• Categoría de la entrada:Artículos
  • Autor de la entrada:Javier De Miguel

Inmersos en las vacaciones navideñas, casi un tercio de nuestra juventud (entre 18 y 24 años) pasará una parte importante de ellas encerrada, ya que como todos los años por estas fechas, se prepara la próxima época de exámenes de la Universidad, correspondiente al primer semestre de este curso 2016-2017. Día tras día, enclaustramiento a tiempo completo en bibliotecas o viviendas, sustancias químicas sintéticas para mejorar la capacidad de concentración y soportar las largas jornadas de estudio y su cansancio asociado, sedentarismo físico degradante, memorización frenética de palabras, frases, párrafos, fechas, cifras, fórmulas, problemas… todo esto, para según nos dicen, tener los jóvenes que ya están conformando «la generación más preparada de la historia». Algunos no podemos dejar de preguntarnos, preparada, ¿en qué? y ¿para qué?

examenes

Un millón y medio de jóvenes estarán encerrados para repetir seguidamente cual papagayos lo que el Ministerio de Educación ordena que se memorice. Es indiferente que esto se aprenda y se interiorice, lo que en realidad no sucede, ya que se olvida prácticamente todo lo aprendido, al igual que anteriormente en la escuela. Lo crucial es que se dedique ese tiempo a estar encerrados, alejados de la realidad social, de los iguales, apartados de la vida, de la calle y sus gentes, para estar empapándose de imágenes y libros, y no aprender prácticamente nada útil para la vida exceptuando el acumulo de títulos que facilite el acceso a un nivel superior del mercado laboral o de algún puesto funcionarial.

Es desgarrador ver cómo jóvenes entre esas edades y algo más avanzadas, no pueden dedicar ni siquiera tiempo a sus familias, a sus amistades, a sus relaciones en definitiva, porque su «formación» para el mañana así lo exige. Eso está generando toda una generación de personas altamente disminuidas para entablar y mantener relaciones convivenciales, proclives a la soledad, y por tanto débiles (por divididos) ante los estamentos económicos y políticos superiores. «Es por tu bien», se les dice, para justificar unas jornadas de trabajo semanales muy superiores a las horas dedicadas hoy por el trabajador asalariado medio, y para aprender de una manera contraria al saber, ya que es separada radicalmente de la experiencia y dirigida tendenciosamente por los altos funcionarios y funcionarias del Ministerio, extinguiendo cualquier atisbo de voluntad crítica real, de investigación autónoma, de creatividad, y enseñando prácticamente lo mismo en todos los territorios dominados por el Estado Español.

Durante esta época de exámenes, multitud de información será almacenada, temporalmente, en las mentes de los jóvenes. Almacenada simplemente, ya que no se dispone de tiempo para nada más. Con la falta de tiempo y el atosigamiento que supone toda la marabunta de material a memorizar, al estudiante medio no le está permitida la investigación libre, el contraste con otras fuentes distintas a las dictaminadas en sus clases, tiene que tragarse una tras otra las mentiras y dogmas oficiales pertinentes, no puede ni siquiera acercarse a los motivos por los que está siendo usado aquello que está estudiando y por supuesto no puede comparar lo estudiado a través de la realidad. Es decir, estamos ante un adoctrinamiento puro, duro y a gran escala.

Al igual que le ocurre al trabajador medio, al acabar su jornada de estudio, no dispondrá de tiempo ni ganas para auto-construirse como persona, ni en soledad ni en compañía. No quedará tiempo para la cena familiar (ni para contribuir a su elaboración) sin tener que abandonarla en seguida para proseguir con la tarea o descansar para volver a ella el día siguiente. Tampoco para visitar a los amigos, poder mantener una conversación con éstos, recorrer el parque más cercano tranquilamente, visitar el monte vecino o participar en cualquier evento barrial. No digamos ya para practicar alguna actividad artística que requiera de un mínimo de dedicación. Si por un casual se anima a hacer alguna de estas actividades, sabe que será con un incremento de agobio.

Debido al grado extremo de especialización, excepto que el joven se abstenga de intentar comprender la realidad actual a partir de sus estudios académicos, acaba convirtiéndose en incapaz para tal tarea, ya que para ello necesita comprender otras temáticas, necesita información contrastada y voluntad de aprendizaje libre, todo lo que se persigue y no es permitido desde la enseñanza universitaria. Por tanto, estamos ante seres incapaces para la comprensión, y consecuentemente, para la transformación, de la realidad en la que se encuentran inmersos.

Además de todo lo descrito hasta ahora, con los exámenes se produce en multitud de ocasiones un ambiente frenético de competencia y comparación insana, donde unos ganan y otros pierden, generando recelos y envidias, poca tendencia a la solidaridad y más por el contrario al enfrentamiento por la nota superior y las recompensas pertinentes. Estado anímico altamente beneficioso para pasar luego a las filas de la gran empresa.

