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  • Autor de la entrada:Jesús Franco Sánchez

“Desnudaos del hombre viejo y vestíos del nuevo”, San Pablo.

El objetivo de este texto, cuyos contenidos, sintetizados y ordenados subjetivamente y liberados de teología, han sido tomados de “Pedagogía de la lucha ascética”, Víctor García Hoz, 1946, es la afirmación del yo, ético, esforzado y espiritual, como elemento cardinal para el proyecto de revolución integral.

IDEAS

El sujeto como agente

“Cada uno es el que a sí mismo se salva o se condena” ya que “en cierto modo las circunstancias que rodean a cada hombre dependen de él mismo”. Este enfoque permite abandonar el victimismo y considerar a la persona como capaz, activa y operante.

 

La lucha es factor de vida, permanente, interior, ofensiva y de contenido moral

El enfrentamiento con las dificultades y las contradicciones, y a las pruebas duras y los aprietos, connatural a la existencia y continuo, habrá de ser esforzado, decidido, recio y corajudo, abandonando por tanto regalos, comodidades y blanduras condescendientes, y dotará al ser humano de perfectibilidad gradual y progresiva, y de heroísmo, acometividad, audacia y valor a sus actos; hasta llegar a engendrar “la alegría en los tiempos duros” y “en medio de dificultades”, y sentir “predilección de verse metido en guerras, porque donde están hay esperanza de triunfo”, así como confianza en que “puestos los trabajos indefectiblemente se consigue la victoria”.

Algunas advertencias: “en las batallas se conocen las propias fuerzas, no en la paz”; “muchas virtudes necesarias corren peligro de desaparecer en medio de los éxitos” ocasionando “obras o pensamientos dañosos por falta de ejercicio” o por “complacerse en lo sensible apartándose de lo moral si la voluntad no vigila constantemente”.

Entendimiento, preparación, voluntad, valentía y moderación son algunas “cualidades de un hombre digno de ser tenido por tal”

“En todas partes hemos de hallar batalla que ejercite nuestras fuerzas”, con “ánimo resistente que aguanta uno y otro trabajo y combate con uno y otro enemigo sin desmayar” ya que “la misión del espíritu es acometer la empresa”, rehusando la huida porque “el espíritu acostumbrado a lidiar en lances duros no retrocede ante las dificultades”. Hasta conseguir “a través de repetidas pruebas” un “hábito virtuoso”.

El hombre “llevará más ligeramente los trabajos teniéndolos prevenidos” puesto que “el peligro de la emoción-choque quedará menguado en quien está preparado” y en “situación de no maravillarse de trabajo ninguno que le venga”. La preparación en sí posee un valor moral “independientemente de que la obra llegue a realizarse” ya que “es valiosa la buena disposición de la voluntad”; siendo en ésta donde se sitúa la lucha y la que ha de ponerse “al servicio del ideal”, ejercitándola “en el desempeño de su oficio dominador”.

No se ha de olvidar que “conocimiento y acción están en trabazón íntima”, debiéndose traducir en vida las ideas elaboradas. Asimismo se ha de “obrar conforme a razón”, estando el espíritu “hecho para pensar mucho”, habiéndose de “crear lo verdadero con reflexión”, y requiriéndose “agudeza de conocimiento para conocer la guerra sin necesidad de que los enemigos se echen encima”, los cuales “jamás descansan ni duermen”.

Previene contra el “exceso o inadecuación al estado en que se encuentra el hombre”: “mirad no se hagan pesados vuestros corazones con demasiado comer y beber” ya que “con el cuerpo pesado y harto de mantenimiento, muy mal aparejado está el ánimo”; contra el “desordenado deseo de hacienda”, aconsejando “no acongojarse por el alimento ni tampoco por los vestidos”; contra “la preocupación del alma que antepone los bienes materiales a los espirituales”; contra la vanidad que “descansa sobre una ficción”; contra “la pusilanimidad de corazón”; y contra el “apetito desordenado de la propia excelencia”. Siendo esta soberbia “el principio de todos los males”.

“La valentía existe en función de un fin superior (acometer cosas grandes y arduas empresas) por el cual el hombre está dispuesto a tolerar peligros y padecimientos”.

El enemigo está en el interior, donde las fuerzas del mal y del bien están en perpetua pugna

“El mal, en potencia, se encuentra dentro de nosotros”, quienes estamos “sujetos al error”. Así “el obstáculo no está en las ocasiones externas, sino en la situación interna”. Lo cual no se ha de tomar “con semblante huraño, sino proclamando la situación de privilegio que significa el hecho de luchar constantemente”.

