Reflexiones a partir del libro del Félix Rodrigo Mora: Erótica creadora de vida. Propuestas ante la crisis demográfica
Las políticas de drástica reducción de la natalidad en el continente europeo, también en otras partes del mundo, tienen un corolario: se necesita de la inmigración para mantener el diseño y estructura del actual estado-capitalismo con sus minorías ricas, poderosas, sus ejércitos y sus correspondientes “Estados de bienestar” (sic), donde ha sido posible establecer este tipo de estructura social.
Es por ello, y por la manipulación mediática del fenómeno de la inmigración, que ésta aparece como fenómeno político y social ambivalente que la mayor parte de la gente no acaba de entender. Tampoco es posible saber con certeza si un determinado partido político, sea de izquierdas o derechas, está realmente a favor o en contra. Una cosa es la posición de cara a su electorado y otra su política. En esto como en otros muchos asuntos el doble juego y la hipocresía son la norma.
La emigración tiene diferentes causas y razones en las personas que abandonan sus respectivos países, y una de ellas responde a criterios de supervivencia. Es a partir de esa necesidad, debido a la indigencia y también a guerras u otro tipo de catástrofes, en sus países de origen, que los seres humanos son engañados por modernas mafias de traficantes de esclavos al hacerles creer que todo es posible en los países de destino, que en estos lugares existen mejores condiciones de vida, mejor trato humano y más trabajo. Sin embargo, los tres conceptos que acabamos de nombrar son relativos.
Por otro lado, y puesto que la estructura económica y social de los países (Estados) llamados ricos, capitalistas, es totalmente jerárquica a pesar de lo que se predica, otra de las causas de la emigración-inmigración es la constante llamada por parte de las clases poderosas para que los inmigrantes ocupen los estratos más bajos de la jerarquía social que quedan vacantes por falta de natalidad. Es decir, aquellos trabajos más inhumanos y peor remunerados, para seguir funcionando de manera ventajosa en el marco de la competencia entre países capitalistas.
A pesar de sus largos y costosos desplazamientos, los emigrantes se enfrentan en los países receptores a una situación semejante a la de sus países de origen puesto que estamos ante la misma estructura estado-capitalista funcionando a nivel mundial, con el agravante de la dificultad por entender el idioma y adaptarse a la cultura del país receptor.
Así pues, el fenómeno de la emigración-inmigración responde a necesidades sociales contrapuestas. Su aceptación o su rechazo, tanto en los países origen como en los de destino, resultan confusas. A esto hay que añadir, en los países receptores, las airadas reacciones de trabajadores asalariados que ven peligrar sus puestos de trabajos por miserables que sean. Algo semejante ocurre con aquellos autóctonos que viven gracias a un reducido negocio o reciben por parte del Estado ayudas que se ven obligados a compartir. En algunos casos, a más de las protestas, se llegar a agredir de manera inhumana a quienes inmigran. Tampoco están de acuerdo aquellos parados que, en un alto porcentaje, han de compartir los limitados y escasos recursos que el Estado les proporciona dentro de su peculiar manera de entender las relaciones laborales.
Describir el problema no significa que estemos de acuerdo en negar la entrada al país de destino de quienes tengan necesidad. De hecho, pensamos que el problema de las fronteras y los ejércitos está totalmente desenfocado en la organización de la actual sociedad capitalista en la que vivimos y su correspondiente división en Estados. Los territorios deben ser compartidos en muchos aspectos entre los seres humanos y la movilidad, siguiendo unas normas, debiera ser compatible con la libertad que los actuales gobiernos dicen “reconocer y respetar” y en la práctica es papel mojado.
Se trata de mantener la contradictoria y despilfarradora estructura económica capitalista como sea. Entre otras medidas, la de reponer la población en lugares donde la debacle natalista es casi total. Lo que no es óbice para sacar de sus territorios a las industrias más contaminantes, mientras tratan de atraer mano de obra esclava. Es una lástima que el asalariado del país receptor no comprenda que el problema no está en quienes vienen sino en quienes defienden y mantienen un sistema de producción basado en relaciones desiguales, totalmente injustas. El enemigo está en casa.
