El siguiente análisis se basa no sólo en el visionado de As bestas, sino también en el del documental Santoalla (2016).
Sinopsis: En un pueblo de la Galicia rural, una pareja inmigrante francesa se encuentra enfrentada a una familia gallega por motivo de una decisión sobre una cuestión medioambiental y/o monetaria.
As bestas ha sido la gran triunfadora del festival de cine español de los Premios Goya. Toda la película destila inquina hacia lo rural; proyecta una imagen oscurantista del mundo rural gallego, de sus gentes y de sus tierras, de todo lo que huela a tradición y cultura popular autóctona. El centro de la acción es Galicia, pero podemos extrapolar sin pudor cualesquiera conclusiones que saquemos a las demás zonas rurales del Reino de España. El director Sorogoyen se apoya en los hechos reales acaecidos en una aldea gallega, Santoalla, para dar veracidad a su historia (que no tienen nada que ver con los hechos originales, pero que al director madrileño le sirve para ocultar las incongruencias de su guion).
Con 17 nominaciones y 9 premios Goya de 2023, As bestas pertenece a una larga saga pseudo-documental:
1-Tierra sin pan de Luis Buñuel.
2-La novela de Delibes y película de Mario Camus, Los Santos Inocentes.
3-La novela de Camilo José Cela y película de Ricardo Franco, La familia de Pascual Duarte.
4-La película de Carlos Saura, El séptimo día, sobre los sucesos de Puerto Hurraco.
5-La serie Fago, de Roberto Bodegas, sobre los sucesos de Fago.
6-La España vacía, viaje por un país que nunca fue, superventas de Sergio del Molino.
Todos ellos forman un elenco de artefactos propagandísticos (algunos de enorme alcance, dado que su magnífico diseño hizo bien su cometido) para decirnos, una vez más, lo deshumanizado, brutal, animalizado, malvado, atrasado, sanguinario, miserable, xenófobo, oprimido y palurdo que es el mundo rural popular.
El expolio histórico del comunal está detrás de la farsa de la cruzada propagandística del Estado para favorecer la idea del campesino arraigado a la tierra y las sociedades rurales tradicionales, como seres salvajes, despreciables, inmorales y hasta peligrosos.
Después de las 6 películas y/o documentales mencionados (y otros muchos), ahora vuelven a la carga con “As bestas”. La cultura de la modernidad parece que vuelve a necesitar reafirmar su creencia en la superioridad del mundo urbano-moderno sobre el rural tradicional.
En la película se cargan las tintas, tenebrosamente, sobre las gentes y el mundo rural gallego. Ello lo podemos comprobar en el retrato que se hace de la mayoría de los autóctonos gallegos (curiosamente los que hablan la lengua nativa) y en particular de la familia gallega demonizada protagonista. De igual forma lo podemos constatar en la imagen oscura de ciertos entornos (como el bar que frecuentan los aldeanos, del todo falso). Es evidente que el director ennegrece todo lo que puede la imagen de lo que no se ha adaptado a lo moderno o al progreso.
Puede ser hasta cierto punto entendible pretender mostrar aspectos negativos del mundo rural, pero sólo si no lo falseas y además explicas de donde viene esa degradación, esto es, hay que hablar de las políticas demoledoras procedentes del Estado español, generadas desde su feudo, la gran urbe. Medidas intencionadas provocadoras del despoblamiento y abandono del medio rural, con industrialización forzosa del agro, con la monetarización-bancarización de la actividad rural, y con sus políticas de difusión e imagen creadoras de odio o autoodio de lo rural. Pero lo que nunca vemos ni veremos es lo contrario, una exageración de la degradación del sujeto urbanita en relación con el individuo rural idealizado. En la película, te pintan al personaje que viene de la ciudad como un ser consciente, sensible, instruido, ecológico, superior en todo a los personajes rurales. Un retrato tendencioso e interesado que busca denigrar al sujeto rural.
