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  • Autor de la entrada:Rafael

Como  explicó  George  Orwell   (1903-1950) el lenguaje, una de las facultades humanas más básicas, puede ser convertido   en un instrumento de poder y de dominación de primer orden.

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En un artículo aparecido en el diario  El País  del  día 17 de noviembre de 2016 titulado Posverdad, la palabra del año,   y  firmado por Rubén Amón, aparece  cómo, puesto  que los medios de comunicación ya están al servicio del  poder, éste  trata de  manipular  los contenidos del  lenguaje.   Confundir la mente del ser humano de manera  constante  parece  ser  la condición sine qua non para permanecer, pues así se  socaba toda resistencia  de quien ocupa el plano de la subordinación.

En él  leíamos  que cada año el  Oxford Dictionary  acuña  una palabra nueva que  en principio  debería servir para mejorar nuestra comprensión de la realidad y la convivencialidad humana. Pero surgen algunas preguntas que es necesario  contestar: ¿Es esto  realmente así?, ¿Cuál es la relación existente entre las  autoridades académicas de la lengua, en este caso inglesa, y el  poder político?

Si empezamos por la segunda pregunta, tenemos, para responder, tres posibles escenarios.

Primero,  que, ante la acuñación de un nuevo vocablo ,  desde instancias de poder  se  trate   de darle un  significado nuevo,  diferente , concreto,  distinto al que ha tenido hasta ese momento,  que es el  criterio que sigue la Academia de la Lengua  en general para recogerlo en su diccionario.  Se trata evidentemente de un significado  que  aproveche a sus fines  de dominación y que  con la ayuda de  su  todopoderosa  fuerza mediática,  se generalice lo más posible  de manera que anule  otros posibles significados que les sean contrarios.

En segundo lugar,  que la Academia  reconozca  un vocablo, puede ser un neologismo,  cuyo significado ya  ha sido atribuido desde el poder  con el objetivo de influir sobre la conducta humana.  En este caso, la Academia, consciente o inconscientemente,  sirve a  sus  designios  y   dota a éste de un concepto  más,  idóneo  para ser utilizado por la propaganda, el adoctrinamiento  y para la manipulación mental.

La  tercera  respuesta  consiste en reconocer que  la propia  Academia de la Lengua  se pueda prestar  al juego  del poder  y se  haya  convertido en uno instrumento más de los muchos que éste dispone. En este  caso,  como describe  Goerges Orwel  en su obra más conocida  “1984”,  el lenguaje  puede ser  manipulado,  en profundidad,  de tal manera  que la libertad del ser humano parece casi irremediablemente perdida.

Deseo pensar que  este último escenario de dominación todavía no se ha dado  en su totalidad, si bien no es fácil saber hasta qué  punto está afectada la raza humana en su conjunto; pero  sí sabemos  que  de producirse, estaríamos  frente a  un tipo de totalitarismo, fascismo,  de nuevo cuño ante el que no sabemos siquiera cómo   reaccionar, a pesar de  las  espeluznantes  experiencias  vividas   en  el  pasado  remoto  y   recientemente,  que nos deben hacer reflexionar.

La razón fundamental por la que creo que  todavía no se ha dado  esta  situación con carácter global  es  la existencia , junto  a  una paralela degradación constante de los seres humanos,  de sujetos autónomos    capaces de  resistir, por el momento.  Al fin y al cabo,  el poder   y  su  forma  jerárquica y militarizada,  por mucho que en su intento de dominación trate de abarcar a toda la humanidad, no es sino una forma concreta,  y sólo una,  de  las  muchas posibles, que pueden conformar al  sujeto colectivo.

En cualquier caso,  las palabras han ido  variando  sus significados a lo largo de la historia  a causa de los intereses  e  influencia de las élites gobernantes   y  por ello es necesario  volver en muchos  casos a sus  significados prístinos, originales.  Resulta trágico constatar cómo han  desaparecido, casi sin dejar rastro, descripciones  de  vivencias del pasado mucho  más acordes con lo humano  que la mayoría de las  que  están teniendo lugar en el presente.

