Como explicó George Orwell (1903-1950) el lenguaje, una de las facultades humanas más básicas, puede ser convertido en un instrumento de poder y de dominación de primer orden.
En un artículo aparecido en el diario El País del día 17 de noviembre de 2016 titulado Posverdad, la palabra del año, y firmado por Rubén Amón, aparece cómo, puesto que los medios de comunicación ya están al servicio del poder, éste trata de manipular los contenidos del lenguaje. Confundir la mente del ser humano de manera constante parece ser la condición sine qua non para permanecer, pues así se socaba toda resistencia de quien ocupa el plano de la subordinación.
En él leíamos que cada año el Oxford Dictionary acuña una palabra nueva que en principio debería servir para mejorar nuestra comprensión de la realidad y la convivencialidad humana. Pero surgen algunas preguntas que es necesario contestar: ¿Es esto realmente así?, ¿Cuál es la relación existente entre las autoridades académicas de la lengua, en este caso inglesa, y el poder político?
Si empezamos por la segunda pregunta, tenemos, para responder, tres posibles escenarios.
Primero, que, ante la acuñación de un nuevo vocablo , desde instancias de poder se trate de darle un significado nuevo, diferente , concreto, distinto al que ha tenido hasta ese momento, que es el criterio que sigue la Academia de la Lengua en general para recogerlo en su diccionario. Se trata evidentemente de un significado que aproveche a sus fines de dominación y que con la ayuda de su todopoderosa fuerza mediática, se generalice lo más posible de manera que anule otros posibles significados que les sean contrarios.
En segundo lugar, que la Academia reconozca un vocablo, puede ser un neologismo, cuyo significado ya ha sido atribuido desde el poder con el objetivo de influir sobre la conducta humana. En este caso, la Academia, consciente o inconscientemente, sirve a sus designios y dota a éste de un concepto más, idóneo para ser utilizado por la propaganda, el adoctrinamiento y para la manipulación mental.
La tercera respuesta consiste en reconocer que la propia Academia de la Lengua se pueda prestar al juego del poder y se haya convertido en uno instrumento más de los muchos que éste dispone. En este caso, como describe Goerges Orwel en su obra más conocida “1984”, el lenguaje puede ser manipulado, en profundidad, de tal manera que la libertad del ser humano parece casi irremediablemente perdida.
Deseo pensar que este último escenario de dominación todavía no se ha dado en su totalidad, si bien no es fácil saber hasta qué punto está afectada la raza humana en su conjunto; pero sí sabemos que de producirse, estaríamos frente a un tipo de totalitarismo, fascismo, de nuevo cuño ante el que no sabemos siquiera cómo reaccionar, a pesar de las espeluznantes experiencias vividas en el pasado remoto y recientemente, que nos deben hacer reflexionar.
La razón fundamental por la que creo que todavía no se ha dado esta situación con carácter global es la existencia , junto a una paralela degradación constante de los seres humanos, de sujetos autónomos capaces de resistir, por el momento. Al fin y al cabo, el poder y su forma jerárquica y militarizada, por mucho que en su intento de dominación trate de abarcar a toda la humanidad, no es sino una forma concreta, y sólo una, de las muchas posibles, que pueden conformar al sujeto colectivo.
En cualquier caso, las palabras han ido variando sus significados a lo largo de la historia a causa de los intereses e influencia de las élites gobernantes y por ello es necesario volver en muchos casos a sus significados prístinos, originales. Resulta trágico constatar cómo han desaparecido, casi sin dejar rastro, descripciones de vivencias del pasado mucho más acordes con lo humano que la mayoría de las que están teniendo lugar en el presente.
Lo primero que hay que hacer notar, es que existe un designio, no sólo un enfoque práctico, de que el inglés sea la lengua universal por excelencia. El hecho de que se intente hacer circular un vocablo inglés desde las instancias influyentes y programas de máxima audiencia como son los acontecimientos deportivos, musicales, etc., y de manera especial los telediarios, precisamente las que más deberían defender y cuidar la lengua propia, nos lleva a pensar que el verdadero objetivo no es el deseo práctico de contar con una lengua universal para la comunicación y el comercio sino que la intención va más allá ( no son las oligarquías mandantes precisamente “un hermano bondadoso” que pretenda nuestro bien , sino más bien “ un gran hermano” que trata de controlar a la sociedad en su provecho ). No ha de sorprendernos, por tanto, que la lengua de comunicación obligada de las Juntas del Alto Estado Mayor de casi todos los países del mundo sea el inglés. Estamos ante algo fundamental para el mando unificado y el control de la subjetividad humana.
