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  • Autor de la entrada:José Luis Cano Gil

(Reseña sobre «Feminicidio o auto-construcción de la mujer» escrita por José Luis Cano Gil en su blog «Psicodinámica y Humanismo«)

Estas vacaciones, Olga y yo nos hemos dado una vueltecilla… por el infierno. El infierno del feminismo actual (en España y, por extensión, el mundo), con sus estragos, sus orígenes, su psicología secreta, sus mentiras y sus contradicciones.

Nuestros guías han sido Prado Esteban Diezma y Félix Rodrigo Mora con su libro «Feminicidio o auto-construcción de la mujer». La obra más conmocionante que he leído desde Alice Miller. Parte de lo bueno (poco) que creía saber sobre el feminismo se me ha derrumbado. Todo lo malo (mucho) que sospechaba de él me ha sido ratificado con toda clase de datos, pruebas y argumentos. Recomiendo, pues, a mis lectores/as su indispensable lectura antes de que sea demasiado tarde. Pues el feminismo, que no es sino una parte de una pesadilla aún mayor -el control creciente de un estado totalitario y mundial- acabará destruyéndonos (desalmándonos, como ya está sucediendo), a menos que despertemos y hagamos algo para emanciparnos de ambos.
Yo no soy experto en estos temas, de modo que no me atrevo a afirmar que Prado y Félix tengan toda la razón en todo lo que dicen. Quizá puedan exagerar, deformar, callar o idealizar algunas cosas. Tampoco digo que personalmente comparta todas sus ideas… Lo que sí aseguro es que, a diferencia del feminismo, cuyas teorías jamás han descrito el mundo real que yo conozco, «Feminicidio o auto-construcción de la mujer» sí lo hace. Sus observaciones, su enfoque general, su estilo interpretativo -a veces casi «psicoanalítico»- de la realidad sí sintonizan o, al menos, son compatibles, asimilables con mis formas de ver, sentir y pensar el mundo. Por eso os lo recomiendo.

¿Qué dice esta obra archisubversiva? He aquí algunas de sus ideas:

El patriarcado nunca fue creado por los varones, sino decretado políticamente por ciertos estados e ideologías, de los que ambos sexos -mujeres y hombres- son víctimas.
Las mujeres en España jamás vivieron oprimidas antes de la Revolución Francesa y, menos aún, en las sociedades rurales.
El feminismo no defiende a las mujeres, sino que, implícitamente misógino, las infantiliza, sobreprotege y deshumaniza para explotarlas mejor según convenga al estado (lo mismo que hace con los varones).
El feminismo, disfrazado de «emancipación femenina», es por lo anterior neopatriarcal, capitalista (¡incluso Rockefeller lo financió en su momento!), violento y totalitario. Por eso lo fomentan tanto la derecha como la izquierda.
La guerra de sexos es cultivada para destruir la tradicional solidaridad entre hombres y mujeres y aniquilar toda relación humana natural (amorosa, sexual, familiar, colectiva…), con vistas a una sociedad atomizada de individuos vacíos, aislados y obedientes.
Como el machismo nunca ha sido «biológico», sino político, muchísimos hombres nunca han sido machistas, mientras que muchas mujeres sí lo han sido y han colaborado con él.
Algunas mujeres aspirar al poder y la violencia (contra mujeres y hombres) tanto como algunos varones. El poder y el dinero no tienen sexo.
Muchas mujeres se opusieron al feminismo desde sus inicios, por ejemplo desde los movimientos libertarios (anarquismo).
El estado «progresista» es, en realidad, regresivo, pues va destruyendo todas nuestras oportunidades de seguir siendo realmente humanos (es decir, con verdadera libertad interior respecto a nuestros modos espontáneos de sentir, pensar y vivir, sin imposiciones ni tutelas de los estados).
El feminismo generaliza, falsifica o ignora muchas evidencias históricas, entre ellas el hecho de que la relación entre los sexos siempre fue distinta según cada persona, clase social, país, época, condición rural o urbana, intereses políticos, etc. Tales relaciones son, por ello, demasiado complejas para ser reducibles a una mera ideología. El feminismo es, en consecuencia, un mero dogma de fe. Una religión política.
Como toda religión, el feminismo necesita para justificarse un chivo expiatorio al que odiar, en este caso los «varones» (androfobia). Esto revela su índole racista, fascista y, en última instancia, «exterminacionista».
A pesar del gran poder político del feminismo, la mayoría de gente -mujeres y hombres- sigue resistiéndose a identificarse con esa ideología.
La tendencia general es, con ayuda del feminismo, deslizarnos hacia estados cada vez más opresores y totalitarios, destruyendo así el alma de las mujeres (feminicidio), lo mismo que la de los varones.
La única revolución posible contra todo esto sería la que, unidos de verdad mujeres y hombres, asumiéramos con libertad de conciencia, amor, coraje y responsabilidad nuestras propias vidas frente a los intereses y abusos de los estados.
Etc.
En suma, el feminismo no sería sino más de lo mismo, un diseño patriarcal reciclado y adaptado a los nuevos tiempos -el lobo disfrazado esta vez de cordero salvador: un «neopatriarcado»-, para mejor seducir y atar a las mujeres, junto con los hombres, a las galeras de los estados.

