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  • Autor de la entrada:Jesús

‹‹Lo que necesitamos es profundizar sin rencores ni apasionamientos estériles en nuestra propia historia››, Manuel González Jiménez.

Los procesos de conquista, repoblación y repartimiento del territorio andaluz en los siglos bajomedievales suponen una ruptura histórica, y la consecuente creación de nuevas realidades políticas, sociales, económicas y culturales. (1)

Es en este contexto transformador donde han de hallarse las señas lingüísticas de identidad andaluza. Ello es estudiado en El español hablado en Andalucía, Antonio Narbona, Rafael Cano y Ramón Morillo, libro que pasamos a reseñar en su parte histórica.

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El andaluz es ‹‹históricamente dialecto del castellano››, siendo la pronunciación ‹‹lo único en verdad diferenciador y característico››. La fecha de nacimiento otorgada por los autores al español en Andalucía es ‹‹desde 1225 a 1248›› para la parte occidental, y ‹‹desde 1481-1492›› para el reino de Granada.

La plasmación política y administrativa de lo que hoy se conoce como Andalucía tiene lugar en el siglo XIX; hasta tal fecha se distingue entre ‹‹Andalucía›› (valle del Guadalquivir: reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla) y ‹‹reino de Granada››. Aunque ya desde el siglo XVI ‹‹el término Andalucía [se refiere] a toda la realidad física y humana que hoy sigue designando››.

Mozárabes

Para ellos, descendientes de hispanorromanos e hispanogodos, ‹‹el latín siguió siendo su lengua ritual››. El bilingüismo en Al- Andalus constituido por el romance mozárabe y el árabe ‹‹era ya residual en el siglo XII, y acabó desapareciendo en el siglo XIII››. Ya que la intolerancia religiosa de almorávides y almohades hizo que la población cristiana de Al- Andalus hubiera desaparecido casi por completo en el momento de la llegada de los castellanos. Así, ‹‹si había vestigios de romance mozárabe no tuvo éste ni el suficiente peso ni entidad para mantenerse en el castellano [de los conquistadores]››. Por tanto, no es aconsejable ‹‹establecer vínculos directos entre el venerable romance mozárabe de Al- Andalus y las formas peculiares que acabó adquiriendo el castellano en Andalucía››.

Mudéjares

Los musulmanes, que hubieron de abandonar en primer lugar las ciudades y, tras la revuelta mudéjar de 1264, las zonas rurales del campo gaditano, la Campiña, el Aljarafe y la Sierra, tuvieron una ‹‹escasa importancia›› en la Andalucía bajomedieval (2), que fue un enclave ‹‹abrumadoramente castellano››, haciendo inviable una sociedad bicultural o bilingüe. ‹‹Hemos de rechazar, pues, con rotundidad, cualquier tentación de vincular los procesos lingüísticos andaluces a la contaminación con el árabe vulgar andalusí, o a la deturpación del castellano en boca de hablantes arábigos››. El arabismo como característica principal, o más sobresaliente, del vocabulario andaluz se hará ‹‹tópico recurrente››.

Para el caso del reino de Granada, en su conjunto ‹‹los musulmanes siguieron siendo mayoritarios frente a los cristianos; pero ese desequilibrio se fue reduciendo tras las expulsiones››. Los autores del texto cifran en 15.000 las personas de procedencia islámica en dicho reino para el siglo XVI. Su expulsión definitiva tuvo lugar en el siglo XVII. ‹‹Granada sí cumplió durante menos de un siglo las condiciones de sociedad compleja étnica y lingüísticamente […] necesarias para que hubiera contaminación lingüística. Sin embargo, faltaron las condiciones psicológicas y espirituales (3) que facilitaran tal transmisión››. Además, ‹‹en 1492 la forma lingüística andaluza estaba ya configurada en algunos de sus rasgos más distintivos››.

Hablas andaluzas

El castellano medieval es, ‹‹desde la conquista la única lengua [utilizada] en los textos escritos en el valle del Guadalquivir››, del que hay que partir para explicar las ‹‹peculiaridades andaluzas››.