Un ejemplo, de libro, sobre la utilización del inglés como instrumento de una ideología para la dominación ( existen numerosos ejemplos del pasado de cambios de significados en el griego o el latín cuando el judaísmo y el al cristianismo devinieron religiones de estado ) es en la actualidad la manipulación del concepto de “género” ( “gender” en inglés) que está llenando de confusión, miseria y dolor a la sociedad humana en lo que atañe a la violencia familiar y otros, ante lo que han protestado tímidamente algunos miembros de la Real Academia Española de la Lengua. Hay que tener en cuenta que ni siquiera en inglés, no digamos ya en castellano, este vocablo tiene el significado que se ha generalizado por medio de campañas conscientemente diseñadas. Basta, para advertirlo, con tener en cuenta las acciones “ sugeridas” desde instancias internacionales y convertidas en protocolos servilmente ejecutados que obligan a dar noticias de género diarias en los programas de máxima audiencia como son los telediarios y dedicar al tema cientos de horas mensuales en emisiones preparada s con dicho objetivo. Es evidente que si obligaran a hacer lo propio en lo que respecta a cualquier otro aspecto de la realidad, la percepción que tendríamos de esa realidad sería errónea, que es precisamente lo que está ocurriendo con los enfoques sobre la violencia hacia la mujer, la homosexualidad, el racismo, etc.
Pero lo más grave consiste en proporcionar a espectadores y oyentes esta clase de información sin haber aclarado qué significa el concepto en cuestión (en este caso “gender”). ¿Cómo se puede afirmar que “ género” , en contra de la coherencia más fundamental exigida al lenguaje, es una acción unilateral, sólo posible desde el sexo masculino sobre el femenino ¿ Tan poco valor le damos a la lógica?
Es evidente que en este juego entre significantes y significados, es más eficaz ,a la hora de manipular las mentes, recurrir a otras lenguas de las que el receptor desconoce los significados atribuidos a las palabras y a los que se les puede hacer significar cualquier arbitrariedad. Si consultamos el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua observaremos que los distintos significados de la palabra género tienen siempre un carácter global, nunca particular cómo lo es afirmar que “ sólo los hombres pueden cometer violencia de género” . Estamos pues ante una violencia clara y evidente ejercida sobre el sentido común desde el poder.
Y tras estas breves reflexiones, centrémonos ahora en el vocablo postverdad que desde hace un tiempo empieza a ser ampliamente utilizado en los medios de comunicación. Dice el autor del artículo antes citado que se trata de : “ un híbrido bastante ambiguo cuyo significado denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
La palabra “ posverdad” no está recogida todavía en el Diccionario de la RAE, y viene a significar una descripción o formulación de las relaciones humanas en la que las emociones tienen un carácter preponderante ( algo que es evidente y sabemos desde siempre, que, por otro lado, no tendría mayor importancia si no se deseara manipular ) . Sin embargo en su utilización en los medios, como cuando se califica la actuación de Donald Trump de “posverdad” , se está confundiendo (¿ inadvertida o conscientemente?) a las emociones con las creencias personales.
Esta confusión nos incapacita para entender lo que está pasando y nos hace perder el tiempo en discusiones bizantinas e interpretaciones espurias que desvían nuestra atención de lo realmente importante. Lo afectivo y lo sentimental son elementos esenciales en la convivencia y en la sociabilidad, por eso tienden a ser ninguneados o manipulados concienzudamente, desde el poder. Con la manipulación del significado que se está dando al neologismo “posverdad”, se trata de desviar la atención del conflicto interno existente en este momento entre las oligarquías mandantes a causa de estrategias de dominación divergentes, lo que evidentemente conlleva consecuencias a las que no desean que tengamos acceso.
