Nota.- Lo que sigue está constituido por un intercambio de correspondencia de cierto interés analítico entre E. Álvarez y Esteban Vidal, relativo a la actual crisis geoestratégica en el ámbito de Israel y Palestina a raíz del ataque de Hamas a varias localidades de Gaza controladas por Israel.

13-10-23

Hola Esteban.

Solo unas notas para comentarte la situación mundial a raíz de la crisis de Palestina. Cada día soy más consciente de lo compleja que es la geopolítica.

Creo que hay un elemento “nuevo” en la situación mundial que hace que conflictos “viejos” se presenten con aires muy nuevos. Ucrania, Níger, Nagorno Karabaj, Palestina, Siria. Se van abriendo “frentes” ya existentes en el pasado, pero con nuevos bríos y perspectivas.

Pueden existir dos motivos, o es la combinación de ambos. ¿Hubo interés en la perspectiva imperial occidental, sobre todo EE. UU., para que Rusia interviniera en Ucrania?, o es que las élites locales están aprovechando la “dispersión” de fuerzas” y las fragilidades del sistema con la crisis de Ucrania para poner en valor sus respectivas ambiciones localistas en todos los lugares citados, y lo que aparecerán próximamente.

Lo que si parece evidente es que vivimos unos momentos históricos bastantes críticos y novedosos. Parece claro que en el telón de fondo se encuentra la lucha hegemonista EE. UU.-China. Ningún Estado imperialista, voluntariamente, se ha dejado relegar en su lugar hegemónico “pacíficamente”, y EE. UU. como potencia imperialista dominante desde finales del XIX ha mostrado una fortaleza, con sus más y sus menos, como el Sudeste asiático en los 70, transitorios. Por tanto, debemos entender que todos los conflictos “secundarios” tienen alguna relación con ello. “Una puerta, abre dos”. Ahora, los EE. UU. deben derivar fuerzas militares al Mediterráneo sur, con lo cual, además de lo que está suponiendo de crisis añadida al conjunto su propia crisis interna institucional, está significando un elemento de debilidad geoestratégica que le impedirá concentrarse debidamente en el Sudeste de Asia.

Todo ello me lleva a pensar que el nivel de la acción de Hamas debe obedecer a elementos de la geoestrategia mundial. En los últimos años se ha venido produciendo un “acercamiento” de ciertos países regidos por élites árabes hacia posiciones favorables del imperialismo americano en Oriente Medio, como ciertos reconocimientos de Israel, como Marruecos, Arabia Saudita, etc., y es claro que al entorno bajo influencia de Rusia ello no es nada conveniente. Ahí estaría el papel a jugar por Hezbolá-Irán. Este sería un elemento a considerar en una estrategia pro Rusa para debilitar posiciones de EE.UU., en mejora de la posición Rusa en Ucrania y en más amplia perspectiva, en debilitar la posición de EEUU en el fondo del teatro de operaciones, el Sudeste de Asia.

Esta visión me lleva a considerar seriamente que nos encontramos en Palestina-Israel en el inicio de un grave conflicto de dimensiones regionales en todo Oriente Medio en que se verán involucrados muchos países, comenzando por los limítrofes como Líbano, Jordania, Siria, Egipto, (clara afectación a Kurdistán ), en que potencias militares importantes como Egipto, Turquía y Arabia Saudita pretenderán mejorar sus aspiraciones hegemonistas locales. Si a ello unimos la crisis de Sahel, estaremos en presencia de una guerra “mundial” localizada en todo el Oriente Medio y norte de África. Lógicamente eso nos lleva a revalorizar las posiciones de la UE y del Estado español, puesto que de esta crisis no es descartable “renovadas aspiraciones” de Marruecos (el principal rival regional no deja de ser Argelia), con lo cual las posiciones de Ceuta y Melilla y Canaria se verán muy vulnerables a todo ello.

No sé si has pensado sobre el asunto. Ahí te lo dejo y ya me vas diciendo.
Salud, Enrique

14-10.23
Hola Enrique,

Los acontecimientos que hoy se producen en Palestina son sobrecogedores desde todo punto de vista. Evidentemente, como señalas, esto va a tener un impacto considerable a nivel regional e incluso puede que a nivel transregional.

