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Sí, el sistema establecido, mediante el uso de sus voceros y medios de inoculación, atornilla fuerte las anestesiadas mentes, y defenestra a todas aquellas que pudieran salirse del redil.

Lo compruebo, una vez más, tras el visionado de “Ciudadanos Soberanos” (2025) película dirigida por Christian Swegal. La película está inspirada en hechos reales, tal como reza en su principio, y compruebo la veracidad de tal extremo tras indagar sobre lo realmente acontecido.

En efecto, en el año 2010, cerca de la localidad norteamericana de West Memphis (Arkansas), un padre y un hijo, armados con un fusil y un revolver, dieron muerte a una pareja de policías que les habían detenido en un control de carretera al comprobar irregularidades en los permisos del vehículo que conducían. Seguidamente, aquellos individuos (Jerry Kane y su hijo de 16 años Joe Kane) se dieron a la fuga, siendo abatidos posteriormente por un equipo policial de búsqueda.

Pues resulta que Jerry y Joe Kane pertenecían a un grupo denominado Movimiento Ciudadano Soberano. En Wikipedia se lo describe como “grupo informal de activistas antigubernamentales, teóricos de la conspiración, litigantes vejatorios, manifestantes fiscales y estafadores financieros”. Y el FBI los describe como “extremistas antigubernamentales”, estimándose por ese Organismo que el riesgo terrorista que suponen es mayor que el de ningún otro grupo, incluidos los islámicos, neonazis o ambientalistas. Se estima que, en 2010, 100.000 estadounidenses eran “creyentes acérrimos de la Soberanía”, y otros 200.000 “apenas comenzaban a probar técnicas soberanas”.

Resulta más que interesante conocer la Historia y desarrollo de este movimiento y sus derivaciones, y que yo solo voy a esbozar, dada la amplitud de su recorrido. Sus raíces están en las décadas de los 60’ y 70’ a partir de diversos grupos de protesta, pero el concepto en sí surge en 1971 con el movimiento antigubernamental Posse Comitatus (se lo considera de extrema derecha) que denunciaba el sistema económico (impuestos, moneda, cobros) como herramientas de control judío. Hasta 1990 este movimiento se solapó parcialmente junto con otros, y cuya base se fundamentaba en la protesta fiscal.

Clave en la explosión de estos movimientos son la muerte en tiroteo de Gordon Kahl (ex Posse Comitatus) al que se convirtió en mártir; la crisis agrícola de los 80’, con Roger Elvick, quien concibió los métodos de redención (con parte de la nueva ideología Soberana); derivados surgidos, como los Patriotas Cristianos, con incidentes de gran repercusión, como el caso de los Hombres Libres de Montana.

Lo cierto es que ese movimiento inicial se fue diversificando en diversas líneas reivindicativas y de actuación, y que compruebo que se identifican en la red con movimientos de extrema derecha, digamos que en general con ideas de supremacismo blanco. Pienso que esto es discutible, me refiero a su esencia en general, pues compruebo que coexisten todo tipo de influencias, de tendencias varias. Prueba de ello es que en los 90 surgen también grupos de ciudadanos soberanos negros (afroamericanos), otros de índole islámico (moriscos los llaman), otros adscritos a filosofías de la Nueva Era; y todos ellos infectados, cada uno a su manera, de idearios sectarios, racistas, conspiracionistas, politicistas de diversa índole, vamos.

A partir de los 2000, el movimiento soberano se empezó a expandir mundialmente, empezando por los países de lengua anglosajona. En EEUU, diversos incidentes con las fuerzas del orden, atrajeron la atención mediática. A raíz de la pandemia se asoció también a los ciudadanos Soberanos con movimientos antimascarillas y antivacunas, habiéndose expandido este movimiento, hoy en día, hasta en unos 26 países.

Este movimiento, en sí, no está catalogado como violento, aunque sí se postula como potencialmente peligroso.

Para los que, durante la pandemia, llegamos a conocer algo de los movimientos de la REML y de la Ley Natural, encontramos fácilmente el parentesco con los Soberanos, particularmente con los primeros. Es, entonces, que podemos comprender de dónde procede todo ese amasijo de ideas que engloban las formulaciones de “la Ley de Dios”, “los Ciudadanos Libres”, “la ilegitimidad de la Ley”, etc.

No puedo extenderme aquí recogiendo datos respecto a este movimiento, ya que tiene muchas ramas, no hay un texto definitorio, ni una doctrina establecida, ni un liderazgo centralizado, aunque sí existen temas comunes en las diversas ramas, como lo son los que implican un gobierno ilegítimo y un sistema legal que ha sido reemplazado por autoridades ilegítimas. Es muy común hablar de que se ha instaurado la normativa del Código de Comercio Unitario (derecho marítimo) para suplantar el derecho consuetudinario, o de que el Estado no es un gobierno real, sino una corporación.

Tampoco desarrollo más los contenidos ideológicos de estos grupos, pues me obligaría a extenderme en exceso. Por ello, trataré ahora de perfilar una crítica básica a las formulaciones de estos grupos.

Observamos que, en general, se erigen sobre fundamentos universalistas. Apuntan hacia una homogeneización de las creencias, ahogan lo particular de las culturas, lo definitorio de aspectos que puedan resultar sustantivos para los distintos pueblos humanos. Mas luego, se enciscan en batiburrillos ideológicos, pues mezclan derecho consuetudinario con leyes naturales. Asimismo, parece que lo único que les preocupa es lo pecuniario, no se plantean alternativas serias al sistema establecido; su esquema explicativo histórico, en parte, carece del suficiente rigor; sus soluciones a los problemas de hoy tratan de encontrar las “rendijas” del sistema, para engañarlo (tipo moneda G1).