En el uso de este vocablo se insiste en la prevalencia de lo “ objetivo” frente a lo “ subjetivo” descalificando , si es necesario, lo emocional, algo que ya hizo la ilustración y que tuvo su reacción más visceral en el romanticismo. Evidentemente para quien así razona, la “objetividad “la posee siempre quien detenta la fuerza , por ello durante el siglo XVIII se tuvo la desfachatez de decir que lo correcto es “gobernar en nombre del pueblo pero sin el pueblo”.
La realidad es que lo racional es tan manipulable o más que lo emocional. Se trata pues de falsas apelaciones a una u otra facultad humana tratando de ganarse a la masa de posibles seguidores, descalificando a la ideología de aquella oligarquía que se considera “díscola” o enfrentada. Se pretende descalificar el discurso opuesto, en este caso de Trump e ideologías afines, creando y desprestigiando al mismo tiempo la palabra “posverdad “ ( significante), como si los componentes emocionales, de la creencia y la superstición se pudieran separar de la verdad concreta y necesariamente parcial humana, para a continuación afirmar que se equivoca quien se deja llevar tales emociones. Se define lo puro, una entelequia, para proyectar y atribuir al oponente la impureza de su ser y de su actuar. Con otras palabras, se le acusa de superstición mediante una utilización mágica de la palabra.
Dice Rubén Amón : “La definición ( de posverdad) es una manera de describir el contratiempo y hasta la conmoción que han supuesto el Brexit o la victoria de Donald Trump. Dos “posverdades” en la medida en que una y otra noticia han sobrepasado cualquier expectativa ortodoxa o racional”.
No es nuestro propósito analizar lo acertado o no del artículo que nos ocupa ( el periodista parece ser consciente del intento de manipulación de este nuevo concepto recogido recientemente por el diccionario en los países de habla inglesa), sino tratar de comprender el alcance de la manipulación del lenguaje. De hecho el autor del artículo añade que el vocablo “posverdad” adquiere , con una definición que trata de situarse entre la verdad revelada y la verdad sentida, tintes orwelianos:” La verdad, por tanto, puede ser una mentira asumida como verdad o incluso una mentira asumida como mentira, pero reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad”.
Y continúa : “Fue Eric Alterman, quien revistió la idea (posverdad) de un valor político, tomando como ejemplo la manipulación que habría ejercido la Administración Bush a raíz del trauma del 11-S, precisamente porque una sociedad en situación de psicosis iba a resultar mucho más sensible y fértil a la inoculación de “posverdades”. Más aún cuando se trataba de restringir libertades o de emprender iniciativas militares, empezando por la “posverdad” de las armas de destrucción masiva”. Y añade: “ La diferencia, ahora, consiste en que el Diccionario de Oxford no sitúa la “posverdad “ como un arma a disposición de la clase política dominante, sino como un poderosísimo y descontrolado recurso de los súbditos. Trump y el Brexit serían expresiones inequívocas de rebelión al sentido común”.
En un artículo aparecido en periódico digital El diario.es, titulado “Por qué lo llaman «posverdad» cuando quieren decir «mentira» , el periodista Javier Gallego dice : “«Posverdad» es la nueva palabra de moda para definir la propaganda y la manipulación populistas. Pero el término cae en lo que denuncia. Oculta la realidad tanto como quienes la pervierten. Lo contrario de la verdad no es la “posverdad”, es la mentira”.
Estamos pues ante una realidad recurrente : la sutileza en la manipulación del lenguaje con fines partidistas, en una sociedad dividida por bandos oligárquicos enfrentados entre sí, en la práctica una paz armada o una guerra declarada según los casos, que no hace sino enfrentar al resto de los seres humanos.
Sin embargo, lo significativo es considerar que las personas nos regimos indistintamente por la razón y por las emociones, tanto cuando asumimos roles de poder y dominación como cuando lo hacemos como subordinados. Esto a su vez indica que todo está -como diría Heráclito- en cambio permanente. En cualquier momento puede desbaratarse un plan preconcebido, como es el caso de la sociedad actual, diseñada por una oligarquía mandante siguiendo una estricta jerarquía, pero sin olvidar en ningún momento que formamos parte de la misma en cierta manera, con nuestro consentimiento.
Cuando hablamos de cambios profundos, es todo el sistema el que está en juego y no podemos pensar que estamos al margen, que no colaboramos y que no lo mantenemos. Así pues, no se trata de criticar permanentemente al sistema de dominación sino tratar de descubrir cuál es nuestro rol en todo ello.