El sistema unipolar surgido tras el final de la Guerra Fría se ha deteriorado notablemente, precisamente como resultado, a su vez, del deterioro de la posición internacional de EE.UU. Este país alcanzó la cúspide de su poder en 2001, y tras los atentados del 11-S se produjo un pronunciado declive como consecuencia de las guerras en las que se enfrascó, a pesar de que diferentes reputados especialistas de las relaciones internacionales desaconsejaron estas iniciativas (Kenneth Waltz, Stephen Walt, John Mearsheimer, etc.), precisamente porque iban a perjudicar a EE.UU.

Así, hasta los primeros años del s. XXI, EE.UU. fue el valedor del llamado orden internacional liberal, un orden basado en una serie de normas e instituciones internacionales encargadas de ejercer la gobernanza global en diferentes ámbitos: ONU, FMI, Banco Mundial, OMC, etc. En este sentido EE.UU. era el gendarme de dicho orden que, a su vez, respondía a sus particulares intereses (hablo en pasado a pesar de que ese orden todavía persiste, pero ya es evidente su deterioro como resultado del bloqueo que existe en algunas instituciones internacionales como la ONU o la OMC, mientras que EE.UU. cada vez lo tiene más difícil para mantener este orden que es abiertamente cuestionado por China y Rusia que tratan de plantear una alternativa iliberal).

Por tanto, el deterioro del orden internacional está ligado al declive de EE.UU. Asimismo, el sistema internacional (la organización de la estructura de poder internacional, que depende de la desigual distribución de capacidades entre Estados) está evolucionando del unipolarismo hacia otra cosa (existen discrepancias acerca de si nos dirigimos hacia un sistema bipolar o multipolar, y también sobre la naturaleza del actual sistema, pues hay quien afirma que ya no es unipolar desde hace unos cuantos años, tal y como plantea John Mearsheimer). Este proceso de cambio, que se da como resultado de alteraciones en las capacidades nacionales de los diferentes países así como de sus diferentes relaciones para contrarrestarse mutuamente, tiene su reflejo en el nivel internacional con la competición entre China y EE.UU. Esta rivalidad es la que va a marcar, y ya lo está haciendo, la historia del s. XXI. Es el típico escenario de una potencia que ha sido hegemónica (EE.UU.) que debe gestionar su declive relativo frente a una potencia que podría aspirar a sustituirla (China). Robert Gilpin y William Thompson abordaron esta cuestión en el plano teórico ampliamente, el primero de ellos en War and Change in World Politics, y el segundo en On Global War: Historical-Structural Approaches to World Politics. Antes que ellos Abramo Organski analizó las transiciones de poder a nivel internacional en World Politics, mientras que más recientemente Graham Allison lo ha hecho para el caso de China y EE.UU. en su obra Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap?, y John Mearsheimer lo toca en The Tragedy of Great Power Politics. También destaca Paul Kennedy y su trabajo Auge y caída de las grandes potencias, el cual ha cumplido recientemente 35 años desde su publicación.

En gran parte la situación actual se deriva de la gestión que EE.UU. hizo de su posición de potencia hegemónica. Para esto hay que entender que en el gobierno federal existen diferentes facciones que asumen enfoques ideológicos contradictorios acerca de la política exterior estadounidense. Walter Russell Mead lo explica muy bien en su libro Special Providence: American Foreign Policy and How It Changed the World. En él habla de la corriente Hamiltoniana, que se correspondería con el realismo; la Wilsoniana, que sería una suerte de idealismo; la Jeffersoniana, favorable a una participación limitada de EE.UU. en la esfera internacional; y la Jacksoniana, partidaria del unilateralismo y de cierto aislacionismo. Las diferentes administraciones han estado marcadas en mayor o menor medida por alguna de estas ideologías, particularmente por las dos primeras, la Hamiltoniana y la Wilsoniana. Sin embargo, estos puntos de vista han convivido con otras ideologías de la política exterior que hoy tienen incidencia en el ámbito del partido republicano como los primacistas, que buscan mantener la primacía internacional de EE.UU.; los neoconservadores, aunque ya muy minoritarios, quienes aspiran a exportar el sistema de gobierno estadounidense; o los priorizadores, que consideran que EE.UU. debe centrarse en amenazas estratégicas, como China, y dejar de lado asuntos de menor importancia, como Ucrania.