A ello hay que añadir que las propias minorías ricas, poderosas, que necesitan y colaboran en la venida de inmigrantes, no son partidarias de que estos, finalizadas sus tareas, permanezcan en sus países de destino, y es por ello que promueven una legislación enormemente confusa para evitar derechos de permanencia. Aspiran a un tipo de inmigración con billete de retorno, lo que no siempre consiguen, pues la farsa del llamado “Estado de Bienestar” lo dificulta. Efectivamente, dada, como hemos dicho, la escasez de natalidad en los países industrializados, la inmigración no sólo es necesaria para el mantenimiento del sistema productivo sino del propio Estado con sus ejércitos, sistemas policiales e injustas jerarquías sociales en él establecidas. Se trata, por un lado, de una guerra sin cuartel por los flujos migratorios necesarios para su supervivencia como tal Estado y, por otro, un aumento del paro en cada una de sus inevitables, por inherentes, crisis económicas.
Como dice Félix Rodrigo Mora, vivimos inmersos en una triste realidad: los modernos imperios están constituyéndose a partir de aquellos estados que resultan más eficaces en el robo de población humana a escala global. (1)
Por la misma razón, los jóvenes europeos se están trasladando a los países más ricos e industrializados de Europa. 2,5 millones en el caso de España desde 2009 (FRM óp. cit.) Lo que se predica como un signo de libertad, incide en el caso europeo en una reducción todavía más fuerte de la natalidad en el país de origen que la juventud abandona, y por tanto, en la necesidad más acuciante de inmigración con el objetivo de llenar el hueco producido.
Vivimos en constante confusión. Por un lado, es un hecho incuestionable la existencia de superpoblación en torno a las grandes ciudades o megalópolis. Se trata de un fenómeno propio de cualquier imperialismo que ha priorizado la vida en la ciudad frente a la vida en el campo dando al traste, entre otras cosas, con la posibilidad de democracia y la propia natalidad. Su objetivo: mayor rendimiento económico convirtiendo al trabajador autónomo en asalariado, y por supuesto mayor acumulación de beneficios.
Pero es precisamente en sociedades con una economía en equilibrio entre la producción comunitaria (comunal) y privada donde mejor se da el equilibrio poblacional y con ello una óptima utilización de recursos naturales al tiempo que se limita de manera natural la posesión de bienes individuales.
El proceder de los Estados para con la natalidad y la emigración no sólo es antinatural, sino que deja en evidencia el falso concepto que tienen de democracia, cuyo significado más antiguo, etimológico, habla de un crecimiento armónico y equilibrado del grupo social, nada que ver con el recurso a la inmigración para su supervivencia.
Una consecuencia de todo ello consiste en someter, anular e incluso hacer desaparecer, en el llamado “concierto del libre comercio” (sic), mediante control financiero y si es necesario ocupación militar bajo el eufemismo de “área de influencia”, a aquellos Estados con recursos naturales y humanos necesarios para la supervivencia de los más poderosos. O bien, como está ocurriendo actualmente en Europa, dar paso a un Estado paneuropeo mediante la disolución de aquellos que la forman. Nada nuevo, pues en su día la creación de los Estados actuales supuso a su vez la desaparición de las naciones preexistentes en sus territorios.
La lógica del supercapitalismo consiste en crear una única organización política a ni nivel mundial, tarea en la que se están empleando a fondo minorías cada vez más poderosas, lo que supone la previa desaparición de algunas de las actuales potencias económico-militares, aquellas que no sepan participar adecuadamente en dicha unificación, lo que augura tiempos todavía más revueltos. Unas minorías mandantes intentan mantener el “equilibrio” entre los actuales Estados indefinidamente, lo que no resulta creíble, y otras pretenden dar paso a un tipo de capitalismo mundial de “Estado” único. Los medios de comunicación, a su vez, reflejan esta ambivalencia, incluso en el interior de países poderosos como es el caso de EEUU, si bien ello responde a cómo se ven, si ganadores o perdedores, con tales cambios. Pero ambas versiones del capitalismo se basan en un mismo tipo de existencia jerarquizada, inhumana, precaria, a las que consecuentemente se les puede augurar un final, aunque no sepamos cuando.