Las variantes lingüísticas que hoy consideramos propias de Andalucía fueron el resultado de una secuencia inherente a ‹‹todo proceso de transformación lingüística››, que debió de darse desde, al menos, ‹‹mediados o finales del siglo XIV››.

Desde el siglo XVII o, como muy tarde, el siglo XVIII, ‹‹la modalidad lingüística andaluza estaría ya culminada tal como hoy la conocemos››. Ya en la primera mitad del siglo XVI, ‹‹los andaluces eran bien conocidos por su forma especial de hablar››.

‹‹La disidencia lingüística andaluza no estaba limitada a grupos sociales concretos, ni era una innovación de los sectores incultos de la sociedad; era algo que afectaba a todas las escalas sociales, y que tenía un solidísima implantación urbana››.

Algunas de las razones que permiten referirnos a la noción de hablas andaluzas son:

– el distinto origen y procedencia de los conquistadores: ‹‹en conjunto […] la baja Andalucía conoció inicialmente un relativo abigarramiento de pobladores, sobre un fondo compacto (más del 80%) de naturales de ambas Castillas, en primer lugar, y de León››. La repoblación del Reino de Granada tras su conquista tuvo un carácter diferente: ‹‹la mayoría de sus nuevos pobladores […] procedían de la misma Andalucía››.

– las distintas fechas en que se va produciendo la repoblación de unas zonas y otras. (4)

En síntesis, ‹‹la formación histórica de la peculiaridad lingüística andaluza se fue dando en la Baja Edad Media (siglos XIV y XV)››. (5) Sus rasgos se vieron definitivamente implantados en el siglo XVI ‹‹con la impresionante expansión de Sevilla›› (6), lo que vinculará lingüísticamente a Andalucía con América y Canarias.

Fenómenos fonéticos

  • Ceceo-seseo: ‹‹El origen del fenómeno parece, pocas dudas hay al respecto, el reino de Sevilla, y más en concreto la ciudad y su entorno, así como la costa occidental andaluza››.
  • Aspiraciones:

– para la h aspirada, nos hallamos ‹‹ante una clara muestra de conservadurismo lingüístico en Andalucía››;
– el sonido gutural jota, datado para el castellano en el siglo XVI, estableció pronta conexión con la vieja h aspirada; ambos confluyeron, no pudiendo diferenciarse una y otro;
s en posición final de sílaba y de palabra. ‹‹Es uno de los poquísimos fenómenos, si no el único, que abarca toda Andalucía […] Parece [como tantos otros fenómenos andaluces] un cambio surgido en un castellano ya formado››.

  • Fonofagia: ‹‹comerse los sonidos no es exclusivamente andaluz››.

– La pérdida de la d es herencia de ‹‹una antiquísima tendencia fonética castellana, que en Andalucía [encontró] un especial caldo de cultivo››.
– ‹‹Algo muy parecido habría que decir de las alteraciones de r y l finales de sílaba y de palabra››.

Gramática

La andaluza no se diferencia de la castellana general. Por tanto, ‹‹la historia gramatical del andaluz, si tal cosa existe, se hace prácticamente imposible››.

Léxico andaluz

Que arranca del ‹‹tronco común castellano››.

– Arcaísmos castellanos: su permanencia ha tenido lugar sobre todo en el campo, ‹‹habitualmente el mejor conservador de las especificidades lingüísticas››.
– Mozarabismos y arabismos: pocos son específicamente andaluces; no abundan en el sector rural.
– Vocablos hispánicos andaluces de origen no castellano: portugués, leonés, gallego, catalán, aragonés o murciano.

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Concluimos. Asistimos a un nuevo proceso de mutación histórica, manifestado en los pueblos peninsulares desde el final del franquismo y acentuado en las últimas décadas con la hipertrofia estatal, donde a través del adoctrinamiento sin descanso se han creado unos sujetos unidimensionalmente ramplones. Ello reza también para la lengua: ‹‹Las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años sobre el léxico empleado en el habla corriente de algunas ciudades andaluzas […] muestran, de manera rotunda, [una] estandarización o igualación léxica››.

