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  • Autor de la entrada:Rafael Rodrigo Navarro

Texto en el que se basó la exposición de Rafael Rodrigo Navarro en el II Encuentro RI, el audio se puede escuchar aquí: «Experiencia convivencial (Audio)«.

El concepto de vida comunitaria puede abarcar desde la convivencia nacida de una amistad, pasando por lo que conocemos como vida común cenobítica referida a un solo sexo propia de los monasterios, comunidades creadas en torno a una determinada ideología, hasta la vida en común de los conventos familiares en que la convivencia se daba entre familias enteras o parte de ellas, experiencia sublime propia del medioevo que no han tenido continuidad en la vida moderna.

También podemos entender por comunidad , en un sentido amplio, cualquier organización que tenga y gestione bienes comunes, tal como ocurre con muchos pueblos indígenas que siguen defendiendo y gestionando su común y quienes se autodefinen frecuentemente como comunidad o fraternidad ; por último también podemos considerar comunidad a quienes gestionan y participan de los procesos de ayuda mutua los cuales deberían estar presente en cualquier grupo que se quiera calificar de propiamente humano.

En primer lugar habría que diferenciar la vida comunitaria de otros proyectos tales como los llamados neorrurales que también constituyen sin duda otra de las demandas importantes de la RI, pero que no necesariamente se identifica con la vida comunitaria. No obstante hay que reconocer la confluencia de ambas sería una meta importante a conseguir por la RI.

En la medida en que progrese la vida comunitaria en todos sus frentes, el estado irá reduciendo su área de influencia que es de lo que se trata. O lo que es lo mismo, pienso que no plantearse el desarrollo de la vida comunitaria en algunos de sus muchos aspectos, equivale a no plantearse de forma práctica la destrucción del estado.

Cuando se da una opción hacia lo rural, al esfuerzo por sobrevivir a partir de una economía de tipo primario en que la producción gira en torno al cultivo de productos del campo y su elaboración, tales como rebaños de ganado, huertos ecológicos , gallineros, recolección de miel, artesanías, etc., se suma el esfuerzo por conseguir una convivencia horizontal, igualitaria y amorosa. No es pues tarea nada fácil.

En las experiencias que he participado hasta el momento, el intento por sobrevivir en un mundo rural, controlado , deprimido y orientado por el estado hacia lo anti-rural , hace dificultoso que se puedan poner bienes o recursos en común, pues se necesitan casi en su totalidad para la supervivencia de la unidad familiar.

Mi punto de vista, por el momento, es que existen muchos intentos de experiencias neorurales, motivadas por una perentoria necesidad de salir de la ciudad y vivir en el campo o simplemente de vivir una vida mejor , pero en las que aún no se ha llegado a lo propio de la vida comunitaria.

¿Y qué es lo propio de la vida comunitaria?

La respuesta parece simple, pero es a su vez enormemente compleja: lo verdaderamente común. Es decir, el amor entre las personas y el hecho de compartir los bienes comunitarios de producción (por tanto la supervivencia en grupo), aunque no se excluyan totalmente los bienes privados como complementarios, pero nunca como sustitutos de los bienes comunes. Estamos, por tanto, ante una realidad de una dificultad extrema.

El hecho de que en la convivencia el componente básico y necesario sea el amor , pues de lo contrario las comunidades se convierten en otra cosa o se disuelven en el tiempo, hace que para convivir sea imprescindible toda una preparación o aprendizaje » ascético» personal(1) que finalice a su vez no sólo en un desprendimiento de bienes, sino en un desprendimiento del propio «yo» individual. De lo contrario los egos entran en conflicto lo que impide que surja el amor colectivo y sin amor, como hemos dicho, no hay vida comunitaria.

Ahora bien, aunque existen diferentes caminos para prepararse de » manera ascética», hay quien considera como el camino más idóneo para avanzar en el desprendimiento , la generosidad y el amor, precisamente la práctica de la propia vida comunitaria, tal como se nos presenta con todas sus imperfecciones, lo que constituye no cabe duda una verdadera «ascesis».

En este caso hemos de tener presente y aceptar la inevitable y dolorosa vivencia de la frustración que precede al cambio interior y transmutación de la persona o que por idénticas razones, se sigue de la disolución una convivencia comunitaria en este caso de carácter temporal. Cuando el amor consistente y profundo por diferentes razones no llega a hacer acto de presencia entre quienes intentan formar una comunidad, lo más idóneo sea revisar la convivencia o quizás darla por finalizada.

Si nuestra lucha contra el estado simboliza y es un trabajo en pro de una sociedad igualitaria y horizontal, no podemos dejar aparecer y menos consolidarse en la convivencia la jerarquía y el poder que denostamos. Sin embargo, es lo que ocurre cuando no está presente el amor.

