La colosal crisis social originada por la escasez de nacimientos, debido a que el reino de España es el país del mundo donde menos niños nacen, 1,3 por mujer, incluso por detrás del muy senil y envejecido Japón, que está en 1,4, lleva a todos los agente del poder constituido a preconizar la emigración como solución.
Así pues, la “radicalidad” de opereta que padecemos se suma al coro del Banco de España, del gobierno de la UE y de las organizaciones patronales, demandantes enardecidos de más entradas de emigrantes. Pero si es apropiada la noción de soberanía alimentaria, por la cual un país se hace autosuficiente en alimentos en vez de producir para el mercado mundial, también lo es la de soberanía demográfica, reclamante de que todo país se autoabastezca de seres humanos en vez de expoliar y quitar, robar y saquear, la mano de obra a otros, a los pobres.
Así pues la aserción sobre que el futuro económico del país depende del “capital humano” foráneo, como hacen los doctrinarios del “antirracismo” es un comportamiento rufianesco y canalla, capitalista e imperialista, pues tomar a otros su población es lo que hicieron y hacen los imperios esclavistas y neo-esclavistas, los cazadores de siervos, los nuevos negreros del progresismo y el buenismo entregados a la muy lucrativa tarea de proporcionar mano de obra barata a la patronal. Ahora se sitúan en los 150.000 euros el valor monetario de la crianza de un ser humano hasta alcanzar la edad en que es productivo económicamente, de manera que cada emigrante que llega al país aporta a éste, sólo con arribar, un valor equivalente a esa suma, que es ganancia neta para España porque es pérdida neta para el país de donde procede, que se así empobrece, disloca socialmente y hunde en la pobreza. Los lloraduelos que “lamentan” las hambrunas o mortandades, sin olvidar las guerras, en los países pobres del Sur se niegan a reconocer que una parte importante de estas desgracias, ocasionantes de cientos de miles de víctimas cada año, en particular niños, se deben a la salida -de facto forzada- de millones de seres humanos de aquellos, para emigrar a los países ricos del Norte.
Lo más valiosos que tiene toda sociedad es sus seres humanos. Éstos son, al mismo tiempo, su mayor riqueza y su más esencial activo económico.
Los pro-inmigración y “antirracistas” (que son los racistas más letales), ocultan que el saqueo de los países pobres por el neo-colonialismo contemporáneo adopta tres formas concretas: 1) despojarles de sus materias primas, 2) arrebatarse su riqueza creada con el envío al Norte de los beneficios monetarios de las empresas establecidas en sus países, 3) quitarles su población joven y productiva, que es dirigida hacia los centros imperialistas, para allí enriquecer con su trabajo a las grandes empresas multinacionales sobre todo, del mismo modo que en los siglos pasados los esclavos eran llevados desde sus territorios originarios a América. Así pues, el imperialismo y militarismo europeo es servido por la emigración, hasta el punto que ésta es hoy su pilar esencial. En consecuencia, a los defensores de la emigración hay que situarles en el bando del neocolonialismo de la Unión Europea más agresivo.
Hoy un componente decisivo de la relación de dominación entre países neocolonialistas y países neocoloniales reside en la explotación de los segundos por los primeros a través de la emigración. Así pues, una política antiimperialista revolucionaria tiene que situarse en contra de la emigración, a favor de conquistar la libertad para que la gente trabajadora de los países pobres permanezca en sus lugares de origen y viva en ellos de un modo digno. No puede haber soberanía popular en tales si una parte decisiva de su juventud los abandona. No es posible la revolución en el Sur si allí no hay la suficiente gente joven para derrocar a las oligarquías locales y establecer un régimen de autogobierno por asambleas y una economía comunal autogestionada. Si a la juventud de las neocolonias se la expone que la solución es emigrar al Norte, a trabajar, ganar dinero y consumir, se la está apartado de la verdadera tarea, hacer una revolución política, económica, axiológica y moral en el Sur.
Lo que además está sucediendo, pero de lo que nadie habla, es que los países suministradores de mano de obra van quedando exhaustos demográficamente, sin gente, con una población envejecida y anciana condenada a vivir de manera miserable, a morir prematura y espantosamente por cientos de miles, por millones, debido a la emigración de sus jóvenes. Veamos algunos casos, espeluznantes.
