Introducción
Si la conciencia social es baja,
el amor a la libertad es nulo.
M. Amorós
El próximo 20 de diciembre somos llamados a las urnas para elegir a quiénes formarán parte de las Cortes Generales los siguientes cuatro años. Como es habitual, desde que arrancó la campaña electoral somos bombardeados día tras día y hora tras hora, a través de la publicidad política propia de tales acontecimientos, convenciéndonos de que debemos votar y de que el voto moderno representa la mayor expresión de libertad política.
Si a esto le añadimos que nos encontramos también en plena campaña navideña, con las ingentes cantidades de publicidad comercial que eso supone, incitándonos a que gastemos compulsivamente, a que consumamos grandes cantidades de comida y a que volvamos a comprar, cualquier persona que tenga todavía un mínimo de sensibilidad y aprecio a su libertad de pensamiento se sentirá desde que se levanta hasta que se acuesta acosado.
Una de las diferencias que tienen estas elecciones generales respecto a las anteriores es que una buena parte de la población votará esta vez ilusionada con motivo de la irrupción de nuevos partidos que prometen ejercer una nueva política. En particular se da una nueva identificación por parte de los jóvenes y no tan jóvenes con el orden vigente, un orden que a través de los casos de corrupción ilegal, de un texto constitucional redactado hace 37 años y del esfuerzo de personas que apuestan por la Revolución que siguen denunciando los fundamentos y atrocidades cometidos por la actual dictadura, estaba perdiendo legitimidad.
Quien escribe forma parte de ese porcentaje de personas que no somos contados, ni siquiera nombrados, que no votamos, y que somos metidos en el saco de los indecisos, para adoctrinar y manipular a los que sí votan, haciéndoles pensar que lo único posible es votar. No votamos, y no estamos indecisos. Ten también esto en cuenta a la hora de echar tu papeleta en la urna.
Antes de seguir con el texto, aclarar que el que escribe no representa a nadie, ni tiene esa intención. Tampoco tiene el objetivo de embaucar, engañar, prometer, comprar o persuadir con fines personales o partidistas. Simplemente se busca la reflexión libre en torno a la temática señalada en el título del texto, que sólo es posible si se conocen todas las opciones y posicionamientos, señalando además un actuar concreto ante las elecciones.
Las elecciones no son libres
El poder político puede formar la voluntad
del pueblo, de la cual debería partir.
C. Schmitt
A continuación se señalarán algunos de los factores que impiden que todas las elecciones organizadas y subvencionadas por el Estado y el Capital se realicen de manera libre.
a) En primer lugar, la existencia de unas fuerzas militares y policiales profesionalizadas, ajenas de manera completa al elemento popular, no elegidas por nadie y guiadas en primer lugar por la razón de Estado no hacen posible unas elecciones libres. Esto se entiende de manera clara recordando únicamente el pasado siglo XX, en el que las intervenciones militares directas en la vida pública fueron numerosas. Se puede comprobar también atendiendo a los artículos de la actual Constitución que rigen este asunto. En el artículo 55 de ésta se acepta de facto una dictadura militar cuando las circunstancias así lo exijan, afirmando que «Los derechos reconocidos […] podrán ser suspendidos cuando se acuerde la declaración del estado de excepción o de sitio en los términos previstos en la Constitución», reafirmados en los artículos 116 y 117.5. Son desarrollados en la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio, donde en el Artículo primero se indica que tal situación se producirá «cuando circunstancias extraordinarias hiciesen imposible el mantenimiento de la normalidad», pudiendo «detener a cualquier persona», realizar los registros domiciliarios que se considere oportunos, «intervenir toda clase de comunicaciones», etc. Como es lógico, la elección de cuándo es una situación extraordinaria y qué significa normalidad depende únicamente de los integrantes del sistema de poder vigente. En el mismo sentido, en el artículo 8.1 se afirma que «las fuerzas armadas» serán las encargadas de velar por el cumplimiento del «ordenamiento constitucional».
