Gustavo Duch, la soberanía alimentaria y la pasión por el Estado
En este artículo queremos exponer y analizar las ideas que expone Gustavo Duch[1] en una conferencia titulada “Recuperar el control popular de la alimentación. La Soberanía alimentaria[2]”.
Análisis
Para empezar los organizadores presentan a este profesor de Universidad como un buen feminista y él, por supuesto, durante toda la charla se dirige al público exclusivamente en femenino, siguiendo los cánones impuestos desde el Ministerio de Igualdad. El que está cerca de la vaca, algo mama. Es por todos conocido que, hoy en día, esto del chovinismo femenino da muchísima reputación a la hora de conseguir financiación estatal. El peloteo descomedido a las mujeres es tan estridente que la sospecha ya está expuesta en nuestro refranero: alabanzas y regalos, malos tratos.
Comienza Duch defendiendo a ultranza al pequeño campesinado, afligiéndose de su extinción. Habla contra el neoliberalismo, el mercado y el colonialismo. Del Estado nada dice. Ahora veremos porque no menta a la bicha.
Nos explica que nuestro mundo rural popular tradicional ibérico vivía “acoplado a la naturaleza” y “al margen del Estado” y que es un modelo para seguir. Muy bien. Continúa diciéndonos que el cambio “tiene que venir desde abajo, desde modelos comunitarios”. Perfecto. “Que el capitalismo se sustenta porque ha acabado con las comunidades rurales, con los pueblos, que eran -nos dice Duch- un mundo que vivía al margen del capitalismo.” De acuerdo.
Pero una vez que nos dice lo anterior, agárrense los machos. Nos propone como solución a los males del sistema alimentario “convertir en funcionarios a los campesinos”, esto es, a los pequeños ganaderos y agricultores que aún sobreviven.
Nos cuenta Duch que ha hablado con muchos agricultores y ganaderos y que éstos le dicen que no quieren ser funcionarios. Ante estas respuestas, nos dice, él les vuelve a preguntar, sincera y verdaderamente que: “¿seguro que no quieres ser funcionario? ¿estás seguro? ¿seguro que no quieres formar parte de este colectivo?”. Se cree el ladrón que todos son de su condición. No es baladí que Duch sea profesor de la universidad pues como dice el refranero: adonde el corazón camina el pie se inclina. El corazón de Duch se inclina hacia la Bestia, hacia Roma, hacia el Estado, hacia el Mal.
Duch nos dice que convertir al campesinado en funcionarios del Estado es la única vía posible pues las demás propuestas se ha visto claramente que no funcionan. En cambio, la estatalización del campesinado de todos es conocido que funcionó a la perfección. Baste con recordar a los koljoz y el Holodomor posterior.
Esta idea de convertir a los agricultores y ganaderos en empleados del Estado -dice Gustavo- está avanzando mucho en los movimientos por la soberanía alimentaria, sobre todo en Francia con las llamadas Sublevaciones de la Tierra. La idea, dice, es abolir el mercado de la comida. Esto huele a cuerno quemado y no hay que ser muy ducho para ver que es peor el remedio que la enfermedad.
En la charla nos explica que el sistema alimentario debe ser como la educación y la sanidad pública, algo estatal. Se pregunta cómo es posible “que hayamos dejado fuera del Estado a la alimentación”. Nos asegura que nuestro Estado de Bienestar “no es capitalista” y que a pesar de los matices que se le puedan hacer, es muy bueno. Claro, que se lo digan al opulentísimo complejo industrial farmacéutico si es bueno o no es bueno. O que se lo digan a los profesores de universidad si es bueno o no es bueno, ¿verdad? Por el interés hasta lo feo, hermoso es.
El Estado de Bienestar, señor Duch, son costes de legitimidad del Estado además de un enorme potenciador del capitalismo y por lo tanto del poder del Estado. No es ninguna conquista de la gente común sino un diseño estatal adaptado a sus circunstancias con unos intereses bien claros: aumentar el poder y conservarlo.
Nos dice que el objetivo es no depender del Estado e ir hacia modelos comunitarios no estatales. Pero que para “llegar a esto se requiere la intervención del Estado, del Estado con los movimientos sociales al lado con derecho a opinar a participar, a dirigir y a codirigir.” El olmo no da peras, Gustavo, por mucho que se las pidas. Sabemos perfectamente que usted sabe que esto no es posible, pero le reconocemos que es un buen banderín de enganche para despistados.
