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  • Autor de la entrada:Laia Vidal

Texto que sirvió de guía a Laia Vidal para su exposición en el II Encuentro RI, cuyo audio podéis escuchar aquí: «La revolución y la vida… (Audio)«.

En marzo de 2015 Prado Esteban publicó en su blog una reflexión que me pareció muy importante, era la primera parte de un artículo llamado «Integral e integradora: La revolución y la vida». Lo podéis encontrar aquí: «Integral e integradora. La revolución y la vida (I)«.

En él habla de revolución como «gran mutación social que derribe los muros de la tiranía y la barbárie bajo los que vivimos». Asimismo Prado se pregunta: ¿es posible conciliar los deberes para con la vida y poner en marcha procesos tan difíciles y esfuerzos tan ímprobos como los que reclama la regeneración de una sociedad enferma de muerte como la nuestra?

Esta pregunta me surge, nos surge, en nuestro devenir y construir cotidiano en grupos de afinidad, convivencia y pensamiento.

También pienso que es una pregunta clave en general para todas aquellas personas que consideran el deber de «revolución» como eje fundamental de una vida plena. Quizás por ello es también una cuestión clave para los que estamos aquí en este encuentro hoy. Por esto me he decidido a escribir sobre ello, aunque carezco de respuestas definitivas pienso que es bueno ir poniendo sobre la mesa formas de integrar revolución y vida. También tiene que ver en pensar qué entendemos por revolución y en qué posición vital nos encontramos para contribuir a ella. Puesto que la revolución es tarea de muchos frentes.

La clave de esta reflexión es preguntarnos: ¿Cómo hacemos la revolución, desde la vida o aparte de la vida? Los factores objetivos actuales nos demandan por una lado toda nuestra dedicación a la causa y los factores subjetivos de la vida nos reclaman hacernos personas integrales. Hemos de pensar, como indica Prado en el artículo citado, en una forma de integrar la lucha por la revolución y el flujo natural de la existencia. Pienso que este punto es una cuestión estratégica si hablamos de revolucion integral, a nivel aplicado por la energía que dedicamos a las tareas que pretendemos transformadoras y a nivel de auto-construcción personal.

A diferencia de las revoluciones anteriores, liberales o proletarias, que se centraban sobretodo en los aspectos económicos y políticos del cambio necesario, la propuesta de revolución integral discurre por otros lares. Frente a la política pura, emancipada de las necesidades vitales, o a la economía pura, que se concreta cada vez más en una economía para la supervivencia y no para la vida, tendríamos la propuesta de desarrollar una vida integral. La política integral, por paradójico que parezca, sería aquella que fuera considerada sólo parte del cambio holístico a realizar o bien aquella que ampliara el concepto de lo político mucho más allá de instituciones, procedimientos y formas, como se entiende estrechamente ahora. Una economía para la vida sería aquella que se sale del maltrecho de la supervivencia a la cual nos condena nuestra «abundancia» para ser semilla de una subsistencia que no pone el crecimiento, el beneficio y el salario en el centro, sino el mantenimiento y la potenciación de la vida.

Prado remarca que ser para la producción y para la estrategia política ha sido el fin de las revoluciones que se han hecho hasta ahora. Los elementos pre-políticos de la vida, que son factores imprescindibles de constitución de una sociedad, no se tenían en cuenta. Si se tenían en cuenta, por otro lado, era desde el punto de vista de la biopolítica, convirtiendo los actos vitales en funciones sociales. Esta visión promovida por el sistema nos lleva valorar ciertas cuestiones, la maternidad y paternidad, los cuidados en general, etc. como «cargas» frente a supuestos «privilegios» de quien se libra de ello. En vez de verlo simplemente como tareas necesarias para sostener la vida, el análisis centrado en el poder y las desigualdades lo ve todo como una cuestión de funciones, de tareas, de cargas y de privilegios a «gestionar».

Por otro lado, si no se trata tan directamente de cuidados ajenos sino de esferas de la vida constitutivas de una persona integral y de una existencia plena, estas tampoco se han considerado tradicionalmente parte de la revolución, sino a menudo se han visto despreciadas y vilipendiadas como cuestiones superfluas, caprichosas, egoístas, ineficientes o incluso burgesas. La propuesta de revolución integral se tiene que situar trascendiendo estos límites y teniendo en cuenta que «las necesidades vitales son corporales, afectivas, espirituales y materiales y esos elementos conforman un único plano de la existencia. Estas necesidades que implican la supervivencia física, psíquica y civilizatoria de la especie, que integran en el mismo espacio la conservación material de la vida. La vida solo es posible cuando incluye la satisfacción de las exigencias de cuerpo y los afectos, la necesidad de relación, de amor y de convivencia y la parte espiritual como necesidad de búsqueda del bien, de la belleza y de la virtud en un todo único, son la esencia del vivir plenamente humano».