Se ha de admitir, por tanto, que el sistema de dictadura constitucional es generador de una dictadura militar cuando, para la continuación de aquél, la situación lo requiera, como podría darse si las elecciones no saliesen como deben, en cuyo caso no nos encontramos(1).
b) Previamente a que se realice la emisión de voto, no cabe la reflexión colectiva, y por tanto no se produce deliberación. Estamos condenados a pasar ante las elecciones como sujetos pasivos, que sólo escuchan y asienten mansamente, elecciones tras elecciones, a las demagogias, promesas y prebendas de unos u otros, comprando así uno de los productos políticos que ponen a nuestra disposición y pensando que de esta manera se ejerce la voluntad popular. Tristemente esto se ve de manera masiva en estas elecciones, que han conseguido embaucar a mucha gente desencantada antes con un bipartidismo oxidado para muchos, consiguiendo vaciar (aún más si cabe) las calles y las plazas y llenar las poltronas y sofás para ver los debates mediáticos y estériles para mudos. La voluntad popular sólo es realizable en el debate libre en asamblea, entre todas las personas implicadas en los asuntos que las atañan, jamás podrá ser expresada en la elección de unos expertos que elijan por nosotros todos los asuntos de nuestra vida.
Asistimos a un momento histórico en el que la despolitización general del ciudadano medio (producido, tanto a partir de la sociedad del consumo y del espectáculo como a través del parlamentarismo) ha generado un desprecio por su libertad política pocas veces conocido, que se considera realizada con la escucha en la campaña electoral de los diversos debates entre los gendarmes de la partitocracia, generándose algo de preocupación política en este momento determinado, satisfecha finalmente con la papeleta en la urna para los siguientes cuatro años.
c) Contrario a lo expresado en el punto anterior, lo que se da en realidad es un moldeamiento de la voluntad popular, especialmente en estas épocas de campaña electoral, pero también a lo largo de la vida, a través de los distintos medios de aleccionamiento de los que hoy se sirven tanto el capitalismo como el Estado, como son las escuelas y universidades estatales o privadas (ordenadas ambas por el Ministerio de Educación), la prensa, la publicidad comercial y política, la televisión, el cine, el arte, etc. Se da así un individuo medio cuya conciencia es acosada desde que se levanta hasta que se acuesta, moldeado a imagen y semejanza con sus iguales y con los intereses del orden constituido, que cuando tiene la posibilidad de votar rara vez se plantea el no hacerlo. El gran logro del Estado y el capitalismo hoy es haberse introducido en las mentes y corazones del ciudadano moderno para ordenarle lo que tiene que pensar y sentir, consiguiendo de manera casi completa la afirmación de C. Schmitt que introduce este texto.
d) Para que unas elecciones, se elija lo que se elija, se realicen de manera libre, es indispensable que el sujeto que elije conozca todas las posibilidades a elegir. Como he expresado más arriba, no son pocas las personas que están convencidas de no votar, no sólo en estas elecciones, sino en cualquier otras que estén organizadas, dirigidas y subsidiadas por el Estado, la gran empresa y los bancos. Para votar de manera libre y poder llegar a una conciencia política real mínima, se debe de tener la posibilidad de conocer esta opción. En las actuales condiciones esto no se da. Las ideas en torno a la abstención consciente, responsable y activa y las personas que no votamos no tenemos ni tendremos cabida en los platós y en los debates políticos, haciendo creer a la población que el porcentaje de gente que aún no se ha decidido pertenece exclusivamente a la sección de los «indecisos». Vaga mentira fácilmente rebatida que muestra el carácter manipulativo de las elecciones y todo el circo mediático que las engloba.
e) Por último, para que unas elecciones sean libres, es necesario que el que elige tenga claro qué es lo que está eligiendo. En el caso de las elecciones al parlamento, se nos vende la idea de que tenemos la posibilidad de elegir al poder que guiará el buen marchar de la nación en los próximos cuatro años. Para que esto fuera cierto, no deberían de existir otros poderes (a los que nadie elige ni siquiera de manera no-libre) que tuviesen más capacidad de decisión en el transcurrir de la política, lo que no ocurre.