Afirma Duch que existe un problema y es que “el capitalismo -falocéntrico dice- lo tenemos dentro” y debe ser el Estado el que nos lo saque. Como la mayoría de las personas apoyan al neoliberalismo y piensan equivocadamente -dice Gustavo-, necesitamos al Estado para que les obligue a ir por el buen camino (decirlo lo dice, aunque sea a su manera sibilina). Nos dice “que ahora nos hemos trasmutado en seres que sólo nos importa consumir y pasar por encima de todo» y que esto requiere un cambio total de cosmovisión; y que es el Estado quien realmente puede hacernos cambiar esa cosmovisión a todos. “Si no interviene el Estado, no es posible”, nos recuerda Duch. En fin, al asno no le pidas lana.
La conferencia se titula, nada menos, que Recuperar el control popular de la alimentación. Pero claro, para que el lector no se pierda en este cosmos de elocuencia izquierdista, se debe entender que control popular significa, ni más ni menos, que control estatal. Como cuando Corea del Norte se autodenomina República Popular Democrática de Corea, pues eso. Pero vamos, que cuando destapemos las cubas se verá si es vino. Y ya lo anunciamos: no, no es vino.
Los izquierdistas siempre nos recuerdan la tenebrosa y horripilante frase de: El Estado somos todos.
Por supuesto, Gustavo y semejantes tienen que hacer igual que hizo Lenin con su libro El Estado y la revolución pues desde Maquiavelo está en todos los manuales. Lo que se le debe decir a la gente crédula es que el objetivo último es la autogestión y la abolición del Estado, faltaría más. Que se estén tranquilos, que ese es el fin último; pero que para conseguirlo todos debemos apoyar al Estado. Hacerle más fuerte, más perfecto y mucho más presente en los corazones y las mentes de la población. Gustavo, recuerda, que el que bien te quiere no te engaña; y que una mínima moralidad es necesaria.
Dice textualmente Gustavo Duch: “que primero se tiene que crear una red autoorganizada desde abajo y que luego ha de venir el Estado a coordinar o a lo que sea [sic]. Como decían los Zapatistas: el pueblo manda el Estado obedece”. Cuando dice esto último de que el Estado obedece, entre el público se escuchan muchas risas y él mismo se ríe; y se ríe porque en el fondo sabe que es una estupidez y que el Estado no funciona así. No entiende qué es el Estado. Así que señor profesor, si realmente no lo sabe y no está usted fingiendo, debemos decirle que, a enfermedad ignorada, pocas medicinas y a estudiarla. Recuerde que es gran parte de la salud conocer la enfermedad.
Nos recuerda Duch que el Estado Boliviano, a través del Ministerio de Agricultura ya lo está haciendo y “está favoreciendo a los pequeños agricultores y ganaderos con supermercados y tiendas estatales.” Avisamos que el que de ilusiones vive de desengaños perece. El izquierdismo siempre autoengañándose y engañando al personal pero bueno, como siempre, al lavar de los cestos haremos la cuenta. Cierto es que una cuenta ya la hicimos con la Unión Soviética y locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes.
Nos dice Duch que lo ideal es “que mensualmente el Estado nos inyecte (universalmente dice) un dinero que sólo podamos gastar en tiendas y establecimientos estatales que apoyen a los pequeños productores.” A esto le llama: “Seguridad Social de la alimentación”. ¿Qué decir sobre esto? Pues que, a ideas ruines, campanas de madera.
El Estado ha destruido el mundo rural popular tradicional -decimos nosotros- y cualquiera que se haya adentrado mínimamente en la historia de nuestros antepasados lo sabe. Duch lo ignora o hace como si no supiera nada y nos echa encima al Estado. Nos pide que nos fusionemos con él, que nos hagamos funcionarios, ¿quién no va a querer el chollazo de ser funcionario? ¡Por Dios, si son todo ventajas! ¡Trabajar para el Estado es lo más!
Así están las cosas. No nos queda más que luchar contra estos mussolinianos que, como el Duce, afirman: “Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. En fin, a carne de lobo, diente de perro.