En cualquier caso, la drástica caída de la natalidad está llevando ya a situaciones completamente novedosas de las que desconocemos sí las minorías poderhabientes tienen sobre ellas algún tipo de control. Aunque la inmigración pueda alargar la potencia y la vida del Estado receptor por un tiempo, no evitará su caída, puesto que destruye la capacidad de autogestión política de sus gentes, un híbrido poblacional cada vez más inoperante y enfrentado, como observamos sin ir más lejos en el Estado español y también en Europa en general.
Drásticos programas de reducción de la natalidad y a su vez el mantenimiento de los actuales ritmos de producción capitalista, en los que el armamento, la sanidad, la educación (adoctrinamiento), los inoperantes gobiernos, el aumento constante del control policial, etc., consumen ingentes cantidades de recursos materiales y humanos de todo tipo, sencillamente no son viables. Algo, por otro lado, anunciado en numerosas ocasiones: la irracional búsqueda del beneficio económico en el rendimiento del capital, ajeno a otro tipo de consideraciones, éticas, morales, ambientales, de salud y convivenciales, se traduce en una total falta de democracia, una importante ineficacia productiva y en la desorganización de la vida social.
Cada Estado trata de ofrecer las mejores oportunidades para que la producción dentro de su territorio se realice con el máximo beneficio para quienes aportan el capital. A su vez, busca aumentar las oportunidades para sus propias inversiones y el aumento en la recogida de impuestos, aspectos fundamentales para su existencia y permanencia como tal Estado. No se trata, como se afirma falazmente, de una competencia entre el Estado y el capital privado, como si aquel fuera un servidor de lo popular.
Los creadores y emisores de “dinero” son independientes y a su vez forman parte del Estado, cosa que nosotros como ciudadanos de a pie no somos ni lo uno ni lo otro. Lo cierto es que los Estados diseñan y ejecutan políticas privadas de carácter “nacional” e internacional y no, prostituyendo el concepto de democracia, políticas de base que respondan a las necesidades de los ciudadanos. Es, teniendo en cuenta este marco de funcionamiento, cómo puede analizarse con corrección el problema de la inmigración que, como hemos comentado, sostiene hoy por hoy el sistema de producción estado-capitalista. El día que se reduzca la natalidad también en los países de procedencia, el mapa internacional sufrirá nuevos cambios dando paso, si no se remedia, a gobiernos despóticos en los que se garantice la natalidad con medidas coercitivas de carácter tecnológico o simplemente dando paso a su definitiva desintegración.
Cabe, no obstante, como es nuestro deseo, un tipo de Transformación Integral de carácter personal y social que resulte más humana. Para ello contamos ya con grupos y organizaciones sociales orientadas a este fin. (2)
En este momento, el argumento a favor de la inmigración que se hace servir en los medios de comunicación, es que estos seres humanos en sus lugares de origen viven en condiciones indignas, sin posibilidades de desarrollo, sin servicios adecuados, con hambre o sumidos en la miseria, siendo por tanto la emigración para ellos una necesidad y un alivio. Se trata de un argumento falaz pues lo que hace que vivan en estas condiciones es el aceptado sistema económico estado-capitalista, cuya estructura, como hemos tenido ocasión de comentar, es la propia de cualquier imperialismo piramidal, expoliador y militarista, si bien disimulado y a su vez llevado a extremos hasta ahora nunca vistos. El cambio de lugar de las personas no es la solución, si no cambia el sistema de manera global.