Rumania es hoy, junto con Marruecos y China, el principal abastecedor de mano de obra neo-servil a España. La economía española funciona gracias a los trabajadores aportados por estos tres países. ¿Qué está sucediendo en Rumania? En 1992 tenía 23 millones de habitantes pero en 2017 había descendido a 19, es decir, en 25 años ha perdido 4 millones, ¡el 17% de su población! Una consecuencia de ello es que en ese año tuvo 79.000 nacimientos y 109.000 defunciones, lo que permite señalar la fecha en que Rumania, como comunidad humana singular, habrá dejado de existir, si la situación continúa igual. El número de hijos por mujer es 1,38, substancialmente insuficiente al estar lejos del mínimo necesario, 2,1. Eso es consecuencia de la emigración, que lleva fuera a la gente joven y deja a los ancianos, de manera que nacen pocos y mueren muchos, haciendo que la población mayor de 65 años sea más, numéricamente, que la menor de 14 años, lo que es un indicador de la liquidación del país. Dicho a lo claro: Rumania está en una espiral de autodestrucción y destrucción. La emigración la está aniquilando. Faltan jóvenes para atender a los ancianos. Y para producir bienes básicos a precios asequibles. Y para otorgar continuidad a la cultura, historia, idiosincrasia y lengua rumanas.
Por tanto, con Rumania se está cometiendo un genocidio silencioso, que “nuestros” canallas fascistas justifican y promueven con sus loas a la emigración.
Veamos el caso de Marruecos, el vecino del sur. Al respecto, los canallas se ensañan, acusando de “racismo” de quienes consideran que la emigración marroquí a Europa es un obrar genocida y exterminacionista, que lleva a la aniquilación de los pueblos de Marruecos, debido a que millones de ciudadanos marroquíes han abandona a su país para marchar a trabajar al norte del Mediterráneo. Los datos son concluyentes, y aterradores. Si en 1960 el número de hijos por mujer en Marruecos era de 8,4 la cifra había descendido a 4 en 1990 y a 2,1 en 2014… Por eso el gobierno de Marruecos declaró ese año que su país había entrado en una etapa de “no renovación generacional”. Ha salido tanta gente joven que Marruecos es hoy un patético lugar de aldeas en donde sólo hay ancianos, que se despueblan, de territorios sin mano de obra joven, de lugares sin apenas niños. Ancianos y ancianas a los que les espera una vejez solitaria y, conviene repetirlo, una muerte prematura y atroz, sin cuidadores y sin afectos, todo para que los opulentos burgueses del Norte tenga mano de obra barata en sus plantaciones de fruta, en su agricultura hiper-quimizada bajo plástico, en sus principescos chalés, en el vil negocio de la construcción, etc. Así pues, podemos calcular, también, qué año desaparecerá Marruecos…
Los pueblos de Marruecos, que padecieron el colonialismo español (1860-1956) y francés, y que lucharon bravamente contra él (recordemos al gran héroe de esa lucha épica, Abd el-Krim), tienen derecho a la existencia y a la continuidad, a no ser aniquilados, a un futuro en tanto que pueblos. Por eso deben alzarse en revolución contra el nuevo colonialismo de la emigración a Europa, que es mucho más agresivo y aniquilador que el viejo colonialismo, como lo prueba que éste no lograse, a pesar de todo, destruirlos y el actual está a punto de conseguirlo. Así pues, quienes defienden y alientan la emigración marroquí a España son los herederos de los militaristas y colonialistas españoles, de los Millán Astray, Alfonso XIII y Franco.
Pero hay que observa que ya ni Rumania ni Marruecos pueden aportar mucha más mano de obra al Norte. Estas aterradoras granjas de crianza de seres humanos para la exportación están exhaustas, sobreexplotadas, esquilmadas. Y quien dice Marruecos dice los países de su entorno, sobre todo Argelia y Túnez, que padecen una similar situación demográfica. Sólo Egipto mantiene, por el momento, una natalidad algo más briosa.
China conoce unas circunstancias parecidas. El partido comunista en el poder, fascista de izquierda, implantó la política del hijo único en 1979, para poner fin, adujo, a “la explosión demográfica”. Los resultados han sido estremecedores. En 35 años la población ha envejecido y no hay trabajadores suficientes, a la vez que existen unos 300 millones de jubilados, muchos con nula o exigua asistencia familiar. En 2015 el régimen fascista ha abolido la normativa de 1979 permitiendo que las familias tengan dos hijos, pero eso no está funcionando y, según los demógrafos, no va a funcionar, pues las estructuras sociales, económicas y políticas, del país, además de las mentalidades, hacen imposible un repunte de la natalidad, incluso pequeño, de manera que los déspotas comunistas acarician la posibilidad de ¡imponer autoritariamente que las féminas tengan dos hijos! Con 1,6 hijos por mujer China se desliza hacia el desastre económico y la muerte de cientos de millones personas, a medio plazo, por falta de cuidados.