En “As bestas” se plantea el enfrentamiento entre las partes a raíz de la no conformidad del hombre francés para la autorización de la implantación de aerogeneradores en el territorio local (monte comunal). Esta cuestión sí está ocurriendo en la actualidad, los autóctonos de los pueblos están vendiendo sus voluntades a cambio de que la industria energética se expanda destructivamente sobre sus suelos. Pero es claro que a la película no le interesa debatir sobre esta cuestión, y la utiliza exclusivamente para sus objetivos de dramatización; no entra en ningún momento en explicaciones sobre los efectos terriblemente nocivos de todas esas infraestructuras y maquinarias eólicas. Pero no es menos cierto que las políticas del agro, provenientes del Estado (o de la unión de Estados, la Unión Europea) están llevando a los sujetos locales a situaciones límite que, por ejemplo, los lleva a vender toda su historia, su vida y su existencia a las empresas eólicas.
-El individuo francés, aunque foráneo, tiene derechos…
Se puede entender que los gallegos autóctonos se sientan con especial derecho sobre las decisiones de su tierra, llegan a justificar que “porque nosotros estábamos antes aquí”, y llevan parte de razón. El que una persona venga nueva de fuera no le puede otorgar esa capacidad de tener el mismo peso en las decisiones de la comunidad. En la película el individuo francés no se sabe desde cuándo se ha instalado (no puede ser mucho tiempo a tenor de lo que transmite su relación con el colectivo local), no se sabe cuáles han sido las motivaciones que le han llevado a esa zona de Galicia, tampoco se dice que sea un individuo que esté ayudando en los trabajos colectivos que se suelen necesitar para mantener el buen estado de la aldea. El director Sorogoyen no toca todos estos asuntos, tan necesarios para poder decir que el francés actúa de manera ejemplar. Todo eso sí se ve, al menos parcialmente en el documental Santoalla (2016).
¿Por qué el director habría de decantarse por una visión tan distorsionadora de lo rural?
Es una línea de actuación que viene de lejos a nivel gubernamental. El director se posiciona en lo cómodo para él, pues atacar a las gentes del rural resulta fácil, dado que es un mundo que está muy desprotegido y, por tanto, golpearlo no supone riesgo. “Gobierno de España” estará feliz pues la gran industria y fondos de inversión están buscando expandir su negocio con las explotaciones agrarias, minerías, y energías llamadas “renovables”, y para ello hay que seguir empujando con el vaciamiento poblacional de todas aquellas zonas, o con el consentimiento de los que queden o repueblen, pero con su beneplácito hacia las nuevas políticas de modernización y digitalización (máximo control y fiscalización de todo bajo el Estado) englobadas bajo el título ECO.
Si nuestro “maestro” cineasta, Rodrigo Sorogoyen, hubiera querido reflejar y hacer mejor justicia a los hechos realmente acaecidos en Santoalla, es decir, si el director hubiera querido ceñirse a la verdad, quizá habría mostrado el conflicto real que allí aconteció, que no fue otro que el interés de los holandeses (franceses en la película) en participar de los beneficios (ánimo de lucro, por tanto) que ese comunal daba de la saca de madera. Pero no ha sido así, sino que el director ha optado por la manipulación de todo, empezando por la manipulación de la historia, que es lo mismo que hace el poder constituido a partir de los aparatos de adoctrinamiento del sistema educativo (ya sean de derechas o de izquierdas, estatales o privados).
Nunca jamás los hechos reales que se dieron en Santoalla serían motivo de subvención por parte del Estado y del Gran Capital, como sí lo ha sido esta película y muchas otras.
Incluso algunos periodistas del mundo del cine se delatan, quizá, seguro, sin ser conscientes, y escriben de la película haciendo paralelismos con otras, como el clásico western El hombre que mató a Liberty Balance, un panfleto apologético propagandístico del Estado y su Estado de Derecho.
Veamos en concreto, por tanto, algunas (sólo algunas) de las numerosas manipulaciones que Sorogoyen hace de los hechos reales.
