Introducción. – La crisis bélica que se desarrolla en Oriente Medio actualmente, y que amenaza claramente con una expansión sin precedentes en los últimos años, hacia una contienda regional, e incluso mundial, hace que se aporten multitud de análisis que constituyen, la inmensa mayoría, pura propaganda en función del área de influencia pro-sionista o su contrario. Existen muy pocos estudios que se acercan a la comprensión real de la situación. A este respecto, una analista, politóloga iraní, Nazanín Armanian[1], es quizás, por su experiencia personal y formación, una de las analistas que más se acerca a un análisis mínimamente aproximado a la realidad de la geopolítica de Oriente Medio, pero lo hace claramente desde una perspectiva muy limitada, básicamente economicista, que hace que sus análisis carezcan de auténtico contenido geopolítico, en el sentido de aportar aquellas explicaciones realmente correctas para la comprensión de tan compleja realidad.

A este respecto, Esteban Vidal, nos aporta una explicación de la situación actual de Oriente Próximo en clara superación de las posiciones de Nazanín, señalando sus errores metodológicos y de análisis, así como la valoración de los hechos concretos históricos relevantes en este conflicto.

E. Álvarez

 

Pienso que Nazanín Armanian hace algunas observaciones atinadas sobre el contexto regional de Oriente Próximo[2], y refresca un poco la memoria sobre la historia de esta zona, al menos en lo que respecta a sus propias dinámicas políticas y sociales.

Sin embargo, su discurso es muy histriónico, y su análisis manifiesta importantes deficiencias al pasar por alto algunos hechos relevantes que conducen a conclusiones muy diferentes de las que plantea. Probablemente gran parte de las deficiencias que demuestra se deban al marco de análisis que utiliza, básicamente el marxismo, el cual está obsoleto y es incapaz de explicar la gran mayoría de los fenómenos internacionales. Esto es bastante claro cuando llega a decir que lo que importa es únicamente la economía, y que los conflictos son el resultado de la lucha entre potencias por recursos. Mantiene el relato izquierdista de que EE.UU. fue a Afganistán y a Irak para llevarse el gas y el petróleo, lo cual se ha demostrado que es erróneo. Hoy EE.UU. es exportador de gas y petróleo gracias a una autorización del presidente Bush hijo para utilizar el fracking en la extracción de hidrocarburos en suelo estadounidense. A esto se suma el hecho de que, como bien indica la escuela de pensamiento realista en relaciones internacionales, la prioridad número uno de los Estados en el escenario internacional es garantizar su supervivencia, y la búsqueda de recursos suele estar supeditada a este fin primordial. Al fin y al cabo el Estado es una organización que en su origen surge para proveer de seguridad, así que es coherente con su naturaleza que la seguridad sea su principal prioridad en el ámbito internacional, máxime si tenemos en cuenta que es un entorno anárquico dominado por la competición y la hostilidad entre Estados, sin que eso impida relaciones de cooperación e interdependencia, pero simplemente como un fenómeno secundario subordinado a la búsqueda de seguridad..

Por otro lado, EE.UU. está por irse de Oriente Próximo. Esta es una tendencia que se inauguró al final de la segunda presidencia de Obama cuando se decidió dar un giro a la política exterior y orientarla hacia la región del Indo-Pacífico. La acción de la diplomacia estadounidense está dirigida a normalizar las relaciones entre Israel y sus vecinos para que EE.UU. pueda reorganizar el espacio de esta región en su propio provecho y en detrimento de Irán, sin tener que mantener bases militares y una presencia directa en la zona. Los acuerdos diplomáticos entre Israel-EE.UU. y los países árabes es un principio para acuerdos ulteriores en el ámbito económico-comercial, con inversiones, el establecimiento de rutas comerciales que conecten India-Oriente Próximo-Europa, y la venta de armamento para contrarrestar a Irán. En el ámbito de la seguridad implica llevar a cabo una política de «offshore-balancing», término acuñado por Christopher Layne (el artículo se titula «From Preponderance to Offshore Balancing: America’s Future Grand Strategy» y fue publicado en International Security en 1997) y desarrollado por otros académicos americanos (Stephen Walt, John Mearsheimer, etc.), que consiste en valerse de potencias regionales para frenar el ascenso de Estados potencialmente hostiles, lo que evita la intervención directa de EE.UU. Así los estadounidenses se ahorran complicaciones diplomáticas y militares, además de reducir gastos, pues es sabido que una presencia militar permanente lejos de casa es sumamente onerosa.

