Origen y sino del tirano leviatánico españolista
La meta de este manifiesto, dado el final de recorrido posible del gobierno de “progreso” en vigencia, la más que posible elevación al altar monclovita del último recambio partidista con las dudosas esperanzas múltiples que ello conlleva y la indiscutible terra incognita en la que nos adentra el definitivo agotamiento de la lógica partitocrática, no es otra que la de ofrecer al público el debate y la posibilidad real, de la apertura de un amplio proceso de gobierno en un completo régimen de soberanía popular.
El objetivo inmediato es el de desacreditar y deslegitimizar definitivamente el régimen totalitario partitocrático desde la señalización de su ilegítimo nacimiento hasta el destape de su corrupto y oligárquico modo de funcionamiento. El genoma constitutivo de la partitocracia vigente se gesta en el establecimiento por parte de Franco de las formas de Estado y gobierno operativas tras su régimen, en la cuales incluiría la reinstauración de la monarquía como “jefatura” de Estado y el sistema de gobierno de las autonomías, como herramienta multiplicadora del poder central. Para ello fue inevitable que la exigua élite de falangistas pactase con la supuesta oposición al régimen para repartirse el botín estatal a condición de salvar a aquellos de un contundente proceso judicial, y de alzar a la nueva izquierda comunista y socialista principalmente, que se auto erigiría como portavoz ilegítima de la voluntad popular. Con lo cual las primeras elecciones de 1977 no fueron sino una ratificación de la pretendida democracia como proyecto neofranquista. Una vez impuesto tal sistema partitocrático caciquil mínimamente homologable de cara a la Unión Europea, la siguiente fase consistió precisamente en la plena integración en las instituciones de ésta y en la OTAN a cambio de la cesión de soberanía política y económica. Y para ello se erigió oportunamente vencedor electoral el PSOE en 1982, bajo la batuta de su homóloga socialdemocracia alemana que dio lugar a las pertinentes negociaciones para desmantelar el tejido industrial español y dar a Alemania paso expedito para convertirse en la primera potencia económica de la UE.
Desde luego que la francocracia es todo eso y más aún….pero….
Me da la impresión de que el simple hecho de manifestarse en contra del Estado ya es una forma de de ratificar que tal cosa existe.
Desde hace años siempre pongo el mismo ejemplo: ¿Dónde puedo yo tomarme un café con el Estado?
Me gustaría poder hablar con el Estado, porque tengo muchas cosas que decirle…
¿Alguien lo ha visto?
Lo que tengo claro es que eso que llaman Estado es lo que necesitan una serie de humanos para tomar decisiones por las que nunca van a pagar, porque lo hacen en nombre del Estado y en representación de él….
¿Pero como se puede representar a algo que no existe, que no tiene voz y por lo tanto no puede, siquiera, elegir a quien le represente y mucho menos aún decir lo que quiere que su representante haga o decida?
Es el colmo del absurdo y lo más opuesto al sentido común.
Entonces ¿podríamos empezar por admitir de una vez que el estado no existe y que por lo tanto todo lo que representa tampoco?
Simplemente con ignorarlo sería más que suficiente y con ello dejar de usar tantas energías como hemos usado siempre para luchar en contra suyo y dedicarlas a construir lo que queramos.