Lo primero que hay que hacer notar, es que  existe un designio, no sólo un enfoque práctico,  de   que el inglés sea  la  lengua  universal por excelencia. El hecho de que se intente hacer circular un vocablo inglés desde las instancias influyentes  y  programas de máxima audiencia como son  los acontecimientos deportivos,  musicales, etc.,  y de manera especial  los telediarios,  precisamente las que más deberían  defender y cuidar  la lengua propia,  nos lleva a pensar que  el verdadero objetivo no es el  deseo  práctico de  contar con una lengua universal  para  la comunicación y el comercio sino que la intención va más allá ( no son las oligarquías mandantes precisamente  “un hermano bondadoso”  que pretenda  nuestro bien  , sino  más bien  “ un gran hermano”  que  trata de controlar a la sociedad  en  su  provecho ).   No ha de sorprendernos, por tanto, que  la lengua de comunicación obligada  de  las Juntas del Alto Estado Mayor  de  casi todos los países del mundo  sea  el inglés.  Estamos ante algo fundamental  para el mando unificado  y  el control  de la subjetividad humana.

Un   ejemplo, de libro,  sobre  la utilización del  inglés  como instrumento de una ideología para la dominación  ( existen numerosos ejemplos del  pasado  de cambios  de  significados  en el griego o  el latín  cuando  el   judaísmo  y el   al cristianismo devinieron religiones de estado ) es  en la actualidad  la manipulación del concepto de “género” ( “gender”  en inglés)  que está llenando de  confusión,  miseria y dolor  a la sociedad humana en lo que atañe a la violencia  familiar y otros,  ante lo  que han protestado tímidamente  algunos  miembros de la  Real Academia Española de la Lengua.   Hay que tener en cuenta que ni siquiera en inglés, no digamos ya en castellano, este vocablo  tiene el significado que se  ha generalizado  por medio de  campañas  conscientemente diseñadas.  Basta, para advertirlo, con  tener en cuenta  las acciones   “ sugeridas”  desde instancias internacionales  y convertidas en protocolos  servilmente  ejecutados   que obligan a dar noticias de género  diarias  en los programas de máxima audiencia  como son los telediarios y dedicar al tema  cientos de horas mensuales en emisiones  preparada s con dicho objetivo. Es evidente que si obligaran a hacer lo propio  en lo que respecta a cualquier otro aspecto de la realidad, la percepción que tendríamos de esa realidad  sería  errónea, que es precisamente lo que  está ocurriendo  con  los enfoques  sobre  la violencia  hacia la mujer, la homosexualidad, el racismo, etc.     

Pero lo más grave consiste en proporcionar a  espectadores y  oyentes  esta clase de información sin haber aclarado qué significa el concepto en cuestión (en este caso  “gender”).  ¿Cómo se puede  afirmar  que  “ género” , en contra de la coherencia más fundamental exigida al lenguaje,  es  una acción unilateral,  sólo posible  desde el  sexo masculino sobre el femenino ¿ Tan poco valor le damos a la lógica?  

Es evidente que en  este juego entre  significantes  y significados,  es  más eficaz ,a la hora de manipular las mentes, recurrir a otras lenguas  de las  que el  receptor desconoce los significados atribuidos a las  palabras  y  a los que se les puede  hacer significar  cualquier  arbitrariedad.   Si  consultamos  el diccionario de la  Real Academia Española de la Lengua observaremos que  los distintos  significados de la palabra  género tienen siempre un carácter global, nunca particular cómo lo  es  afirmar  que “ sólo los hombres pueden cometer violencia de género” . Estamos pues ante una violencia  clara y  evidente ejercida sobre el sentido común desde  el poder. 

Y tras estas breves reflexiones, centrémonos ahora  en el  vocablo postverdad   que  desde hace un tiempo  empieza a ser  ampliamente  utilizado  en los medios de comunicación.  Dice el autor del artículo antes  citado que se trata de : “ un híbrido bastante ambiguo cuyo significado denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.