Así pues, quienes en este momento son nuestros tres principales abastecedores de neo-siervos están exhaustos poblacionalmente. Todavía podrán enviar unos cientos de miles de trabajadores pero cada vez menos, y en un plazo de diez años nada, o apenas nada. Es más, China ya está tomando medida para importar mano de obra subsahariana, y Marruecos tendrá que hacer lo mismo, de manera que en su marcha hacia Europa desde el centro y sur de África habrá trabajadores que se instalen en ese país, con lo que habrá menos y más costosos para Europa, para España. La progresiva escasez de “capital humano” en el plano mundial se manifiesta en un dato concluyente, que los emigrantes que llegan a la UE tienen edades progresivamente más elevadas, lo que indica que hay cada vez menos jóvenes en sus lugares de origen.
Hace 25 años nos venían desde Ecuador y la República Dominicana pero eso ya sucede muy escasamente, pues el primero está en los 2,5 hijos por mujer, frente a los 6,7 de 1960, y la segunda en 2,4, cuando en 1960 lograba 7,6 hijos por fémina. En consecuencia, hoy no hay suficiente mano de obra exportable, neo-siervos, que enviar al Norte. Los pocos que aún existen en los países de Latinoamérica comienzan a considerar el marchar a Brasil, país potencialmente rico que está padeciendo una catástrofe demográfica, con 1,7 hijos por mujer cuando en 1960 disfrutaba de 6,1. La emergencia de potencias mundiales y potencias regionales (como Brasil) necesitadas de mano de obra es un fenómeno muy reciente pero que irá a más en los próximos años, lo que hace que en el plano mundial la oferta de mano de obra será cada vez más débil a la vez que asciende la demanda, lo que llevará a una situación con menos emigrantes disponibles, y éstos con reivindicaciones económicas mayores. Esa situación es aterradora para un país tan super-envejecido como España. En efecto, si todos los analistas hacen pronósticos de lo más fúnebres para China, que con todo aún tiene 1,6 hijos por mujer, ¿qué puede decirse para nuestro caso, con 1,3?
Así pues, el creer que se puede vivir de expoliar piráticamente la población a los países pobres es no sólo una intolerable falta moral, una inmensa canallada, sino además algo cada dia que pasa más difícilmente realizable, hasta que en 20/25 años ya no queden los suficientes trabajadores exportables en ningún lugar. Así pues, los que alcancen la edad de jubilación en ese lapso de tiempo, que será el caso de las y los que hoy se hallan entre los 40 y 50 años, se encontrarán en una situación personal harto difícil si no tienen hijos y nietos que les atiendan. Incluso si perciben pensiones de jubilación medianas éstas les servirán de poco al no haber suficientes cuidadores disponibles a los que contratar, y desde luego los pensionistas más menesterosos lo tendrán muy difícil y, si no gozan de descendencia suficiente, morirán en masa prematuramente, en condiciones terribles además. Y la penuria mundial de mano de obra originará una escasez de bienes básicos, lo que empeorará la situación general.
Así es, a partir de esa fecha, 20/25 años, cientos de millones de personas, cuando no miles de millones, padecerán, probablemente, una vejez espantosa y una muerte prematura y horrible. Está en marcha, pues, el mayor genocidio de la historia de la humanidad. De él son responsables quienes han establecido una biopolítica anti-natalista, en sus muchas manifestaciones. En primer lugar el imperialismo USA que a través de su más cualificado estratega, planificador y vocero del siglo XX, Henry Kissinger, estableció la actual biopolítica mundial, en el documento “Implicaciones del crecimiento poblacional mundial”, 1974.