Por otro lado hemos de ser capaces de discernir si , en primer lugar, lo que está ocurriendo en la actualidad responde a un simple lavado de cara de las estrategias pergeñadas por las oligarquías mandantes en su afán de dominación o , por el contrario, estamos inmersos en el proceso de desmoronamiento de un imperio , a semejanza de lo que viene ocurriendo desde tiempos inmemoriales.
Tanto en uno como en otro caso, los cambios no serían sustanciales, aunque sí se produciría la consabida sustitución de unas oligarquías mandantes por otras. En todo caso, el sistema militar podría fraccionarse o simplemente producirse nuevas alianzas en la gestión del poder con miras a una nueva forma jerarquizada de funcionar, etc. Pero, en lo principal, la estructura del sistema de dominación sería la misma o muy semejante. Ejemplos cercanos en el tiempo son los “cambios” acaecidos tras la “revolución” francesa y más recientemente tras la segunda guerra mundial.
La sociedad objeto de estos cambios, seguiría siendo profundamente desigual y acérrima en la defensa de la propiedad privada de carácter ilimitado, así como de un modelo de territorio fraccionado en estados, idóneo para que sus habitantes sigan siendo explotados en provecho , en este caso, de las nuevas oligarquías mandantes. Es decir, una sociedad en la que la libertad del sujeto no tendría lugar, ni el respeto a la conciencia, ni la igualdad ni la fraternidad, por mucho que siguieran apareciendo este tipo de proclamas en las nuevas constituciones.
Pero, existe también otro posible escenario, el que nos sitúa, como consecuencia del agotamiento del modelo estatal-capitalista, ante un cambio de paradigma social, es decir, un cambio civilizatorio que incluirá aquella nueva cosmovisión de lo humano que seamos capaces de poner en práctica.
Estamos en el momento presente ante una realidad compleja que participa de estos tres escenarios antes descritos. En primer lugar, se está intentando un cambio en las estrategias de dominación por parte de las oligarquías dominantes , lo que les comporta dudas en la manera de proceder y les procura enfrentamientos internos, recelosas no sólo de perder poder en lo que se refiere al sometimiento del pueblo, sino de ser desplazadas por otras minorías más eficaces en el rol de dominación que les compete y del que podrían dejar de formar parte. Esto se traduce en ambivalencias sobre cómo proceder con miras a los abastecimientos y la producción de bienes en un futuro próximo pero sobre todo sobre las alianzas de carácter militar, pues es mucho lo que se juegan con cada acierto o error en este sentido. Es lo que observamos a diario con cierta claridad.
Al mismo tiempo estamos ante la dificultad del actual imperio norteamericano y sus adláteres de mantenerse en la cima de la pirámide del poder máximo de dominación, no sabemos con certeza si también ante su desmoronamiento, lo que nos coloca en un escenario armamentista y una posible guerra mundial , aunque nos es difícil conocer la situación concreta existente en este momento, ya que la ocultación de la información es fundamental .De hecho, la información no sólo ha de ser opaca sino engañosa, si se quiere vencer en esta lid, pues así lo exige el proceder táctico de cualquier conflagración armada, más aún de carácter global. Por otro lado, los beneficiarios del sistema financiero y de producción capitalista no pueden sino estar atentos, para apostar de inmediato por aquellas oligarquías y sus territorios ( estados) que mejor vayan a proteger sus inversiones y sobre todo salvaguarden su manera de proceder, depredadora.
Al mismo tiempo, una nueva cosmovisión se abre paso con un estatus de realidad en nada menor que las otras realidades anteriormente descritas. Es decir, estamos, junto con los acontecimientos anteriormente descritos, inmersos en una revolución de carácter integral, global, inherente al propio funcionamiento de la vida.
Aunque esto último no sea por el momento tan patente ni recogido por los medios de comunicación a través de los que estamos acostumbrados a conocer la realidad, son muchos los sujetos humanos, mujeres y hombres, que están igualmente atentos a este tipo de cambio. El hueco que deja el colapso de un imperio, si bien tiende a ser llenado por otro u otros imperios, conlleva frecuentemente la caída de un proceso civilizatorio y esto nos compete. Hablamos de una concepción nueva y radical de muchas cosas. Por eso no podemos aceptar la sustitución de unas ideologías o unas religiones de estado por otras igualmente diseñadas para la dominación y por ello presentadas como lo contrario, como el ejercicio de una serie de las virtudes humanas. Es pues necesario ver más allá de lo que se nos proporciona a través de unos medios de comunicación en manos del poder casi en su totalidad.
