Las farsas electorales, todas ellas y en todas las circunstancias, son uno de los procedimientos para integrar a las masas en el actual régimen de dictadura política, ordenado por la Constitución vigente, de 1978.

Promueven la ficción de que el pueblo “elige” al gobierno, pero solo “elige” a quien el colosal aparato de propaganda política, una repetición de la propaganda comercial, le ordena que lo haga. No hay libertad de elección porque no hay libertad de expresión ni libertad de información. Todo el sistema es manipulativo, autoritario, adoctrinador.  Además, el gobierno es una parte secundaria y subordinada del sistema de poder. Se “elige” al gobierno, pero no se elige al Estado, y por supuesto no se elige al capitalismo.

Sin libertad de conciencia no hay libertad política.

El sistema es partitocrático. Funciona por partidos políticos todos ellos financiados por el ministerio de Hacienda y por las grandes corporaciones capitalistas, además de por los poderes mediáticos que los transforman en productos comerciales, a vender principalmente en la televisión. Como consecuencia, todos son lo mismo, todos son instrumentos del sistema. Luego, para aparentar “pluralismo”, escenifican “diferencias” y “debates”, mera palabrería teatralizada, vulgar engaño al individuo común.

Éste sólo puede participar en la vida política emitiendo un voto no-libre para “elegir” entre productos políticos que son el mismo. Y eso es todo, hasta las próximas elecciones, cuatro años después.

Frente al actual régimen de dictadura política disfrazada de “democracia representativa”, está el sistema de democracia directa, o democracia asamblearia, en el cual todos y cada uno de los asuntos concernientes al bien público son tarea de la totalidad de las personas. En él la actividad política del individuo es plena, no se reduce, como ahora, a meter cada cuatro años un papelito en una urna. En él, la asamblea local u concejo abierto es el órgano de la soberanía popular.

Los partidos, máquinas amorales para acaparar poder y dinero, no tiene poder efectivo de importancia, siendo instrumentos de que se vale el verdadero poder, el de los ministerios, el ejército, la gran banca estatal y privada, etc. para imponer sus decisiones a la plebe. Su función es desunir, dividir y enfrentar a la comunidad popular. Todos son iguales y todos altercan entre sí por dinero y poder. Hemos visto el ascenso de los totalitarios de izquierda, procapitalistas y feminazis, Podemos, ya en descomposición, y de los totalitarios de derechas, Vox, impulsados ambos por los poderes del Estado, y ahí están los resultados…

En las elecciones municipales los partidos reclutan a los peores sujetos de cada barrio y pueblo, para completar las listas electorales. Las muy pocas personas honradas que se meten en ello por equivocación no tardan en abandonar el montaje. En los ayuntamientos, todo está regulado por miles y miles de leyes y normativas tiránicas, por lo que es indiferente quien gane y quien esté en el gobierno municipal, pues todos están obligados a hacer lo mismo. 

En algunos lugares se están creando instituciones asamblearias de autogobierno, o concejos abiertos, para ir arrebatando a los ayuntamientos la soberanía local, lo que es una iniciativa loable. Parece que alguno de ellos desea presentarse a las elecciones y penetrar en el ayuntamiento. Ciertamente, poco va a salir de ahí, pero si insisten puede hacerlo, también para que comprueben por sí mismos que es algo sin utilidad y, si se toma demasiado en serio, negativo. En efecto, puede terminar anulando lo verdaderamente importante, convertir al concejo abierto en un auténtico órgano de poder local, contra el ayuntamiento, contra el Estado español, contra el capitalismo, contra Bruselas. Y puede promover el legalismo y el institucionalismo, ahora tan extendidos…

Si insisten en presentarse deben cumplir al menos dos condiciones. Una, que quienes sean concejales tiene que depender del concejo local por el sistema de mandato imperativo, en tanto que portavoces y no como representantes. Dos, que las actividades en el seno del ayuntamiento sean algo bastante secundario, en relación con las tareas de concienciación, asociación y movilización popular.

La lucha está en la calle, no en los ayuntamientos.

Esa es la verdadera labor, crear concejos abiertos, que tienen que empezar como grupos pro concejo abierto, pues éste exige, para existir en plenitud, la participan de una mayoría de la población, e ir desplegando funciones de gobierno alternativo pro soberanía popular.

Tenemos que ser pueblo y sólo pueblo, sin ninguna relación con las instituciones del Estado español. Pueblo soberano, no pueblo y Estado.

La opción mejor es no votar, no participar, al mismo tiempo que se efectúa la denuncia del régimen de dictadura actual, incluida la farsa electoral, y se da a conocer el sistema de democracia directa, que existirá en su día, como consecuencia de una revolución política.

Félix Rodrigo Mora

FUENTE: https://www.virtudyrevolucion.org/numeros-de-la-revista/numero-1-abril-2023/editorial/1301303_numero-2-elecciones-2023

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