Nos encontramos ante un momento histórico en el que la izquierda en el conjunto del planeta ha entrado en un proceso de descomposición. Los ejemplos son numerosos. En Sudamérica está Nicaragua y Venezuela, pero también Brasil y Argentina. En Europa la socialdemocracia alemana está desacreditada, mientras que en Francia el partido socialista se ha hundido y su recambio político, Francia Insumisa con Jean-Luc Mélenchon, no convence. En Grecia, por su parte, la izquierda ha perdido toda credibilidad a la vista de sus actuaciones como lacaya de los poderes internacionales. Todo parece indicar que se trata de una deriva política y social irreversible que puede abrir en estos países alguna oportunidad para la formación de movimientos populares con voluntad emancipadora.
Sin embargo, en el Estado español la situación dista de ser tan esperanzadora en comparación con los escenarios que se abren en otros lugares del mundo. Por el contrario comprobamos que la izquierda, a pesar de su fragmentación (o quizás gracias a ella), sigue concentrando una gran cantidad de poder. Poder en términos institucionales con su presencia en los organismos del Estado en los que participa en la gestión del capitalismo, pero también poder económico con la gran cantidad de dinero en forma de subvenciones, prebendas y privilegios que reúne en sus manos y que distribuye entre sus máximos gerifaltes y demás clientela. Pero sobre todo concentra una elevada proporción de poder ideológico con el que impregna a amplios sectores de la sociedad con sus ideas, lo que facilita su aceptación y permanente reproducción política.
La izquierda en el Estado español, y esto incluye a las organizaciones tanto de ámbito estatal como autonómico y local, ha desempeñado un papel estratégico en el marco del actual sistema de dominación. En este sentido su principal función ha sido la de garantizar la estabilidad de este sistema como elemento pacificador de la contestación social mediante su canalización hacia las instituciones. De este modo la izquierda no sólo ha sobrevivido políticamente a los diferentes avatares históricos al capitalizar las protestas populares protagonizadas por los movimientos sociales, sino que sobre todo ha garantizado la supervivencia del sistema a largo plazo al impedir la formación de un movimiento social de carácter emancipador. Por así decirlo la izquierda en el Estado español ha operado como el pararrayos del sistema, o como el apaga incendios encargado de sofocar la protesta social e impedir que esta, llegado el caso, adopte un cariz revolucionario y desestabilizador.
Por tanto, la izquierda es a día de hoy uno de los principales obstáculos para la formación de un movimiento popular revolucionario en el Estado español. Esta situación exige, entonces, una investigación de las principales actuaciones de la izquierda desde una perspectiva crítica para, así, poner de manifiesto ante la opinión pública la verdadera naturaleza de este sector político y sus máximos representantes. Esta labor requiere ahondar en el papel desempeñado tanto por los principales personajes que la representan, como por las más importantes organizaciones y sus ideas a lo largo de la historia reciente, y más precisamente desde el Frente Popular hasta la actualidad. Es en el terreno de los hechos concretos donde la izquierda ha mostrado su verdadera cara, y es ahí donde es preciso presentar batalla. Por todo esto, tanto Félix Rodrigo Mora como yo lanzamos esta propuesta para emprender esta tarea que, dadas sus características, requiere que sea colectiva si queremos abrir de una vez por todas la veda para la propagación de las ideas revolucionarias y la formación de un movimiento popular dirigido a conquistar la emancipación.