Conocí, durante la pandemia, a través de la red y de otras personas, a sujetos que se movían en aquellos escenarios “soberaniles”. Se aplicaban en su nuevo lenguaje, en una interpretación novedosa de las leyes estatales, en la manera de reaccionar a los diferentes reclamos institucionales y burocráticos. Para familiarizarse y prepararse a ello había que estudiar, y mucho (el material necesario te lo provee el gurú de turno, y se tarda años en estudiar). Se requieren credenciales, documentos adaptativos a las nuevas situaciones a enfrentar (todo esto también te lo han de facilitar).

Comprobamos que estos grupos se alimentan de una fe. De un conocimiento prestado. Se apoyan en articulados escogidos, en leyes que interpretan a su manera, con lo que queda expuesta su ambigua naturaleza. No entienden la naturaleza del Estado, por lo que sus análisis se pierden en acusaciones inanes para el sistema, pues apuntan hacia grupos económicos y de esta manera impiden una transformación real del sistema existente, se impide una revolución real. Está tan diversificado este ideario Soberano que nos encontramos, en sus diversas manifestaciones, con todo tipo de tendencias: Están las actitudes egoístas, que solo buscan lucrarse en base a la aplicación de las leyes de forma interesada (por el pecunio); los organizadores de estos grupos, que a su vez se lucran a través de sus acólitos; los más puristas, que se creen a pies juntillas los idearios y piensan que pueden repeler los embates de los diferentes estamentos estatales desde argucias legislativas; los ideologizados a medias, que sueñan con la futura implementación de estas cosmovisiones, las que traerán paz y amor y una comunión total con la naturaleza.

No sería descabellado, entonces, plantearse que el movimiento Soberano ha sido impulsado por el propio Estado, una vez surgidos los primeros brotes, pues sus fundamentos reivindicativos no tienen ningún recorrido, y sería una forma de desprestigiar a los grupos antisistema. De hecho, su esencia es una puta locura. Exige, per se, fidelizaciones entontecedoras. Toma medias verdades, interpretaciones caprichosas de la historia, aplicaciones rocambolescas de las leyes, juegos verbales propios de trileros. Se apoyan demasiado en los derechos, y se olvidan de hablar de los deberes.

Por supuesto, hay parcialidades coincidentes con los planteamientos de la RI, siempre los hay. Su espíritu antisistema es, de alguna manera, compartido. Es de alabar su deseo de resistencia a la autoridad. Su rechazo al control estatal, a sus estructuras opresoras. Su apoyo a la autodefensa… Pero claro, son coincidencias parciales, y que solo aisladamente pueden ser admitidas y consideradas en su elemento de pureza.

Y, ahora, en esta última parte de la crítica, voy con la película.

La producción refleja bastante fielmente, al menos en lo referente al enfrentamiento policial, los hechos de marras.

Pensé, en un principio, que el retrato ideológico de lo que se muestra como un “ser Soberano” se lo habían sacado de la manga. Pero luego, tras las investigaciones pertinentes, comprobé que no. El director se documentó, claramente, de una parte, de los idearios originales, que reproduce en cuanto textos fundantes, e incluso replica en boca de Jerry Kane, a la hora de emplear sus expresiones habituales, con interpelaciones muy exactas propias del movimiento que encarnaba.

La película, como era de esperar, confronta solo las dos visiones que le interesan, la estatista contra la soberanista, y de manera sesgada, cómo no.

Y es, entonces, que se ofrece una imagen distorsionada de la realidad, apoyando la visión estatal, y se aprovecha, en lo posible, para reforzar las religiones políticas en curso: Se presenta la imagen del sujeto insumiso desde un perfil violento y despótico (siempre se escogen los rasgos faciales que interesan); se demoniza las corrientes antisistema; se fomenta el odio interfamiliar, erosionando la relación de los hijos con sus padres progenitores, en favor de la tutela estatal; la bonhomía de las fuerzas del orden y de los funcionarios asistenciales, ellos siempre al rescate del ciudadano indefenso; se crea un perfil que identifica Iglesia-armas-fumar-tirano-ludópata; se intentan normalizar las vacunas y la desobediencia al padre; hay, incluso, una especie de satirización de la idea del honor y de los antiguos duelos de armas. Bueno, nada nuevo bajo el sol, el cine de presupuesto no da puntada sin hilo, todo está bien atado y engrasado cual perfecto mecanismo de relojería.

Tras conocer mejor lo que son estos movimientos Soberanos, me doy cuenta de lo necesario que es comprender a fondo la realidad que acontece, en tantos ámbitos diferentes. Me doy cuenta de la cantidad de gente, bienpensante, que han caído en las garras de estas nuevas corrientes, más conspiracionistas que otra cosa. Me doy cuenta que la labor por hacer cada cual, como sujetos necesitados de autoconstrucción, es incalculable. Me doy cuenta de por qué la RI peregrina por un desierto rocoso y solariego.

Es una pena que se encuentre tan manchado el concepto de soberanía (por demás asociado a la realeza y el poder en general), un concepto manchado por la Historia y por el momento presente. Esta palabra, en su sentido positivo, representa a la capacidad de autogobernarse con conciencia y respeto a uno mismo y a los demás. Nos encontramos que pensar por nosotros mismos hoy en día es como hablar de una utopía, dadas las labores de ingeniería social y de psicología social, hoy tan preeminentes. Urge afilar el discernimiento, todo lo posible. Urge afilar la virtud. Urge trabajar por el bien común, junto con nuestros iguales. Urge refrendar las responsabilidades para con uno y con la comunidad. Urge salvaguardar la semilla.

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