“Hay que realizar la paradoja de domar el cuerpo y el espíritu para adquirir un espíritu indomable”.

“La lucha del hombre es, pues, lucha contra el mal”.

“Ninguno se tenga por seguro”

Todo es movedizo e inconsistente; “el tener conciencia de la inexistencia de peligros es un engaño”, correspondiendo al hombre “una postura de vigilancia constante y firmeza inconmovible”, puesto que “mientras la vida dure no ha vencido completamente el hombre a sus enemigos”.

“Ni caída ni victoria debe apartarnos de seguir la lucha”

En caso de derrota “saldrá perfeccionado el luchador si sabe aprovecharla” y debe “imitar a los caballeros esforzados, a los cuales la vergüenza de ser vencidos y el dolor de las heridas no solamente no hace huir, más antes los incita a pelear”. “Tras del contraste del error y la verdad se graba ésta con más fuerza”. La caída “presente en la conciencia por el recuerdo, puede informar al hombre para su futura actuación, impidiendo nuevas caídas e imprimiendo en el espíritu decisión más fuerte de borrar con futuras actuaciones el mal de la pasada”.

Y en caso de victoria, ésta “debe llevar a nuevos triunfos en lugar de al descuido”, porque “la vida no es un estado; no se está en la vida, sino que se va, y peleando constantemente”.

FINES

La auto-construcción integral

Hacia la unificación de nuestra vida, transmutada “en vida verdaderamente valiosa”, que se “desenvuelva en toda su plenitud” al poner “en ejercicio del modo más intenso todas las facultades del hombre”. Vida que busca “el perfeccionamiento intencional de las facultades específicamente humanas”,  así como “la verdad limpia y recta que hay en las cosas y en el acontecer del universo y del yo”.

Se ha de llevar a todas partes no “manifestaciones fragmentarias” de la personalidad, sino “la persona entera”.

El dominio de sí mismo

Hace referencia al hombre “dueño de su vida” que “puede hacer de ella el uso que su razón le presente como más valioso”. Implica “un atletismo moral autoconsciente”.

“El señorío de sí mismo es una elevación de la dignidad humana”, el “principio ordenador de toda nuestra actividad”, la “armonía de las tendencias del hombre ordenadas al bien”. De modo que “la virtud y aprovechamiento de cada uno no se ha de medir sino por la fuerza que cada uno se ha hecho y por la victoria y señorío que ha alcanzado de sí mismo”.  En pos del “impulso al bien” y de “alcanzar las virtudes, poseerlas y practicarlas”.

Es muy conveniente “venir al abismo del propio conocimiento para poseer la verdad de nuestras fuerzas”, de “nuestras posibilidades con vistas a la actividad” y “como una de las formas del propio dominio”.

El dominio del mundo exterior

“Tiene por objeto el mundo”, su conocimiento “en relación con el fin del hombre”.

“En el mundo tropieza el hombre con la resistencia a sus proyectos, con la oposición de las circunstancias, con los valores negativos, con el dolor y la lucha, en suma”.

Insta a “no maravillarse de los acontecimientos”, a la impasibilidad “porque el bueno, ni se engríe con la prosperidad, ni desmaya con la adversidad”, a “cercenar todas las superfluidades y demasías”, llegando a la “alegría para recibir lo que de fuera nos viene”; así como al “desasimiento de los bienes” para que “el hombre nade encima de las cosas y no se deje ahogar en ellas”.

Podemos utilizar “incluso el dolor y las contrariedades” para nuestros fines.

La paciencia y la alegría son “expresión del dominio del mundo”.

Y un recordatorio: “cuando la voluntad está apegada a algo, en ese momento se hace esclava de ello”.

La libertad

Es “el mayor bien de la vida humana”, “consecuencia del dominio de sí y del dominio del mundo exterior”, “condición indispensable para que un acto sea moral y, por tanto, meritorio”, y “atributo a conquistar en lucha” puesto que “la verdadera libertad efectiva no es un estado previo en el hombre, sino el resultado de una victoria”.

Hace un llamamiento al “uso adecuado del libre albedrío” para nuestros fines.

“La libertad verdadera, la libertad interior y la libertad del espíritu son una misma cosa”.

Desarrollo de la vida espiritual, trascendental y amorosa

“En la decisión de vivir según el espíritu está el principio de la perfección”,  dando “lugar preeminente a las virtudes interiores sin negar el suyo a las exteriores”.