Tal disposición se formuló sobre todo para reducir el peligro de una revolución popular planetaria, al limitar el porcentaje de jóvenes, aunque a la opinión pública se presentó tal política desde el manido y sofistico argumentario malthusiano y neo-malthusiano. Posteriormente, se añadieron las explicaciones ecogenocidas, que justifican la reducción de la población con verborrea ambientalista y ecologista, y en un segundo momento los de naturaleza feminista, al culpabilizar a los niños de explotar a las madres y al presentar al sexo heterosexual como algo diabólico por inevitablemente “machista”. A ello se sumó el sistema de ideas y comportamientos preconizados por la “revolución sexual” de los años 60 y 70 del siglo pasado, que al separar el amor del sexo, el sexo de la reproducción, el erotismo de la convivencialidad, el quehacer amatorio de la libertad individual y lo sexual de la parte sublime de la existencia humana sentó las bases para la caotización de las prácticas reproductivas y la aniquilación del deseo libidinal. De ello vino a resultar uno de los grandes males de nuestro tiempo, el síndrome IDS (Inhibición del Deseo Sexual), que es realmente el logro, y también la meta verdadera, de dicha “revolución”, en realidad una contrarrevolución temible, por más que en algunas de sus formulaciones estuviera acertada aunque en el conjunto y en lo principal fuera errónea y deplorable.
Latinoamérica, toda, está ya poblacionalmente agotada, de manera que EEUU, que se sitúa en los 1,8 hijos por mujer cuando en 1960 tenía 3,7, ya no puede abastecerse en ella de mano de obra. No puede pero la necesita urgentemente, no sólo para su economía sino para conservar activo su monstruoso aparato militar. Así que está ya dirigiendo su mirada en otra dirección, hacia África. Alemania ha vivido muchos años de robar población a Turquía, pero este país, que se ubicaba en los 6,4 hijos por mujer en 1960, hoy ha descendido hasta los 2,1, con lo que comparte con Marruecos el estatuto de “no renovación generacional”. De ahí que el feroz gran capitalismo teutón está arrebañando gente en donde puede, Siria, Afganistán, etc., suscitando guerras por todas partes en esa región, para empujar hacia fuera a la población. Todos los países musulmanes al norte del Sahara están ya en la no renovación demográfica, o casi, y algunos dramáticamente por debajo, como Irán. En ellos, por causa de la negatividad, anacronismo y destructividad del clero islámico, se unifica lo peor de los países ricos, no tener población, y lo peor de los países pobres, tener una economía débil. Por eso, según algunos analistas, el islam está entrando en una fase de descomposición.
En esta situación, a la opinión pública se la engaña. Por ejemplo, se la tranquiliza con la aserción de que la India es un gran depósito de personas pero lo cierto es que su natalidad está en los 2,3 hijos por mujer, frente a los 5,9 de 1960, con lo que en 20 años poco podrá ofrecer, teniendo en cuenta que el descenso poblacional es un fenómeno vertiginoso a la baja en las actuales condiciones y en todos los países. Incluso se ofrecen datos globales sospechosos, como que el índice mundial de hijos por mujer está actualmente en los 2,4, cantidad difícil de creer por cuanto únicamente tienen una demografía pujante los países del África subsahariana, que son solo en torno al 12% de la población mundial… Una cifra más realista son los 2 hijos por mujer, lo que indica que es ya toda la humanidad la que está en declinación, y que un caos económico descomunal con apocalipsis asistencial se avecina. En él perecerán unos 3.000 millones de personas por todo el planeta, de los 7.500 millones actualmente existentes. Incluso hay cálculos más pesimistas que señalan una supervivencia de sólo 500 millones a finales de la actual centuria, lo que equivale a decir que morirán malamente 7.000 millones…
Sólo Níger, Zambia, RD del Congo, etc. (además de algún asiático, aunque con un número de hijos por mujer bastante menor y en rápido descenso, como se ha dicho) poseen una tasa elevada de natalidad. Así pues, ellos son los que tienen que abastecer de fuerza laboral a las grandes potencias, EEUU, China, Japón, la Unión Europea y Rusia (1,8 hijos por mujer). También a potencias regionales medianas como Brasil, Australia, etc. E incluso a países pobres que se están desmoronando demográficamente, como Marruecos. Pero el fondo de mano de obra africana es de 100/150 millones de personas, una cantidad bien insuficiente cuando es a repartir entre demasiados demandantes. En el pasado la trata de esclavos se hizo para proporcionar fuerza laboral a las colonias de Portugal, España, Francia e Inglaterra, con alguna expedición en beneficio de Holanda y Dinamarca. En total, cuatro potencias devastaron África con la muy lucrativa colaboración de las oligarquías esclavistas negras autóctonas, del mismo modo que en breve la asolarán –lo están haciendo ya- cinco. Pero esta vez será mucho peor, quedando África al sur del Sahara transformada en un inmenso cuasi-desierto, con poblaciones en rápida aniquilación por sobreexplotación. Y tal sucederá en este siglo, en unos decenios. A partir del año 2030 todo esto será ya evidente incluso para los más conformistas o ingenuos o que no desean percibirlo, para no estresarse.
