que mueven al mundo (en su total dimensión objeto/sujeto), no garantizan en absoluto que la victoria esté asegurada, de la misma forma que no existe “nada seguro” en este universo, salvo el movimiento. Es cuestión entonces de entender correctamente la relación entre estrategia/pensamiento/moral, de tal forma que el “fracaso” en tal contexto debe ser considerado como parte del proceso del conocimiento, y en todo caso, lo cual es esencial, que lo moral prima siempre sobre lo pragmático, y la participación en un proceso de liberación humana de esta naturaleza, nos construye como seres de calidad, sin esperar resultados de nuestra actividad (si debo, puedo), como seres que se engrandecen por su contenido ético de servicio desinteresado y heroísmo.

1.4 Debemos inclinarnos del lado de aquellas corrientes de la filosofía que entienden la importancia del desarrollo de la espiritualidad, de una ética y moral entendida como elemento esencial de lo humano, del elemento más subjetivo y personal que define nuestras actuaciones concretas en la vida, y confluye en dar un verdadero carácter decisorio a la Historia. Dar un sentido a la Historia, es dar un sentido al Hombre y a la Vida. No tener sentido de la Historia es descender irrefrenablemente por la pendiente del nihilismo derrotista para buscar consuelo en la muerte o en el hedonismo. La Humanidad es el destino de la Historia y la dignidad humana alcanza un verdadero sentido vocacional en la finalidad del Amor a la Humanidad.

1.5 Debemos caminar sobre dos piernas que, aunque separadas, dan consistencia a un solo cuerpo. Por una parte, nos debemos apoyar en una epistemología que nos acerque a la verdad objetiva/relativa, que nos permita responder a la pregunta sobre qué es “la verdad” de forma no dogmática, ni idealista. Esta es la cuestión esencial, puesto que con ello practicaremos la necesidad de verdad como principio básico de la Revolución.

Y por otra, en la Ética, mediante la reflexión y estudio racional de la moral, la virtud, el deber y la vida buena. Elaborar los pensamientos adecuados, las reflexiones que nos conduzcan a  realizar las afirmaciones y juicios relativos de la conducta humana, resolviendo los criterios por los cuales nos hemos de regir, para con nosotros mismos, y para con los demás.

II. LA VERDAD RACIONAL

2.1 La modernidad ilustrada, como paradigma filosófico, se encuentra en profunda crisis, particularmente desde mediados del siglo XX, después de su dominación en los últimos 200 años en Europa, y en el mundo. Los modelos de racionalidad, del ser, de la sociedad, se encuentran en revisión profunda, aunque no por ello, necesariamente acertada, puesto que se alcanza en ocasiones una impugnación del conjunto de saberes filosóficos que llegan a alcanzar hasta lo más valioso de la cultura y el pensamiento clásicos. Los errores típicos de la filosofía de la modernidad del XIX, que constituyen ya un reconocimiento general, como el materialismo mecanicista, el racionalismo idealista, el empirismo determinista, etc., se afrontan en los últimos 50 años desde posiciones posmodernas que en filosofía no son más que versiones renovadas de los mismos errores y desviaciones: neo-positivismo, relativismo, logicismo, fenomenismo, existencialismo, hedonismo, etc. Frente a tales corrientes idealistas-subjetivas, hay que apoyarse en aquellas concepciones de la filosofía que estén al servicio de la verdad, de la realidad y de la Humanidad. Debemos apoyarnos en un análisis reflexionado de la inteligencia que nos acerque al conocimiento de la realidad, y de una concepción del sujeto que ayude a su autoconstrucción, y no a su negación o disolución.

2.2 En un proyecto de la naturaleza y dimensión del propuesto de RI, la cuestión de la verdad es completamente decisiva, y en la filosofía igualmente es el elemento central de separación entre lo correcto y lo erróneo. Todas las escuelas de filosóficas se han planteado tal cuestión, y con fundamento en ello, han delimitado las diferentes corrientes que se han definido a lo largo de la historia. Por tanto, más que proponer una adscripción a determinada escuela de filosofía, procede exponer los fundamentos de la que consideramos correcta.