Manipulación 1:
En los hechos reales el motivo de disputa entre lugareños y extranjeros son los usos madereros (saca de leña) del monte comunal. En As bestas el problema radica en que los lugareños quieren vender el monte comunal a una empresa de energía eólica, mientras que los extranjeros son ecologistas que miran por el medio ambiente y están en contra de dicha venta.
Ya sólo con esta primera manipulación, nadie podría afirmar que el guion de la película se basa en hechos reales. Pero eso es lo que, por ejemplo, afirma el entrevistador en este vídeo.
Sorogoyen en esa entrevista asiente con la cabeza, y no rectifica al entrevistador; por tanto, la película se basa en “hechos reales” según el director.
Pero eso mismo es lo que ahora afirma la propia protagonista original de los hechos Margo Pool (poco menos que desdiciéndose de lo que ella misma decía o insinuaba en el documental Santoalla de 2016).
Esta primera manipulación nos dice lo siguiente: Los lugareños odian la naturaleza, les da igual el medio ambiente y la tierra que los vio nacer, odian su propia existencia, y están ávidos de dinero. Los extranjeros, por su parte, son seres de luz, amantes de la naturaleza y en su interior brilla por su ausencia cualquier interés crematístico.
La cruda realidad es que los extranjeros querían (tenían derecho a ello, ojo) su parte de los usos madereros del monte comunal. Los extranjeros no obraban con desinterés, sino por dinero.
En el inicio del documental “Santoalla” se explica (con vídeos originales grabados por los holandeses) que esa pareja era algo asimilable a hippie, y que fueron dando vueltas por Europa en su furgoneta. Es decir, no estaban buscando realmente un lugar donde establecerse, sino que se establecieron en el lugar que tocó cuando ellos ya se cansaron de esa vida errante y despreocupada (por cierto, no consta que los holandeses tuvieran hijos).
Manipulación 2:
Guiño contra la caza y contra la ganadería. Se oyen disparos en el monte, y los extranjeros no parece que coman carne.
Mensaje: lugareños inconscientes y asesinos de animales. Extranjeros veganos conscientes.
Ya desde la primera escena de la película se ve la intención animalista de ésta. Aparece en cámara lenta una tradición gallega, la RAPA DAS BESTAS. Esta tradición no conlleva ningún tipo de maltrato a los caballos, pero el director desde el minuto uno te quiere decir que sí. Para enfatizar esto, en un momento del metraje, el extranjero observa la belleza de los caballos al pasar (la belleza de su libertad: rewilding).
En esa primera escena vemos a un grupo de mozos intentando someter a un caballo, una operación que consiste en el afeitado de las crines de caballos salvajes, todo con el objetivo de saneamiento de los animales. Pero el Sr. Sorogoyen nos pinta la escena con intenciones obvias: impactarnos con la potencia de las imágenes, para que luego las asociemos con la manera de morir del ciudadano francés, que es asesinado por los nativos gallegos empleando el mismo sistema de agarrado y sometimiento que hacen los mozos con los caballos en la tradición rapa das bestas. Una asociación burda y malintencionada, pues denigra a los mozos aloitadores (los que sujetan a los caballos). Por aquí saca la patita la actual la ideología de los animalismos, tan en boga hoy en día, que se escandaliza con cualquier cosa que considera maltrato animal. Sorogoyen se aferra a los animalismos, y en el clímax de la película nos presenta una escena irreal, fantasiosa, pero que le sirve a él para redondear su propuesta del “rural violento”.
La guerra contra la ganadería queda patente. Los lugareños, a la postre asesinos de extranjeros, son los únicos ganaderos; sólo queda el pastor que hace de neutro bueno y que le explica que el campo es muy duro y le consume a uno; al poco éste muere (quizá como “castigo divino” por haberse dedicado toda su vida al pastoreo).