La  palabra  “ posverdad”  no está recogida todavía en el Diccionario de la  RAE,  y   viene a significar una descripción o formulación de las relaciones humanas en la que las emociones tienen un carácter preponderante ( algo que es evidente  y  sabemos desde siempre,  que, por otro lado,  no tendría mayor importancia si no se deseara manipular ) . Sin embargo  en su utilización en los medios, como cuando se califica  la  actuación de Donald Trump  de “posverdad” , se está confundiendo (¿ inadvertida o conscientemente?) a  las emociones con las creencias personales.

Esta confusión  nos incapacita para entender lo que  está pasando   y   nos hace  perder el tiempo en  discusiones bizantinas e  interpretaciones espurias que desvían nuestra atención de lo realmente importante.  Lo afectivo y lo sentimental  son  elementos esenciales  en  la convivencia y en la sociabilidad, por eso tienden a ser ninguneados o manipulados concienzudamente, desde el poder.  Con la manipulación del  significado que se está dando al neologismo “posverdad”,  se trata de desviar  la atención del conflicto interno existente  en este momento  entre  las  oligarquías mandantes a causa de  estrategias de dominación divergentes, lo que evidentemente conlleva consecuencias a las que no desean  que tengamos acceso.  

En el uso de este vocablo  se   insiste en  la prevalencia de lo “ objetivo”  frente a lo “ subjetivo”  descalificando , si es necesario,  lo emocional,  algo  que  ya hizo  la ilustración y que tuvo su reacción más visceral en  el romanticismo.  Evidentemente para quien así razona,  la “objetividad “la  posee  siempre quien detenta la fuerza , por ello  durante el siglo XVIII  se tuvo la desfachatez de decir que lo correcto es  “gobernar en nombre del pueblo pero sin el pueblo”.

La  realidad es que lo racional es  tan manipulable o más que lo emocional. Se trata pues de falsas apelaciones  a  una u otra facultad humana tratando de ganarse a la masa de posibles seguidores,  descalificando a la  ideología de aquella  oligarquía que se  considera “díscola” o enfrentada.  Se  pretende descalificar  el discurso opuesto, en este caso de Trump  e ideologías afines,  creando y desprestigiando al mismo tiempo la  palabra  “posverdad “  ( significante), como si los componentes emocionales, de la  creencia y la  superstición  se pudieran separar  de la verdad  concreta y  necesariamente parcial humana,   para a continuación  afirmar que  se equivoca  quien se deja llevar tales emociones. Se define lo puro, una entelequia, para proyectar y atribuir al oponente   la impureza de su ser y de su actuar.  Con otras palabras,  se le acusa  de  superstición  mediante una utilización mágica  de  la palabra. 

Dice Rubén Amón :  “La definición ( de posverdad)  es una manera de describir el contratiempo y  hasta la conmoción que han supuesto el Brexit o la victoria de Donald Trump. Dos “posverdades”  en la medida en que una y otra noticia han sobrepasado cualquier expectativa ortodoxa o racional”.

No  es nuestro propósito  analizar lo  acertado o no  del  artículo que  nos ocupa ( el periodista parece ser consciente del intento de manipulación de  este nuevo concepto  recogido recientemente por el diccionario en los países de habla inglesa),  sino  tratar de comprender el alcance  de la manipulación del lenguaje.  De hecho el autor del artículo añade  que  el vocablo “posverdad”  adquiere , con una definición que trata de situarse entre  la verdad revelada y la verdad sentida, tintes orwelianos:”  La verdad, por tanto, puede ser una mentira asumida como verdad o incluso una mentira asumida como mentira, pero reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad”.

Y continúa :  “Fue Eric Alterman, quien revistió la idea (posverdad)  de un valor político, tomando como ejemplo la manipulación que habría ejercido la Administración Bush a raíz del trauma del 11-S, precisamente porque una sociedad en situación de psicosis iba a resultar mucho más sensible y fértil a la inoculación de “posverdades”. Más aún cuando se trataba de restringir libertades o de emprender iniciativas militares, empezando por la “posverdad”  de las armas de destrucción masiva”.  Y añade: “ La diferencia, ahora, consiste   en que el Diccionario de Oxford no sitúa la “posverdad “ como un arma a disposición de la clase política dominante, sino como un poderosísimo y descontrolado recurso de los súbditos. Trump y el Brexit serían expresiones inequívocas de rebelión al sentido común”.