2.3 La verdad ha de estar basada en la realidad. El conocimiento, o verdad, se acerca a la realidad, a través de la racionalidad, entendida como actos de la inteligencia racional (entendimiento subjetivo), como volitiva y emocional (inteligencia sintiente). Todas las vías de acción racional se valen de actos intelectivos a través de los cuales se puede llegar a una aproximación a la verdad a partir de la aprehensión de la realidad. Tanto será mayor dicha aproximación a la verdad, cuanta mayor racionalidad tengan los actos intelectivos sobre la realidad. Lo primero que debemos abordar es el hecho de que existe una unidad fática entre pensamiento y realidad, entre sujeto y objeto. El proceso complejo de pensar y reflexionar es una cualidad esencialmente humana que se deriva de una constitución orgánica y física, sin la constitución de nuestro cerebro, conformado a lo largo de millones de años de evolución, nuestra capacidad de pensar sería nula.

2.4 Constituimos la verdad, como aproximación a la realidad, proceso decisivo en la construcción del pensamiento, las ideas, los proyectos, la acción humana, etc. Es decisivo entender el procedimiento de cómo ésta acción de pensar se traduce en VERDAD RACIONAL, puesto que la mayoría de las desviaciones y errores filosóficos a lo largo de toda la historia han tenido su origen en una comprensión incorrecta y errónea de tal procedimiento. Una epistemología correcta plantea este proceso, básicamente en los términos siguientes:

                2.1.1 “La Verdad, es lo que es”, conforme a la concepción filosófica más básica, la de Parménides, luego, “Lo que no es Verdad, no es”. Esto es, Identidad entre Ser y Verdad. Pero en su evolución y profundización de tal reflexión, la filosofía ha ido añadiendo propiedades a la Verdad, con significados, atributos del pensamiento o de las cosas, con lo cual el proceso del conocimiento se hace complejo. Ya no resulta tan sencillo establecer un criterio de asignación a algo (pensamiento o cosa), y definirlo como Verdad. Por lo tanto, tendremos que recorrer el complicado camino, desde su misma raíz, que nos señale el proceso en cómo se forma el pensamiento, las ideas, los conceptos que tenemos de nosotros mismos y del mundo, de la sociedad, de la política, etc. Tendremos, por consiguiente, que comprender el proceso por el cual el conocimiento del mundo (objeto/sujeto) se produce, desde su forma más elemental, a la más compleja.

                2.1.2 Siguiendo los criterios de una filosofía que parta de la complejidad, yendo a su origen primario, el conocimiento comienza con la sensación, a través de nuestros sentidos físicos y mediante la intelección racional de la cultura aportada por el entorno social, con ello elaboramos un modo primario de verdad, que tiene reflejo en nuestro cerebro como intelección en forma de verdad simple. Es una aprehensión de la realidad, como coincidencia parcial con la Verdad, por la cual constatamos los aspectos externos de las cosas, sus aspectos formales. En una segunda fase, procedemos al proceso de racionalización de los hechos observados, mediante su comprobación por medio de la experiencia, práctica o verificación, a partir de la cual, hay aproximación a la Verdad, siempre y cuando lo real tiene coincidencia con la verdad pensada. En ello consistiría la Verdad Racional. Se ha cumplido el tránsito entre lo imaginado “podría ser” a lo efectivamente comprobado “realmente es”. El criterio de la práctica, de la verificación, es el que da a la verdad racional, la razón como “cosa real”. Pero no acaba aquí el proceso, puesto que en el universo todo es movimiento, igual en la realidad material, que en el pensamiento. Ésto quiere significar que el conocimiento que tenemos de la verdad racional es relativo siempre, puesto que conocemos en cada momento una realidad siempre cambiante, de forma permanente, desde lo “sencillo, hasta lo más complejo”, desde la caía de una fruta madura de un árbol, en la física newtoniana, hasta el movimiento de las partículas elementales en la mecánica cuántica, con el principio de la incertidumbre. De la apariencia a la esencia, de forma infinita, en etapas o fases del conocimiento verdadero, pero limitado. Por este principio, el conocimiento y la razón nunca son suficientes, aunque si  aproximadamente más correctos, tanto más cuanto el proceso cíclico de la dialéctica de la verificación avance. El acercamiento entre Verdad y Realidad es dinámico, abierto y progresivo, pero la identidad entre Verdad/Realidad será siempre una aproximación, una Verdad Relativa, conforme se avanza en el proceso de verificación y experiencia, con su encuentro en el Infinito, en que la identidad se  manifiesta como Verdad Absoluta. Con todo, el pensamiento, aún el más desarrollado y verdadero y verificado, está sujeto a los límites dialécticos de los paradigmas.

