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  • Autor de la entrada:Pilar Herrera y Víctor Hernando

PREFACIO

Día 9 de marzo del 2020 a las 12 horas en el municipio de Arganda del Rey (Madrid). Los bomberos entran por la fuerza en un piso de la localidad tras recibir un aviso de emergencia. Allí se encuentra tirado en el suelo un señor de 73 años que vive solo [1]. Se cree que puede estar muerto, pero… ¡milagro!, aún está con vida.

Lleva en esta agónica situación aproximadamente una semana. Probablemente ha sufrido un ictus. Inmediatamente se le traslada al hospital de esta localidad y a la semana explota el golpe de Estado Plandémico.

 

CAPÍTULO 1: LA POLICÍA QUE NI SIRVE NI PROTEGE A LA CIUDADANÍA

Después de asimilar lo ocurrido, los familiares del hombre ingresado (que viven lejos de allí) se empiezan a preguntar por qué nadie echó en falta a una persona tan conocida en el barrio y con unos hábitos diarios de vida tan repetitivos. Por ello empiezan a preguntar al círculo más cercano y tras unas breves indagaciones resulta que hacía varios días un vecino y amigo suyo había dado aviso a la policía para que acudiesen a su domicilio y comprobasen que todo estaba bien. Pero por allí no pasó nadie.

Brillante actuación policial que al hombre ingresado le supondrán, a la postre, graves secuelas físicas permanentes. Sería de justicia que esa inexistente intervención figurase en uno de esos programitas que retransmiten en la tele y con los que constantemente le lavan la cara a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

Para más inri, los familiares de este hombre, el mismo día que es hallado inconsciente en el suelo de su piso, piden explicaciones a los policías que allí estaban presentes. Éstos, lejos de avergonzarse y agachar la cabeza, muestran una actitud desafiante y amenazante, haciendo gala de su condición de matones de uniforme, contra unos familiares apoderados por los nervios de la tensa situación vivida.

Se llegó a oír que esa llamada de auxilio no se había producido, a lo que el ciudadano responsable de realizarla echó mano a su móvil y mostró a nuestros “héroes” el día y la hora en que se produjo. El agente de mayor rango presente en la escena llamó al cuartel para comprobar si ese día entró una llamada de auxilio y así se lo corroboraron. Disculpas, ninguna. Investigaciones, ninguna. Responsabilidades, ninguna.

Servir y proteger dice uno de sus lemas. Y no está desacertado, ya que no se especifica ni a quién sirven ni a quién protegen. Pero ya sabemos de sobra a quién se están refiriendo.

 

CAPÍTULO 2: LA MEJOR SANIDAD DEL MUNDO

Como ya habíamos dicho, el pobre hombre moribundo ingresa en el Hospital del Sur en Arganda del Rey y poco después, tras el 14 de marzo de 2020, todo se caotiza y este hombre es devorado por el hospital. Desaparece. Sus familiares llaman desesperados porque nadie les informa y además se les dice que no se les ocurra pisar por allí o serán echados a patadas. En ocasiones pasa mucho tiempo sin que nadie les coja el teléfono y se llegan a plantear si habrá muerto. Pasan los días y dentro del caos empiezan a llegar noticias esperanzadoras. Este hombre se está aferrando a la vida. Tiempo después es derivado a otro centro médico, donde su mejoría y cierta recuperación se confirman.

Finalmente, en el mes de agosto, este centro médico comunica a los familiares que ya no pueden hacer más por la recuperación del hombre y que será dado de alta, con graves secuelas y un grado de dependencia altísima. Los familiares para entonces ya estaban preparados, pues habían pasado largos periodos de tiempo debatiendo qué hacer cuando llegase este momento. Las graves lesiones que presentaba este hombre les impedían hacerse cargo directo del mismo. Por ello y pese a no ser la solución deseada, reservaron una plaza en una residencia privada en la ciudad de Madrid, que al menos era conocida y de mucha confianza para la familia, aunque suponiendo un gran desembolso económico.

A partir de ese momento el hombre visita diferentes especialistas médicos y todos certifican que no había sido atendido correctamente dado que algunas de las secuelas físicas que presenta podrían haber sido rehabilitadas, sino en su totalidad, sí en parte. Ahora seguramente sea tarde. Además, la lista de medicinas con las que se acompaña su alta médica es inmensa. Está hipermedicado, incluyéndose algunas sustancias completamente innecesarias como antidepresivos.

En resumen, este hombre fue estabilizado, medicado hasta el extremo y lanzado a la calle estuviese como estuviese, que otro “soldado” tenía que ocupar su puesto en la enfermería. Auténtica Sanidad de la guerra.

Pero la mejor Sanidad del Mundo todavía reservaba una sorpresa más. Llegado el momento, los familiares visitaron al médico de cabecera de toda la vida de este moribundo renacido para ponerle al día de lo ocurrido y además realizar algunas gestiones médicas necesarias. Pero al haberse realizado el ingreso en una residencia y cambiar el personal sanitario que de ahora en adelante se haría cargo de su salud, este médico no los quiso recibir y en su lugar mandó a una enfermera con un mensaje que decía algo así: “El doctor no les atenderá y además dice que ese paciente al que se están refiriendo ya no es cosa suya”. Estremecedoras palabras que encarnan a la perfección el inhumanismo de la institución iatrogénica.