Por esta misma razón, al iniciar un grupo convivencial hemos de tener muy en cuenta la total libertad de la persona individual. La comunidad no puede entenderse como una limitación de la libertad ( libertad de conciencia, de libre expresión y de movimiento).Así pue, es importante cuando se implican inversiones y bienes materiales ( como por otro lado ocurre en el matrimonio, sociedad que en principio ha de basarse igualmente en el amor), contar desde su inicio con una cláusula de disolución, que evite añadir tensión a la ruptura en caso de marcha de algún miembro o de su disolución como comunidad. Nadie debe exigir a nadie algo diferente de lo que cada sujeto se haya exigido a sí mismo.

En la práctica la vida comunitaria equivale a un proceso de aprendizaje por el que nos conocemos a nosotros mismos cada vez más y mejor, lo que significa un desprendimiento paulatino de los egos enfermizos de los que nos hemos pertrechado para sobrevivir en la actual sociedad jerarquizada , competitiva y violenta que entorpece el surgimiento del amor, código de conducta y sentimiento al mismo tiempo, y consecuentemente la posibilidad de vida realmente comunitaria.

Establecer en qué momento ese aprendizaje está conseguido es difícil de concretar pero lo cierto es que debe existir un periodo de «iniciación»(2) tanto fuera como dentro de la comunidad a la que se aspira a formar parte, pues como hemos recalcado traemos con nosotros numerosas enfermedades del yo ( egoísmos). La no existencia de esa iniciación haría todavía más difícil los periodos de convivencia, aunque fueran temporales. Estas pequeñas estancias de duración progresiva pueden durar años, según los casos, antes de alcanzar compromisos más duraderos, si bien ello depende a su vez del grado de integración de la comunidad que recibe al aspirante. En cualquier caso, la cláusula de disolución otorgará flexibilidad a los acuerdos que se puedan ir tomando.

Dicho esto, hay que añadir que además de la libertad, el amor entre los participantes y la gestión de loa bienes comunes, deben también ser componentes de la vida comunitaria:

a) La Reflexión, el diálogo y el trabajo por su valor equilibrador en las relaciones personales y su función igualitaria.

b) No disponer de propiedad sobre la tierra hasta que no sea comunal y gestionada por usos y costumbres, lo que lleva a adoptar el principio del alquiler de casas, huertos, naves, etc. , tanto para la vivienda y la habitación como para la actividad económica.

c) Contar con la asamblea desde el momento de su fundación.

La asamblea debe reunirse de manera habitual. En ella se tratarán los temas de organización pero también aquellos relacionados con las emociones y los sentimientos, los temas económicos y dinerarios con ellos relacionados, los proyectos personales y colectivos , y en general todo lo que atañe a una convivencia tomada en sus globalidad. La asamblea será la base de un diálogo permanente y a su vez separado en el tiempo para permitir reflexionar y asimilar lo que en ella se debate.

d) Plantearse con realismo (suficiente debate y consenso) la elección del lugar para vivir en comunidad (aldea o pueblo habitado o deshabitado pueblos, casa de campo o masía aislada, etc.) , pues los proyectos pueden llegar a ser bastante diferentes, así como las formas de transporte individual y colectivo , teniendo siempre en cuenta el nivel de integración del grupo.

e) Del mismo modo llevar a cabo un análisis continuado de la actividad económica ( número de personas que viven o van a vivir en la comunidad, las actividades a ejecutar, las inversiones realizar, cómo sobrevivir durante el tiempo de la puesta en marcha o qué hacer en caso de la marcha de una o varias personas).

Para acabar esta breve exposición me hago la siguiente pregunta:

¿Qué tipo de «vida comunitaria» puede ser iniciada a partir de un encuentro como el que aquí nos reúne?

Vistas, entre los presentes, las diferentes experiencias sobre neorruralidad que aspiran a su vez a la vida comunitaria, algunas de las cuales se han presentado en este encuentro, plantearía no sé si con realismo en este momento por ello lo presento a debate, el inicio de un proceso de gestión de ayuda mutua tanto en su aspecto material (económico) como no material (espiritual), con la convicción ya citada de trabajar en la superación del estado como elemento organizador de la sociedad humana.

Rafael Rodrigo Navarro 1 de mayo de 2016

(1) Del griego «áskesis» (ejercicio, preparación para una prueba).Ascesis designaba en el griego clásico los ejercicios metódicos que servían para el entrenamiento físico de los atletas y los soldados. Por analogía, designa en filosofía los desprendimientos y los esfuerzos necesarios para adquirir la virtud, para alcanzar la sabiduría.

(2) Iniciación: Proporcionar a alguien los primeros conocimientos o experiencias sobre algo.

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