Hay una cosa positiva de todo esto y es que está muy bien que en estos tiempos tan malos Gustavo Duch deje meridianamente claro su amor profundo por el Estado y sus florituras libertarias no den pie a más engaños; pues como se suele decir: algo bueno trae la adversidad consigo; que ahuyenta a los falsos amigos.
Valoración final
Visto está que para Duch y las organizaciones con las que simpatiza, no es suficiente el actual intervencionismo agrario que capitanea la UE a través de la Política Agraria Común[3]. Un mecanismo por el que los precios de mercado de los alimentos básicos están intervenidos por el bien del ciudadano medio. El control burocrático impuesto en el entramado de la agricultura ecológica les parece también insuficiente. Quieren más Estado; y quieren que se vele porque todo el mundo compre en economatos estatales alimentos producidos por campesinos-funcionarios. ¿Qué puede fallar?
Para el señor Duch lo determinante es obligar y prohibir, aunque su discurso relamido desee aparentar otra cosa. La libertad de conciencia y, por supuesto, la libertad para producir no vale nada para él. Las increíbles trabas, los brutales impuestos, las montañas de papeles, los mares de normativas, la centralización draconiana, las multas arbitrarias, y la persecución deben incrementarse. Ojo, nosotros no decimos que todo debe valer. Abogamos por un poder concejil que imponga normas para que producir sea sostenible y, valga la redundancia, respetuoso con el conjunto de la fauna, flora, microbiota, suelos, humanos y conjunto de los ecosistemas. Pero por supuesto fuera de la asfixiante opresión del Estado. ¿Y por qué esta tutela del Estado no puede ser otra cosa que asfixiante y opresora? Porque el Estado pone el sistema de producción de alimentos al servicio de sus intereses. Obviamente. La razón de Estado está por encima de todo. Soñar con un Estado que no mire por sus intereses, esto es, aumentar su poder y mantenerlo, es infantil e ignorante. El Estado es la voluntad de poder desatada y no puede ser otra cosa.
A Duch se le ha pasado el arroz para ser ministro, pero no pierde el tiempo como consejero a sueldo, procurando convencer al sector agroecológico para que por fin hinque las rodillas en la tierra y se someta a la disciplina funcionarial.
La tierra está embarazada[4] sí, y va a abortar. Están colapsando el planeta y los ecosistemas, pero sobre todo lo están haciendo las civilizaciones, las comunidades humanas, etnias, razas, culturas y lenguas, debido a las políticas estatizadoras, homogeneizadoras, inmigracionistas, liberticidas y antinatalistas que Duch y sus amigotes defienden, por acción o por omisión. Libertad a la hora de migrar, sometimiento a la hora de producir.
La historia de los pueblos de iberia, de la ruralidad ibérica, es la historia de la lucha eterna contra el poder estatal, contra el Estado tarteso, contra los romanos, los francos, los visigodos, los musulmanes, los reinos emergentes medievales, el Estado napoleónico, el Estado liberal, la república, el régimen franquista, la dictadura parlamentaria contemporánea y todas las versiones del poder de una minoría. La ruralidad ibérica ha combatido al Estado en todas sus formas y ésta, ha sido finalmente saqueada y destruida por el rearme del propio Estado. Por eso plantear que sea el Estado quien solucione los problemas es de lunáticos.
Como herederos de esta lucha, rechazamos el reclutamiento forzoso del campesinado a las filas funcionariales, por ser contrario a la libertad.
Y respondiendo a la pregunta que abre y da título a este artículo para dejarlo aún más claro: funcionario campesino es un oxímoron pues el primero siempre parasitará al segundo pues eso es el Estado, una gran garrapata.
Amigos por la Revolución Integral
[1] Coordinador de la revista Soberanía Alimentaria y autor de (entre otros muchos libros) “Cuentos del progreso. Conversaciones con el pastor”. Profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, fue también coordinador durante dieciocho años de la ONG Veterinarios sin Fronteras (ponemos ONG en cursiva porque como la mayoría de las organizaciones que se dicen “no gubernamentales” reciben cuantiosos fondos gubernamentales, es decir, estatales, sin los que probablemente no tendrían razón de ser).
[2] https://www.youtube.com/watch?v=dDeQkqALZzw
[3] Desde que se implementó, la PAC ha destruido el 90% de las pequeñas explotaciones agrarias.
[4] Así lo dice Duch en la charla.