La partitocracia, o conjunto de organizaciones y personas que conforman el sistema de partidos, es un poder más, en la mayoría de las ocasiones supeditado a los poderes fácticos organizados en el Estado y el Capital, como son los altos funcionarios, los mandos del Ejército, los catedráticos, el aparato judicial, los mandos de las distintas policías, la prensa y los medios de comunicación de masas, la gran empresa y los bancos estatales y privados. Todos estos están siempre, de manera más o menos visible, detrás de la elaboración de las leyes que nos gobiernan, firmándolas posteriormente la casta política con la correspondiente foto periodística, lo que explica que los distintos gobiernos que hemos sufrido desde el fin del franquismo hayan sido una cosa y lo mismo.
Se debe rebatir también la idea de que tenemos a nuestra disposición opciones muy distintas, cuando en realidad no es así. Los miembros y organizaciones de la partitocracia están de acuerdo en los fundamentos básicos que sustentan la dictadura política actual. Todos ellos están conformes en la defensa del Estado y de la Constitución, en la comparación de la gente común con niños pequeños incapaces de autogobernarse, cuyas vidas han de ser organizadas por otras personas (impidiendo y persiguiendo toda manifestación de autogobierno popular), en el mantenimiento del trabajo asalariado como forma de esclavismo moderno que destruye a la persona, en la supeditación de la naturaleza a los intereses del orden constituido, en la defensa de Madrid como capital del Estado y centro de mando tiránico y jerárquico sobre el resto de territorios, en la defensa de la propiedad privada capitalista, especulativa, concentrada, injusta y destructiva, negando y legislando contra la autogestión de los recursos y medios de producción y produciendo todo tipo de dislates económicos, injusticias y desigualdades, en el mantenimiento del sistema fiscal que expolia una buena parte de la riqueza generada por los trabajadores para la consecución de los fines del Estado, en la continuidad de la sociedad del espectáculo, del adoctrinamiento y de la mentira, en la resolución de los conflictos sociales con más jueces, más leyes, más policías y más cárceles evitando un revisionismo radical que indague en las causas primeras de los desajustes sociales que padecemos, etc.
La presentación de las diferencias entre los distintos partidos como si se tratasen de opciones radicalmente opuestas, es una operación maquiavélica que penetra en el ciudadano medio, al que se le hace pensar justo lo contrario de la realidad: que tiene la opción de elegir entre diversas opciones opuestas entre sí, convenciéndole de que su voto tiene algún tipo de utilidad y generando un clima de discusión y enfrentamiento inútil, la mayoría de las veces vacío de contenido, en el seno de las clases populares. En esto, también todos están de acuerdo.
Nos encontramos además ante unas elecciones que imposibilitan el deseo político común, entre otras cosas por la prohibición expresa del mandato imperativo en el artículo 67.2 de la actual Constitución, donde se recoge que «Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo». Este principio político, fundamental para la realización de la voluntad popular y el mantenimiento de una democracia, posibilita que en el momento en el que se decida que una persona o colectivo elegido libremente (que como se ha indicado, no sucede) para la consecución de una determinada tarea ya no es apto para su realización pueda ser depuesto.
Verdadero fundamento de las elecciones y del voto
Si se confiara al diablo la organización de la vida
pública, no podría ocurrírsele nada más ingenioso.
Simone Weil en, Por la supresión
general de los partidos políticos.
En toda tiranía se busca que los dominados se asemejen a sus dominadores, que se sientan una y la misma cosa. Si por algo se caracterizan las dictaduras parlamentarias y el capitalismo moderno es por haber conseguido esto de manera casi absoluta. Tal situación se realiza hoy de muy diversas maneras, y una de ellas es el entramado de las elecciones parlamentarias. A través de una campaña publicitaria política de intenso calado, al individuo se le consigue hacer creer que escuchando tres o cuatro debates y eligiendo un color el día marcado se consolida una sociedad libre. Pero la libertad política y las urnas mudas jamás podrán ser compatibles. No nos cansaremos de repetirlo, la asamblea es el único espacio de gestión y de encuentro donde la voluntad popular puede ser realizada, sin expertos, sin jerarquías y sin irresponsabilidad, donde todos y todas tomen las riendas de sus vidas decidiendo sobre ellas, única manera de realizarse como seres humanos libres, por tanto, responsables. Libertad política y asamblea son dos realidades indisolubles. Se podrá decir que la gestión asamblearia de la vida es algo muy complejo y aparatoso (lo que tendría que ser argumentado y comparado con la desastrosa gestión actual de la vida humana, sin ocultar las formas de organización asamblearia tradicionales, como el régimen de Concejo Abierto(2) de la Península Ibérica) pero a continuación se debería de admitir entonces que ante la dificultad que supone la realización de la libertad preferimos ser esclavos autosatisfechos, ya que según la filosofía moderna y la publicidad comercial y política esto es más sencillo y cómodo.