Habrá incluso guerras por apoderarse de la mano de obra igual que las hay por el petróleo, ciertos minerales, los productos agrícolas de exportación, el agua, etc. Y no se descarta, ni mucho menos, que en un momento de gran crisis mundial por la penuria de mano de obra, digamos hacia el año 2060, se reintroduzca la esclavitud, la compra y venta de seres humanos, de forma similar al pasado. El islam es la religión esclavista por excelencia y con ella cuenta la UE para volver a instaurar la caza y tráfico de seres humanos. Serían las mujeres las más afectadas por ello, como lo fueron antaño. Lo cierto es que ya hoy a las africanas se las obliga a tener una cantidad excesiva e indeseable de hijos, también para forzar a las mujeres europeas a que tenga muy pocos o ninguno… Un futuro no lejano de granjas de crianzas, en las que mujeres esclavas serían inseminadas clínicamente una vez al año para parir bebés luego criados exactamente igual que el antiguo ganado de labor (bueyes, mulos, caballos y asnos) es muy probable.
La supervivencia, progreso y bienestar de los pueblos africanos depende de que se ponga fin a la sangría demográfica que hoy padecen, de que se deje de extraer mano de obra de ellos, de que se elimine un sistema económico que les convierte en criaderos de seres humanos con destino a la exportación, de que se acabe con las guerras que las potencias necesitadas de trabajadores organizan para provocar crisis de refugiados y emigraciones masivas, por ejemplo la rebelión islamofascista de Boko Haram, operante en cinco países africanos y que sólo en Nigeria ha originado ya 2,3 millones de desplazados, es decir, de emigrantes. Ese grupo criminal, emergido en 2002, fue organizado por los Saud de Arabia, la UE y el imperialismo yanki valiéndose de la familia Clinton, en especial de la feminista Hillary Clinton.
Pero los devotos del fenómeno migratorio como panacea deben andar con cuidado pues el África al sur del Sahara está conociendo procesos sociales que en pocos años harán retroceder en mucho su natalidad. Citémoslos: la emigración a las ciudades, la instauración de una economía cada vez más estatizada, por tanto progresivamente mercantilizada y monetizada, la escolarización obligatoria, la difusión de la ideología feminazi sobre la perversidad intrínseca del sexo heterosexual, etc. Con ellos, en 15-20 años la natalidad se desplomará, igual que ha sucedido en Latinoamérica. En realidad ya está descendiendo en la mayor parte de esos países y cuando comienza el proceso la demografía suele caer vertiginosamente. Después, ya no quedará ningún territorio planetario con mano de obra excedente.
El remedio reside en que Europa se haga autosuficiente demográficamente, abandonando el sistema hoy más leonino de explotación de los pueblos del Sur, el sustentado en el saqueo de su mano de obra. Europa tiene que conseguir primero los 2,1 hijos por mujer y, luego, los 3 durante varias generaciones, para superar la calamitosa situación actual. Para ello hay que liquidar las causas de la no-natalidad, entre las que merece destacar, por su brutalidad y por lo que tiene de atentado a la libertad individual, la persecución institucional del sexo heterosexual, que es el escogido por el 90% de la población europea. La demonización del erotismo y el sexo heterosexual, el único reproductivo, lleva directamente a la tragedia de la baja natalidad y a la explotación despiadada de los pueblos pobres por el imperialismo UE, hasta su virtual trituración e inicial liquidación, como ha sucedido ya con Marruecos.
¿Existen procedimientos institucionales, estatales, eficaces para fomentar la natalidad? La estatolatría dominante, especialmente entre el progresismo, se sustenta en la creencia en que todo problema se resuelve por la intervención del Estado y de los Estados. Muchos creen que una batería de medidas legislativas y económicas, vale decir, de imposiciones jurídicas, desgravaciones fiscales y premios en metálico relanzará la natalidad. Tal concepción mística e irracionalista del Estado, al que se tiene por una entidad divina capaz de hacer todo tipo de milagros y resolver no importa qué complicaciones, es desautorizada por la experiencia, al menos en este caso. Eso se está intentando en Alemania, en Polonia, en Hungría y en China, entre otros países, con unos resultados entre insignificantes y ridículos. La causa del fiasco es que los factores que producen la muy baja natalidad son estructurales y se sitúan en el corazón mismo del actual sistema, el estatal y capitalista, de modo que no pueden ser alterados fácilmente, lo que los demógrafos denominan “la trampa de la baja fertilidad”, en tanto que situación muy difícilmente reversible. Para ello se necesita de una revolución popular que sea al mismo tiempo comunal e integral.