En lo que respecta a las bases militares de EE.UU. en el exterior es un asunto bastante peliagudo, porque es difícil determinar su número exacto. Algunas son secretas, aunque en algunos de estos casos es conocida su existencia. Otras veces se infla la cantidad de bases que posee, generalmente por razones de contabilidad que aparecen en su inventario oficial donde se contabilizan las instalaciones, es decir, cada edificio, y de ahí hay gente que infiere que se trata de bases, cuando no es así. Esto lo aclara Cliff Kupchan en su artículo «Bipolarity is Back: Why it Matters» publicado en The Washington Quarterly en 2021, y más concretamente en la nota 7. Probablemente el número total de bases militares en el extranjero sea inferior a 100, tal vez en torno a 60-70.

En cuanto a la hipótesis que Nazanin plantea acerca de que las guerras en Oriente Próximo son resultado del apoyo de EE.UU. a Israel, es algo que está muy extendido y que no es algo infundado. Pero esto es desvirtuado al ignorar que las guerras en Afganistán e Irak eran venganzas por el daño que los atentados del 11-S habían producido a su prestigio como superpotencia mundial (conviene recordar que Tucídides, en La guerra del Peloponeso, estableció que los motivos por los que se hace la guerra son el honor, el miedo y el interés), y que Israel hizo lobby para que estas guerras fuesen emprendidas al ser estos países Estados hostiles, pero ni mucho menos Israel dirige la política exterior de EE.UU. en esta región. Esto no significa que no tenga interés en una guerra entre EE.UU. e Irán, pero no es algo que pueda decidir por sí mismo. En cualquier caso, y para entender el papel de Israel en este ámbito de la política estadounidense, recomiendo la lectura del libro de John Mearsheimer y Stephen Walt El lobby israelí que, además, cuestiona que el apoyo a Israel beneficie a EE.UU. 

El desarrollo de energía nuclear por Arabia Saudí no es nueva. De hecho, se sabe que EE.UU. decidió en su momento, antes de 2020, facilitar a Arabia Saudí el acceso a esta fuente de energía ante el temor de que lo hiciera China. Esta información se hizo pública en agosto de 2020, y pasó desapercibida debido a la pandemia. Se supo que los mandatarios saudíes estaban intentando conseguir desarrollar un programa nuclear, quizá con vistas a hacerse con armas nucleares en un futuro indeterminado, así como poner en marcha un programa de misiles balísticos, con el apoyo y asistencia de China. Esto hubiera sido un golpe muy duro para EE.UU. en términos de seguridad y diplomáticos, pues habría alejado a los saudíes de la esfera de influencia americana.

Ciertamente la estrategia de EE.UU. en la región de Oriente Medio consiste en aislar a Irán y normalizar las relaciones entre los países árabes e Israel, lo que incluye apoyar a Arabia Saudí en claro detrimento de Irán. Este último extiende su influencia a través de los hutíes en Yemen, grupos armados que operan en Arabia Saudí y en otras monarquías del golfo pérsico, así como organizaciones afines en Irak y Siria, además de Hezbollah en el Líbano, sin olvidar a Hamas. Su política está dirigida precisamente a debilitar a su principal rival regional, Arabia Saudí, extender su influencia e intentar aislar a Israel y alejar a los países árabes de la influencia de EE.UU. La facción dura del régimen es la que, al fin y al cabo, se ha impuesto en la conducción de la política exterior, pues esta estrategia ya se estableció desde hace tiempo. No hay que olvidar que la ideología oficial del régimen es el islam revolucionario, y que pretende extender su sistema de gobierno a otros lugares. Sin embargo, el hecho de que el chiísmo sea minoritario en el mundo musulmán, constituye una importante limitación que se ha circunscrito geográficamente a Irak, Líbano y algunas zonas de la península arábiga. El apoyo a Hamas se inscribe en esta estrategia, pero hay que tener en cuenta que son suníes, lo que limita las posibilidades de esta relación a largo plazo y convierte a este grupo en un peón de la estrategia de la teocracia iraní.

