Le toca el turno a Vanesa Quiles y su exposición en el II Encuentro RI. El audio de su charla lo podéis escuchar aquí: «¿Por qué volvemos al campo? (AUDIO)». Un tema muy interesante para reflexionar sobre nuestra búsqueda de una vida más cercana a lo natural y a lo humano.
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Aunque ahora no vivimos en el campo, Héctor y yo no somos de la ciudad. Vivimos en ella hace casi dos años pero estamos en marcha para volver a nuestro lugar de procedencia. ¿Por qué?
Porque nuestra revolución empieza tomando nuestra tradición, porque hemos tenido la suerte de habernos criado con ciertos valores que hoy decaen, desgraciadamente hasta en el campo. Es por ello que nos disponemos a reivindicar y luchar por recuperarlos. Pues aunque tampoco hemos vivido la mejor época del mundo rural popular, sí hay grandes y pequeñas cosas que merecen la pena pensar y retomar.
Por ejemplo:
– Cuidado de la familia, con respeto y responsabilidades compartidas. Apoyo mutuo no solo entre familia sino también entre vecinos y miembros de la comunidad, pedanía). Alto sentido del deber.
Mis padres han criado 6 hijos y cuidado de sus mayores. Todo entre todos, hasta en los más pequeños han delegado cualquier tipo de tarea, cuidado de nuestros abuelos, cura de heridas, administración de medicamentos, cuidado y matanza de animales, tareas de la casa, labores del campo, etc. También nos han dejado aprender y vivir la dureza de algunos momentos como la muerte de mi abuelo, en casa. Nos dejaron acompañarlo y verlo en su final.
Los vecinos se encargaban de cuidar a mis abuelos cuando teníamos algún evento familiar, como las bodas de mis hermanos, algún bautizo de un nieto..Sin necesidad de pagar a nadie para que lo hiciese…venían a casa y se quedaban con ellos…así de fácil, y de difícil ahora. Me pregunto cómo es posible que mis padres pudiesen trabajar ambos, cuidar de 6 hijos y de los abuelos..Cuando mi madre empezó a trabajar fuera de casa, me llevaba con ella, aunque al final, tuvo que llevarme a la guardería, con 3 años. Fui la única en ir de todos mis hermanos.
– Educar en el sentido común, en voluntad.
Es esa educación para la vida, donde te enseñan a ser parte de un todo, donde ves al otro y no solo tu ombligo, donde te sientes útil desde que empiezas a ser una niña grande, donde aprecias cada cosa como si fuese el mayor tesoro del mundo. Esto no tiene nada que ver con las crianzas «de moda» y pedagogías alternativas, que no son más que una adaptación a las nuevas necesidades del sistema. Pues aunque comparto ciertas cosas, sustituye un mal como la imposición mediante la autoridad y el miedo por otro primo hermano, la felicidad y el hedonismo. Al menos antes íbamos enfadados al cole, había esperanza de hacer algo contra eso…ahora ya no… «el cole ahora es guay, estamos felices y todo lo que aprendemos lo aprendemos felices, para que así nunca se nos olvide». Realmente, lo que vivo a diario donde trabajo, es que estas corrientes no van mucho más allá; comida ecológica, materiales sostenibles, defensa hipócrita por el dialecto-lengua de la zona…
– El valenciano.
Nuestra forma de hablar, hoy repudiada por las elites, está siendo sustituida por un valenciano oficial que no es el que han hablado ni hablamos la gente del pueblo. Consiguiendo el auto odio de la gente del campo, vergüenza de sí mismos, miedo de transmitirlo a sus hijos…»Para hablarles mal, les hablo en castellano».
– Ocio auto gestionado.
Aparte de las fiestas populares que citaré más abajo, nuestras familias basaban su ocio en la convivencia y no en el consumo, dormíamos en la playa muchos fines de semana en verano, junto con amigos y vecinos. Creo que es el recuerdo más divertido que guardo de mi infancia. Mi madre cuenta que nos cargaba a todos en el coche y se juntaban cada vez en una casa.
Los cumpleaños de los niños y fiestas también se hacían en casa, sin parques de bolas, sin monitores animadores, sin necesidad de más cosas que los propios niños y el entorno interactuando entre sí. Hoy esto ha desaparecido casi por completo, incluso en el campo.
– Fiesta popular.
Hoy se delega en una comisión de fiestas y es casi imposible de realizar sin las ayudas del ayuntamiento de la ciudad. Es tradición en mi familia formar parte de la organización de las fiestas de la pedanía. Lo que antes era cosa de todos ahora se delega en una comisión de fiestas, a la que aun pertenecemos uno de mis hermanos y yo. Aunque no es lo que era, puesto que ya se recibe algo de dinero por parte del ayuntamiento de la ciudad y a cambio nos dan «permiso» para hacer los actos, sigue siendo una tarea que nos une mucho a unos cuantos que queremos continuar con una fiesta tradicional, en el mismo lugar donde vivimos. El arraigo a la tierra donde hemos nacido y nos hemos criado no es una cuestión de bandera, es algo que se lleva en el corazón y que solo quien ha vivido lazos verdaderos con sus vecinos, quien vive en comunidad, quien sabe ver y sentir la belleza de eso, puede apreciar.
Cuentan mis padres que era habitual ir de fiesta en fiesta popular a bailar unos con otros, siempre se bailaba. Era raro el que no lo hacía. Así era como empezaban los noviazgos.
El mundo rural que mis padres han vivido no ha sido nada fácil, por eso ahora reniegan del campo. Vertieron sobre ellos la creencia de que eran inferiores («éramos atrasados, ignorantes, no sabíamos…»).
Vivir de la agricultura se hacía cada vez más difícil, el sistema se hacia rígido y ya casi no podían subsistir. Mi madre tuvo que salir a buscar trabajo fuera de casa cuando nací yo porque la situación empezaba a ser insostenible, por el año 86. Aun así, no dejaron la vida del campo, ni mi padre la agricultura hasta el día de hoy. Es mayor pero nunca lo deja, porque no ha sido solo su trabajo, sino su filosofía de vida. Ahora tienen la posibilidad de irse a la ciudad, donde todos los de su edad tienen ya un piso para pasar la vejez, lo compraban porque se decía que estar en el campo era peligroso, solitario y triste (obviamente sí, si todos acaban marchándose).
Pero no se van, ni se irán; dicen:» ¿i que fem mosatros allí?» que es la misma pregunta que nos hacemos Héctor y yo desde que nos mudamos al piso.
Es pues el momento de darle continuidad a lo que ha venido siendo nuestra vida, tomar el regalo que nos han dado y emprender con la fuerza y valentía un camino que no será de rosas, (puesto que está costando encontrar el apoyo de la familia), pero que merece la pena recorrer.
Termino con algo que me dijo el abuelo de Héctor: «Para trabajar y vivir del campo, se necesita algo más que una simple afición».
**Hoy se ha traído la ciudad al campo, y la gente no ve esto como una invasión y perdida de la esencia, si no como un avance**
Vanesa Quiles.
Mayo 2016.