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(Carta póstuma a David Lafoz)

Me gustaría iniciar esta breve carta en modo agradecimiento a David, quizás me empatice con él por el hecho de que un familiar mío cercano se suicidó también, y conozco de cerca los padecimientos que acompañan a un suceso tal. Por eso, David, te reconozco las buenas intenciones que pusiste en tus proyectos, tu amor al campo aragonés, la solidaridad que mostraste para con tus iguales en los días de las inundaciones valencianas, incluso las agallas desplegadas en las jornadas de las movilizaciones tractoriles.

Tu muerte nos sirve de ejemplo, David, para demostrar que, las buenas intenciones acompañadas de los malos consejeros, no nos van a hacer llegar muy lejos. Porque tu muerte, tu manera de morir, solo con 27 años a tus espaldas, nos habla de que no entendiste bien todo lo que te estaba sucediendo.

Apostaste por la ayuda estatal, ese ente multifacial que te iba a fiscalizar económicamente y, al final, a asfixiar de hecho; apostaste por unirte a Vox, un partido político que, a la postre, no te ha servido de nada para salvar tu plan de vida; apostaste, creíste en un modelo de trabajo que te sometía en todo a la gran maquinaria, a la gran industria, al trabajo esclavizador, al engranaje vilificador ideado por el ente estatal.

A la hora de la verdad, te quedaste solo. Quizás te diste cuenta de que Vox sólo te había utilizado; o que tu proyecto de vida, bien colaborado con las instituciones gubernamentales, ya no tenía salida desde lo que habías construido, si te quitaban la PAC y demás estabas muerto; o que lo que creías que te daba fuerza interior y confianza en el sistema imperante, no te servía para tal, al contrario, en el fondo te habías envilecido como tantos otros.

No lo sé, no te conocí, David, no sé cuál fue el detonante final. Compadezco tu manera de retirarte, tan desoladora, tan henchida de abandono. Eres un reflejo de la brutal realidad imperante, la de la demolición controlada del mundo rural por el Estado.

Los que antes decían que te apoyaban, si hubieran sido sinceros, ahora deberían redoblar su lucha, su resistencia contra los organismos generadores de toda esta destrucción. Pero descuida, no caerá esa breva, la realidad es que, para ellos, no eres NADA. Te la jugaste a un partido político, es decir, echaste la suerte a caballo traidor. Todos ellos, ya sean de izquierdas o derechas, están en el mismo barco. Las reivindicaciones de Vox en materia rural son meras engañifas propagandísticas.

Nos duele tu muerte, David, porque lo hiciste engañado, porque lo hiciste abandonado por quienes te habían prometido ayudas, ya fueran las estatales o las de tu propio partido.

Nos hubiera gustado decirte, David, que el modelo en el que tú creías era todo él una milonga. Que la energía y entusiasmo, propios de tu temprana edad, que te hacían seguir adelante, se merecían haber luchado por algo que mereciera la pena, como lo es la cosmovisión que proponemos desde la RI. Que, con unos valores y virtudes diferentes, quizás podrías haber encontrado un sentido a la existencia, en colaboración con tus iguales. Que desde, tal vez, un proyecto de vida distinto, más humilde, alejado de las trampas y manipulaciones del sistema, hubieras podido, en verdad, realizar tu sueño, aunque fuera con lo mínimo para sobrevivir.

David, te suicidaste porque no viste otra salida. Y, en parte, tenías razón. Porque, desde el propio sistema, desde lo que tú creías, en efecto, no había salida.

Descansa en paz.                                                                    

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