Un nuevo proceso civilizatorio, si realmente quiere ser nuevo, ha de reducir al mínimo las guerras e incluso trabajar por hacerlas desaparecer. Afirmar esto equivale a decir que hay que contar con un modelo territorial realmente nuevo, completamente diferente al actual. Está demostrado hasta la saciedad que la utilización excluyente de un territorio, como hacen los estados actuales, no funciona. El ejemplo más claro, el conflicto judeo-palestino, pero también de otros extendidos por el orbe. La guerra permanente es una de las características definitorias de la modernidad.
De esto ya han tomado buena nota las oligarquías mandantes. Por ello barruntan , desde hace tiempo, una serie de ideas referentes al estado y es seguramente por ello que sus divergencias parecen estar ampliándose. Durante los últimos lustros las oligarquías más influyentes a nivel mundial vienen diseñado y trabajado con decisión por la creación de un gobierno mundial y han perfeccionado en extremo los instrumentos para la manipulación de las conciencias, lo que equivale a decir para la destrucción del sujeto , añadiendo un abanico de religiones laicas a las ya existentes, que pasan desapercibidas a la mayoría de seres humanos.
Pero la cuestión de la disolución de algunos estados en aras a la existencia de supraestados que hagan posible finalmente un gobierno mundial , parece dividir de manera irreconciliable a unas oligarquías contra otras , aquellas que se oponen a este designio porque se ven perjudicadas. Prevemos, para los próximos años, un choque frontal entre unas y otras en este sentido, lo que afectará a la situación actual. Mientras tanto el “pueblo llano” asiste perplejo a estos avatares y sobre todo al desmoronamiento del estado del bienestar, sin darse cuenta que lo que está en crisis no atañe sólo al tamaño y funcionamiento del estado sino a su existencia como tal. Quienes intentan apuntalar lo que ya no es posible gastan en esto sus energías para mayor frustración.
Nuestra concepción revolucionaria que incluye la necesaria desaparición del estado, nada tiene que ver con esta pugna oligárquica y sin embargo estamos inmersos en ella no sólo de manera accidental sino sustancialmente, puesto que formamos parte como sustentadores y colaboradores del actual estado de cosas . Nuestra reflexión debe por tanto trascender esta situación pero teniendo en cuenta que formamos parte de ella, algo contrario a esa actitud mágico-infantil de pensar que podemos quedarnos al margen.
El cambio civilizatorio del que hablamos que está también en marcha, y por tanto la manera de utilizar los territorios y los recursos económicos para la supervivencia, parte de una concepción radicalmente diferente de entender la vida, la igualdad, la dignidad y la libertad de las personas. Para una civilización nueva la base de la supervivencia hay que cifrarla en la capacidad del ser humano por compartir, lo que equivale a decir a autogestionarse como seres individuales y colectivos. Del concepto de compartir no se puede excluir el territorio, de lo contrario no se resolvería el propio hecho de la supervivencia.
Así como el ser humano deja de serlo si no es capaz de empatía, de transmitir sentimientos, dialogar y compartir bienes , del mismo modo los pueblos dejan de ser humanos si no son capaces de compartir el territorio, lo que no es opuesto a lo privado, pero sí a la forma en que se lo tiene como un “ derecho” sagrado y a su falta de limitación y control. Evidentemente esto nada tiene que ver con la obligación actual de pertenecer a una “nación” o a un estado
No parece ser posible la socialización sin compartir bienes, pues la socialización se aprende en la propia acción de la supervivencia. Por ello al proceder a la privatización absoluta del territorio, los territorios, y no verse obligado a gestionar lo común de manera colectiva, el ser humano exacerba su egoísmo, se degrada, se hace insociable, se convierte en un ser incapaz de autogestionarse y de colaborar. En lo psíquico carece de equilibrio y no es capaz de ser feliz a pesar de cualquier progreso material que por otro lado resulta necesariamente desigual, excluyente y depredador. El ser humano enferma de individualismo, deja de sentir amor por sus semejantes, los abandona y se abandona a la indigencia.