Nos encontramos en uno de los momentos en los que menos capacidad de decisión tiene el elemento popular sobre los asuntos que atañen a su vida y donde a su vez el común de la gente se imagina libre políticamente, o por lo menos más que en escenarios políticos anteriores. No es casualidad que coincida también con el momento de mayor despolitización y olvido, miedo o directamente desprecio por la libertad personal y social, habiendo generado un sujeto capaz de aguantar todo tipo de atropellos, e injusticias propias y «ajenas».
Con todo, algunas pocas personas y colectivos aprovecharon el momento de la crisis económica y de sus desajustes generados para poner en evidencia un sistema de poder dictatorial, que a su vez movió ficha, reinventando y apoyando de manera descarada nuevas formaciones políticas, generando y reforzando la ilusión en el elemento popular de que hoy día todo es reformable y que grandes cosas se pueden conseguir a través del sistema de partidos. Se ha consumado así una nueva operación política para el control de la disidencia, aparente a primera vista, que más tarde se ha marcado como nueva burguesía de Estado, reduciendo la mínima respuesta popular en la calle para volver a confiar en el parlamento, abandonando asambleas, centros sociales, debates entre iguales, etc.
Como afirmara Maquiavelo en relación a la función adoctrinadora o represora de un Estado, «no se debe perder de vista que hay que ganarse a los hombres o deshacerse de ellos». Con las elecciones y el voto no-libre se consigue (por el momento) lo primero, no siendo necesaria prácticamente ningún tipo de represión, salvo excepciones (también por el momento), contra la gente que sigue y seguirá combatiendo la tiranía, la injusticia y la mentira, venga de donde venga.
En definitiva, el fundamento último de las elecciones y el voto es la creación y mantenimiento de una masa dócil, despolitizada y despreocupada, para la consecución del objetivo de todo poder, aumentar su dominio tanto en los territorios propios (controlándolo todo e imposibilitando el surgimiento de cualquier disidencia real asegurando así la «paz» social) como en el exterior. El parlamentarismo se ha mostrado hasta el momento como la forma de tiranía más perfecta para la consecución de tales fines.
Conclusión y posicionamiento
La lucha es la madre de todo.
Heráclito
Hoy más que nunca el posicionamiento de los que confiamos en la gestión libre de la vida a través de las asambleas ha de ir dirigido en contra de las instituciones, marcando claramente nuestras diferencias con los nuevos y renovados partidos, más peligrosos que los anteriores, ya que vienen a reforzar y perpetuar el sistema de dominación intentando atraer a las minorías desencantadas y alejadas de las instituciones, potenciales precursoras de un cambio radical. El fin del bipartidismo y la puesta en evidencia de las nuevas formaciones, que cada vez se irá haciendo más de notar entre las minorías que se encuentran en la calle y no en el parlamento, marca un nuevo momento en la dictadura política vigente en el que las personas que seguimos luchando por la libertad política tenemos una muy buena oportunidad para asestar golpes decisivos al parlamentarismo y a la casta partitocrática, tanto a la antigua como a la nueva, después de esta nueva operación de lavado de cara.
Por todo lo escrito, se plantea la abstención como repulsa y condena del sistema actual, como posicionamiento responsable ante la gestión y perpetuación de la barbarie en la que nos encontramos, como no-legitimación de la dictadura parlamentaria y como apuesta para seguir trabajando el resto de los días del año y durante los próximos cuatro años entre iguales por la construcción de una sociedad libre, creando y apoyando proyectos populares, autogestionados y autogobernados sin intervención estatal, elaborando ideas, ideales, programas y estrategias para la construcción de una sociedad radicalmente nueva, y sobre todo, aceptando el «largo proceso de autoeducación y autoperfeccionamiento ético» imprescindible para «la transformación a fondo de la
sociedad»(3).
