Es un dato científico contrastado que los gases de efecto invernadero tienen la capacidad de hacer aumentar la temperatura media del planeta, y éstos se están emitiendo de manera creciente a la atmósfera como consecuencia de la quema de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas).
Estos productos energéticos se comienzan a usar desde la Revolución Industrial para mover la maquinaria sobre la que se empieza a asentar la sociedad de los países centrales. Aunque en una primera fase es el carbón el que más se consume, según evoluciona la tecnología es el petróleo el que irrumpe con fuerza ya en el siglo XX y pasa a dominar el sistema energético mundial, fundamentalmente el transporte, tanto en los espacios reducidos como a grandes distancias, por tierra, mar y aire. El petróleo permite multiplicar ampliamente la capacidad de trabajo conocida hasta su aparición, con el consiguiente cambio tanto económico como social. Siendo otro de los atributos fundamentales del oro negro, aparte de su gran capacidad energética, su bajo precio, sobretodo si lo comparamos con las múltiples utilidades que tiene y lo central de su papel en el mundo actual.
El cambio climático, el aumento de la temperatura media del planeta, es el problema mas amplio y grave al que se enfrenta la humanidad en el presente siglo. Sabemos que la mayor parte de la energía que se consume en el mundo proviene de los combustibles fósiles; que el petróleo es el principal y la piedra angular sobre la que se edifica un sistema económico dominante que condiciona las estructuras y las relaciones sociales; y que es indispensable consumir cada vez más para que el funcionamiento de este sistema no se detenga. De hecho, de no ser tan barato el petróleo, el modelo capitalista no se habría podido desarrollar y no conoceríamos la llamada globalización, que necesita para existir de unas grandes cantidades de energía a bajo precio y cada vez mayores, para afrontar la fabricación de bienes lejana a los lugares de consumo, el comercio y el transporte de materiales a grandes distancias y de manera creciente. Hay que conseguir que cada vez más personas en el mundo consuman mas cosas, y para ello hay que producir más y a costes más bajos. De lo contrario, el castillo de naipes que es la economía actual colapsa.
En paralelo, nos damos cuenta de que el uso de estos combustibles, con reservas limitadas y en consecuencia con fecha de caducidad, conlleva la quema de los mismos y la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero que interfieren en el sistema climático y, por tanto, en el medio del que dependen las sociedades humanas para su supervivencia.
Pero mientras que uno de los hechos lo percibimos como un problema, el otro no. Por otra parte, el tiempo que tenemos para controlar el cambio climático, y sus consecuencias, dentro de unos niveles aceptables es limitado.
El cambio climático esconde una incompatibilidad entre el sistema económico y la supervivencia de las sociedades donde se desarrolla, y nos enteramos tarde de ello porque hay que actuar desde ahora mismo. Es un conflicto mayor de lo que podíamos haber imaginado pues asienta sus cimientos en el terreno del modelo de desarrollo y de su resolución depende la supervivencia de las sociedades humanas. Asimismo, deberemos ir descubriendo nuevas dimensiones del problema ya que si es tan importante, no tendría que extrañar que nos sorprendiera con derivaciones que no esperamos. Habrá que estar preparados para todo.
La encrucijada es para la humanidad, que se encuentra ante sí con un conflicto sin precedentes. Un conflicto que nace de una incompatibilidad y está repleto de ramificaciones en forma de otros conflictos de diversos tamaños. Todos ellos con importantes implicaciones sociales más o menos evidentes, a niveles tanto locales como globales, y donde las injusticias se intensifican e incrementan. Y donde también existen adaptaciones y respuestas por parte de los y las invisibles a esas crecientes desigualdades. A pesar de que no lo queramos ver, el problema se extiende y nos alcanza. Resulta pues que la naturaleza del cambio climático es conflictiva. Nos encontramos con que el cambio climático es un conflicto social. Y un conflicto relacionado con la propia estructura actual de la sociedad a nivel mundial, muy dirigida en su naturaleza por los sectores hegemónicos, tanto empresariales como estatales.