La acción desinteresada y el hecho de compartir y colaborar deben estar presentes siempre en el ser humano. Su falta explica el espectáculo l actual civilización y sus extremadamente violentas luchas territoriales que a su vez anuncian su colapso, ya que no estamos hechos, como especie, para vivir en medio de semejante tensión crónica.
Repetimos, la nueva cosmovisión de lo humano, no puede soslayar el importante problema de saber compartir los territorios, como no puede, a nivel más personal, negarse a compartir bienes y afectos. El concepto de revolución integral no incluye la posibilidad de comportarse a nivel social de manera diferente de lo que debe ser el comportamiento individual y viceversa. Lo que equilibra a las personas, equilibra a los pueblos y hace posible la supervivencia.
Tampoco esto tiene que ver con la manera en que el capitalismo, las oligarquías mandantes, tratan el problema de la inmigración, sacrificando el derecho consuetudinario, las costumbres, la idiosincrasia e incluso la ética de los pueblos en pro de una obligada producción competitiva y un sostenimiento y engrandecimiento de los estados. En este campo se nos presenta como virtud de hospitalidad lo que es una vil explotación del ser humano. Se llama así supervivencia a lo que no lo es.
El cambio que se ha puesto ya en marcha, tiene caminos divergentes según partamos de la manera de entender la libertad y la igualdad, la dominación o su total exclusión entre seres humanos. Con otras palabras, según sea obra de las oligarquías mandantes u obra de aquellos pueblos que todavía conservan su autonomía y libertad, autogobernados según relaciones horizontales.
Lo cierto es que las fronteras pueden desaparecer en sentidos diferentes y contrapuestos. No es lo mismo desdibujar fronteras, como se está intentando en Europa desde una estrategia de poder, a hacerlo porque se trata de uno de los aspectos fundamentales del ser humano y queremos vivir como tales, sacrificando si es necesario lo que se nos vende como virtudes estatales: la justicia, el orden, la protección, y el socorro, convencidos de que nada de esto es cierto.
Si queremos vivir según dichas virtudes, es necesario precisamente trascender el estado y es desde esta perspectiva, cómo numerosos conflictos armados, entre ellos el conflicto Palestino-Israelí , paradigma de enfrentamiento por un territorio, podrían ser resueltos, cosa que no será nunca posible en el actual sistema que impide una sana convivencia entre seres humanos.
No se nos escapa que no estamos, para nada, ante un planteamiento simple sino todo lo contrario. Nunca será posible compartir recursos y territorios sin un cambio en profundidad del sujeto humano, es decir, sin que sea capaz de vivir precisamente compartiendo . Lo que equivale a explorar, desde este mismo momento, formas de supervivencia donde la ayuda mutua sustituya el exceso de valor dado al dinero , se recuperen cotas de convivencia amorosa , y se obtenga a su vez por este camino la necesaria salud, física y psíquica.
Sólo en un marco convivencial nuevo puede el ser humano actual dejar de ser lo que es, un ser que oscila entre ser dominador o dominado, según su capacidad o incapacidad para adaptarse de una u otra manera, a una sociedad jerarquizada, desigual, injusta y violenta. Un ser que puede llegar a ser igualmente mezquino, pertenezca a la élite mandante o a la masa subordinada de personas carentes de reflexión y sin conciencia, que aman en lo esencial sus cadenas.
Sólo en el marco de la cooperación verdadera la que incluye compartir, no para acumular dinero y poder con el que medrar en la jerarquía social ( que es a lo que se llama cooperación y colaboración en la sociedad capitalista) sino para hacer posible una verdadera convivencia humana.
Y para que sea posible ese saber compartir el territorio y buscar los recursos de manera común , la meta no puede ser otra que la búsqueda de una colaboración amplia, profunda y básica de todo el grupo social en la crianza de los hijos.
No se trata de decir, de forma retórica, que los niños y niñas son la base de la sociedad, frase que también se formula con frecuencia en la sociedad del capital, sino partir del convencimiento de que el ser humano sólo crece en equilibrio, rodeado de amor. Ese amor que no da ni puede dar el ser humano individualizado, esclavizado y necesitado de crueldad para sobrevivir. Tampoco una “familia” construida con la argamasa de estos seres sociales : dominadores o dominados, faltos de libertad y de alegría, infantilizados en el mando y en la sumisión.