En este sentido, lo sensato ahora consiste en que las personas y organizaciones ajenas al sistema de poder vigente crezcan, tanto en cantidad como en calidad argumentativa, mientras las nuevas y antiguas formaciones políticas (y las muy diversas organizaciones que indirecta y directamente las apoyen) sigan desacreditándose con el transcurrir de los hechos, perdiendo calidad y mostrándose como lo que en realidad son, apuntaladores del orden constituido apoyados y aupados por éste y en nada diferentes de la antigua casta partitocrática.
La libertad política se ejerce, no se deposita. El próximo 20D, piensa.
1. La similitud casi completa de todos los partidos políticos (condición indispensable para formar parte de la partitocracia consolidada) y la baja o nula conciencia social de las clases populares, generan unas elecciones insignificantes y vacías de contenido, cuyo resultado, sea cual sea (y con una participación prevista tan alta como la habida en las elecciones de 1982), lo único que hace es reforzar el sistema de dominación actual.
2. Un buen texto para iniciar el estudio de este tema es «Democracia directa municipal. Concejos y cabildos abiertos», E. Orduña Rebollo. Disponible en internet, en Scribd.
3. En Breve tratado de Ética. Una introducción a la teoría de la moral. H. Saña.
Javier de Miguel Möller. Madrid, 16-12-15.
Buenísimo, muchísimas gracias!
Estupendo.
Muchas gracias.
Apesar de ter sido (e colaborado) assessor do ministro da Justiça do 3º Reich, a leitura do livro O CONCEITO DO POLÍTICO de Carl Schmitt contribuiu muito para me revelar os vícios da democracia/ditadura parlamentar/eleitoral e o fato de que não existe produção legítima de Direito a não ser aquele que se recolhe ou se produz a partir do poder assemblear popular (poder soviético legítimo).
Gracias Javier!
Me ha gustado mucho. No conozco ni conocía la figura de Carl Schmitt, he de reconocer que me ha costado entender la cita, y luego que tengo perjuicios viniendo de donde viene, pero tambien me genera curiosidad conocer su pensamiento en ciencia política. Aparte de esto, te comento algunas cosas.
Respecto a la campaña navideña, aparte de la campaña política, me aterra porque me doy cuenta de como cada vez más para expresar amor y gratitud hay que hacerlo a traves del dinero, comprando. Si compras o consumes poco, puede parecer que amas poco. La forma de demostrar amor en esta sociedad es cada vez más a través del consumo, o el consumo se ha convertido en una forma de demostrar amor; he tenido que explicar a mis familiares que consumo y regalo poco, pero que no por eso amo menos, es fuerte llegar a este punto.
En relación a los indecisos y al abstencionismo consciente, estaría bien visualizar esta abstención consciente, hace unos años existía «escaños en blanco» con este objetivo. En algun momento algun proyecto similar se podría iniciar con contenido revolucionario.
Respecto a la libertad política, hace poco el presidente de la UE dijo que los ciudadanos teníamos que repensar la política europea para entenderla más en términos de seguridad que de libertad. Hacia allí vamos, segun creo, a este cambio de concepción, a eso juegan las elites, como bien denuncias en tu texto. No sólo interesa que no haya libertad de consciencia ni diálogo entre iguales sino que interesa el miedo, que impide pensar y nos hace buscar más y más la ansiada «seguridad».
Estoy muy de acuerdo en que con todo el partidismo muchas veces se genera un enfrentamiento inútil y poco sustancial, que nada tiene que ver con la realidad de las propuestas que se llevan a cabo finalmente por parte de los partidos ni en la vida cotidiana de la gente. Solo es para meter ruido y pocas nueces.
Murray Bookchin afrimaba que cuando más Estado menos poder/voluntad popular y al revés. Eso sigue siendo cierto, también en relación a tus reflexiones, que son las mismas que las mías respecto al proceso que vivimos en Cataluña.
Estamos en camino y en construcción, como indicas, para que cuando este lavado de cara de una nueva transición que es hacia nada o hacia más de lo mismo se desvele, poder ser alternativa cada vez más fuerte y creíble para más personas.
un abrazo y gracias de nuevo,
Laia