2.1.3 Verdad Racional/Verdad Real. El pensamiento y la acción transformadora, requiere del hombre una comprensión correcta de la relación entre la Verdad Racional y la Verdad Real. Como Verdad Racional entendemos aquella comprensión de la realidad que somos capaces de alcanzar como resultado de su lógica histórica, como Verdad Relativa. Tanto la estratégica de la construcción del sujeto, como de esbozo de la perspectiva revolucionaria general de la sociedad, requiere el entendimiento de la correcta relación entre las diferentes fases del proceso del conocimiento: es un principio de la capacidad intelectual humana, conocer para transformar. El carácter lógico e histórico de la verdad racional, conduce al hombre a pensar en términos de posibilidades de acción, de esbozo de diferentes escenarios de práctica social humana en los que vislumbra una idea de vida “ideal”, como realización de la perfección social e individual. Trascurso en el que se procede a una semántica actualización de lo real, conforme a las posibilidades que ha vislumbrado. Su máxima expresión es la vida buena, de virtud, inteligencia, valentía, auto dominio, de Sócrates, como “perfección humana” en lo individual, y de su proyección en el amor a la humanidad, por la sociedad justa, libre, igual y democrática, a partir de la práctica transformadora.

2.1.4 La Filosofía de la práctica revolucionaria. Lo proyectado hacia el futuro, en lo individual, como en lo colectivo, es verdad racional, sujeta, como tal, a la verificación por la práctica, pero siempre entendido en términos de una unidad entre Verdad y Razón auto sostenible y dialéctica: objetivo planeadoobjetivo verificado.

Este criterio se torna decisivo cuando se trata de pergeñar un proceso estratégico de transformación radical de la sociedad. Un sistema de ideas erróneo conduce inexorablemente al fracaso de todo proyecto que su análisis, por la enorme complejidad de cuestiones a tener en cuenta, no se provea de tal sistema de ideas. Un conocimiento incorrecto de la relación entre Verdad, Realidad, y Práctica Revolucionaria, conduce  al fracaso; de hecho, ha conducido en todas las experiencias prácticas en la historia social humana. Quedarse en la fase primaria de la verdad, a través del conocimiento sensorial y empírico, conduce a la incapacidad del esbozo, planeamiento, de la apertura de posibilidades deducidas racionalmente. Nos deja a merced de la más pura práctica reformista. Por otra parte, un planteamiento idealista, sin fundamento racional, más vinculado a los deseos y frustraciones propios de las clases medias en declive, conducen a fórmulas variadas de utopismo que han embarrancado en sus experiencias prácticas, generando procesos históricos tan horribles como opuestos a sus iniciales  deseos. La experiencia nazi y la soviética en el Siglo XX son buena muestra de ello, en las cuales el idealismo racionalista elevó sus expectativas de la forma más brutal posible.

 III. VERDAD y VIRTUD

3.1 El hombre tiene necesidad de la Verdad, porque sin ella no puede subsistir. 

Este conocido criterio filosófico e ideológico muestra una tendencia humana cierta, la necesidad del hombre de realizarse, de hacer realidad aquellos proyectos que racionalmente considera son “buenos”, deducido conforme al complejo proceso de configuración de las ideas alcanzadas en un marco lógico e histórico. Pero esta elección entre diversas posibilidades de acción y transformación conlleva una posición moral. Una forma de concebir la vida buena, la virtud, la libertad, la solidaridad, la creatividad, por tanto, el hombre no puede desentenderse de la Verdad. Y la proyección de todo ello en la sociedad en la que ha nacido y vive. Como ser biológico/histórico, su determinación psico-física le obliga a vivir en sociedad. El hombre, indisolublemente unido a la sociedad, está obligado a dar una respuesta de unidad dialéctica como ser individual y como ser social, cuestión que le proyecta a la ética y a la moral, también como formas o partes de la Verdad, de verdad moral y de realidad moral, donde el sistema de conceptos que el hombre emplea provienen de la realidad misma, puesto que ese proceso del descubrimiento de su ideal de perfección, también se adquiere con/y en el mismo proceso por el cual conoce, a través de la Verdad Racional. Lejos del relativismo o la escolástica, la filosofía de la complejidad sitúa a la razón en el punto central de su epistemología, a través de ella conocemos cada vez mejor la realidad, la complejidad de los procesos de todo tipo, incluidos los sociales, y dan fundamento a nuestra facultad de discernir y avanzar en el conocimiento a través del proceso dialéctico de la experiencia.