En un artículo aparecido en periódico digital El diario.es,  titulado “Por qué lo llaman «posverdad» cuando quieren decir «mentira»  , el periodista Javier Gallego dice : “«Posverdad» es la nueva palabra de moda para definir la propaganda y la manipulación populistas. Pero el término cae en lo que denuncia. Oculta la realidad tanto como quienes la pervierten. Lo contrario de la verdad no es la “posverdad”, es la mentira”.

Estamos pues ante  una realidad recurrente : la sutileza  en  la manipulación del lenguaje con fines  partidistas,  en una sociedad dividida  por  bandos oligárquicos enfrentados entre sí,  en la práctica  una paz armada  o  una guerra declarada según los casos,  que no hace sino enfrentar al resto de los seres humanos.     

Sin embargo,   lo  significativo  es  considerar que las personas  nos  regimos  indistintamente  por la razón y  por las emociones,  tanto  cuando asumimos  roles de  poder y dominación como cuando lo hacemos como subordinados.   Esto a su vez indica que   todo está -como diría Heráclito-  en cambio permanente.  En cualquier momento  puede desbaratarse un plan preconcebido,  como  es el caso  de  la sociedad actual, diseñada   por una oligarquía mandante  siguiendo  una  estricta jerarquía,  pero  sin olvidar  en ningún momento que formamos parte de la misma en cierta manera, con nuestro consentimiento.

 Cuando hablamos de cambios profundos, es todo el sistema el que está en juego  y  no podemos pensar que estamos al margen,  que no colaboramos  y  que no lo mantenemos.  Así pues,  no se trata de criticar  permanentemente al sistema de dominación sino tratar de descubrir cuál es nuestro  rol en todo ello.

Por otro lado  hemos de ser capaces de discernir  si , en primer lugar, lo que está ocurriendo en la actualidad  responde  a un simple lavado de cara de las  estrategias  pergeñadas  por las  oligarquías mandantes en su afán de dominación  o , por  el contrario,  estamos  inmersos en el proceso de desmoronamiento de un imperio ,  a semejanza  de lo que viene ocurriendo desde  tiempos inmemoriales.

Tanto en uno como en otro caso,  los cambios no serían sustanciales,  aunque sí  se produciría   la  consabida  sustitución de unas oligarquías mandantes por otras.  En todo caso, el  sistema  militar podría  fraccionarse o  simplemente producirse nuevas alianzas   en  la gestión del poder con miras a una nueva  forma jerarquizada  de  funcionar,  etc.  Pero, en  lo principal,  la  estructura  del sistema  de dominación  sería la misma  o  muy semejante.  Ejemplos cercanos en el tiempo  son   los “cambios”  acaecidos  tras la “revolución”  francesa  y  más recientemente  tras la segunda guerra mundial.

La sociedad objeto de estos cambios, seguiría  siendo  profundamente desigual  y acérrima en la defensa  de la propiedad privada de carácter ilimitado, así como de  un  modelo de territorio   fraccionado  en estados, idóneo para que  sus  habitantes  sigan  siendo   explotados  en provecho , en este caso,  de las nuevas oligarquías mandantes.  Es decir, una sociedad  en la que la libertad del sujeto no tendría lugar, ni el respeto  a la conciencia, ni la igualdad ni la fraternidad,  por mucho que siguieran  apareciendo   este tipo de proclamas en  las  nuevas constituciones.  

Pero,  existe también  otro posible escenario, el  que nos sitúa, como consecuencia del agotamiento del modelo  estatal-capitalista,   ante un cambio de paradigma social, es decir, un cambio civilizatorio  que incluirá aquella  nueva cosmovisión de lo humano  que seamos capaces de poner en práctica.