Tras los atentados del 11-S la política exterior estadounidense fue unilateral y extremadamente violenta, lo que se combinó con la voluntad de exportar su sistema de gobierno, todo lo cual contó con el respaldo de neoconservadores y liberales intervencionistas. Esto, junto a las guerras de Irak y Afganistán, debilitó a EE.UU., así como su influencia a nivel internacional. Así se explica en parte que hoy algunos conflictos latentes a nivel local se estén agravando y que EE.UU. disponga de menor margen de maniobra, incluso con el apoyo de sus aliados. En África, y en distinta medida en Oriente Medio, es donde más se ha notado el retroceso estadounidense, aunque cabría añadir Oceanía, si no fuera porque EE.UU. ya ha tomado medidas para fortalecer su posición en esta región frente a la intrusión china. En Sudamérica, donde China ha hecho importantes progresos, especialmente con Brasil y Argentina, también ha visto deteriorada su posición.

Naturalmente las acciones de EE.UU. a lo largo de los primeros años del s. XXI, y las ideologías de la política exterior que las ampararon, no lo explican todo. China no se quedó quieta, pues aumentó su riqueza disponible, extendió su influencia y aumentó sus capacidades nacionales. Esto último ha redundado en un incremento de su actividad en los mares de China, especialmente en el mar de la China Meridional, donde persigue afirmar su soberanía y derechos e intereses marítimos sobre estas aguas y diferentes islas e islotes estratégicos. También ha extendido su presencia al Índico para proteger sus líneas de abastecimiento marítimas, al mismo tiempo que cuenta con la base militar de Djibuti, además de tropas desplegadas en misiones de la ONU en África. A esto se suma el cuestionamiento abierto del actual orden internacional, el cual aspira a reformar para alinearlo con su interés nacional. En este sentido es destacable el papel de la nueva ruta de la seda a través del «Belt and Road Initiative». China ha incrementado su presencia en África con inversiones y acuerdos comerciales, lo que ha ido en detrimento de EE.UU., y en diferente medida también de Francia, potencia colonialista que históricamente ha controlado el comercio de diferentes países de África occidental a través de la emisión de su moneda con el franco convertible.

Todo lo anterior constata que EE.UU. ya no está en una posición favorable para desempeñar un papel de potencia dominante en el sistema internacional con el que marcar la agenda mundial y determinar el desarrollo de los acontecimientos, y tampoco para ejercer un rol decisivo en conflictos regionales donde imperan lógicas locales y donde, dicho sea de paso, el interés nacional de EE.UU. no siempre está claro (véase el caso de Libia). En pocas palabras, EE.UU. ya no puede ser el gendarme del orden internacional liberal para garantizar el cumplimiento de las normas que lo han organizado hasta la fecha, y hacer valer su peso político en diferentes escenarios regionales donde ahora se desarrollan importantes conflictos y dinámicas fuera de su control. Esto ha hecho que se haya planteado la necesidad de acomodar la política exterior de EE.UU. a esta nueva realidad en la que el mundo transita hacia otro tipo de sistema, tal vez bipolar o multipolar. En este sentido los estadistas americanos no buscan un papel primacista para su país, sino ser una potencia decisiva en los grandes asuntos mundiales, y especialmente en aquellos que afectan a su interés nacional.

Como consecuencia de este deterioro del poder de EE.UU., algunos Estados han aprovechado la oportunidad para mejorar su posición internacional, lo que en parte ayuda a explicar las recurrentes y cada vez más graves convulsiones que están produciéndose en distintos lugares. El Sahel, Europa, Oriente Medio y Extremo Oriente, donde actores internacionales destacados, como EE.UU., Rusia y China, intervienen para condicionar el desarrollo de los acontecimientos en su propio beneficio.

Lo anterior es una descripción general del contexto actual y de algunas de las causas que lo explican. En lo que se refiere a Ucrania hay que hacer algunas precisiones sobre las razones que condujeron al actual conflicto.