El cambio climático se podría considerar un conflicto asimétrico y vertical desde casi cualquier enfoque del que se haga el análisis de los contendientes. La responsabilidad de la generación misma del problema es extremadamente asimétrica entre las sociedades del Norte enriquecido, que representan aproximadamente el 20% de la población mundial, y el Sur, que incluye al resto. También es asimétrico el reparto de las vulnerabilidades y los impactos, muy desequilibradas hacia las regiones empobrecidas a lo largo de la historia reciente. Por otro lado, el conflicto existente entre la naturaleza misma del sistema socioeconómico y las raíces del sistema climático no es público, por lo que todavía no es un conflicto manifiesto. Al ser el cambio climático un conflicto, y generando el resultado de todo conflicto un cambio social, por tanto, el cambio climático dará lugar, en un escenario hipotético de resolución, a un cambio social, que por definición deberá ser estable y beneficioso.
La historia de la humanidad está plagada de conflictos entre grupos sociales por el acceso a los recursos. De hecho, cada época está marcada por las luchas por los recursos considerados estratégicos, erigiéndose en muchos casos las civilizaciones alrededor del control de los mismos, fundamentalmente en la historia más reciente. En algunas ocasiones las luchas han sido muy regionales y localizadas, pero en otras se han extendido hasta llegar a ser consideradas globales. El petróleo ha provocado la industrialización, la artificialización de la realidad física, la urbanización masiva, la proletarización de la mano de obra para las fábricas, el consumismo de los bienes producidos, la movilidad creciente y la agricultura industrializada. Así, el petróleo se convierte en la mercancía principal que se comercia en el mundo; y además su precio incide directa o indirectamente en el precio de todas las demás mercancías. El petróleo, como recurso cada vez mas escaso, produciría una crisis del sistema que es, a la vez, civilizatorio pues los cimientos de la civilización actual se tambalearían, y sus consecuencias tendrían una magnitud sin precedentes.
Hay una relación entre la creciente limitación del acceso a un recurso básico con el aumento de la conflictividad asociada, sobre todo cuando los modos de vida de las poblaciones que dependen del mismo se han organizado a su alrededor. La perturbación más evidente del cambio climático va desde la reducción de recursos básicos, como el agua y la tierra, hasta el empeoramiento de las condiciones de vida debido al aumento de temperatura, la subida del nivel del mar y la propagación de enfermedades, pasando por el drama de las migraciones. La presión sobre las poblaciones humanas se acrecienta con el aumento de temperatura.
La disponibilidad de agua potable será menor y en peores condiciones de salubridad para crecientes bolsas de población. Los motivos de este estrés hídrico son: la mayor evaporación, la salinización, inundaciones y sequías por la variabilidad de las precipitaciones, el agravamiento de la contaminación, el deshielo que provoca el paso del agua potable a no disponible.
Los cultivos agrícolas, que dependen de varios elementos afectados por el cambio climático, como las condiciones de suelo, la disponibilidad de agua, la evapotranspiración, las plagas y enfermedades, los fenómenos metereológicos extremos, y el rango de temperaturas, se pueden considerar los factores clave de la alimentación mundial. Y ésta no tiene mucha flexibilidad para soportar variaciones, aunque no sean muy grandes. África, Asia y los pequeños territorios insulares sufrirán pérdidas en el rendimiento de algunos de sus cultivos. Para África supone un importante incremento de la desnutrición y un empeoramiento de la seguridad alimentaria, actualmente en situación crítica en amplias regiones del continente negro. Para Asia supone el declive de la producción agrícola y la reducción de zonas de tierra cultivable, con mayor intensidad en zonas que ya sufren esa escasez. Las pequeñas islas perderán en agricultura. Además, las personas que desempeñan profesiones relacionadas con la alimentación, como pequeños agricultores, agricultores de subsistencia, pastores y pescadores artesanales se verán afectados negativamente por los impactos complejos y localizados del cambio climático. La posible desaparición de estas profesiones no haría sino agravar el propio cambio climático al eliminar algunos de los modos de producción de alimentos más sostenibles y con menores emisiones de gases de efecto invernadero asociadas. De esta forma, en los países empobrecidos, donde la producción de alimentos procede en gran medida de este tipo de actividades, crecería la dependencia a la importación de alimentos, aumentando así las necesidades de transporte de estos productos y las emisiones derivadas de éste.