Por cierto, resulta que en la actualidad el sistema estatal de Sanidad, al menos en la Comunidad de Madrid, cuenta con un apartado digital para recibir quejas y/o sugerencias de los usuarios del mismo. Se hace llamar “HUMANIZACIÓN DE LA ASISTENCIA”. Es comprensible que cuando allí se remite una queja o sugerencia nadie conteste, dado que un servicio con ese nombre, como es lógico, debería estar formado por seres humanos y al ser este un espécimen en peligro de extinción, no les debe ser fácil poner nadie al frente.

 

CAPÍTULO 3: SERVICIOS SOCIALES CONTRA LA SOCIEDAD

Cuando la película parece estar llegando a su fin, un nuevo actor aparece en escena: los Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid. Se les había realizado una consulta a través del último centro médico en el que estuvo ingresado el paciente (con el consentimiento de sus familiares) sobre la posible existencia de una plaza en una residencia mal llamada pública (lo único que allí es del pueblo es el dinero expoliado al mismo con el que se gestionan estos centros) o al menos algún tipo de ayuda económica que paliase los ingentes gastos que el hombre y su familia estaban acarreando.

La plaza, como era de esperar, apareció con rapidez, dado el genocidio de ancianos que especialmente en ellas se había perpetrado recientemente. Pero resulta que no era gratis ni mucho menos. Se trataba de una plaza cuya cuantía superaba bastante lo que el pobre inválido gana de pensión, tratándose por supuesto de una residencia con mucha menor cobertura que en la que se encuentra en la actualidad. Los familiares rápidamente rechazaron esta posibilidad, a pesar de que la cuantía que pagan en la residencia privada es aún mayor y viene generando una asfixia económica, por lo que intentaron obtener una posible ayuda económica. Así el hombre se mantendría en dicha residencia privada donde se le está atendiendo correctamente.

No obstante, en este periodo de consultas, lo más relevante, sin duda, fueron los diálogos telefónicos que los familiares soportaron con los trabajadores sociales de la Comunidad de Madrid. Se trataba de entes pseudohumanos sin sentimientos ni empatía, cuya misión en su puesto de trabajo parecía la de transmitir la mayor incomprensión y frialdad. Y desde luego que se esforzaban en cumplir su cometido.

 

CONCLUSIONES:

Los autores de este texto hemos querido contar este caso real cercano a nosotros mismos (y de una manera muy resumida) a modo de denuncia y para ofrecer argumentos dialécticos apoyados en la realidad contra los fanáticos defensores del decadente Estado del bienestar.  Estas mismas personas probablemente seguirán defendiendo sus argumentos estatólatras con tópicos como los siguientes:

– “Es que la situación recientemente vivida ha sido muy caótica”. Cierto, pero es que situaciones como estas ya se vivían con anterioridad, simplemente ahora, el trato brutal, despiadado y vejatorio se ha puesto mucho más de manifiesto al comenzar la etapa de desintegración del Estado y del sistema social impuesto hace años.

– “Es que pagamos pocos impuestos para sufragar los servicios”. Los autores de este texto calcularon hace tiempo la cantidad de impuestos que el Estado les sustraía de sus ganancias a lo largo de un año. Venía a ser aproximadamente la mitad de las mismas. Es evidente que quien dice cosas así no se ha parado a realizar los cálculos.

La bestia [2], encarnada en el Estado, está herida. De hecho, se autolesiona a sí misma con sus decisiones suicidas. Sigue siendo fuerte, pero las heridas la van debilitando. Soltará zarpazos que herirán e incluso acabará con la vida de unos cuantos. Es el momento de empezar a arrinconarla.

Para ello usaremos las armas que más asustan a la bestia: autogestión, autoorganización, esfuerzo, apoyo mutuo, afecto, cariño, mejora continua de la calidad de uno mismo, comprensión con los iguales, búsqueda de la verdad, valor, lucha por la libertad, etc.

Y finalmente la empujaremos al precipicio evitando que ella nos arroje a nosotros.

¿De qué bando estamos?. La respuesta es sencilla: con la vida o contra la vida [3].  

Es el momento de elegir.

 

Pilar Herrera y Víctor Hernando, desde la sierra madrileña a 18 de mayo de 2021

 

NOTAS:

[1] Casi 5 millones de personas viven solas en nuestro país, de las cuales un poco menos de la mitad son mayores de 65 años. Gran logro del Estado de bienestar, aislando a las personas de sus seres queridos.

https://www.europapress.es/epsocial/igualdad/noticia-mas-millones-personas-mayores-65-anos-viven-solas-espana-723-mujeres-ine-20200402123536.html

[2] La bestia es un concepto extraído del libro “Iatrogenia: la medicina de la bestia” del Dr. Enric Costa Vercher, aunque en este libro el concepto tiene un carácter más religioso. Desde aquí recomendamos su lectura.

[3] Se recomienda, si no se ha hecho ya, la lectura del artículo “El poder contra la vida” de Antonio Hidalgo Diego.

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