La libertad y autonomía de ese grupo social que alimenta, cuida y educa en su seno a la infancia, es fundamental pues, como ya hemos comentado, de lo que se trata es de salir del círculo vicioso de la sumisión-dominación o viceversa. La solución no puede estar en la forma en que actualmente sobrevivimos, ni en cubrir nuestras necesidades parasitando o en colaboración con quienes nos parasitan. Sólo en el ejercicio pleno de la libertad puede surgir un ser nuevo y al mismo tiempo una sociedad nueva.
Lo que necesita la infancia no es un tipo de bienestar que empobrece sentimientos y emociones y acaba desequilibrando la psique humana. Lo fundamental son las cotas de libertad adquiridas por unos y otros, aquellos que debemos educar en grupo y para el grupo , de manera que sobre ellas los niños y niñas puedan crear hábitos aptos para una relación humana respetuosa , donde el egoísmo y el altruismo estén en equilibrio y se sepa compartir y colaborar de modo que exista un tipo de igualdad que sea propia de una sociedad horizontal en lugar de jerarquizada siguiendo patrones militares. Hablamos por tanto de un bienestar compatible con la libertad que no se confunda intencionadamente con el placer sin límites.
Con sujetos sociales autónomos, libres se pueden generar sujetos colectivos igualmente autónomos y libres que son al mismo tiempo, la causa y el resultado del nuevo paradigma civilizatorio y no se crezca en el deplorable marco de competitividad violenta, egoísmo exacerbado , la mentira, desequilibrio psíquico , depresión y enfermedad , marco social en el que los niños y niñas de la modernidad vienen al mundo y crecen con una carga de sufrimiento psíquico inmensa, tanto si nadan en la abundancia y bienestar material, como si carecen de lo necesario, pues carecen de lo esencial y necesario para vivir que es el amor.
El ser humano actual, presionado por fuerzas adaptativas de signo muy diferente cuando no totalmente opuestas, muestra su ambivalencia y perplejidad, pues por un lado quiere, especialmente para su descendencia , una sociedad más justa e igualitaria, pero por otro lado, en su fuero interno sabe que esto no es posible sin un cambio radical en un plano civilizatorio que juzga inexistente. Y le resulta extremadamente difícil es compaginar, siquiera mentalmente, ambas posibilidades. Es por ello que la incomprensión lleva a la oposición y en algunos casos a la violencia.
Pero debemos admitir análisis diferentes y diferentes respuestas, seguramente muchos de ellos complementarias. No es lo mismo, saber qué hacer a partir de tomar conciencia sobre una modificación en la estrategia de dominación por parte de ciertas élites mandantes , que hacerlo ante la percepción de que está habiendo un cambio civilizatorio. Tampoco pergeñar estrategias sobre un mundo que se percibe ya en guerra o que todavía no lo ha hecho.
Lo que nos une en la tarea de una revolución integral es tener como fin y referencia la creación de algo realmente nuevo y nuevo es conseguir ser un sujeto humano que no sea ni parásito ni huésped, ni dominador ni dominado. De esta meta debe surgir nuestra estrategia que necesariamente divergirá en tácticas. Una estrategia y sus correspondientes tácticas que empieza donde acaba la crítica.
No se trata de sentirse víctima, pues esta percepción no es sino la otra cara de la misma moneda que nos convierte en dominados y dominadores según una manera infructuosa de entender la vida.
Estamos por tanto, estamos, una vez más en la historia pues se trata de una constante para cada generación y para cada individuo, ante una opción personal. Muchos son, como hemos visto , los escenarios presentes, todos reales,sucediendo al mismo tiempo. Nuestra responsabilidad consiste en elegir la lucha y ser consecuentes. Es decir tratar de establecer metas, estrategias y tácticas que nos lleven a la opción que consideremos la mejor según conciencia. Por ello nos exigirá un gran esfuerzo. Un esfuerzo de reflexión y generosidad al que todos estamos llamados en el presente.
Rafael Rodrigo Navarro, marzo 2017