NOTAS

(1) Manuel González Jiménez: En torno a los orígenes de Andalucía: la repoblación del siglo XIII; La repoblación de Andalucía (siglos XIII-XV); ¿Qué es Andalucía? Una revisión histórica desde el medievalismo; La investigación en historia medieval de Andalucía. Miguel Ángel Ladero Quesada: Sobre la génesis medieval de la identidad andaluza; Andalucía a fines de la Edad Media. Cristina Segura Graíño: La formación del pueblo andaluz. Los repartimientos medievales.

(2) Sometidos a explotación fiscal, marginación, indefensión jurídica… Su destino fue el agotamiento biológico y cultural. ‹‹La historia de los mudéjares posterior a 1300 es la historia de una larga decadencia››, Manuel González Jiménez: Los mudéjares andaluces (siglos XIII-XV). Este carácter residual de la presencia musulmana es también señalado por Miguel Ángel Ladero Quesada en Andalucía a fines de la Edad Media: ‹‹es falso que haya habido población musulmana abundante y que se haya producido una permanencia importante del sustrato cultural islámico en Andalucía durante la Baja Edad Media››.

(3) Es oportuno sacar a colación lo expuesto por Félix Rodrigo Mora en Revolución en la Alta Edad Media hispana (inédito). A partir de la toma de Sevilla en 1248, el poder popular cuya resistencia, apoyada en una cosmovisión civilizadora, había sido ‹‹el aspecto dominante›› desde la invasión islámica en 711, se halla ‹‹en trance de aniquilación, o aniquilado ya en lo fundamental››. Por tanto, la Guerra de Granada es emprendida por la Corona y la alta nobleza para erradicar el obstáculo que suponía dicho reino en la política imperialista dirigida al Mediterráneo central, y no como una ‹‹empresa emancipadora››, lo cual sólo puede ser realizado por el pueblo en armas, organizado en asamblea, sin ente estatal. En La formación del pueblo andaluz. Los repartimientos medievales, Cristina Segura Graíño afirma que ‹‹genoveses y piratas [en Granada] no permiten el desarrollo de un comercio con el norte de África››. La guerra es utilizada por la Corona para beneficiar, además, otros intereses como lograr la pacificación interior, la afirmación de la autoridad real o ‹‹probar la capacidad organizativa del nuevo Estado››. Aun así, para esta autora, sorprendentemente, ‹‹la campaña es, desde luego, una lucha contra el infiel››.

(4) Mercedes Borrero Fernández en Mundo rural y vida campesina en la Andalucía medieval define el proceso repoblador como ‹‹una operación difícil y pausada que se desarrolló a lo largo de la segunda mitad del siglo XIII y sobre todo durante el siglo XIV, y que aún en el siglo XV no había concluido en algunas zonas››.

(5) A la misma conclusión llega Francisco Abad en Orígenes del andaluz y de la norma lingüística de Sevilla, ‹‹una parte importante de los rasgos caracterizadores del andaluz había surgido ya a fines del siglo XV, y con esa fecha podemos datar en términos generales los orígenes del dialecto››.

(6) Y con ella la mercantilización de la vida, la caída en desuso del valor y la virtud, el nacimiento de una sociedad adquisitiva dominada por el espíritu de ganancia, el endeudamiento y empobrecimiento del campesinado al infiltrarse la economía monetaria originada en el ámbito urbano en el mundo rural… Véase Mundo rural

Esta entrada tiene un comentario

  1. Laura Herrero Román

    Es muy importante que la gente de a pie conozca estas cosas, para acabar con los prejuicios y con la inseguridad lingüística. Que nadie se avergüence de las peculiaridades del habla de su tierra y mucho menos intente ocultarlas, como ha estado pasando, por ejemplo, con la variedad andaluza en los medios de comunicación. O con ciertos rasgos léxicos rurales, que la gente suele identificar como algo inferior.
    Falta mucho por divulgar en el ámbito lingüístico, en el que los políticos dicen mucho más que los lingüistas, a los que nadie hace caso aunque se basen en la razón.

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