¿Suena todo esto demasiado explosivo y desmesurado? A mi entender, no deberíamos precipitarnos. Tendríamos que leer con ánimo abierto, atención y paciencia los numerosos argumentos, datos y reinterpretaciones históricas que nos va aportando el libro. Ya que, después de todo, ¿qué tendría de especial que mucho de lo que nos han contado sobre el feminismo y la historia reciente fuese falso? (1) Para mí, un valor esencial de «Feminicidio o auto-construcción de la mujer» es precisamente que nos hace dudar, pensar, replantearnos muchas cosas que pasiva, ingenua o interesadamente dábamos por sentadas. En realidad, este tipo de sorpresas más o menos «indigestas» son continuas en psicoterapia. Sin duda por eso el libro no me escandaliza.

Una de las razones de mi crédito a «Feminicidio» es precisamente su enorme sintonía con muchos procesos psicodinámicos bien conocidos. Dichos procesos, siendo profundamente humanos, se manifiestan una y otra vez en todos los ámbitos de nuestra existencia: vida emocional, vida social, arte de vivir, espiritualidad, política, economía… Por tanto, en general, sólo los relatos de la Historia -de lo humano- que reflejen tales dinámicas resultarán verosímiles. He aquí, según mi experiencia, algunas de dichas dinámicas universales:

Lo verdadero es casi siempre «lo contrario y la mitad» de lo aparente.
Todo exceso en cualquier sentido expresa algún conflicto o carencia en dicho sentido. («Dime de qué presumes…»).
Todo exceso en cualquier dirección produce resultados contrarios a los buscados.
La causa última de una acción no reside en su «intención» aparente, sino en sus resultados (que expresan lo secretamente deseado).
Todo suceso puede tener varias causas.
Para determinar el autor/es y/o motivo/s de una acción, siempre hay que determinar: 1) a quién beneficia; 2) quién la permite; 3) quién la fomenta, 4) quién la ejecuta.
Los buenos propósitos son inútiles si no van acompañados de lucidez, esfuerzo y responsabilidad.
Lo inconsciente, las «verdades inconfesables», son más poderosas que nuestros motivos conscientes (precisamente porque, tras ocultar aquéllas allí, operan después sin nuestro (aparente) consentimiento).
Cuanto más se reprime un motivo, más poderoso se vuelve.
Toda mentira sólo pueden ocultarse con más mentiras, hasta crear ese embrollo de autoengaños que llamamos alienación o neurosis (individual o social).
La mayoría de motivos ocultos son elementales y universales: miedo, narcisismo (envidia, soberbia, afán de poder y placer), ansias de amor, sentimientos de culpa.
etc.
Si el lector reflexiona minuciosamente en cada uno de estos puntos, comprobará, en efecto, que se ajustan como guantes a todas las situaciones humanas. Lo vemos todos los días por todas partes. Por eso me encanta «Feminicidio». No sólo tiene mucho de análisis de lo inconsciente en la sociedad, la política, las ideologías, etc., sino que incluso utiliza para ello (¡como yo mismo en mis terapias!) el examen de canciones, fotografías o conversaciones para obtener interpretaciones (acertadas o erróneas, claro) de la realidad. Sí, esta obra me resulta definitivamente cercana y familiar. (2)

Sobre la situación de las mujeres, personalmente diré que nunca en mi vida -nací en 1957 en Barcelona- he conocido a ninguna mujer «oprimida» por ningún «machismo innato» de los hombres. He conocido, como cualquiera de nosotros/as, a mujeres con dinero, sin dinero, estudiantes, trabajadoras, desempleadas, empresarias, solteras, bien casadas, mal casadas, divorciadas, con hijos, sin hijos, espirituales, ateas, amorosas, egoístas, malvadas, felices, desdichadas… Exactamente como los varones. Con muchísima más profundidad y realismo descubrí lo mismo cuando inicié mis consultas, donde jamás he podido apreciar la menor diferencia en el sufrimiento de hombres y mujeres, el cual «esclaviza» a ambos en función de sus respectivas tramas personales de miedos y conflictos íntimos, es decir, de su neurosis. Por supuesto que todos/as sufrimos también numerosos condicionantes externos (sociales, económicos, políticos). Pero el hecho evidente de que, en circunstancias similares, cada persona las vive y reacciona de modo distinto, me persuade por completo de que la «variable» definitiva respecto al logro de cualquier libertad o felicidad es, y sólo puede ser, la personalidad (íntegra o dañada, lúcida o alienada, madura o infantil) de cada individuo. Por eso mismo, cualquier revolución genuina sólo podrá suceder tras un lento y difícil proceso de crecimiento, maduración o transformación psicológica de cada uno de nosotros/as. Lo que, obviamente, el 90% de las personas jamás realizará. Por eso todas las ideologías, incluido el feminismo, me han parecido siempre como sectas, fantasías ingenuas y rabiosas, meras «pseudoterapias» para personas llenas de odio y de problemas.