3.2 Virtud y Responsabilidad se identifican.

El hombre, en su actuar intelectual, lo primario que hace es “asombrarse ante el mundo”, pensar la realidad que percibe, y en ese camino, procede a conocer, van configurando necesariamente una forma de correspondencia, entre su Yo, la Sociedad que le rodea y donde vive. Va, en ese transcurso, dotándose de valores morales con los cuales guiar su conducta. Es pues inevitable que adquiera en tal proceso un grado de conciencia moral, que es por consiguiente fase primaria en su acción, empieza a diferenciar lo correcto de lo equivocado, lo bueno de lo malo, lo beneficioso de lo perjudicial, para sí y para la sociedad concreta en que se inserta. Esta actitud deviene en responsabilidad. En la moral del deber, como criterio por el cual se entiende y asume la responsabilidad para consigo y para los demás, encontramos todos los grados posibles que corresponden a cada nivel de conciencia. Virtud y Responsabilidad se identifican, son unidad en el mismo proceso.

3.3 La Filosofía de la Verdad como una Filosofía de la Virtud.

3.1.1 Nuestra propuesta de Filosofía parte de esta reflexión, de la necesidad de relacionar los dos aspectos claves de la Filosofía, la búsqueda de la verdad y la finalidad moral, en el sentido socrático más clásico. Por lo tanto, da al concepto de Verdad una orientación íntegramente ética, algo que va bastante más allá del conocimiento lógico, empírico o científico, sin cuyo halo espiritual quedaría convertido en mero ejercicio intelectualista y abstracto.

3.1.2 Debe mantener un equilibro coherente entre una diferenciación del voluntarismo elitista y el carácter decisionista de la Historia, en la que prima el criterio de la elección de nuestras normas morales, antes que cualquier variedad de determinismo elitista nietzscheano o historicista-economicista, de la escuela hegeliano-marxista. En su pensamiento, prevalece la reflexión a la acción, entendida como la decisión de realizar, lo cual requiere que medie un proceso de entendimiento, de búsqueda de verdad y necesidad para guiar la acción, al margen de cualquier culto a lo espontáneo o determinación pragmática y oportunista.

3.1.3 Una Filosofía Humanista. Ésta entendida como compromiso con el ideal de emancipación de la Humanidad, como finalidad, de particular importancia en el momento presente, cuando asistimos a un avanzado proceso de degradación y desintegración de lo humano.

3.1.4 Frente al Idealismo racionalista, hijo de la Ilustración, hay que recuperar las bases de una filosofía que considere a la vida y al ser humano como el valor central de nuestro quehacer.  Justo lo contrario de los planteamientos de las escuelas de Kant, Hobbes, Schopenhauer o Nietzsche, con una visión de un universo “sin sentido”, en el que sólo encontramos “dolor y destrucción”, junto al egoísmo y la voluntad de poder como criterios de vida, portadores de una explicación racionalista, individualista y mecanicista de las necesidades espirituales y materiales del hombre ante el drama de la existencia humana. Ideas planteadas sin respeto alguno por el drama espiritual que supone la fatalidad de lo inexplicable e inescrutable (el universo y la muerte), entendiendo la ideología de las religiones de forma simplista, como recurso de mero consuelo. Con tales planteamientos idealistas la filosofía moral no es posible, donde la ética humana se reduce al interés egoísta y, en consecuencia, con la propuesta de sustituir la solidaridad y convivencialidad, por Voluntad de Poder, por la lucha implacable entre los “más capacitados”…en las disputas por el poder. La muerte de Dios, es la excusa racionalista donde se esconde una visión autoritaria, antidemocrática y elitista de las relaciones entre los hombres, favoreciendo y dando sustento “teórico-racional” a las catástrofes del siglo XX puestas en práctica por el nazismo y el social-fascismo.

3.1.5 Nos debemos guiar por lo mejor y la más altruista reflexión que haya aportado el pensamiento humano en todos los tiempos, tal y como lo expresó Sócrates: “la única realidad eterna e inmortal es la aspiración al bien, el ascenso hacia la Verdad y la Justicia por la ruta del amor”. La consecuencia de sostener tal criterio nos lleva a una filosofía basada en la entrega, que pone al sacrificio, a la nobleza, a la generosidad y al servicio desinteresado por los demás y a los demás, en el eje central de la acción verdaderamente humana. Dicha Filosofía adquiere, en cierta forma, una especie de apostolado por el cual se promueven los valores de la idea de amor como guía en la vida y como parte de la concreción del bien y la verdad.

En definitiva, una Filosofía de la Vida, que no de la Muerte, que tome, como referencia a la experiencia histórica del primer cristianismo y considerar lo más importante “el amor al prójimo como eje de una acción humana justa y virtuosa”.