Está claro que los principales actores en Oriente Medio son EE.UU, Israel, Arabia Saudí e Irán, mientras que otros actores desempeñan un papel de menor importancia en el marco de las relaciones estratégicas que mantienen estos países. Esto es lo que sucede con las petromonarquías, Hamas, Hezbollah, Yihad Islámica, la Autoridad Nacional Palestina, etc. En otro lugar están actores que tienen un peso específico como es Egipto por ser la puerta entre el Mediterráneo y el Índico a través del canal de Suez, y por sus relaciones comerciales con Israel y China, y sus relaciones de seguridad con EE.UU., sin olvidar que es un nodo de comunicaciones para los cables submarinos que atraviesan el país desde el Mar Rojo. También destaca por su papel como interlocutor entre Israel, Hamas y otros grupos palestinos. Sin embargo, no escapa de las dinámicas que marcan las relaciones estratégicas de los principales actores antes mencionados. Y algo parecido cabe decir de Turquía, que está en la OTAN y trata de extender su influencia en la zona a costa de los intereses de actores de menor importancia, como los kurdos o los armenios.

La verdad es que las relaciones entre Irán y Armenia han sido algo más que cordiales por la posición que ocupa Azerbaiyán en sus relaciones con Israel, EE.UU, Rusia y la UE. Con esta última ha firmado acuerdos para el abastecimiento de hidrocarburos. Sin embargo, las relaciones de Irán con Armenia no pueden tener mucho recorrido si nos atenemos al hecho de que Armenia ha dado el paso de adherirse al estatuto de Roma para reconocer la autoridad de la Corte Penal Internacional, lo que significa que si Putin pisase suelo armenio sería detenido y extraditado a La Haya. Esto ha sentado fatal en Moscú, y en Armenia valoran como un error estratégico haber elegido a Rusia como su aliado después de lo ocurrido con Nagorno Karabaj y los restantes problemas con Azerbayán. Teniendo en cuenta que Irán hace negocios armamentísticos con Rusia, y que las relaciones entre ambos son cada vez más relevantes, es dudoso que Irán llegue a comprometer esta fuente de ingresos y de colaboración en materia de seguridad. Y por otro lado, Armenia es simplemente vista como un contrapeso para Azerbayán.

Por otra parte, no veo cómo Irán podría llegar a comerse el mercado de Oriente Medio, incluso si no hubiera sanciones de por medio que impiden su comercio exterior o que, por lo menos, lo dificultan mucho. A duras penas es capaz de satisfacer necesidades básicas con su producción nacional. Su sistema de gobierno es una importante traba para los negocios, desincentiva la inversión, y a eso se suma un sistema clientelar basado en un régimen paternalista de asistencialismo para paliar problemas socioeconómicos cada vez más graves. Además, hay que sumar la militarización de la economía y la cantidad de recursos que se lleva la Guardia Revolucionaria. Ciertamente cuenta con una mano de obra considerable, de casi 90 millones de personas, con una media de edad de 33 años. Pero esto por sí mismo no es suficiente, ni siquiera con los hidrocarburos. Sus desequilibrios internos son muy grandes, y la situación la está solventando de mala manera con las compras chinas de petróleo y gas, además a precios inferiores de mercado. No está para nada claro que una economía tan improductiva pudiese comerse el mercado de Oriente Medio como sugiere Nazanin.

Nazanin hace afirmaciones que no sólo no están contrastadas, sino que, además, son erróneas desde cualquier punto de vista. Hamas no buscaba poner fin al apoyo de los israelíes pacifistas a la causa palestina, tal y como llega a decir en su intervención. Es bastante obvio que, dado que su praxis ha sido el terror, su objetivo fundamental siempre ha sido matar civiles y buscar la destrucción militar de Israel para implantar un Estado gobernado por la ley islámica. En esto no son diferentes de los gobernantes de Irán. El que sus acciones desacrediten a la causa palestina es otra cuestión.

En fin, estas son las reflexiones que me ha suscitado la conferencia.

Saludos, Esteban Vidal

FUENTE: https://elsabiocinico.blogspot.com/2023/10/a-proposito-de-la-crisis-de-oriente.html

[1] Nazanín Armanian es Iraní, politóloga, profesora de universidad en Barcelona y columnista de Público.

[2] Se refiere Esteban a la conferencia de Nazanín en https://www.youtube.com/watch?v=wh3sVfmikag

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