1. La desintegración de la URSS fue un duro golpe para la élite dirigente rusa del cual no se ha recuperado. Desde entonces han soñado con recuperar el estatus de gran potencia que perdieron. Se sienten humillados por Occidente al no haberse podido integrar en sus estructuras políticas, económicas y militares. Sergey Radchenko lo aborda con acierto en un artículo suyo titulado «‘Nothing but humiliation for Russia’: Moscow and NATO’s eastern enlargement, 1993-1995», publicado en el Journal of Strategic Studies.
2. La élite rusa nunca aceptó la independencia de Ucrania, siempre consideraron que esta situación era de carácter temporal y que el país se reintegraría en Rusia en el futuro. Consideran que Ucrania es parte de Rusia, y que no tiene derecho a existir como un país independiente.
3. Ucrania renunció a la posesión del armamento nuclear que había en su territorio en el momento de su independencia a cambio de un acuerdo con Rusia para que reconociese la soberanía e integridad territorial de Ucrania. Bill Clinton fue el que persuadió a los ucranianos para llegar a este acuerdo. Rusia ha roto el acuerdo. John Mearsheimer avisó, ya en 1993, que era una mala idea que Ucrania se deshiciese de su capacidad disuasoria, pues esto invitaría a que Rusia invadiese este país en el futuro, como así se ha demostrado. Esto viene recogido en su artículo «The Case for a Ukrainian Nuclear Deterrent» en Foreign Affairs.
4. Rusia es una potencia en declive desde hace décadas que lucha desesperadamente por recuperar su estatus de gran potencia. Persigue convertirse en un polo de poder en el norte de Eurasia y reivindica su condición de Estado-civilización, diferenciado de otras civilizaciones como la occidental o la china. Para esto ha desarrollado su proyecto de Gran Eurasia que refleja sus aspiraciones imperialistas, y ha utilizado la intimidación sobre diferentes países ex-soviéticos con el propósito de imponer su hegemonía en este espacio. Así es como ha impulsado la creación de diferentes organizaciones como la Comunidad de Estados Independientes, la Unión Económica Euroasiática, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, etc. La guerra en Ucrania se entiende en esta clave.
5. Debido a lo anterior, muchas repúblicas ex-soviéticas han intentado buscar refugio en Occidente, especialmente en la OTAN. Ha habido debates sobre la conveniencia de haberlas integrado en la alianza atlántica, si esto fue un error. La cuestión es que estas repúblicas hicieron labores de presión ante el temor a ser invadidas por Rusia. En el caso de Ucrania este acercamiento se ha producido desde principios de este mismo s. XXI. El hecho de que Rusia perdiese influencia sobre Ucrania en todos estos años, y que esta última se alejase de su órbita, es lo que condujo a la invasión de 2014 (precedida por el Euromaidán) y, finalmente, a la guerra abierta de 2022.
Dicho todo esto, ni EE.UU. ni los demás países occidentales tenían ningún interés en que Rusia interviniera en Ucrania. Al contrario, consideran que esta invasión es una grave amenaza para la seguridad en Europa. La intervención de Rusia es en gran parte resultado de un error de cálculo basado en una serie de creencias erróneas:

a) Que Ucrania capitularía rápidamente y que podría establecerse un gobierno títere de Moscú.
b) Que los países occidentales, y la OTAN en concreto, son débiles y dejarían a Ucrania abandonada a su suerte.
c) Que Rusia tiene una capacidad de resistencia mayor, y que el desgaste del apoyo occidental a Ucrania permitirá a Rusia un desenlace favorable en la guerra.

Hay que tener en cuenta que las guerras se terminan cuando se firma un tratado de paz. Esto no va a ocurrir en el caso de Ucrania, pues la élite rusa está férreamente comprometida con su proyecto imperialista hasta el punto de definir este conflicto como una guerra existencial para Rusia. Tienen que pasar muchas décadas y cambiar considerablemente la cultura política y el sistema de gobierno en Rusia para que puedan hacerse las paces en el futuro. Por esta razón el escenario más probable que se baraja en estos momentos es el de un conflicto congelado al estilo del de Corea. Esta situación implicaría convertir a Ucrania en el país mejor armado de Europa e incluso desplegar tropas de la OTAN en su territorio. Sin embargo, la adhesión a esta alianza político-militar, en caso de producirse, va a tardar muchos años.