No es casual que sean ganaderos los malos malísimos, algo que les va a encantar a ecologistas, veganos, conservacionistas, funcionarios sanitarios veterinarios y funcionarios forestales.
La película nos muestra, sin pretenderlo, la degradación moral de las gentes del rural, o lo que queda de él o de casi todo. El autoodio a niveles extremos. El autoodio de los mismos ganaderos y el odio al ganadero. La ganadería tradicional se muestra en el punto de mira, de acuerdo a las políticas y mentes progresistas y ecologistas (y de la gran empresa ganadera industrial).
El director nos quiere hacer creer que dicha degradación de los lugareños no es tal, sino que simplemente es la idiosincrasia de las gentes del rural, en concreto del rural gallego. La realidad es que dicha degradación ha sido perpetrada por el Estado y la Gran Empresa Capitalista, sobre todo a partir de las Revoluciones Liberales y la desamortización de Madoz (1855), y luego con las repúblicas y el franquismo. Es la historia que no se cuenta, la que nunca se cuenta, la que siempre se oculta, y la que menos se cuenta en este filme.
En general, los cineastas que se dedican a hacer cine rural no muestran ni el más mínimo interés en comprender la verdad del asunto, la realidad y la historia mismas, sólo buscan el dinero y el prestigio, de forma que todo queda en “magníficos” trabajos cineastas, pero simplistas y superficiales thrillers psicológicos, para mentes y gentes ávidas de experiencias instantáneas de entretenimiento. El Estado financia estas creaciones como artefacto propagandístico de acuerdo a sus necesidades y a las de la Gran Empresa Capitalista, colocando sobre la mesa los falsos dilemas, los falsos relatos, en los cuales siempre el poder constituido queda libre de culpa o incluso es mostrado como salvador o gestor -guardia civil, funcionariado- de los asuntos de la vida entera.
Hablando de la Guardia Civil…
Manipulación 3:
En As Bestas la benemérita queda mal, queda como incapaz, pero por falta de recursos, no por falta de voluntad. Para plasmar esto nos muestran un despacho de la Guardia Civil que más parece de los años 70-80 que del año 2010 (año del suceso).
Mensaje: hacen falta más medios y más Guardia Civil.
¿Qué hay de cierto en el papel de la Guardia Civil que nos muestra la película?
El documental Santoalla, hecho por estadounidenses, al menos intenta ceñirse a los hechos de una forma más honesta. En él se nos dice que el asesinato se produjo en medio de una pista forestal poco transitada, y que tanto el holandés como su coche fueron quemados por los hermanos gallegos en medio del monte para no dejar huellas ni pistas.
¿Alguien se puede creer que un coche ardiendo no va a ser detectado por los forestales o la Guardia Civil o siquiera por algún vecino de la comarca?
Todo indica que las malas relaciones entre los vecinos y los holandeses eran conocidas en toda la comarca, y todo indica que el hecho fue silenciado por todos, incluida la Guardia Civil, con la esperanza de que nunca se moviera el asunto y todo quedara en una desaparición misteriosa del holandés. Pero la mujer del holandés quiso encontrar a toda costa a su marido y hubo que retomar el asunto desde otra perspectiva que no dejara en evidencia a la administración (a la Guardia Civil).
Las grandes mentiras se construyen con pequeñas verdades, y como la película está “basada” en un hecho real, sin que tenga nada parecido a lo real de aquel hecho, pues justificamos todo con él.
Manipulación 4:
Otros de los relatos que subyacen, es el de los conflictos entre los nativos y los foráneos, en este caso de otro país. De su diferencia de vidas, perspectivas, nivel adquisitivo, nivel de educación, etc. La inducción al autoodio del autóctono, una vez más, es el principal elemento a destacar.
El director plantea el debate de si es justo que un foráneo tenga los mismos derechos para decidir sobre un territorio comunal, pero es un falso (o incompleto) dilema, basado en una degradación suprema ya realizada sobre las gentes autóctonas del rural, y la residual soberanía que ya para el año 2010 tenían sobre dicho comunal.