Esto podría ser un listado de «los deberes para con la vida» en sí misma. Cuáles serían, aparte, las exigencias de nuestro tiempo? Qué quiere decir regenerar un sociedad tocada de muerte como la nuestra? Para mí las exigencias de la situación actual, las exigencias revolucionarias, serían las siguientes:

-Contribuir a augmentar el nivel de consciencia general de las personas, de la humanidad. De su papel en el mundo, de sus potencialidades, de virtudes y defectos…

-Estudiar y difundir un análisis claro del momento en el que nos encontramos, así como conocer la evolución histórica, natural…..de nuestras sociedades y nuestro mundo.

-Reintegrarnos en el mundo natural, propagar una nueva cosmovisión sobre la vida y la naturaleza y trabajar para mejorar nuestro entorno, degradado a niveles de emergencia.

-Constituir los cimientos materiales de una nueva forma de organización socioeconómica y política.

-Potenciar el autoconocimiento, la evolución individual y la convivencia y el tejido colectivo de amor y apoyo mutuo.

…y podríamos incluir muchas cosas más, a cada cúal más importante y urgente.

Así, vemos que la revolución no se puede referir sólo al qué sino al cómo. La apuesta revolucionaria integral tiene que responder a ambos interrogantes.

Hacer la revolución preguntándonos cómo queremos vivir la vida

La revolucion no es sólo una mutación sustantiva de la existencia sino que tenemos que ver como se concreta esto en una nueva forma de ver y de vivir la vida. Una nueva forma de pensar, una nueva forma de vivir, y una nueva forma de ser. Pensar, sentir y actuar de una forma y en un sentido substancialmente diferente al orden establecido.

Para vivir plena e integralmente, «hay que emancipar las necesidades auténticas de los seres humanos de los proyectos del poder», nos dice Prado. Por otro lado, con el Grupo de Reflexión para la Autonomía definimos que nuestra estrategia tenía el objetivo de que «cada vez más personas pudieramos desarrollar una vida plena». Con todo ello nos estamos refiriendo a la necesidad de responder a la pregunta que motiva este escrito. Cómo lo hacemos?

Florecer y autorrealizarse, trabajar para el bien común, amar y compartir, luchar y autodefenderse, pensar y reflexionar, cuidar y criar…con la máxima energía y capacidad. ¿Es compatible? ¿Es posible? Sin duda, es necesario. Si hacemos una revolución en que no es possible reproducir la vida, en que no es posible autosostenernos emocionalmente, narrarnos colectivamente, etc. ¿qué tipo de revolución estamos haciendo?

Algunos principios que podrían guiar nuestras acciones en este sentido son:

– No delegación, amor sin explotación.

La idea es, en cada cosa necesaria para el sostén de la vida, o lo haces tú, o alguien deberá hacerlo por tí. Piensa si alguien lo hace por tí de establecer con esta/s personas una relación de amor y reciprocidad, no de explotación. Que no piensen por tí, que no trabajen por tí, que no amen y cuiden por tí: queremos una vida sin delegación ni dejación, este es el espíritu libertario y también revolucionario integral.

– Unir e integrar lo que ahora está separado. La sinergia y el continuum.

La integración entre revolución y vida es mucho más complicada precisamente porque el sistema en el que vivimos ha parcelado cada rincón y necesidad de nuestras existencias. En un sistema parcializado, la revolución solo se puede hacer en los márgenes, en los tiempos libres. Por esto construir integralidad es parte del proceso revolucionario de unir el mantenimiento de la vida y su posible y necesaria transformación. Sostén y cambio, avanzar y mantener. La sinergia es la posibilidad de conectar cada parte con el todo, no solo pegando distintas partes sino construyendo algo nuevo.

– Nuevos ejes de referencia y valoración.

Tengo una compañera que dice que una guía rectora para saber si estamos caminando en buena dirección respecto al cambio que queremos es ver cómo hemos o no integrado la crianza de los hijos en nuestras vidas, sin que esto nos sea un impedimiento para luchar. En la medida en que lo estemos integrando -hablamos ahora de esta cuestión de la crianza pero podrían ser muchas otras cosas-, que estemos integrando el sostén de la vida y las tareas revolucionarias, estaremos haciendo las cosas bien. Si no lo hacemos o si nos desbordamos al intentarlo es que aún tenemos mucho por mejorar.

En otro sentido creo que cabría ampliar nuestras valoraciones y auto-valoraciones más allá de si lo que hacemos es estratégicamente revolucionario, y mirar también cómo está contribuyendo lo que hacemos o no hacemos a otras esferas de la existencia. Está contribuyendo a hacerme más autónomo? Mejor persona? A amar más? A la cooperación? A la no alienación? Entonces está contribuyendo a la vida, que es integral. Entonces por lo tanto está contribuyendo a la revolución.

– La organización colectiva: dotándonos de un contexto integral para hacer una revolución apasionada en lo individual y holística en lo global.