La colosal y criminal operación de ingeniería social puesta en marcha por el gran capitalismo multinacional para el “control de la natalidad” desde el documento de Kissinger hasta hoy ha creado una situación, la actual, ante la que sus creadores no saben qué hacer, a la que no encuentran salida ni remedio. Eso se observa perfectamente en China, como se dijo. Ello tiene su lógica, pues la humanidad nunca había pasado por una experiencia semejante. Lo cierto es que la única rectificación pensable como hacedera es el derrocamiento revolucionario del capitalismo, para poner fin a su lógica anti-natalista genocida.
Muy probablemente, mientras ésta no tenga lugar la humanidad deambulará por la baja natalidad y el declive poblacional, con todos sus efectos. Es decir, por el genocidio mayor de su historia, en cuya génesis la idea feminazi (repetida incansablemente de forma directa e indirecta por todo el poder mediático, escolar y académico) de que todo coito heterosexual es una violación, que el único sexo bueno es el no-reproductivo, que los varones son diabólicos y la virilidad una tara, tiene muchísima culpa. Dicho de otro modo, el feminazismo está contribuyendo a perpetrar un genocidio muy superior al de su progenitor político, el nazismo. Éste exterminó “sólo” a millones, aquél lo hará, lo está haciendo ya, con miles de millones. Por eso es urgente constituir un nuevo Tribunal de Nuremberg que juzgue al feminazismo, hoy la forma principal de nacional-socialismo renovado. Y es aún más urgente que el feminismo honrado se diferencie categóricamente de esa forma de fascismo patibulario y exterminacionista. Cuando lo que está en juego es la existencia y la vida de miles de millones de personas hay que ser muy exigentes en demandar responsabilidades.
Así pues, estamos ante un problema y una suma de problemas necesitados de más estudios y reflexiones. Y de combates muy fuertes y generosos para primero ser paliados y luego ser resueltos.
Finalmente, ¿qué propuestas y programa cabe ofrecer a los pueblos explotados por el despiadado mecanismo de la emigración, es decir a los más pobres del Sur? Aunque este asunto debe ser considerado más delante de manera monográfica podemos señalar algunos de sus puntos. Los países receptores de mano de obra deben abonar a los emisores (a los pueblos, no a sus Estados) 150.000 euros por cada emigrante que reciban, como compensación. Tal suma ha de salir de un fondo para el pago compensatorio de la inmigración constituido a partes iguales por la patronal, el Estado y quienes (entidades, colectivos y personas) estén en el Norte a favor del hecho migratorio. Los salarios reales de los emigrantes en los países receptores deben ser exactamente iguales que los de los autóctonos, para evitar la sobreexplotación, cuando hoy son la cuarta parte e incluso la décima. Las empresas ubicadas en los países pobres no podrán exportar sus beneficios al Norte, de manera que éstos quedarán donde son producidos, enriqueciendo al país. La agricultura de exportación tiene que ser sustituida por otra de autoabastecimiento, con ganadería, artesanía e industria popular, para que la vida de las gentes sea posible y no necesiten marchar fuera. Los precios de las materias primas de los países del Sur han de crecer hasta garantizar una existencia decorosa a su población. Los mecanismos perversos que se están utilizando para expulsar a la población (cercamiento de tierras, latifundismo privado y estatal, desinversión, guerras, envío de ONGs y misioneros, aculturación, turismo de masas, etc.) tiene que ser denunciados y cesar. En tales países hay que hacer una revolución política integral que derroque a las oligarquías autóctonas aliadas del imperialismo, con la instauración de un gobierno popular por asambleas, derecho consuetudinario, armamento general del pueblo, vida ética, axiología revolucionaria, liquidación del patriarcado y neo-patriarcado, sistemas de ayuda mutua, soberanía municipal y autoconstrucción de la persona.
Los emigrantes deben abandonar voluntariamente Europa, volviendo a sus países a hacer allí la revolución.