Estamos  en  el momento presente  ante una realidad compleja  que participa de estos  tres escenarios  antes descritos.  En primer lugar, se está intentando un  cambio en las  estrategias de dominación por parte de las  oligarquías dominantes , lo que les comporta   dudas  en  la  manera de proceder   y  les procura  enfrentamientos internos,  recelosas no sólo de perder  poder  en lo que se refiere al sometimiento del pueblo, sino  de  ser  desplazadas por otras minorías  más eficaces  en el  rol  de dominación que les compete  y  del que podrían dejar de formar parte.  Esto se traduce en ambivalencias  sobre  cómo proceder con miras a los abastecimientos y  la producción  de bienes en un futuro próximo pero sobre todo sobre las alianzas de carácter militar,  pues  es mucho lo que se juegan con cada acierto o  error en este sentido. Es lo que observamos  a  diario  con  cierta claridad.    

Al mismo tiempo  estamos  ante  la dificultad del actual  imperio   norteamericano y sus adláteres de mantenerse en  la cima de la pirámide del poder  máximo de dominación, no sabemos con certeza si  también  ante su desmoronamiento, lo que  nos  coloca en un escenario  armamentista  y  una posible guerra mundial , aunque  nos  es  difícil conocer  la situación concreta existente en este momento,  ya  que  la ocultación de la información es  fundamental .De hecho,  la información no sólo ha de ser opaca sino  engañosa,  si se quiere vencer  en  esta  lid, pues así lo exige el proceder táctico de cualquier  conflagración armada, más aún  de carácter global.  Por otro lado, los beneficiarios  del  sistema  financiero  y de producción capitalista no pueden sino estar atentos,  para apostar  de  inmediato  por  aquellas oligarquías y sus  territorios ( estados)  que mejor vayan a proteger  sus inversiones   y sobre todo  salvaguarden  su manera de proceder, depredadora.  

Al mismo tiempo,  una nueva cosmovisión se abre paso con un estatus de realidad en nada menor que  las otras realidades anteriormente descritas.   Es decir, estamos, junto con los acontecimientos  anteriormente descritos,  inmersos en una revolución de carácter integral, global,  inherente  al  propio  funcionamiento  de la vida.

Aunque esto último  no sea por el momento tan patente ni recogido por los medios de comunicación a través de  los  que estamos acostumbrados  a  conocer  la realidad,  son muchos los sujetos humanos, mujeres y hombres, que están igualmente atentos a este tipo de cambio.  El hueco  que deja  el  colapso  de  un  imperio,   si bien  tiende a ser   llenado  por otro u otros imperios,   conlleva   frecuentemente   la  caída de un  proceso civilizatorio  y  esto nos compete.  Hablamos de una  concepción  nueva  y radical de muchas cosas. Por eso no podemos aceptar  la sustitución de unas ideologías o  unas religiones  de estado por otras igualmente  diseñadas para la dominación y por ello presentadas como lo contrario, como  el ejercicio  de  una serie de las virtudes humanas. Es  pues necesario ver más allá de lo que se nos proporciona a través de unos medios de comunicación en manos del poder casi en su totalidad.

Un  nuevo proceso  civilizatorio, si  realmente quiere ser nuevo,  ha de  reducir  al mínimo las guerras  e  incluso trabajar por hacerlas desaparecer.  Afirmar esto equivale a decir  que   hay  que  contar con un modelo  territorial  realmente nuevo,  completamente diferente al actual.  Está demostrado hasta la saciedad que la utilización excluyente de un territorio, como hacen los estados actuales, no funciona. El ejemplo más claro, el conflicto judeo-palestino, pero también   de otros extendidos por el orbe.  La guerra permanente es una de las características definitorias  de la modernidad.

De esto ya han tomado buena nota las oligarquías mandantes.  Por ello   barruntan  , desde hace tiempo,  una  serie de ideas  referentes al   estado y  es  seguramente   por  ello que  sus  divergencias parecen estar ampliándose.  Durante los últimos lustros  las oligarquías más influyentes  a nivel mundial  vienen  diseñado  y  trabajado con decisión por la creación de un gobierno mundial  y  han perfeccionado en extremo  los instrumentos  para la  manipulación de  las  conciencias, lo  que equivale a decir  para la  destrucción del sujeto , añadiendo un  abanico de religiones laicas a las ya existentes, que pasan  desapercibidas  a  la mayoría de seres humanos. 