Se da así la paradoja de que las fronteras estatales no interfieren en la dinámica vital y económica de quienes las han creado y las mantienen, y sin embargo sí lo hacen, a veces de manera drástica, negativa y definitiva en el resto de la población en general, en quienes las padecen, como, por ejemplo, con una casi total falta de libertad. Las fronteras adquieren significados diferenciados según se ocupe un lugar u otro en la jerarquía dineraria, política y social, tanto estatal como internacional. Las minorías dominantes necesitan para sobrevivir de recursos naturales, financieros y humanos con independencia de las “fronteras” y sin embargo quienes ocupan la base de la pirámide social quedan atrapados en el interior de las mismas.
Cuando más débil es la organización política y militar de un territorio determinado mayor volumen de recursos sale de sus “fronteras” con total impunidad y sin la justa compensación. De hecho, hablamos de Estados fantasma para indicar que no han dejado de ser colonias de aquellas metrópolis que las gestionaron en el pasado o las gestionan en el presente. Círculo vicioso que impide la existencia de economías autónomas, autogestionadas, ya que para ello es necesario que diferentes sectores productivos colaboren en libertad entre sí en el país de origen, antes de exportar sus bienes, y no sean dirigidos sectorialmente desde el exterior; algo imposible en la actualidad desde el momento en que las estructuras político-sociales de carácter igualitario, popular y democrático han sido destruidas y los centros de decisión se sitúan en conglomerados militares y financieros de carácter internacional, ubicados en no se sabe bien dónde.
La rapiña de carácter internacional en torno a la inmigración toma la forma de intervención humanitaria, a través de organizaciones creadas con este fin. Lo cierto es que el ser humano corre enormes riesgos tanto si se queda en sus países de origen como si pretende llegar a los países llamados “desarrollados”. En estos, la igualdad resulta meta imposible, inalcanzable, bajo el actual sistema económico y social, y no obstante se hace creer tanto a autóctonos como a inmigrantes que estamos en una etapa transitoria hacia dicho objetivo. Todo lo contrario, el estado-capitalismo necesita de la desigualdad y la explotación para su supervivencia. El llamado “Estado del Bienestar” resulta ser simple propaganda para el mantenimiento del sistema. Se necesita de trabajadores con la menor protección posible. La mayoría de los inmigrantes, puesto que en sus países de origen fueron destruidas sus prístinas sociedades autogestionadas, acuden a los países industrializados en condiciones de esclavitud, algunas veces dulcificadas y otras no. Lo único cierto es que en los países receptores circula más dinero que en sus países de origen y consecuentemente pueden ganarlo, lo que allí no ocurre, pero la inhumanidad en los países destino no es menor. El estado-capitalismo tiene carácter y dimensión global y no permite otra cosa.
El dinero, en cuanto instrumento económico, debería circular libremente entre grupos humanos y naciones, pero esto no ocurre pues el marco político, legal y productivo del estado-capitalismo convierte la acumulación del mismo en un fin y no en un medio. La fabricación de dinero, es privada y estatal al mismo tiempo, y está lejos de ser una actividad de carácter social. Se ha convertido en un instrumento de poder que destruye la dinámica participativa y convivencial del ser humano.