En cuanto a lo ocurrido en Palestina, hay un artículo bastante bueno de Lawrence Freedman, una referencia en temas estratégicos, titulado «What comes next in Gaza» publicado en The New Statesman, que explica con claridad la relación entre el acercamiento de los países árabes a Israel (Marruecos, Sudán, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, y la posible normalización de relaciones con Arabia Saudí) y el creciente aislamiento de Hamas. En este sentido hay que tener en cuenta que la causa palestina tiene una relevancia menor para estos países que, por lo demás, siempre trataron con desprecio a los palestinos. Como consecuencia de esto Hamas depende financieramente de Irán, que también le ha provisto de armamento y entrenamiento. De hecho, se dice que Irán asesoró a Hamas en la toma del control de Gaza en 2007, y se especula con que quizá pudiera estar detrás de los ataques del pasado 7 de octubre, aunque no parece haber todavía pruebas sólidas que confirmen este extremo.

El ataque de Hamas ha sido un error de cálculo muy grave que quizás precipite su final. Esto ya se ha visto con otras organizaciones terroristas que, como resultado de este tipo de ataques, no supieron prever la respuesta de su enemigo. El 11-S supuso el principio del fin para Al Qaeda. El DAESH cuando comenzó a perpetrar ataques en Europa propició una alianza de países que finalmente le debilitaron de manera decisiva. Estas acciones generan un shock a nivel psicológico entre la población, tanto a nivel nacional como internacional, que legitima reacciones aún más contundentes de los Estados. El escenario más probable a nivel inmediato es una limpieza étnica en la mitad norte de la franja de Gaza con la expulsión de 1,1 millones de personas, y la completa destrucción de todos los edificios por medio de bombardeos de artillería y aviación. Se especula con una invasión terrestre por el hecho de que Israel ha concentrado allí sus tropas, pero esto lo considero muy improbable porque ya tuvieron una mala experiencia en 2014, pues las características del terreno facilitan una guerra urbana desfavorable para la fuerza ocupante. Si entran tropas terrestres será cuando no quede piedra sobre piedra.

Surgen preguntas acerca de los objetivos de Hamas con su ataque. Está claro que no era la conquista de territorio, y que, a tenor de las grabaciones de la operación realizadas por los propios milicianos, perseguían hacer el mayor daño posible con el asesinato de civiles. El secuestro, tanto de civiles como de militares, parece responder a la intención de lograr un intercambio de presos palestinos en cárceles israelíes. Eso no creo que ocurra, porque con su acción han dañado la imagen de país fuerte que Israel tenía en la región, y ahora el Estado israelí, tras haber mostrado de manera alarmante que es vulnerable, debe dar una respuesta desproporcionada para disuadir a sus enemigos, especialmente Hezbollah en el Líbano, y sepan lo que les espera si deciden atacar a Israel. Por otro lado, la existencia de rehenes no va a ser un factor de contención porque se entiende que está en juego la supervivencia del Estado, por esta razón se especula sobre la activación del llamado «protocolo Aníbal» o «doctrina Aníbal», el cual contempla el uso de la fuerza contra los secuestradores, aún a riesgo de provocar la muerte de los rehenes.

En el plano político Hamas busca hacer descarrilar el acercamiento de los países árabes a Israel. Trata de llamar la atención y de lanzar una advertencia a estos actores regionales para así ser tomados en cuenta. La situación se complica para estos Estados, porque sectores de su población se han manifestado a favor de los palestinos, lo que les va a obligar a mantener un perfil discreto en esta crisis. En este sentido entiendo que no les interesa una escalada del conflicto porque propagaría la inestabilidad a toda la región, y suelen ser regímenes bastante inestables. El caso paradigmatico de esto es Líbano. Según informes de los servicios de inteligencia americanos, la situación entre Israel y Hezbollah es de disuasión mutua, y sus acciones hostiles no están dirigidas a provocar el estallido de una guerra en la medida en que persiguen limitar su impacto de un modo consciente. Pero esto no significa que la tensión no pueda aumentar, especialmente si se tiene en cuenta que Hamas también opera en Líbano de manera autónoma. A esto se suma el descontento de los palestinos de Cisjordania, que puede echar más leña al fuego si se producen disturbios allí, aunque la Autoridad Nacional Palestina, de entrada, no tiene una predisposición al conflicto, máxime si se tiene en cuenta que el protagonista de esto, Hamas, junto a Yihad Islámica, es una organización hostil.