Y después de esta época de exámenes, vuelta al redil. Pero antes, un poco de tiempo de desfogue, para al igual que en el trabajo asalariado, poder liberar temporalmente tensiones y estrés acumulado con altas dosis de alcohol. Después, preparación de nuevos exámenes parciales, trabajos obligatorios, estado mental de estrés y agobio continuados, liberación ficticia de ese estado anímico con más ocio destructivo los fines de semana que haya tiempo para ello, y asistencia continuada y obligatoria a las aulas, sin tiempo para nada ni para nadie prácticamente, más que para la Universidad. Pasan y pasan los años, y nuestra gran energía vital, propia de los años mozos, se ve destinada casi por completo a todo lo descrito. Todo esto está alterando la misma naturaleza juvenil, creando seres apagados, sumisos, incapaces de crear, imaginar o convivir, no comprometidos con nada y sin atisbo de su clásico potencial vital y transformador. Al contrario de la expresión comentada al principio del texto, podríamos hablar más bien de la generación más «pasota» de la historia.

Un gran porcentaje de jóvenes continuará pensando en su futuro, olvidándose ya casi por completo del componente cultural supuestamente asociado a lo universitario, doblegándose plenamente y pasando a memorizar todo lo que le echen, sin réplica alguna, por una cuestión básicamente utilitarista y pragmática. Esto es esperanzador, ya que muchos jóvenes intuyen, sabiamente, que lo que les enseñan tiene escaso valor.

Es sabido que todo esto se intensifica más en la Universidad «pública» que en la privada, ya que aquélla requiere de mayor inversión de tiempo para la obtención de los títulos. Día tras día, la idea de la Universidad concebida como centro de cultura y saber, pierde más peso, habiendo muchos que la consideran ya como una máquina expendedora de títulos poco o nada útiles para el desenvolvimiento en la vida. Una sensación bastante pertinente y real, pero hay más, mucho más.

Sería muy enriquecedor que los jóvenes, padres y profesores que están viviendo estas situaciones y se sienten reflejados en lo descrito, se atreviesen a compartir sus reflexiones personales para seguir denunciando tal bellaquería. En este sentido, aunque trata del periodo de formación anterior al universitario, una lectura recomendable de la situación de la juventud hoy en la educación es la de la carta de una madre enviada al periódico El País, y publicada el 21 de junio de 2016 (Enhorabuena, hija, por tu nota en Selectividad. Perdón por tu infancia perdida). Narra cómo ha vivido el encierro de su hija durante la infancia en la habitación, por estar «siempre estudiando», para «perseguir una maldita nota». Denuncias como esta son determinantes para elaborar un plan de acción y una estrategia que permita entender, y más adelante superar, esta fatídica situación.

Entiéndase este pequeño texto como introductorio, se elaborarán más sobre la naturaleza universitaria, para desgranar esta institución estatal que está triturando a buena parte de nuestra juventud, así como para pensar en herramientas que permitan afrontar tal situación. No obstante, no debemos caer en victimismos, la juventud es parte responsable de esta coyuntura, al igual que sus gentes cercanas, por lo que, quienes compartan parte de estas visiones tienen que levantarse ante tal estado de cosas, elaborar estrategias para afrontar esta realidad que los machaca y tejer planes de superación, individuales y colectivos.

Javier de Miguel
Madrid, 30 de diciembre de 2016
amyrevxxi@autistici.org

Esta entrada tiene 6 comentarios

  1. Laura Herrero Román

    Hola, Javier.

    Aunque coincido contigo en algunas de tus percepciones, sin embargo, mi experiencia es muy distinta. Volví a las aulas después de diez años y no me arrepiento, porque estoy haciendo lo que quería desde niña. De lo que me arrepiento es de no haberlo podido disfrutar en mi juventud, cuando tenía más tiempo libre y mis capacidades intelectuales no estaban tan oxidadas.

    Mis exámenes no consisten en memorizar datos, si bien pienso que la memoria es una habilidad imprescindible que estamos perdiendo; sino que es totalmente necesaria una correcta capacidad de expresión y de razonamiento. Y en cuanto al enclaustramiento, en fin, yo veo que mis compañeros tienen tiempo para todo: estudios, amigos, viajes; ocio sano que yo no tuve en su día.

    Es cierto que los estudios son duros, sobre todo para los que tenemos otras prioridades, pero las cosas bonitas de la vida, como la maternidad, siempre son retos.

    Pienso que la clave está, aunque suene ilógico, en no ver la universidad como un medio, que es el error de nuestra sociedad, sino como un fin. Por desgracia, el sistema está montado de tal manera que, en la mayoría de los casos, todo lo que se hace para cubrir las necesidades básicas -incluyendo el uso de la universidad como medio para ello- resulta rutinario y provoca lo que tú comentas.

  2. Jose Francisco Escribano

    Hola Laura,

    Encantado de conocerte. Lo que diré a continuación no es una crítica, y perdona si te molesta en cualquier sentido. No me he podido resistir…

    Que tu experiencia, o la de cualquier persona en particular, haya sido positiva no es lo importante. Incluso aunque en tal o cual universidad hagan las cosas bastante bien, y tenga aspectos positivos. Es más, ni siquiera si en todas las universidades del Estado se realizara un trabajo notable, y la gente estuviera relativamente contenta, seguiría siendo negativa en su conjunto.