Se ha de considerar la vida desde “una radical dimensión de profundidad”, obrando “por motivos superiores”, otorgando una “elevación trascendental a todos los actos de la vida”.

Incluso “un acto puede ser espiritual aunque se realice con el cuerpo”.

El amor es “el motor de la amistad” y posee “virtud igualatoria” y “transformativa”. Es el “substrato de todas las virtudes”.

Propugna la “inquietud amorosa de servicio”. De “servicio al bien por el camino honroso de las dificultades”.

Hacia la alegría

La alegría radica “en lo interior del hombre, no en lo exterior de las circunstancias”.

Permite “convertir la vida en suave carga”. Su emoción contraria es la de “la debilidad”, y está provocada por “la afición del hombre a las cosas”.

Sentencia que “en el mundo no estamos para gemir, sino para amar”, habiéndose procurar la expansión de las “tendencias más generosas del hombre”, y alimentar en nuestro interior “la alegría de una vida bella y elevada”.

MEDIOS

Meditación

Es “la aplicación trabajosa y constante a los problemas que el mundo interior o exterior plantea”,  “la vuelta apasionada de toda el alma hacia su ser íntimo”, profundo, para buscar “la verdad entera”, la que “no se halla en lo exterior” (“en la corteza de los acontecimientos”), esa “sabiduría que conoce, saborea y transforma los conocimientos en vida intensa”, la proyección de “la conciencia hacia un ideal para ordenar a él la actividad venidera”.

Su fin es “mover a todo bien”, sirviéndose del esfuerzo como “el principal factor”.

“La lectura busca, la meditación halla… la lectura pone el manjar sólido en la boca, la meditación lo rumia y quebranta”. Avisando que “letras sin virtud son causa de muerte”.

Virtudes

Entendidas como “ejercicios de la voluntad”. Representan el “exponente máximo del señorío de sí mismo”. Asimismo encierran un “significado de fuerza”.

Describe entre ellas a la:

         Prudencia: “es el exponente de la razón práctica”: permite la elección de lo más a propósito para nuestros fines. La experiencia, con sus aciertos y yerros, provee de “muchos avisos y reglas a la prudencia”. Hace igualmente alusión a la creatividad o ingenio que “tiene su manifestación más relevante en la transformación de circunstancias adversas en favorables”. También ayudan a esta prudencia la cautela y la serenidad “en los juicios para que sean verdaderos”.

         Fortaleza: por ella “se consigue la victoria” y “el dominio de sí mismo”. Consiste en “la virtud del ánimo y grandeza de corazón”, estando “firmes e inmutables en los trabajos, dolores y peligros todo el tiempo que duren, sin que los temores nos hagan faltar a lo que debemos”. Si la dificultad crece “crezca también el ánimo y no se deje abatir por ella”.

        Templanza: “representa la lucha del hombre contra sus tendencias innatas” (desordenadas). Su objeto es “moderar el uso del placer”.

Ejercicios del cuerpo

Rigurosos, para conservarlo en “la mejor disposición para servir al espíritu”. En general “revisten el carácter de asperezas”.

ESTRATEGIAS

Fundadas “no en loca presunción, sino en firme esperanza”. Al entendimiento “le compete la misión directora de la lucha”.

Se ha de “resistir a los comienzos”, con “denuedo, diligencia y fervor, porque no hay peor cosa que principiante flojo”, haciéndonos “fuerza al primer ímpetu” pues “si al principio no se rechaza al enemigo, luego crece y se fortalece”.

Hay que “perseverar o crecer en el bien comenzado”, ya que “lo valioso no es la arremetida, sino la larga perseverancia”.

Hemos de “crear contenidos psicológicos, tanto de orden representativo como afectivos, favorables a nosotros en la lucha”, no aguardando su realización “al tiempo de la pelea”.

El combate a los pequeños obstáculos permite que “con el uso vayamos cobrando fuerzas, y de la victoria de las menores vayamos subiendo poco a poco a vencer las mayores”.

Recomienda “atacar la raíz de los males”,  la “división de las fuerzas enemigas, siguiendo el aforismo: dividir para vencer”, y “hacer las cosas con perfección” y resolución.

Señala como provechosas las ocasiones para “combatirnos a nosotros mismos”.

Se ha de considerar la lucha “condicionada por las particularidades de cada hombre”.

 

 

Esta entrada tiene un comentario

  1. ivan kurtz

    Por supuesto esto és cristianismo práctico de la mejor cualidad

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