Por otro lado, a EE.UU. no le interesa que la crisis vaya a más. Por el contrario, desearía que cesase lo antes posible, y a poder ser en un sentido favorable para Israel para no incrementar la dependencia que ya tiene con su amigo americano, y que restableciese su imagen de Estado fuerte en la región. Claramente EE.UU. tiene otras prioridades en el sudeste asiático, y la dispersión de fuerzas no favorece su estrategia Indo-Pacífica. Lo más probable es que deje hacer a Israel, incluso si no está de acuerdo con los procedimientos elegidos por este (se sabe que el gobierno israelí no informó a Antony Blinken de su plan para expulsar a 1,1 millón de gazatíes del norte de la franja durante su visita oficial). Le facilitará armamento e incluso asistencia en inteligencia si es preciso. Es pronto para pronosticar cómo esta crisis puede afectar a la estrategia estadounidense, todo dependerá de cuánto dure y cómo se desarrolle. En cualquier caso, da la impresión de que Hamas se ha convertido en un problema para muchos actores en la región y comienza a ser considerado un interlocutor que no es válido. Por esto empieza a implantarse una predisposición a liquidarlo.

El único actor que podría salir beneficiado de alguna forma de las acciones de Hamas es Irán, pero si eliminan a Hamas perderá su influencia sobre los palestinos. Por eso la posibilidad de que haya apoyado a Hamas para realizar este ataque es dudosa, máxime si se tiene en cuenta que podría desatar acciones punitivas de Israel, EE.UU. y Reino Unido en el futuro. Quizá todo haya sido una laboriosa operación que Hamas ha planificado y ejecutado por su cuenta, y sea resultado de la manifiesta incapacidad que los grupos armados desarrollan a la hora de prever las consecuencias de sus acciones. Aún así, tengo mis dudas, y no descarto definitivamente la participación, aunque indirecta, de algún Estado de la región, siendo Irán el más probable.

Aunque no está claro que Israel vaya a conseguir su objetivo de eliminar Hamas de un plumazo, pienso que estos ataques van a suponer el comienzo del fin de esta organización. En cualquier caso, una parte importante del problema que allí se vive ahora mismo es el hecho de que existe una gran polarización en el seno de la sociedad palestina y de la israelí. Los extremistas de cada lado, contrarios a la consecución de algún acuerdo político que facilite la coexistencia de palestinos e israelíes, han logrado llevar la situación a un escenario cada vez más desastroso. Lamentablemente siempre hay margen para empeorar, y estos ataques, junto a la respuesta israelí, son un claro ejemplo.

En el caso palestino, Hamas siempre ha mantenido una posición maximalista dirigida a destruir el Estado de Israel, para lo que históricamente ha utilizado el terror a través de ataques contra la población civil. No hay que olvidar a esos suicidas con cinturones explosivos que se inmolaban dentro de autobuses atestados de gente, o en mercados locales. De hecho, este tipo de acciones han sido un principio de su política y estrategia al haber convertido a la población civil en el objetivo de sus ataques, lo que ha impedido llegar a acuerdos y a ser reconocido como un interlocutor válido a nivel internacional.

Así pues, los ataques del pasado 7 de octubre no desentonan con la trayectoria de una organización islamista, compuesta por fanáticos religiosos, que tampoco duda en eliminar físicamente a aquellos palestinos que la critican o cuestionan. Lo sorprendente ha sido la magnitud del ataque, los fallos de seguridad de Israel, el factor sorpresa y el nivel de preparación y coordinación en su ejecución. Sin embargo, los efectos de su acción van a dejar en una situación mucho peor (que ya era muy difícil antes de estos acontecimientos) a los gazatíes. En este sentido, hubiera sido deseable que los propios palestinos hubiesen puesto fin a esta organización, pero no hay que olvidar que Israel fue la que en su día le dio oxígeno para contrarrestar a Al Fatah. De hecho, hubo momentos en los que los palestinos estuvieron en guerra civil, y en cierto modo eso no ha terminado debido a las rivalidades que han persistido entre los diferentes grupos.

