1.Mi tesis: una revolución integral no solo es deseable, necesaria y posible, más todavía si le asiste la razón científica.

2.Exposición (que incluye antecedentes)

Etimológicamente, la palabra epigénesis procede del griego, con el significado literal de “después o por encima (epi) del principio (génesis)”. El diccionario de la RAE dice que epigénesis es “la doctrina según la cual los rasgos que caracterizan a un ser vivo se configuran en el curso de su desarrollo, sin estar preformados en el huevo fecundado”. En un diccionario médico leo esta definición: “teoría embriológica sostenida actualmente por todos los autores, según la cual los organismos se desarrollan paso a paso desde la estructura más simple, como es el cigoto, hasta el feto a término. A esta teoría se oponía el preformacionismo” (que es la antigua y conservadora teoría biológica que piensa el desarrollo del embrión como simple crecimiento de un organismo ya preformado).

En ambas definiciones se confunde el fenómeno, la epigénesis, con la teoría científica que trata de estudiarlo y explicarlo, la epigenética. Se ha venido atribuyendo la paternidad de la epigenética, como rama de la embriología, al biólogo escocés Waddington (1905-1975), pero la cosa viene de antíguo. Sabemos que en el siglo IV antes de Cristo ya Aristóteles le había dedicado mucho tiempo a esta cuestión, que intentó explicar mediante un elemental método empírico: incubó 21 huevos de gallina y abrió uno cada día para comprobar el estado del embrión y tomar nota de los cambios que se iban sucediendo.

Conrad Hal Waddington, primero geólogo y biólogo después, es reconocido por su intento de integrar las diferentes parcelas del conocimiento en los campos de la embriología, la genética y la teoría de la evolución natural. La epigénesis se comprende muy bien con este sencillo ejemplo: dos gemelos idénticos, que tienen la misma constitución genética desde su nacimiento hasta el final de sus vidas, a medida que crecen y se desarrollan experimentan diferencias en su entorno, algunas de las cuales podrán alterar su apariencia y su comportamiento, permitiendo que estos rasgos diferenciales sean heredados por sus respectivos descendientes; o sea, que aunque ambos compartan los mismos genes, siempre es posible que algunos estén activos en uno de los gemelos pero no en el otro, lo que viene a significar que siendo genéticamente idénticos, no lo son epigenéticamente.

Si me meto en estos jardines del conocimiento científico es porque estoy muy cansado de escuchar constantemente que me digan eso de que soy un contumaz optimista sin causa, y que la revolución integral que pienso es absurda, porque los humanos no tenemos arreglo, porque no podemos cambiar lo que somos, porque así es nuestra natural condición de seres egoístas…porque siempre ha sido así y lo será por siempre.El dicho popular que sintetiza ese pensamiento, preformacionista y conservador, es expresado socialmente en la manida frase “siempre hubo ricos y pobres, y siempre los habrá”, que viene a sentenciar la creencia popular en que somos portadores de un gen egoísta que predetermina el orden social y que, en consecuencia, es inevitable que éste sea igualmente insolidario. O sea, que las sociedades humanas están condenadas a vivir en plutocracias, que no otra cosa es el gobierno de los ricos sobre los pobres, aunque por vergüenza de nuestra mala conciencia, acostumbremos a nombrarlas como “democracias”. 

Me apresuro a decir que en tal contexto, gobierno de “ricos” es sinónimo de gobierno de “propietarios”, donde el resto somos los desposeídos, todos pobres de nacimiento, de lo que nadie  tendría la culpa, tampoco cada uno de nosotros, porque de haber un culpable sería ese gen egoista que a todos nos ha tocado en suerte y que en algunos de nosotros es más fuerte y espabilado que en otros.

No es por casualidad que la palabra plutocracia refiera a su origen mitológico en la Grecia antígua, en la que Pluto era el dios de los ricos. Plutocracia viene de la conjunción de playtos (riqueza) y cracia que significa gobierno. Y es muy ilustrativo que en la mitología romana el mismo Pluto de los griegos era el dios romano de los muertos, al mismo tiempo que lo era también del mundo subterráneo. En esta mitología romana, Pluto equivalía al Hades griego, cancerbero y dios del inframundo, de ese tenebroso lugar bajo tierra al que estaban predestinadas las almas de los muertos. 

Tiene pleno sentido que los antiguos romanos asociaran este submundo con el dios griego de la riqueza,  porque para ellos la riqueza procedía, se extraía, de las profundidades de la tierra, o sea, de las minas. Ya sabemos a qué venía tanta afición del imperio romano por la minería,  que explica su compulsivo afán de conquista y colonización de nuevos territorios. Ese imperio hizo ley del derecho de presura, de apropiación o propiedad de la Tierra, por herencia o por conquista. Y hasta hoy, ese derecho ha ido a Misa en todo el mundo. Y sigue vigente después de unos cuantos miles de años,  al margen de si este derecho a la rapiña nos viene, o no, impreso en los genes. 