3.1.6 Las corrientes filosóficas herederas del Idealismo racionalista del Siglo XIX, con Heidegger a la cabeza, se limitan a profundizar en los errores de sus “maestros”, llevando el destino del hombre a un fatal encuentro con la nada, como un «ser-hacia-la muerte», sentencia de condena, no ya de Dios, sino del propio Hombre, en un alarde sin precedentes de promoción de la autodestrucción humana.

3.1.7 Para aquellos que decidan dar un sentido a la vida que esté orientado hacia la creación de una sociedad cualitativamente mejor, han de tomar en cuenta las enormes verdades y enseñanzas de los grandes pensadores clásicos, que lo esencial para alcanzar la victoria es la Virtud, sobre todo porque tal vida, en sí misma es la victoria.

Solamente sujetos de calidad podrán llevar a cabo las tareas más elevadas y duras. Dotados de una espiritualidad que sea lo opuesto a los principios morales que se promueven desde el economicismo, reformismo, politicismo y hedonismo y “sus valores” de egolatría, codicia, cobardía y barbarie. Tal espiritualidad ha de significar, su contrario: “desprendimiento, generosidad, grandeza de alma y amor al bien”». Por lo tanto, si el sujeto de hoy no se reconstruye, no se refunda, con soporte en unos valores adecuados a una espiritualidad que se base en la Verdad y en la Humanidad, no será posible avanzar.

3.1.8 La ética y su particularidad actual. Frente a aquellas concepciones promovidas por el sistema de dominación desde el origen mismo de la modernidad burguesa, estatista y capitalista, lo esencial hoy es auto construirnos como sujetos de calidad con los valores de la autosuficiencia y la indiferencia ante el sufrimiento, tal y como fue planteado por las escuelas filosóficas del estoicismo y cinismo. No es una cuestión de “heroicidad” y “sacrificio” al estilo del fanatismo religioso, sino de comprender que la esencia misma de la vida humana, el dolor y el sufrimiento son inevitables, luego la cuestión reside en alcanzar la disposición adecuada para que ello ni nos paralice, ni nos haga concebir y abrazar actitudes ideológicas fantasiosas de salvación propias de nuestra sociedad. Históricamente se han presentado dos posiciones radicalmente opuestas: el epicureísmo, que plantea la “huida del dolor”; o el estoicismo y el cinismo que plantean “la indiferencia”. Pero la realidad es la que debe servir de orientación, “A la vida humana pertenece intrínseca e irremisiblemente la experiencia del dolor»…/…«toda concepción del mundo que pretenda prescindir de esta dimensión o relativizarla, es pues charlatanería edificante, sea religiosa o agnóstica” (Heleno Saña).

3.1.9 La filosofía clásica desde muy pronto se planteó qué respuesta dar a temas tan trascendentes para todo ser humano como el dolor y la muerte, sosteniendo una posición sobre estas cuestiones estimadas esenciales para promover una conducta humana propia de una vida buena y digna. Pitágoras  dice “recuerda que morir es el destino de todos”. Sócrates también se refiere a ello, dice: “Pero no es difícil, atenienses, evitar la muerte, es mucho más difícil evitar la maldad; en efecto, corre más deprisa que la muerte”. Añadiendo un sentido moral a este realismo, colocando el dolor y el temor en un orden inferior de prioridades vitales, le importa más la lucha contra la injusticia que la propia supervivencia, dice: “si no resulta un poco rudo decirlo, me importa un bledo (la muerte), pero que, en cambio, me preocupa absolutamente no realizar nada injusto e impío”».

3.1.20 Los criterios básicos en materia de filosofía de vida han de partir de la conclusión esencialmente cínica de que El hombre es libre cuando deja de necesitar, pues, aun cuando el dolor o la indigencia o cualquier otra eventualidad de la vida le sitúa ante una situación de penalidad, es justamente más libre si tales situaciones no alcanzan a manipular su acción. Lo mismo vale para lo contrario. Los deseos, ambiciones, vanidades y placeres son igualmente no deseables porque manipulan la voluntad de hacer el bien y se debe mostrar ante ellos la misma indiferencia; porque lo realmente importante es poder atravesar todas las situaciones con la serena posición de que somos responsables de lo que depende de nosotros; respecto a lo que se sitúa «fuera» del alcance de nuestra voluntad y condiciones reales, sólo podemos ser indiferentes.

En síntesis, debemos profundizar en el desarrollo de los conceptos claves que constituyen una filosofía de la vida y de la complejidad.

Deja una respuesta