• Categoría de la entrada:General E2015
  • Autor de la entrada:Rafael Rodrigo

Es cierto que cada ser vivo tiene su propia estrategia tanto de supervivencia como de procreación y es mucho lo que se podría decir sobre ello.

 

Pero la presente reflexión nace tras la participación en el ENCUENTRO SOBRE REVOLUCIÓN INTEGRAL que tuvo lugar hace unas semanas en la Sierra del Guadarrama, en concreto en el albergue El Colladito situado en el término municipal de Miraflores de la Sierra. La asistencia al mismo me ha llevado a pensar sobre estrategia, uno de los puntos programáticos a los que se ha dado mucha importancia, como es natural.

 

Pienso que la elección del epígrafe de este escrito, LA ESTRATEGIA DEL VEGETAL, se debe entre otras cosas a una doble vivencia en el marco de este encuentro.

 

La primera, la participación en una asamblea que a mi modo de entender resultó exitosa por dos razones. En primer lugar porque se tuvo en cuenta el principio de que debía primar el afecto sobre la racionalidad y en segundo lugar, como consecuencia de ello, se respetó básicamente los turnos de palabra y se escuchó con atención, no pretendiendo ir más allá de lo que podría dar un primer encuentro de personas casi todas desconocidas entre sí, de orígenes diferentes, de edades diferentes, de recorridos vitales variados y lógicamente con puntos de vista también diferentes.

 

Recuerdo que pensé en más de una ocasión que lo que no habíamos conseguido en las asambleas del 11-M, lo estábamos consiguiendo allí: trazarnos un camino ante el deseo de cambio que realmente fuera viable. A mi modo de entender, este primer encuentro ha superado un primer objetivo, aunque haya sido por un breve periodo de tres días, consistente en crear una unidad, no de criterios lo que sería contrario a la diversidad que acabo de nombrar, sino de afectos. Unidad que no se rompió durante el desarrollo del encuentro, lo que no tiene un mérito menor, pues lo más frecuente es asistir a asambleas en las que ese individualismo exacerbado en que nos hemos educado desde hace siglos dé al traste con la dinámica de la asamblea y que prevalezca el hablar sobre el escuchar, es decir, lo contrario de lo que sucedió.

 

La segunda vivencia, para mí igualmente importante, ha sido verme rodeado de personas que mostraron verdadero amor por la naturaleza, tanto por parte de quienes eligieron el lugar del encuentro e incluyeron en el programa el contacto directo con la misma, como de todos aquellos que tomaron la palabra durante el paseo, como si de otra, en este caso peripatética, asamblea todavía más afectuosa se tratara. Hasta el punto que comprendí que la estrategia que estábamos poniendo en marcha, no iba a ser una estrategia basada exclusivamente en la palabra de personas disconformes con y vapuleadas por una sociedad enferma, sino que incluiría vivencias con la naturaleza donde se esconde esa parte espiritual del ser humano que nos ha de hablar en el silencio para que la revolución resulte realmente integral.

 

Quizás haya sido por ello, a causa de estas dos vivencias complementarias, que pensé que el desarrollo de una asamblea se parece más a la estructura dinámica de una planta que a la de cualquier otro ser vivo. La planta, con tantas limitaciones de movimiento si la comparamos con los animales que pueden desplazarse hacia una meta o huir de un ataque, tiene una estrategia sorprendente. De su limitación nace su fuerza adaptativa y su virtuoso crecimiento. No puede, como la asamblea, plantearse caminar, ponerse en marcha, dirigir a la totalidad de sus componentes hacia una única meta distante. La meta es ella misma.

 

¿Y qué es lo que hace? En primer lugar crea flores, es decir órganos receptores de la vida que portan sus congéneres; pero ella no se mueve, de transportar esa vida ajena se encarga el viento o algún embriagado insecto. Luego, se fracciona y convierte en cuantas semillas sea posible formar en su interior. Por último, explota y las lanza sus semillas a los cuatro vientos.

 

Pienso que esta estrategia fue presumiblemente seguida por el monacato revolucionario que, a mi modo de entender, incluía la familia biparental en su seno, hasta que dicha estructura fue dificultada por el Estado, y la Iglesia (versión teocrática del mismo).

 

Las “fundaciones” de nuevas comunidades de vida igualitaria, en un principio, debieron incluir pocas personas a pesar de que en realidad formaban un gran grupo en la medida en que no se deshacía la fraternidad que les daba origen y mantenían con la asamblea inicial un ligamen igualmente importante y profundo.