Por supuesto que, desgraciadamente, hay muchas mujeres que sufren desigualdad o violencia a manos de algunos hombres (y mujeres) o instituciones. Pero, lo mismo que no hay una justicia para taxistas y otra para camareros, ni una justicia para sanos y otra para enfermos, ni tampoco (en teoría) una justicia para ricos y otra para pobres, etc., tampoco es necesario un doble rasero según cada sexo. Frente a cualquier marginación, desigualdad, abuso o violencia, una buena Justicia es suficiente para defender a cualquier persona. La mera ocurrencia de supuestas «justicias» a medida, victimismos y proteccionismos, guettos enfrentados, persecuciones contra un imaginario «enemigo común», etc., no sólo es un desvarío absurdo e infundado, sino monstruoso, pues su dinámica es claramente afín a la de ciertos regímenes diabólicos del pasado.

«Feminicidio o auto-construcción de la mujer», de Prado Esteban y Félix Rodrigo, ha sido para mí, en suma, una brisa fresca, un reforzador de mis sentimientos en estos asuntos, una estimulante fuente de datos y argumentos y, por encima de todo, un bálsamo terapéutico en mi soledad como persona y como hombre, en esta sociedad cada vez más irrespirable. (3) Aunque estoy lejos aún de conocer la amplia obra de sus autores, no he querido demorar desde aquí mi agradecimiento a ambos, deseándoles de corazón que sus ideas alcancen e inspiren al mayor número posible de personas. Para contribuir a ello, incluyo finalmente el magnífico video que me permitió conocerlos (Guerra de sexos y destrucción de la condición humana). (4)

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1. Vivimos en un mundo engañoso por definición (véase Matrix). No hay más que recordar, por ejemplo, la colosal farsa del 11-S de 2001, que ningún país del mundo (que yo sepa) ha cuestionado jamás. Yo no sé en qué medida las cosas suceden por deliberada ingeniería social de los poderosos, y/o por la propia lógica «ciego-psicopática» (racionalista, ignorante, inhumana) de toda clase de instituciones, organismos y personas, y/o bajo confusos e impredecibles determinantes psicológicos, tecnológicos e históricos. Lo cierto es que el resultado es el que es. Una gigantesca trama de falsedades extremadamente destructivas para las personas, las culturas, la Naturaleza y el planeta entero.

2. Por eso mismo, echo de menos en ella alguna mención a los factores psicológicos de la gente y de la historia (la «psicohistoria»), o parecería que la gente es «buena» por naturaleza y el estado «malo», cosa inverosímil por la fácil complicidad de ambos. También, ya metido en críticas, echo de menos una mejor ordenación de los materiales y, sobre todo, un estilo menos reiterativo.

3. Los medios de comunicación, la mayoría de películas y obras de «arte» y «entretenimiento», una parte de internet, etc., no son ya, en efecto, sino un continuo y enervante adoctrinamiento político sobre todos los asuntos de nuestra vida (política nacional e internacional, economía, guerra de géneros, terrorismo, drogas, tabaco, sexualidad, medicina, psicología, salud mental, pedagogía, educación, «seguridad» ciudadana, violadores y pederastas, tráfico, alimentación, comercio, modas, memoria histórica, historia oficial del mundo, cultura, ciencia, tecnología, valores «correctos»…). ¡Todo tiende a ser acaparado y controlado desde «arriba»!

4. En mi página Artículos he abierto una minisección con materiales de Prado Esteban, así como también de Tania Gálvez, otra mujer realmente libre. Aunque sus contenidos no son propiamente psicológicos, me parecen indispensables en estos tiempos de enajenación global.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Paula Lago

    Excelente! No conocía este libro, veré si se consigue en Argentina. Por lo pronto he encontrado un vídeo de ellos, homónimo al libro, que ya me pondré a ver. Muchas gracias por esta información.

  2. Sofía

    ¡Bienvenida Paula!
    Puedes ponerte en contacto con Prado Esteban a través de su correo electrónico: pradoesteban@hotmail.com
    Te atenderá el pedido, quizá podrías ayudar a distribuirlo por tu territorio.
    Este es su blog: http://prdlibre.blogspot.com.es/
    Da la casualidad de que la última entrada es una exposición que hizo para un plenario en la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires.
    Ya sabes dónde encontrarnos para seguir reflexionando juntas.
    Un abrazo.

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