No olvidemos que nos seguimos guiando por el Derecho romano y que en éste la propiedad sobre la Tierra,  incluye de facto tanto a los minerales del subsuelo como a los vegetales y animales que crecen sobre la tierra y que, por tanto, el derecho de propiedad, individual o colectiva, comporta un  gobierno totalitario sobre vidas y minerales. Así, vamos viendo de qué va la moderna geopolítica, que actualiza comercial y políticamente el antiguo arte de la guerra, dedicado a la conquista y colonización de nuevas tierras, con las que acumular capital y ampliar la Hacienda. No viene de más recordar que el trabajo asalariado no es sino un ingenioso eufemismo moderno, para no decir «esclavitud», la natural consecuencia del derecho a la propiedad y gobierno de la Tierra, extendido a la esclavitud de quienes sirven a la Hacienda como  al consumo de todo lo contenido en sus lindes, sea de origen natural o producto del trabajo humano.

Volviendo a la epigénesis, el caso es que fue Conrad Hal Waddington quien propuso a mediados del siglo XX la explicación epigenética como causal del desarrollo de los organismos pluricelulares, basado en las interacciones entre genes y entre éstos y su entorno.La teoría del gen egoista, formulada por Richard Dawkins en 1976, proponía que los seres vivos pluricelulares  son producto del procedimiento por el que consiguen reproducirse los genes (que así serían los “verdaderos individuos). Stephen Jay Gould refutó esta teoría dominante en los años noventa y, sin embargo, a continuación hubo un vuelco en la investigación científica, que rescataba la epigénesis y postergaba a la teoría del gen egoísta. Sin que podamos descartar próximos vuelcos en la teoría científica, lo cierto es que Wadmington justificó muy bien la posibilidad de evolución genética y demostró que ésta puede producirse sin cambiar el ADN. A mí me sirve para pensar que el deseo, la necesidad y la ciencia pueden llegar a congeniar.

Llama mi atención la importancia que las Ciencias Naturales le asignan a la epigénesis, cuando la Geología la define como un lento proceso de sustitución de un mineral en el interior de una roca, mientras que en la Biología se asocia a la definición de los rasgos de un organismo a lo largo de su desarrollo, combinando la causalidad (génesis) con el proceso (genética), y explicando así la existencia de un epigenotipo –procedente de una herencia- junto a una red de interacciones en el desarrollo de la especie (fenotipo). Para el caso de nuestra especie, todo ésto viene a significar que nuestro desarrollo no depende solo de un programa genético, sino que depende también de los intercambios e interacciones con nuestro medio natural-social,  es decir, con aquellos factores externos no codificados por el ADN.

A donde quiero llegar es que nuestra naturaleza humana no viene predeterminada de fábrica, ni por tanto es inmutable la forma social en que nos relacionamos entre nosotros y con el resto de la Naturaleza; vamos, que no está previamente decidido que homo sappiens tenga que vivir en regímenes plutocráticos hasta el fin de los tiempos, por culpa del gen egoísta.

Tengo, pues, sobradas razones para poder decir que mi optimismo antropológico no es voluntarista por sí, que también le asiste el conocimiento científico. Y que la organización plutocrática de las sociedades humanas, aunque tenga una antigüedad de miles de años (por cierto, la misma edad que las instituciones de la Propiedad y el Estado), no estando predeterminada, sí es cierto que para su conservación y reproducción resulta tan decisiva como nefasta esa  creencia popular  en la inmutabilidad de nuestra naturaleza egoísta, la que nos lleva a organizar nuestras sociedades en «inevitables» plutocracias… todo por el caprichoso designio de los genes, o los dioses, que igual me da.

 

3.En conclusión (provisional)

Sin cambiar el ADN, eso que hace de cada uno de nosotros un animal específicamente humano, es posible cambiar el curso de la historia humana, abandonar nuestra «natural» forma de vida insolidaria y depredadora, organizar nuestra convivencia de otros modos, no necesariamente en modo «consumidor-propietario», no en ciudades o naciones-estado…porque no estamos condenados, por Nada ni por Nadie, a vivir en una eterna Plutocracia. Que si ésto sucede, principalmente se debe a que ricos y pobres siguen creyendo que esta forma de vida es la natural e inmutable, contribuyendo eficazmente  a la   reproducción en bucle de la lucha de clases, como a la devastación sistemática de la biosfera, sin solución de continuidad que no pase por la extinción de nuestra especie.

De ahí  que me permita la licencia de  reciclar aquí el exitoso eslogan publicitario que empleara en su campaña electoral aquel simpático plutócrata llamado Obama: ¡yes you can, homo sappiens!

FUENTE: https://blognanin.blogspot.com/2022/10/epigenesis-yes-you-can-homo-sapiens.html

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