Pero la cuestión de la disolución de algunos estados en aras a la existencia de supraestados  que hagan posible  finalmente un gobierno mundial ,  parece dividir de manera  irreconciliable a  unas oligarquías contra otras ,  aquellas  que se  oponen a este designio porque se ven   perjudicadas.   Prevemos, para los próximos años, un choque frontal  entre unas y otras en este sentido, lo que afectará a la situación actual.  Mientras tanto el “pueblo  llano”  asiste perplejo a estos avatares  y sobre todo  al  desmoronamiento del  estado del bienestar, sin darse cuenta que  lo  que está en crisis no atañe sólo al tamaño y  funcionamiento del estado sino a  su existencia como tal.   Quienes  intentan apuntalar  lo que ya no es posible gastan en esto  sus energías para mayor frustración.

Nuestra   concepción revolucionaria  que incluye  la necesaria  desaparición  del  estado,   nada tiene que ver con esta pugna oligárquica   y   sin embargo  estamos inmersos en ella   no sólo de manera  accidental sino sustancialmente,  puesto que formamos parte como sustentadores  y  colaboradores del actual estado de cosas .  Nuestra  reflexión debe por tanto   trascender esta situación  pero  teniendo en cuenta que  formamos parte de ella,  algo contrario a   esa  actitud mágico-infantil de pensar que podemos quedarnos al margen.  

El cambio civilizatorio  del  que hablamos  que  está  también en marcha,  y por tanto  la  manera de utilizar los territorios y los recursos económicos para la supervivencia,  parte de una concepción radicalmente diferente  de entender la vida, la igualdad, la dignidad  y  la libertad  de las personas.  Para  una civilización nueva   la base de la supervivencia  hay que cifrarla en  la capacidad del ser humano por compartir, lo que equivale a decir a autogestionarse como seres individuales y colectivos.   Del concepto de compartir no se puede excluir  el  territorio,  de lo contrario no  se resolvería   el  propio  hecho  de la  supervivencia.

Así como el ser humano deja de  serlo si no es capaz de empatía, de transmitir  sentimientos,  dialogar y  compartir bienes , del mismo modo los pueblos dejan de ser humanos si no son capaces de compartir el territorio, lo que no es opuesto a lo privado, pero sí  a  la forma  en que  se  lo tiene como un “ derecho” sagrado  y a  su  falta de limitación y control. Evidentemente  esto  nada tiene que ver con la obligación actual  de pertenecer a una “nación” o a un estado

No parece  ser posible la  socialización  sin  compartir  bienes, pues la socialización se aprende en  la propia acción de la supervivencia.  Por ello  al proceder a la privatización absoluta del  territorio, los territorios, y  no  verse  obligado a gestionar lo común de manera colectiva,  el ser humano exacerba su egoísmo, se degrada,  se hace insociable, se convierte en  un ser incapaz de autogestionarse y de colaborar.  En  lo psíquico  carece de equilibrio y no es capaz de ser feliz  a pesar  de cualquier progreso material que por otro lado  resulta necesariamente desigual, excluyente  y  depredador. El ser humano enferma de individualismo,  deja de sentir amor por sus semejantes, los  abandona  y se abandona a la indigencia.

La acción desinteresada y  el hecho de compartir y colaborar deben estar presentes siempre en el ser humano. Su falta  explica el  espectáculo l  actual  civilización  y  sus  extremadamente  violentas luchas territoriales que a su vez anuncian  su  colapso,   ya que  no  estamos hechos, como especie,  para vivir  en medio de semejante  tensión  crónica.  

Repetimos, la  nueva cosmovisión de lo  humano, no puede soslayar  el  importante problema de saber  compartir los territorios, como no puede, a nivel más personal,  negarse a compartir  bienes y afectos.  El concepto de revolución integral  no incluye  la  posibilidad de comportarse   a nivel social de manera diferente  de lo que debe ser el  comportamiento  individual y  viceversa.  Lo que equilibra a las personas, equilibra a los pueblos y hace posible la supervivencia.

