• Categoría de la entrada:General E2015
  • Autor de la entrada:Carmen

Y llego el día,

Las dudas ante un colectivo que se ha formado tras la pantalla, hizo, que no me crease muchas expectativas. Sin ninguna pretensión, solo ver, escuchar y observar; no quería mas disecciones, necesitaba creer, que podía ser posible.

Así partí de mi ciudad: no fue fácil la llegada a Madrid. Sentí una sensación muy entraña, como… si la ciudad se abriera y tragándome, me trasportara a las entrañas de un monstruo, grisáceo, un laberinto, donde; hombres y mujeres sin rostros, caminaban precipitadamente de un lado a otro.

Tren, metro, autobús, todo en ese subsuelo, a tres pisos bajo-tierra; una ciudad paralela, para transportar el ganado humano, que hace que la industria del «gran capital», no se retrase.

Poco a poco, fuimos saliendo de la ciudad, el paisaje muy lentamente fue cambiando, hasta llegar al destino.

¡Si hay cielo e infierno! Pase del infierno al cielo. Aturdida, me bajé del coche del compañero que nos recogió y al adentrarme en el lugar… en ese «cielo imaginario», nos esperaban para darnos la bienvenida dos ángeles, sus caras relajadas, sonrisas serenas; la mamá, con su pequeña angelita, que descansaba serena su cabecita entre los pechos de su madre. La madre, con una agilidad, que parecía no pisar el suelo y con su pequeña prendida, me adentró en el paraíso; y fue cuando me di de frente, con la que me tuvo atrapada el tiempo que estuve en el lugar.

Conforme bajaba y me adentraba en el espacio, comencé a sentir, como mi cuerpo despertaba, para conectar con la naturaleza, el día se vistió de gala regalándonos un cielo azul; aunque, también, unas nubecillas traviesas, pasaban deprisa para saludarme y el Sol, ese «hermano» Sol para iluminarme. Mi cuerpo se iba ensanchando, conforme me iba adentrando, fue, como despojarme de esas capas, que vas adquiriendo con los años en la gran ciudad, para protegerte del alquitrán del asfalto, del cemento, de los ladrillos, que te hieren con su frialdad y dureza.

Los sentidos, que permanecían casi adormecidos, fueron despertando; mi cuerpo, consciente de que ese era su espacio, que allí, podía desparramarse, abrirse y sentir, se fusionó con la naturaleza.

En el caminar hacia la cabaña, me iba cruzando con mas humanos, con caras: hombres, mujeres, niños y niñas, que nos regalaban carcajadas y voces cantarinas sin reprimir. Se palpaba vida; sus rostros, en consonancia con el lugar, reflejaban luz y armonía. La diversidad estaba presente; cada uno se veía único, sus estilos de vida se dejaban ver, no había homogeneidad, y a su vez, percibía, que estaban allí, buscando esa unidad, que solo desde ella, se puede llegar a lo colectivo.

Una hermosa y cálida cabaña, nos esperaba para acogernos; también el «árbol», después de muerto, estaba presente.

Y llegó el momento de darnos a conocer, de romper el hielo, de darle paso a volcar algo de nuestra vida, de mostrarnos; de ver qué, cómo y el para qué, estábamos allí.

Y pasaron los dos intensos días,

El paseo por el bosque, fue decisivo. Cuando empecé a entrar en el bosque, empequeñecí; sentí, la necesidad de separarme del grupo, para contactar con los árboles en silencio. Una banda de música natural, hacía sonar todos los instrumentos naturales y sonaba una melodía suave al mecerse las hojas con el viento: hojas, ramas y pájaros, danzaban al son de la orquesta natural. Los sentidos, cada vez mas abiertos, hicieron que aparecieran las emociones, las lagrimas afloraron y sentí esa plenitud, que solo se alcanza cuando consigues la unidad con la naturaleza.

El objetivo del encuentro, se había conseguido, nos habíamos puesto cara y mucho mas, la tolerancia, el respeto al otro, se hizo sentir, el concepto de revolución integral lo percibí.

Ahora, queda lo mas difícil, ponerse en marcha y caminar hacia LA REVOLUCIÓN PERSONAL y pasar del «yo», al » nosotros».

Gracias compañeros y compañeras.

Carmen Angulo

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