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#2401
Alex Cosma
Participante

La filosofía que yo valoro es la misma que, según parece, Félix quiere impulsar: LA POPULAR.

Si tratamos de llegar a la gente de a pie, del siglo XXI, hablándoles del SER «hacemos un pan como unas hostias». Por tanto, lo que de VERDAD y POSITIVO tenga ese concepto (que yo particularmente pongo en duda) hay que traducirlo (el que pueda o quiera). Además, ¿no se afirma que la gente se busca la vida lo mejor que puede y ya está; y que si huye de dolor en vez de enfrentarlo, pues huye y ya está, y da igual todo lo demás? Dónde queda el SER en esa afirmación (pues yo creo que está más cerca del SER NADA felixiano que del SER ontológico filosófico).

El camino de la degradación sólo se puede detener (y, en su caso, revertir) primero deteniéndonos en nuestro caminar, y luego desandando camino, no buscando atajos ni dando saltos triples mortales con tirabuzón. Por tanto, si no somos capaces de comprender y admitir la infinita gravedad de los procesos migratorios actuales, llegando incluso a afirmar su bondad o inocuidad, ¿cómo diantres vamos a comprender la importancia del SER? (concepto, como digo, ininteligible para la mayoría, empezando por los emigrantes).

¿Estamos capacitados para comprender y perorar sobre ABSTRACCIONES (el SER en mi opinión lo es) y no para constatar hechos tangibles como la nocividad de los procesos migratorios actuales, llegando a presentarlos como buenos, contradiciendo al propio emigrante que (aunque sea con la boca pequeña) afirma que preferiría no emigrar?

Si todo el «mundo sensible» está de acuerdo en que emigrar es un drama, ¿cómo es posible que al mismo tiempo concluyan que los procesos migratorios son inocuos e incluso positivos?

Si los que se van de un país no están de acuerdo con lo que sucede en ese país, ¿cómo pretender arreglar algo yéndose de ese país? ¿Acaso lo pretenden realmente?

¿Dónde queda el SER en todo esto? Pues en todo caso queda COMO RESPONSABLE; ya que de la misma forma que no se puede «no ser», no se puede ser IRRESPONSABLE.

Hay un autor, Pedro García Olivo, que habla de tales abstracciones (nocivas) en las que la modernidad se ha embolicado, pero al oponerlas a lo tangible pone como ejemplo «el dolor del otro»; es decir, que si el quehacer humano estuviera movido y/o tomara en consideración «el dolor del otro», y no fuera movido por abstracciones, la cosa iría mejor (o algo así). Esto me cuadra más y aún así me chirría, porque, de nuevo, podemos hacer de ese dolor un salvoconducto para incurrir en otras nocividades, como el victimismo («el mal está afuera» no es sólo cosa de los occidentales aburguesados, también está, a la vista de las evidencias, muy arraigado en los emigrantes de países «pobres») y el eudemonismo (la vida como búsqueda de la felicidad; y en su peor versión, como ausencia de dolor).

Un apunte (le estoy cogiendo gusto a eso de jugar a ser suspicaz y sensiblero como caricaturización de sensiblerías reales): al decir que han quedado claros los posicionamientos e invitarnos a escribir otros artículos aparte, ¿das por cerrado este hilo que has abierto y/o tus intervenciones en él?

Abrazos