El cambio climático contribuye al empeoramiento de la salud pública en afectados por enfermedades y muertos de forma prematura. Los seres humanos se exponen al cambio climático directamente, mediante el cambio de las pautas metereológicas (por ejemplo, fenómenos extremos mas intensos y frecuentes) e indirectamente, mediante cambios en el agua, aire, calidad y cantidad de alimentos, ecosistemas, agricultura y economía. Estos efectos se agravan en los países empobrecidos pues los problemas con la alimentación provocan desnutrición y perjuicios en el crecimiento de niños y niñas; y la reducción de los recursos hídricos disponibles aumenta los casos de enfermedades diarreicas y paludismo, fundamentalmente. También los fenómenos agudos, como las olas de calor, las inundaciones, las sequías y las tormentas causarán un mayor número de muertes, enfermedades asociadas y lesiones a las poblaciones donde se produzcan. Según el tipo de enfermedad, cabe destacar las cardiorrespiratorias, ya que serán especialmente frecuentes debido al aumento de la concentración del ozono en las capas bajas de la atmósfera como consecuencia del cambio climático. Asimismo, se producirá la modificación de la distribución de algunos vectores transmisores de enfermedades infecciosas, como el caso de los insectos y parásitos. De modo general, son las personas que viven en zonas urbanas, los ancianos y los niños, las sociedades tradicionales, los agricultores de subsistencia y las poblaciones costeras, las más afectadas por estos problemas.
En el caso de la pérdida de territorio para asentamientos humanos debido al ascenso del nivel del mar y el retroceso de la línea de costa son también éstas últimas las más vulnerables. También las zonas de ribera, las zonas acostumbradas a fenómenos metereológicos extremos, y los lugares donde las economías son muy dependientes de recursos susceptibles alas condiciones climáticas, siendo un factor de riesgo los procesos crecientes de urbanización en las regiones empobrecidas. Otros problemas asociados al cambio climático y sus efectos son los relacionados con el riesgo de mayor inequidad social, y el aumento de las presiones sobre las capacidades de las instituciones y los gobiernos.
Las tensiones derivadas de la escasez creciente de recursos básicos conllevan, de manera general, problemas de gobernabilidad y, en consecuencia, la posibilidad de proliferación de grupos sociales y políticos con tintes mafiosos que incrementen significativamente las desigualdades en el acceso a estos recursos. El cambio climático supone un desafío para asegurar unos modos de vida sostenibles en las sociedades de todo el planeta. La gravedad de sus efectos asociados dependerá de las tendencias de los sistemas humanos a medida que las condiciones climáticas intensifiquen o disminuyan el estrés en las próximas décadas, es decir, de su capacidad de adaptación.
En cuanto a la perspectiva de género se establece un cierto paralelismo entre el conflicto del cambio climático, como una incompatibilidad entre el modelo social dominante y el entorno, y el conflicto de género, como una agresión del modelo que se sostiene en el patriarcado contra aquello que lo mantiene vivo y lo hace funcionar día tras día a través de cada uno de sus elementos humanos. Ambos presentan un enfrentamiento entre estructuras creadas por la cultura dominante y los fundamentos de la vida misma, tanto en su equilibrio y diversidad como en su calidad. La organización social se mantiene así soportando dos conflictos manifiestos que no pueden ser perpetuados en el tiempo, por mucho que se intente alargar éste. Las prórrogas se terminan en el terreno de juego de la conflictividad social asociada al modelo resultante del sistema económico, crecientemente agresivo para con todo lo relacionado con lo humano.