Como argumenta Félix Rodrigo Mora, en el libro objeto de esta reflexión, se trata de la eliminación consciente de la verdadera cultura popular, aquella que nace del pueblo como parte consustancial del mismo, es decir, relacionada con el resto de los aspectos básicos de la autogestión, la independencia y las relaciones amorosas entre seres humanos. Es claro cuando afirma que la producción “cultural” subvencionada por el Estado, que no surge de manera espontánea en el interior de la estructura igualitaria de un pueblo, no merece tal nombre. En muchos casos, se trata incluso de la utilización de la propia inmigración como herramienta para la destrucción de aquellas culturas autóctonas que, por su manera de entender la vida actúan como baluarte frente al Estado. ( FRM óp. cit)
Cuando una sociedad cambia su escala de valores en torno al dinero y éste ocupa el lugar prioritario que no le corresponde, se jerarquiza de manera rígida, destruye lo comunal que pasa rápidamente a manos particulares, tan necesario, en equilibrio con lo privado, para unas relaciones económicas y sociales verdaderamente humanas. Ubica a la milicia en el vértice del poder y lleva irremediablemente a la eliminación del pueblo en cuanto sujeto social con cultura y ética propia e independiente. Algo que viene ocurriendo en Europa desde hace siglos y se está acelerando de manera dramática y caótica en los últimos tiempos. “Dado que su único elemento movilizador es el poder y la ganancia empresarial (en la empresa estatal y pública y en la privada) han decidido eliminar étnica y culturalmente a los pueblos europeos” (FRM óp. cit.) A aquellos pueblos que históricamente se formaron en torno a valores tales como el respeto tanto a la persona humana individual como colectiva y a la búsqueda de una convivencia lo más igualitaria posible. Europa de los pueblos versus Europa de los Estados. Es evidente que está triunfando esta segunda acepción, acorde con el violento mundo del que formamos parte, pero que no aporta nada sustancial a la sociedad humana. Europa generó una cultura propia en el mundo, con sus luces y sombras. Reneguemos de su fase imperialista con sus formas de represión interna y opresión externa hacia otros pueblos y naciones, pero revelémonos contra su definitiva desintegración por pérdida de libertad frente a los poseedores del capital y el poder militar a nivel internacional, para quienes, como hemos comentado, el concepto de frontera se rige por “la ley del embudo”.
Vocablos tales como “democracia”, “pueblo” o “nación”, y un gran etcétera, han perdido su significado original, de manera que parece imposible que los seres humanos podamos volver a comunicarnos, políticamente hablando. Para el poder militar y económico, el “pueblo” lo forman aquellas personas que ocupan la base de la pirámide social y por tanto sometidas a un Estado, y no otra cosa. Sin embargo, nosotros entendemos por pueblo al conjunto mujeres y hombres que gestionan de manera autónoma, por tanto, en libertad, sus recursos espirituales y materiales, comunes y privados, necesarios para su subsistencia y realización. Comunidades humanas que gestionan sus propias vidas, lo que no quiere decir aisladas. Nada que ver con el Estado. Así hay que denunciarlo.
Un ejemplo, entre muchos, es el caso de las políticas lingüísticas, sin ir más lejos en Europa, tendentes a hacer desaparecer lenguas autónomas, incluido el inglés popular, y sustituirlas por lenguas “estándar” al servicio de los poderosos. El inglés y otras lenguas de carácter internacional han devenido “neolenguas” en las que se han sustituido los significados de las palabras originales por nuevos significados al servicio del estado-capitalismo que dificultan o impiden la comunicación humana.
Nada nos indica que, los territorios no puedan ser compartidos por grupos diferenciados. Aunque parezca paradójico, la autogestión por parte de un grupo social y la compartición de un territorio sí son tareas compatibles. Evidentemente, han de serlo sobre una base igualitaria y mediante acuerdos generales a los que no se puede llegar desde una estructura económica y social injusta y violenta como la del estado-capitalismo. Con otras palabras, no es posible el tipo de vida que añoramos como seres humanos sin dar por históricamente finalizada la actual etapa estado-capitalista.
Los Estados, por definición, debido a la violencia con la que se estratifican socialmente, y al desenfoque en la resolución de problemas que afectan a las comunidades humanas, no pueden acordar medidas que supongan la existencia y correcta gestión de Bienes Comunales, pues para sobrevivir se ven en la necesidad de expoliar recursos y ocupar territorios que les son ajenos. Se crea así un círculo vicioso. Las sociedades militarizadas convertidas en Estados son incapaces de salir de la contienda humana, la mentira y la dominación. Consumen muchísimos más recursos que los que utilizan sociedades igualitarias, democráticas de base. Se trata de dictaduras camufladas en elecciones llamadas representativas, organizadas en partidos políticos e instituciones parlamentarias incapaces de vivir al margen de dominaciones, expolios y guerras permanentes. Sociedades cuyo mantenimiento significa la destrucción depredadora de recursos naturales a la que asistimos hoy día.