En el documental “Santoalla” la propia mujer del holandés dice que su marido era demasiado impulsivo y que hacía las cosas a su manera. Esto nos deja claro que en realidad el holandés no puso todo de su parte para llevarse bien con los lugareños, que a la postre eran los únicos que vivían en esa aldea, por tanto eran hasta la llegada de los holandeses, los únicos con derecho a uso de ese comunal.
Según dicen en el documental, la aldea sólo estaba habitada por el a la postre asesino (Carlos), y su madre. El otro hijo de esa señora (el mayor, y encubridor de Carlos) no vivía ni trabajaba regularmente en la Aldea. Carlos tuvo un accidente que le dejó secuelas, y de facto era un discapacitado mental.
En As Bestas nos dicen que la Aldea está habitada por más familias. Nos dicen que el hermano mayor vive y trabaja ahí, y que además es el MALO con mayúsculas, y el que azuza a su hermano pequeño Carlos, el cual en ningún momento nos es mostrado como el discapacitado mental que realmente es el hermano menor de los hechos reales. Al contrario, Carlos nos es mostrado como el hermano pequeño que se deja influir por su hermano mayor, pero que incluso sin dicha influencia, tiene una mala baba importante… Hay una escena en la que al francés se le avería el coche en medio de una pista forestal, y Carlos (que va en otro coche) se detiene para vacilarle con muy muy mala leche. Esta actitud sí es creíble en un lugareño malvado en pleno uso de sus facultades, pero no es creíble en un discapacitado mental. Un discapacitado mental sí puede matar (precisamente por no tener sus facultades en orden), pero no puede ser un vacilón con mala leche, dado que no tiene la sagacidad para ello.
Queda claro que la discapacidad mental de Carlos, el a la postre asesino (y con discapacidad que sí es mostrada en el documental) no era útil para el director de As bestas en la línea de querer mostrar a los dos hermanos como malvados de nacimiento, o malvados por cultura y tradición.
En los hechos reales el asesino fue Carlos, y el hermano mayor le encubrió. En la película ambos hermanos trazan un plan perverso para matar al holandés. Además, lo matan agarrándolo-sometiéndolo ambos como se hace con los caballos en la fiesta y tradición de la rapa das bestas.
Hay más:
En la película se habla de la situación social, de los jóvenes, del feminismo (el objetivo número uno de la película), de las relaciones padres-madres-hijos-hijas, de la libertad educando, de los nuevos discursos feministas, del amor y lo poco que queda de él, etc. La película ha funcionado bien por eso, porque puedes mostrar verdades actuales a las que dar peso y credibilidad mediante el falseamiento del pasado y de hechos concretos del pasado.
Sí, es el discurso feminista el que permea todo el metraje, primero de forma solapada e incluso contradictoria, pero finalmente de forma explícita y sin interpretación posible, y es el que ha llevado al director a hacer esa película concreta y no otra (sobre un mismo hecho real). El director afirma haber hecho dos películas en una; la del hombre, y la de la mujer, pero que en realidad es una, la de la mujer en el mundo rural “ocupado por la masculinidad tóxica heteropatriarcal”.
Veamos detalles:
- El francés trabaja y llega a casa cansado y con hambre, la mujer (con cara explícitamente enfadada, pero sufridora) le saca la comida.
- La mujer, por el mero hecho de serlo, es pacifista (discurso biologicista-feminista) y no quiere problemas, pero no hace nada por evitarlos; el hombre sí hace y ella se enfada (momento cámara).
- Después él habla de defenderse, pero ella no quiere peleas. Siempre hay o tiene que haber otra solución…
- Después llega el «sabes que no soy nada sin ti» de la masculinidad tóxica residual, con música cómica de fondo; ella mantiene el papel de mujer aún no feminista, pero que duda.
- La escena del cumpleaños de Pepiño (un vecino inexistente en los hechos reales) es un claro ejemplo de paradigma “machista” donde las mujeres hacen sus funciones y los hombres las suyas.