Tampoco esto tiene que ver con la manera en que el capitalismo,  las oligarquías mandantes,  tratan  el problema de la inmigración, sacrificando el derecho consuetudinario,  las costumbres,  la idiosincrasia  e incluso la ética  de los pueblos   en pro  de una obligada producción competitiva y un sostenimiento y  engrandecimiento  de los estados.  En este campo se nos presenta como virtud de hospitalidad lo que es una vil explotación del ser humano.  Se llama así supervivencia a lo que no lo es. 

El  cambio  que se ha puesto ya en marcha, tiene caminos  divergentes  según  partamos de la manera  de entender  la libertad y la igualdad,  la  dominación  o  su total exclusión entre seres humanos. Con otras palabras, según sea  obra de las  oligarquías mandantes  u  obra de aquellos pueblos que todavía conservan su autonomía y libertad, autogobernados según relaciones horizontales.

 Lo  cierto  es que las fronteras pueden desaparecer   en sentidos  diferentes y contrapuestos.  No  es lo mismo desdibujar  fronteras, como  se  está intentando en Europa  desde una  estrategia  de poder, a  hacerlo  porque se trata de uno  de los aspectos  fundamentales del ser humano   y queremos vivir  como tales, sacrificando si es necesario lo que se nos vende como  virtudes estatales: la justicia, el orden, la protección, y  el socorro, convencidos de que nada de esto es cierto.

Si queremos  vivir  según dichas virtudes, es necesario precisamente trascender el estado y es desde  esta perspectiva,  cómo  numerosos conflictos  armados, entre ellos el conflicto Palestino-Israelí , paradigma de enfrentamiento por un territorio, podrían ser resueltos,  cosa que no será nunca posible  en  el actual sistema que impide una sana convivencia  entre seres humanos.

No se nos escapa que no estamos, para nada, ante un planteamiento simple  sino todo lo contrario.  Nunca será posible  compartir recursos y  territorios  sin  un cambio  en profundidad del sujeto humano, es decir, sin que  sea  capaz de vivir  precisamente  compartiendo . Lo que  equivale a explorar, desde este mismo  momento,   formas de supervivencia    donde la ayuda mutua  sustituya  el  exceso  de valor  dado al dinero , se recuperen  cotas de convivencia amorosa ,  y se obtenga  a su vez  por este camino la necesaria  salud, física y psíquica.  

Sólo en un marco convivencial nuevo  puede el ser humano actual dejar de ser lo que es,  un  ser  que oscila entre  ser  dominador o dominado, según  su capacidad o incapacidad  para adaptarse de una u otra manera,  a una  sociedad  jerarquizada,  desigual, injusta y  violenta.  Un ser  que puede llegar a ser igualmente  mezquino,  pertenezca a la élite mandante  o a la masa subordinada  de  personas carentes de reflexión y  sin conciencia, que aman  en lo esencial  sus cadenas.

Sólo en el marco de la cooperación verdadera   la que incluye  compartir, no para   acumular dinero  y  poder  con el que medrar en la jerarquía social ( que es a lo que se llama cooperación y colaboración en la sociedad capitalista)  sino  para  hacer  posible  una verdadera   convivencia humana.  

Y  para que sea posible ese  saber compartir el territorio y buscar los recursos  de  manera  común ,  la  meta no puede ser otra que la búsqueda de una  colaboración amplia, profunda y  básica   de todo el grupo social  en la crianza de los hijos.

No se trata de decir, de forma retórica, que  los niños y  niñas  son la base de la sociedad, frase que también se  formula con frecuencia en  la sociedad del capital,  sino partir del  convencimiento  de  que  el ser  humano  sólo crece en equilibrio, rodeado de amor. Ese amor que no da ni puede dar el ser humano individualizado, esclavizado y necesitado de crueldad para sobrevivir. Tampoco una “familia” construida  con  la argamasa de estos  seres sociales : dominadores o dominados, faltos de libertad y de alegría, infantilizados en el mando y en la sumisión.