Ahora bien, hay nuevas maneras de entender lo que son las fronteras, como hay diferentes formas de organización social. El respeto a la libertad conlleva el respeto por la diversidad de lenguas y costumbres. Se trata de fronteras que, por ser naturales, no son excluyentes. Pueblos diferenciados, que pueden y deben coexistir en territorios compartidos y, por ello, lejos de estar totalmente unificados. Nada que ver con el mantenimiento actual de los Estados por medio de conocidos programas de inmigración-emigración que refuerzan sus artificiales e inamovibles fronteras que responden prioritariamente a criterios de poder económico y militar y no a otras consideraciones de cariz humano.
Basta mirar los cinco continentes para comprender que las fronteras de los Estados tanto históricamente como en la actualidad responden a irracionales criterios de poder, si bien bajo el argumento de que son necesarias para evitar la rapiña a nivel internacional, cuando en realidad lo son para mantener la dominación y la obtención de enormes e irresponsables beneficios por parte de quienes las controlan, impidiendo de este modo cualquier cambio o evolución, interna y externa, que pueda contribuir a la mejora de las relaciones humanas.
Pero nosotros hablamos de fronteras en consonancia con instituciones y organizaciones sociales de carácter igualitario. Fronteras que permanecen, pueden ser modificadas o cambian por sí mismas, de forma natural, siguiendo criterios de perfeccionamiento en las relaciones humanas. Hablamos de instituciones y organizaciones sociales que han existido en el pasado y existen en la actualidad donde tanto el comunal como lo comunal juega el importantísimo papel que les corresponde en la búsqueda de esta igualdad. Un tipo de estructura social en equilibrio, compatible con su necesidad de cambio. Una sociedad que se retroalimente, y sea a su vez eficaz en la defensa y eliminación de aquello que evita o daña su tendencia a la búsqueda permanente de la necesaria, cada vez mayor, igualdad económica y social. Sociedades en las que sus relaciones, no nos debe producir temor, puedan ser calificadas de amorosas. (3)
A la hora de crear o hacer desaparecer fronteras hay que tener en cuenta, algo que define al ser humano en cuanto tal, su libertad. Con otras palabras, las fronteras deben ser el resultado de un consenso y un acuerdo, trazadas con criterios flexibles y no la consecuencia del temor a una conflagración bélica o a ser sometidos de manera arbitraria por quien detenta el poder. El diálogo permanente es exigencia de cualquier relación social que aspire a progresar.
La vida humana individual autónoma y libre es digna del mayor respeto pues tiende, por su propia naturaleza, a abrirse desde el punto de vista de lo social, abarcando así, de manera harmónica, lo personal y lo colectivo. No es necesario por tanto ser obligada a formar parte de una colectividad concreta y determinada.
Lo mismo ocurre con el grupo social. En estado natural es autónomo y libre. No obstante, queda incompleto si no es capaz de trascender dicha autonomía y libertad. Es por ello que no debe ni puede crear fronteras totalmente exclusivas, aislantes, sino aquellas que le permitan, conservando su identidad, formar colectividades más amplias, compartiendo territorios. No como ocurre en el estado-capitalismo organizando estas realidades de carácter social más amplias mediante la dominación, la extorsión y la acumulación de poder económico y militar hasta llegar a estructuras políticas imperialistas cuya organización política y social recibe hoy día el nombre de estado-capitalista.
Aunque pueda resultar paradójico, ni los seres humanos individuales, ni las colectividades de las que formamos parte necesitan ocupar territorios en exclusiva, si queremos unos y otras, conducirse precisamente con independencia y en libertad. Como en el caso individual, el grupo social, la nación encuentran en el compartir su expresión más humana. Las relaciones igualitarias, justas, amorosas tienen como exigencia precisamente la de no crear más fronteras de las estrictamente necesarias, las menos posibles. No se trata de que no haya límites, sino que estos respondan a criterios de humanidad y no a patologías individuales o colectivas, sociales.