- Pareciera que es la mujer quien encuentra el cadáver por su perseverancia (falso) y no los inútiles e incapaces guardias civiles (hombres), al margen de la falta de recursos de la Guarda Civil.
- La escena de la compra de ganado, en el que nos muestran el empoderamiento femenino en un mundo 100% de hombres, por tanto 100% machista.
- La escena final, cuando la mujer del finado entra directamente sin preguntar en la propiedad de la madre y sus dos hijos, saltándose a éstos, para hablar con ella, de mujer a mujer. Le dice: tus hijos van a ir a la cárcel, ya sólo quedamos tú y yo. ¿Qué vamos a hacer?
Esa escena final de la película, nos dice abiertamente cual es el mensaje del director: el problema son los hombres, tanto los malvados autóctonos, como el marido de la francesa, el asesinado. El problema son todos los hombres. En un mundo sin hombres las mujeres se llevan bien y todo fluye.
En el documental Santoalla (2016), como ya se ha dicho, hay escenas con los vídeos originales grabados por el holandés con su cámara. En varias de ellas, sobre todo en una, se ve claramente que la madre de los dos hermanos es la que manda en la familia, y que tiene las cosas muy claras respecto a los extranjeros. En ningún momento se la ve preocupada por las malas relaciones con ellos, e incluso les echa a patadas de su casa cuando éstos entran un día para hablar.
Además, en esas imágenes reales se aprecia que el hermano mayor al comienzo de la llegada de los extranjeros se muestra amigable y cooperador, y les ayuda en varias tareas de huerto.
Muy probablemente la inductora del asesinato fuera la madre, y no el hijo menor (discapacitado), ni el hermano mayor, que ni siquiera vivía en la aldea de continuo. Pero claro, con la avalancha y atropello propagandístico sobre la violencia machista, con el feminismo y su ley integral de violencia de género, no es políticamente correcto hablar de mujeres con instinto asesino, porque las mujeres son seres de luz, la gran mayoría de ellas.
Hay más detalles feministas.
La hija de la viuda vive en Francia (esto también inventado), es soltera con un hijo, cuyo padre está en paradero desconocido. La hija se desenvuelve bien por la vida, si necesidad de varón (ha tenido relaciones con muchos hombres y no se ha atado a ninguno, de hecho, se menciona que el padre de su hijo debía de ser un malvado). Cuando llega a visitar a su madre es para decirle que deje de buscar el posible cadáver de su padre, y que abandone esa aldea para ir a vivir con ella a Francia. Además, le echa en cara a su madre que toda su vida ha dependido de su marido… La madre, en la escena siguiente, se auto-empodera para demostrar a su hija que puede desenvolverse en ese mundo de hombres, y así llega el momento antecitado de la compra de ganado. Después, la hija, ya tranquila al ver que su madre no necesita varón para hacer su vida y para ser fuerte, decide volver a Francia sin insistir a su madre para que deje la aldea. La ve preparada, y ha sido gracias a ella, a su hija, la moderna.
Mensaje: la hija, joven ella, empoderada ella, sabe más de la vida y de los hombres que su madre, que está “chapada a la antigua”, y que sólo despierta del “infierno machista” cuando su hija le hace ver lo dependiente que era de su marido.
Para disimular-camuflar este turbo-feminismo, el guion incluyó que la hija le dijera a su madre (sobre su relación con su marido) que finalmente entendió que ellos dos se querían realmente. Una frase-afirmación-reconocimiento por parte de la hija que está metida con calzador, ya que nada de lo que ocurre en la película entre ellas dos es suficiente para que la hija llegue a esa conclusión y además la manifieste de esa manera concreta.
Bravo, Rodrigo Sorogoyen, a buen seguro tendrás más subvenciones (del Estado y quizá de la gran empresa agroalimentaria, gran empresa ganadera y gran empresa eólica), gracias a tu buena labor realizada con As Bestas.