Muchas de las tareas integrales que nos proponemos son imposibles de realizar debido al contexto de aislamiento, soledad y sobresaturación a la que nos lleva la organización individual de la vida. Somos limitados en tiempo y capacidades y sin las sinergias e interdependencias que posibilita la vida colectiva -cuando esta es sana y enriquecedora, que no es siempre- somos más débiles y estamos más mutilados. Así, parece clave organizarse colectivamente para hacer que la revolución y la vida sean posibles y compatibles. Esto demanda una nueva comprensión y articulación del individuo y el colectivo que no siempre es fácil de alcanzar. Tenemos que cambiar el paradigma que pretendidamente opone especialización a integralidad. Si cambiamos el paradigma de creer que todos tenemos que hacerlo todo, porque nos concebimos como parte de un todo más grande del que formamos parte, habremos recorrido la mitad del camino. No todo el mundo debe estar haciéndolo todo porque estar en un «contexto integral» con personas con distintas capacidades, nos lleva a estar en contacto con la integralidad aunque nos especialicemos o desarrollemos especialmente más unos aspectos que otros; lo demás no nos es ajeno y lo vemos como parte de la transformación del todo. Hay en todo este proceso una necesaria práctica de autoconoconimento -qué me veo haciendo/aportando? Así como una práctica de empatía y equidad con el resto -más allá del igualitarismo indiscriminado y resentido y de la idea de justicia e intercambio-. Por ello nos construye tambien éticamente y nos transforma personalmente.

– Actuar y vivir integralmente y pensar holísticamente.

Hay ciertas diferencias entre actuar y vivir integralmente, y pensar holísticamente. La estrategia integral y holística debería tener al menos dos niveles, uno el nivel vital que sería el «contexto integral» del que hemos hablado, y el otro el nivel del pensamiento que requeriría una perspectiva holística, pensar más allá de lo immediato-cotidiano, estableciendo relaciones, análisis, interdependencias, etc. Lo integral y lo holístico deben relacionarse en lo práctico y en lo ideal de forma contínua, enriqueciendose mutuamente y complementándose.

– La vida como proceso cambiante y la energía como algo fluctuante. Un «equilibrio dinámico».

La voluntad puede ser omnisciente pero el tiempo y la energía son limitados por definición. En este sentido, para integrar revolución y vida puede ser útil vernos como seres-en-función-del-momento. Pensarnos y pensar la vida no como algo lineal y estático sino dinámico y adaptable a las necesidades de cada momento. En este sentido puede haber momentos de más lucha, de más mantenimiento, más creativos, más introspectivos, más personales, más colectivos, de más cuidado, de más auto-realización, de construcción, de dispersión..

– Cambio de perspectiva: ¿de la parte al todo o del todo a la parte?

La idea que perseguimos en este texto es la de responder el cómo integrar revolución y responsabilidades-necesidades vitales (desde cuidados familiares hasta la satisfacción de necesidades materiales, espirituales, eróticas…). Partiendo desde esta prespectiva global, cualquier respuesta que demos es una derivación de esta pregunta y se supedita a ella, y no al revés, como ahora, en que la parte -normalmente la económica-productiva- determina en cualquier momento y sobre cualquier prioridad las respuestas que damos al todo.

– Unir revolución y vida para enfrentarnos a la concentración de poder y a los roles de la realidad establecida.

Unir las exigencias de la vida y de la revolución es una cuestión caudal si no queremos que se cree una casta que piense y actue ajena a las responsabilidades de la supervivencia, nos dice Prado.
Además, hacerlo así nos hace personas más integrales y evita la concentración de poder en determinados perfiles muy parecidos entre ellos, digamos aquellos denominados «activistas» o «revolucionarios». No es que no deban y puedan existir estos perfiles, ni que no sea necesaria cierta especialización de tareas y canalización de pasiones, como hemos comentado más arriba, pero la transformación no se puede basar sólo en este tipo de personas. Tiene que haber una conjunción de personas, tareas y niveles que se complementen, que desmonten el sistema en varios frentes y construyan nuevas materialidades paralelas, que generen empatía por connectar en lo esencial y al mismo tiempo curiosidad para cambiar y evolucionar desde las diferencias.

– Lo revolucionario puede ser el sostén de la vida hecha con consciencia de formar parte de un «plan».

Muchas cosas (por ejemplo plantar un huerto, tener y criar hijos, etc.) son integrales o revolucionarias si forman parte de un plan que las lleve a concebirse más allá de lo que son en sí mismas. En sí mismas pueden ser transformadoras, pero para que sean revolucionarias a mi parecer debe cumplirse al menos una y deseablemente las dos cosas siguientes: que formen parte de un plan, de una estrategia consciente de cambio de valores e instituciones (es decir, integración en un proceso de cambio más amplio -a nivel más micro o más macro- con diversos aspectos interrelacionados) o bien al menos verse como acto transformador individual con consciencia personal de cada cual de contribuir al todo.

– Integrar la vida en la revolución y revolucionar la vida.

No sólo debemos desarrollar una revolución que integre todos los aspectos de la vida, como venimos diciendo, sino que debemos, también, integrar la revolución en la vida para cada vez más personas. En este sentido, más y más gente debería darse cuenta del momento en el que estamos y de la urgencia y lo fundamental de plantearse su contribución a la mutación total del orden existente como un eje fundamental de una vida plena en el siglo XXI.

 

Laia Vidal

www.integralivital.weebly.com

Intervención en el segundo Encuentro de Reflexión sobre Revolución Integral

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