    La cuestión es que la universidad es la institución, aparte de ciertas academias especializadas (militares, empresariales,…), que instruye al pueblo para convertirse en la nueva burguesía. Realiza la preparación y adoctrinamiento para la construcción de las nuevas élites políticas, empresariales, técnicas, intelectuales,…

    Si lo que se pretende es realizar la construcción de una sociedad nueva, basada en la libertad, el amor, la verdad, la belleza, la virtud,… todas las instituciones estatales han de desaparecer. Para que así, el pueblo pueda hacerse cargo de todos los aspectos sociales, y cada persona de los suyos propios, como de su formación, libre y entre iguales.

    Un abrazo

  3. Laura Herrero Román

    Pero hay algo muy humano que sobrevive a los ataques del Estado. Las personas, el conocimiento (no solo intelectual), los bonitos lazos que se crean entre profesores y alumnos…
    Hay carreras que el Estado quiere eliminar. Quiero decir, hay una lucha. Entonces, en la Universidad pervive algo trascendente.
    ¿Que sería necesario disolverla como institución? No lo niego, pero eso tan profundo y quizás imperceptible que se ha originado, aunque quisiéramos destruirlo, va a continuar, porque forma parte del ser humano.

  4. Jose Francisco Escribano

    Es obvio que tenemos pareceres distintos respecto a la situación de la educación estatal y de la sociedad en su conjunto. Por lo que no es constructivo seguir hablando de ello.

    Si puede serlo hablar de lo que estamos de acuerdo, que según has dicho es: sería necesario disolver la institución.

    En este sentido hay dos posibilidades. Una es hacer una crítica suave, defender algunos de sus aspectos, decir que hay instituciones estatales peores, pedir que se mantengan determinadas carreras o servicios,… Al fin y al cabo, conformarse y esperar que los que mandan sean benévolos y se porten bien con nosotros, soñando que harán algo mejor.

    La otra es crear y trabajar por ideales. Por lo que uno cree. Trabajar por la Verdad y la autogestión del conocimiento. Crear y difundir materiales que confronten al Estado-Capital. Desarrollar las ideas e ideales para que se puedan crear las circunstancias favorables para que en un futuro sea posible un cambio radical respecto a la desintegración actual.

    Mi posición ética y estratégica es la de construir el cambio, vivir y esforzarme en pos de una revolución integral.

  5. Laura Herrero Román

    Nuestros pareceres no son tan distintos, pero tal vez nos expresamos de manera diferente. Por supuesto, prefiero la segunda opción y estoy de acuerdo con que ese debe ser el principal objetivo.
    En lo que quizás no coincidimos es en la idea de lo que se puede materializar en el presente y en el día a día. Porque las situaciones de cada persona son distintas y muchas veces uno no puede hacer lo que quisiera y tiene que conformarse en cierta medida para no perjudicar a las personas que le rodean. En ese contexto es donde se intenta buscar lo sublime dentro de la aspereza de la vida y de lo aplastante de la burocracia.
    Un placer intercambiar opiniones contigo.

  6. Roberto Serna

    Muy interesante el debate. Sólo un apunte por mi experiencia como profesor (doy clase en un pueblo de Almería). La capacidad de comprensión y de atención de los alumnos es cada vez menor. Pienso que en parte debido a las nuevas tecnologías pero sobre todo por un cada vez mayor grado de infantilización de los alumnos que se puede percibir en la propaganda cotidiana a la que se ven sometidos (dibujos animados, películas, juegos, TV…). En ellos el mundo de los adultos aparece representado como algo ridículo (el clásico es Homer Simpson) y los modelos a imitar son niños rebeldes o más inteligentes que el adulto (Bart, Lisa…). Todo ello por supuesto obedece a planes de control muy elaborados que pasan por la destrucción de las estructuras familiares tradicionales y la sustitución por otras creadas por el Estado (equipos de pedagogos, psicólogos, propagandistas varios, nuevas tecnologías… que acabarán sustituyendo al profesor tradicional).
    Un claro ejemplo lo vemos en el nominado a «Mejor profesor del año», Cesar Bona, que por supuesto ya se ha retirado del oficio para dedicarse a la propaganda, fichado por el gobierno aragonés. Su objetivo: «Formar a los líderes del futuro» como el afirma y «Aprender jugando». En esto dice imitar el llamado «modelo Finlandés».
    En la última charla que nos dio la «delegada de educación» a los profesores insistió varias veces en que hay que «eliminar el aspecto punitivo de la eduación» además de prohibirnos evaluar el comportamiento en la nota del alumno.

    http://www.elespanol.com/reportajes/grandes-historias/20161104/168233791_0.html

    http://www.heraldo.es/noticias/aragon/2015/09/10/educacion_ficha_cesar_bona_para_impulsar_cambio_metodologico_los_colegios_504617_300.html

Deja una respuesta