Las relaciones que tienen lugar en el interior del estado-capitalismo, incluidas las económicas, son penosas. Sufren de un exceso de limitaciones tanto en lo territorial, como en lo relacional. Es por ello que el concepto de lo amoroso resulta tan controvertido. Efectivamente, diluir fronteras sin los cambios previos necesarios tanto a nivel personal como colectivo puede resultar contraproducente. Estamos por tanto obligados a empezar por nosotros mismos.
El equilibrio entre lo individual y lo colectivo es fundamental para el desarrollo de la sociedad humana a la que aspiramos, puesto que la actual pasa de manera patológica de un extremo al otro. De hecho, en el momento presente estamos instalados bien en un tipo de individualidad a la defensiva, anquilosada y extrema o bien relacionándonos en el marco de una colectividad disfuncional que justifica nuestra vida plena de temor.
Hemos pues de recuperar valores que nos lleven a superar el actual estado-capitalismo, valores del pasado y del presente, que han existido en algunos momentos históricos y que existen en la actualidad en algunas colectividades que pueden ser calificadas de humanas: el respeto a la individualidad de la persona , la autogestión popular mediante asambleas de base ( llamado concejos en el pasado y en algunos lugares en la actualidad) con participación directa de la gente (pueblo), la adecuada gestión del Bien Común con el consiguiente equilibrado reparto del mismo, la consideración del dinero como un bien instrumental y por tanto el control comunitario en la fabricación de moneda, la evitación de la acumulación de capital por encima de un límite en manos privadas, la eliminación de la actual sobrevaloración del dinero en los intercambios y por supuesto en las relaciones personales, el reconocimiento jurídico tanto de la propiedad del comunal como de la propiedad privada limitada, la coparticipación y cogestión de territorios entre pueblos diferentes, la milicia al servicio de la democracia directa frente a los actuales ejércitos permanentes al servicio de los poderosos, etc.
Los periodos históricos que citamos, en los que se ha conseguido un equilibrio razonable entre lo público y lo privado, adolecen de falta de estudios académicos aunque los datos en torno a su existencia son abrumadores, Y esto ocurre no sólo por desinterés sino porque lo que en ellos aparece resulta inasumible por quienes ocupan el poder, son poseedores en cantidades asombrosas de “capital”, organizan la producción y el consumo en la actualidad con miras al provecho propio, dictaminan sobre nacimientos y defunciones, propician actuaciones médicas acríticas con los intereses económicos privados , como es el caso de la presente “epidemia” de coronavirus, etc. Es decir, organizan la sociedad humana en general orientada hacia el beneficio económico y rompen la necesidad de ser considerada y tratada de manera global.
No debe pues sorprendernos la sumisión y obediencia de la actual casta política a los mandatos de los organismos internacionales tales como FMI, OMS, OIT etc., en manos de multinacionales y minorías adineradas y a su vez construidos sobre la base de la división de la humanidad en Estados de inspiración militarista y criterios antidemocráticos.
Es pues más que evidente que nos dirigimos, con más o menos rapidez, hacia una inevitable crisis de desconocidas consecuencias. Lo que abre la posibilidad, por otro lado, y la esperanza de que se pueda volver a formas de organización social más humanas capaces de controlar su población con fines de convivencia cívica, igualdad y fraternidad, algo imposible sin que devenga catastrófico, cuando la sociedad está organizada en torno a la actual escala de valores y la despiadada búsqueda del máximo beneficio económico estatal-privado.
Concluiremos diciendo que las fronteras tal como se entienden en la actualidad no sirven a la convivencia y al progreso de lo humano, que la inmigración-emigración tal como está diseñada y promocionada desde el poder no es una solución al actual estado de cosas ni siquiera desde el punto de vista de la producción económica, y que está a punto de producirse una debacle natalista con la consiguiente despoblación de grandes territorios a nivel internacional, algo evidente ya en Europa, cuyas minorías mandantes en su intento de manipular mentalmente al ser humano para sus fines, a través de los “eficaces medios de comunicación”, parecen vivir en la estratosfera.