Mientras tanto, en el lado israelí han emergido fanáticos religiosos partidarios de una suerte de teocracia que abogan por exterminar a los palestinos o sencillamente desplazarlos a otros países. Desgraciadamente existe un sentimiento de gran hostilidad hacia los palestinos entre un amplio sector de la sociedad israelí, en caso contrario no se explicaría que en el gobierno estén representadas esas opciones políticas. Tampoco hay que perder de vista que esto ha producido importantes problemas internos a raíz de la reforma judicial impulsada por el gabinete de Netanyahu. Esto ha creado una situación de debilidad que ha abierto una ventana de oportunidad para los ataques, al margen de que estos fuesen planificados con un año de antelación según pruebas recabadas a través de los militantes de Hamas caídos en combate estos días pasados.

La historia demuestra que israelíes y palestinos no tienen la capacidad para someter militarmente al bando contrario, lo que constata la inutilidad de la confrontación. Sin embargo, la dinámica del conflicto ha retroalimentado la violencia, exacerbado y perpetuado el conflicto al sumirlo en un círculo vicioso lleno de agravios, al mismo tiempo que existen grupos con intereses creados que tratan de impedir cualquier acuerdo o solución pacificadora, tal y como sucede con los actores antes mencionados. Prueba de esto es que quienes firmaron los acuerdos de Oslo en la década de 1990 eran representantes de sectores moderados en sus respectivos bandos. Esto deja claro que las posturas extremistas son el principal obstáculo a nivel político para cualquier acuerdo.

En este contexto es bastante probable que prevalezca la contención, que se intente impedir una escalada de la violencia en la región. No sé cómo se tomarán los países árabes la respuesta israelí, pero va a ser difícil de digerir. De todos modos la zona más sensible es Egipto, pues cabe la posibilidad de un desastre humanitario de proporciones bíblicas que sobrepase a este país y genere inestabilidad interna. Esto es serio porque es un lugar estratégico debido a su ubicación y a todos los riesgos que un escenario así conlleva. Asimismo, no descartaría atentados en suelo europeo (que ya están ocurriendo), o incluso en Norteamérica, como represalia por apoyar a Israel. Desgraciadamente esto va a estar acompañado de medidas represivas de los gobiernos occidentales contra quienes discrepen con su política de apoyo a Israel, lo que dañará la libertad de expresión y el derecho de reunión pacífica.

No parece que, al menos inicialmente, este conflicto vaya a tener una repercusión directa más allá del noreste de África, y que la violencia vaya a propagarse o a enlazar con conflictos en el Sahel o el noroeste africano. La UE no tiene una política exterior propia más allá de la que concierten sus Estados miembros, y España es un actor secundario en todo esto. Se trata de complejos de seguridad regionales diferentes, y su lejanía contribuirá a diluir su impacto en las relaciones que existen entre países como Marruecos, Argelia, España y Francia. La posición de los países occidentales está siendo la de apoyar a Israel pero exigir que no dañe a la población civil palestina y que, por tanto, su respuesta a los ataques se circunscriba a Hamas. Pero esto no va a ser así y dejarán hacer a Israel. Las críticas se reducirán al ámbito diplomático y no serán duras.

En el nivel de los movimientos sociales, como ya estamos viendo, se producen manifestaciones contrarias a las acciones de Israel y en apoyo a Palestina. Esto parece razonable, pero es muy difícil desligar a la causa Palestina de las acciones de Hamas, lo que va a suponer un grave desprestigio para esta causa a ojos de la mayor parte de la opinión pública. Por otro lado, quienes se manifiestan soslayan el hecho de que desde el punto de vista moral no es aceptable el ataque a personas indefensas con el asesinato y secuestro de mujeres, niños y ancianos. No existe atisbo de crítica a esto, sino que el tratamiento mediático de los recientes acontecimientos llevado a cabo desde ámbitos de la izquierda omite la actuación de Hamas, y al hacerlo la ampara. O lo que es peor, llega a justificarse diciendo que Israel también ha asesinado a civiles indefensos en el pasado, al mismo tiempo que se da pábulo a los portavoces de Hamas. Esto es muy grave desde una perspectiva tanto moral como política, porque es desacreditarse y es justificar el todo vale. Y eso no es así, no todo vale incluso si la causa es legítima, como es el caso de los palestinos. Tal y como decía Friedrich Nietzsche, «Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo».

Este es mi análisis en relación con lo que me planteabas.

Un saludo

FUENTE:  https://elsabiocinico.blogspot.com/2023/10/algunos-comentarios-sobre-la.html

 

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