Es lo que ocurrió con las primeras comunidades cristianas, las únicas desde mi punto de vista que tuvieron valor revolucionario, las cuales se multiplicaron con gran celeridad durante el primer siglo de nuestra era. Es la estrategia del vegetal. No trasladan las plantas su unidad hacia un lugar determinado, no es su estrategia lineal, basada en el movimiento y por tanto en la conquista de algo externo a ellas; y no obstante llenan la Tierra.

 

Cualquier semilla al formar una planta nueva hace posible la adaptación concreta de una estructura original a cada ambiente determinado.

 

Una “fundación” surge a partir de una “asamblea” original. Se crea así una nueva asamblea por afinidad de los miembros de la asamblea primera, por lugar de origen o por ambos y es a partir de esta nueva fundación que incluye la nueva asamblea que sigue formando parte y participando en la asamblea madre. Quien dice asamblea, dice grupo convivencial.

 

No se trata tanto de “reunirse” de nuevo los miembros que han participado en una primera asamblea o hacerla crecer añadiendo nuevas personas (lo que supondría formar y mantener una especie de “ senado“ en la cumbre, el cual se convertiría rápidamente en un grupo director) cuanto de avanzar hacia “ dentro” dando lugar a “pequeñas fundaciones” y así sucesivamente. Y esto por el simple hecho de que la pequeña asamblea es la que realmente está dirigida hacia la resolución de los problemas vitales: apoyo mutuo, economía de intercambio, trato personal continuado, crianza de los hijos, etc. De hecho, creo que podríamos decir que la revolución integral está en marcha cuando realmente hubiera dado lugar a comunidades de vida, a relaciones convivenciales duraderas entre un número concreto de personas.

 

Mientras la gran asamblea tiende a la teoría, al debate y a la exposición de ideas, la pequeña asamblea se orienta básicamente a la resolución de los problemas concretos de vida de la que se enriquecerá la gran asamblea. De lo contrario existe el peligro de teorizar en exceso y crear divisiones aunque sean intelectuales. Cuando la asamblea coincida con el grupo social que convive resolviendo los problemas concretos de la vida diaria, habremos fundamentado sólidamente la revolución integral. Eso sí, con una orientación verdaderamente diferente, pues se trata de sustituir al Estado por la autogestión o lo que es lo mismo por una convivencia amorosa que proporcione la seguridad necesaria.

 

También pienso que una asamblea, al margen de la gestión de lo comunal, es teórica y por ello puede, desde mi punto de vista, disolverse en sus contradicciones internas como un azucarillo dejado caer sobre el agua. Por supuesto que no minusvaloro las “asambleas” en la cúspide organizativa sino que pienso que pueden devenir estériles si no se convierten en un reflujo de aquellas semillas lanzadas a los cuatro puntos cardinales.

 

Desde mi punto de vista, uno de los esfuerzos necesarios para poner en marcha la RI debería dirigirse a “fundar”, al mismo tiempo que trata de mantener la unidad global, realidades asamblearias con características de proximidad a los problemas concretos de cada lugar. Lo cual, no cabe duda, exige también de una verdadera estrategia. Por lo demás complementaria a otro tipos de estrategias, por ejemplo la dirigida a oponerse a un sistema insaciable en su destrucción de la persona. Entiendo así que la revolución del sujeto se da en la práctica, fundamento a su vez de la revolución integral.

 

Ya he comentado, al inicio de esta reflexión, que cada ser vivo tienen su propia estrategia en la naturaleza. Y si bien es cierto que un animal posee cualidades que parecen superiores a las plantas y el ser humano cualidades que parecen superior a los animales, si en algo se es superior es precisamente porque se ha asumido la “estructura vegetal” y por tanto se ha incluido en la nueva organización la estrategia de supervivencia y procreación del mundo vegetal.

 

Quiero decir con ello que puede resultar estéril seguir estrategias de un nivel más complejo si no se han consolidado bien las de orden inferior (si es que existe lo superior o inferior en la naturaleza). Y puesto que el Estado se ha encargado y se encarga de destruir todas aquellas estructuras de base, donde anida el amor, la sociedad capitalista está orientada necesariamente a la masificación de sus individuos y al colapso.

 

La humilde planta aparentemente un ser vulnerable crece sin embargo de tal manera que nunca otro ser vivo podrá extinguirla. Naturaleza por excelencia, está capacitada para empezar de nuevo.

 

Ésta es, como he referido al principio, una reflexión más sobre estrategia de un proyecto que al fin y a la postre debe devenir en experiencia amorosa y creativa.

 

Rafael Rodrigo Navarro  

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Muy de acuerdo con todo. Podemos también aprender la sintetización que realizan las plantas a través de los animales 🙂

  2. Ramon Fontal Reglero

    Salud compañe@s…..a ver si alguien me pudiese dar el contacto de Simón de Betanzos que lo he perdido. Gracias.

Deja una respuesta