La libertad y  autonomía  de ese grupo social  que alimenta, cuida y educa en su seno a la infancia, es fundamental pues, como  ya hemos comentado, de lo que se trata es de salir del círculo vicioso de la sumisión-dominación o viceversa. La solución no puede estar en  la forma en que actualmente  sobrevivimos, ni en cubrir nuestras  necesidades  parasitando o  en colaboración con   quienes  nos parasitan. Sólo en el ejercicio pleno de la libertad puede surgir un ser nuevo y al mismo tiempo una sociedad nueva.

Lo que necesita la infancia no es un tipo de bienestar que empobrece sentimientos y emociones y acaba desequilibrando la psique humana. Lo fundamental son las cotas de libertad adquiridas por unos y otros, aquellos que debemos educar en grupo  y  para el grupo , de manera  que  sobre ellas los  niños y niñas  puedan crear hábitos aptos para una relación humana respetuosa , donde el egoísmo  y el altruismo estén en equilibrio y  se sepa compartir y colaborar  de modo que  exista  un tipo de igualdad que  sea  propia de una sociedad horizontal en lugar de  jerarquizada siguiendo  patrones  militares. Hablamos por tanto de un bienestar  compatible con la libertad que  no  se confunda intencionadamente con el placer sin límites.

Con sujetos sociales  autónomos, libres  se pueden generar  sujetos colectivos  igualmente autónomos y libres que son al mismo tiempo,  la causa y el resultado del nuevo  paradigma civilizatorio  y   no  se crezca   en  el  deplorable marco de competitividad violenta,  egoísmo exacerbado , la mentira, desequilibrio psíquico , depresión y  enfermedad ,  marco social  en  el que los niños y niñas de la modernidad  vienen  al mundo y crecen  con una carga  de  sufrimiento  psíquico inmensa,  tanto si nadan en la abundancia y  bienestar  material, como si carecen de lo necesario, pues carecen de lo esencial  y necesario  para vivir que es el amor.   

El ser humano  actual, presionado por fuerzas adaptativas  de signo muy diferente  cuando no totalmente opuestas,  muestra su ambivalencia y perplejidad, pues por un lado quiere, especialmente para su descendencia , una sociedad más justa e igualitaria, pero por otro lado, en su fuero interno sabe que esto no es posible  sin un cambio radical en un  plano civilizatorio que juzga inexistente.  Y  le resulta extremadamente difícil es compaginar, siquiera mentalmente, ambas posibilidades. Es por ello que la incomprensión  lleva  a la oposición y en algunos casos  a la violencia.

Pero  debemos admitir análisis diferentes y  diferentes respuestas, seguramente muchos de ellos complementarias.  No es   lo mismo,  saber qué hacer  a  partir  de tomar conciencia  sobre     una modificación  en la  estrategia de dominación por parte de ciertas élites mandantes ,  que  hacerlo  ante  la percepción  de  que  está habiendo un  cambio civilizatorio.  Tampoco pergeñar  estrategias  sobre  un  mundo que se percibe  ya  en guerra  o que  todavía no lo ha hecho.

Lo que nos une en la tarea de una revolución integral es  tener como  fin  y referencia la creación de algo realmente nuevo y  nuevo  es conseguir ser un sujeto  humano  que no  sea ni parásito ni huésped, ni dominador ni dominado. De esta meta  debe surgir nuestra estrategia que necesariamente divergirá en  tácticas. Una estrategia y sus correspondientes tácticas  que  empieza donde acaba la crítica.

No se trata de sentirse  víctima, pues esta percepción no es sino la otra cara de la misma moneda que nos convierte en dominados y dominadores según  una manera infructuosa de entender la vida.

Estamos por tanto, estamos,  una vez más en la historia pues se trata de una constante  para cada  generación y para  cada  individuo,  ante  una opción personal.   Muchos son, como hemos visto , los escenarios  presentes,  todos reales,sucediendo al mismo tiempo.  Nuestra responsabilidad consiste en  elegir  la lucha y ser consecuentes. Es decir   tratar de establecer  metas,  estrategias y tácticas  que nos   lleven  a la  opción que consideremos  la mejor  según  conciencia.  Por ello  nos exigirá un gran esfuerzo.   Un  esfuerzo de reflexión y generosidad  al que todos  estamos llamados en  el  presente.

Rafael Rodrigo Navarro, marzo  2017

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