Se trata de tomarnos en serio el final de un ciclo histórico y el inicio de otro nuevo en la Humanidad, Ponernos en marcha como consecuencia del final del sistema productivo estado-capitalista, en la búsqueda valiente de nuevas formas de organización humana, con recuperación de instituciones que probaron su valía en el pasado y ciertamente han de ser modificadas y adaptadas al momento presente, y la creación de otras nuevas. Y por último volver a redefinir y consecuentemente potenciar participando en nuevas formas de relación y convivencia social en el que el trato directo, personal, humano, fundamental en la base de la organización social, no desaparezca definitivamente, como consecuencia del demencial aislamiento al que estamos siendo sometidos desde una estructura totalmente piramidal, por razones políticas y económicas de dominación, que no tiene vergüenza ni escrúpulos en proclamarse democrática y buscadora de la justicia entre los seres humanos.
Rafael Rodrigo Navarro
(1) Erótica creadora de vida. Propuestas ante la crisis demográfica. Félix Rodrigo Mora. Potlatch Ediciones. Madrid 2019.
(2) Página Web: Transformación/ Revolución Integral, https://www.revolucionintegral.org
(3) La experiencia social de las comunidades de los indios Cherán ( México) en que, tras un levantamiento popular el 15 de abril de 2011 han conseguido que las relaciones sociales sean un ejemplo de equilibrio social, no sabemos por cuanto tiempo, pues los ataques del resto de la sociedad mexicana organizada en Estados choca frontalmente con su ancestral y moderna manera de entender la vida social. https://www.opendemocracy.net/es/cher-n-resistencia-y-lu/
-Experiencia social de las comunidades de los indios del Cauca colombiano que supieron mantener sus usos y costumbres en medio de la conflagración bélica entre el Gobierno y los rebeldes de las FARC y que cuya “paz” acordada está suponiendo su aniquilación ante la incomprensión de quienes no atisban a ver otros de organización social al margen de los Estados.
- https://www.youtube.com/watch?v=arAxRaeHnh0
- El movimiento de resistencia indígena en el Cauca colombiano de Jesús Castañar Pérez. Ediciones Revolussia Cáceres.2008.
Otras citas del libro Erótica Creadora de Vida. Propuestas ante la crisis demográfica de Felix Rodrigo Mora:
-La actual sociedad supuestamente perfecta y completa, paraíso sobre la tierra por fin realizado …tiene sus días contados, sobre todo por motivos bilógicos. La causa es el desplome de la fertilidad del a natalidad en Europas y en especial en lo ue institucionalmente se denomina España. (pág. 9)
– Una pregunta que hay que formular por razones morales, sobre todo, es la que sigue. Si los marroquíes (y otros) financian nuestras pensiones ¿quién va a sufragar las suyas? (pág.10)
– Los apartados de mando políticos, estatales y empresariales que dominan Europa a través de la UE se han vuelto contra sus pueblos y sus culturas, la erudita tanto como contra su cultura popular. Dado que su único elemento movilizador es el poder y la ganancia empresarial (en la empresa estatal y pública y en la privada) han decidido eliminar étnica y culturalmente a los pueblos europeos para sustituirlos por gentes traída de otros continentes. (pág. 13)
– La potencia hegemónica EEUU que mantiene unas 800 bases militares en el extranjero, lo sigue siendo gracias a la inmigración. Sin ella se desmoronaría en una generación. Así pues, quienes toman partido por la emigración y se dicen “antiimperialistas” incurren en contradicción. (pág. 19) .
– Los países del norte ingresan el equivalente a unos 150.000 euros netos con cada emigrante que les llega, suma que pierde el país de donde éste viene en forma de gastos de crianza y capacitación, el cual se empobrece en esa misma cuantía. La emigración en términos económicos es una descomunal transferencia de recursos desde los países pobres a los ricos, para daño de los primeros y beneficio de los segundos. (pág. 31)
– “Los pueblos europeos y los pueblos africanos tienen que unirse para poner fin a la emigración, estableciendo entre ellos una alianza fraternal combatiente hasta la revolución europea y la revolución africana. (pág. 34)