El empeoramiento de las condiciones de vida en algunas regiones del planeta empujará a las personas que allí viven a desplazarse en busca de zonas donde se encuentran con una mejor situación. Además de los acontecimientos macropolíticos que desencadenan las migraciones existen 5 factores que se encuentran detrás de las variables socioeconómicas que provocan principalmente las migraciones. 1) Las desigualdades en ingresos económicos y oportunidades de empleo dentro de los países y entre las regiones del Norte y el sur. 2) El aumento de desequilibrios demográficos globales, ya que mientras que la población de los países con rentas bajas aumenta a un ritmo elevado, los de rentas altas lo hacen mucho más lentamente. Y al mismo tiempo, las poblaciones de éstos últimos van envejeciendo. Estos desequilibrios generan migraciones en dos sentidos opuestos: el envejecimiento y descenso de la población en los países del norte estimula la demanda de mano de obra migrante, y por otro lado, grandes cantidades de jóvenes del Sur buscarán oportunidades de trabajo en el extranjero.3) La liberalización del flujo de bienes, capitales y servicios a través de todo el mundo. En este contexto la movilidad de los y las trabajadoras se incrementará. 4) Las expectativas de demanda de servicios poco cualificados en los países del Norte y en los que tienen mayor renta de los del Sur. 5) Pueden existir cambios en las presiones que motivan los movimientos poblacionales a unos lugares u otros determinados. Como el descenso del empleo en un país o región debido a problemas agrícolas, climáticos o de recursos que puede dar lugar a migraciones externas.
A los acontecimientos macropolíticos y los cinco factores socioeconómicos anteriores, hay que añadir otros motivos para que las personas salgan de su país de origen y por los que en vez de considerárseles migrantes se convierten en refugiados, ya sean reconocidos oficialmente o no. Los principales motivos de estas huidas han sido históricamente la persecución institucional por razones políticas o los conflictos bélicos.
Pero también hay refugiados ambientales. Los Estados rechazan y ocultan la existencia de los refugiados impidiendo el reconocimiento de su estatus como tales. Y ni las instituciones internacionales ni los países reconocen la existencia de los refugiados ambientales pese a las evidencias. El resultado es una invisibilización de las causas de los movimientos forzosos de personas, atribuyendo así estas migraciones a los factores socioeconómicos característicos del sistema establecido. Y esta lógica es bastante más aceptada por las poblaciones de los países receptores, donde se asumen los costos humanos de sus modos de vida y privilegios con creciente naturalidad y menguante cargo de conciencia.
Las razones para que los movimientos migratorios se produzcan parece que aumentarán con el tiempo por motivos relacionados con la intensificación del empeoramiento de las condiciones ambientales. La mayor parte de las migraciones se producirá en el interior de los países, más como consecuencia de cambios graduales en el clima antes que por sucesos catastróficos agudos. Hay tres factores que impulsan las migraciones por causas relacionadas con el cambio climático: la creciente frecuencia e intensidad de los desastres de aparición lenta como la sequía y la desertificación; los desastres de evolución rápida, como las inundaciones y los ciclones; y los cambios graduales provocados por el aumento del nivel del mar. El coste del viaje (capital financiero), las posibilidades de encontrar ayuda en el potencial lugar de destino (capital social), la representación de un futuro viable en el hogar actual, y la representación del futuro en el destino potencial respecto a la forma de ganarse la vida, las condiciones de vida, culturales, etc. Son algunos de los planteamientos principales y comunes a los y las migrantes. Así, la decisión final será tomada en el contexto de tres características relacionadas, como son la vulnerabilidad, la resiliencia y la adaptabilidad. La vulnerabilidad se refiere a la capacidad para anticipar, enfrentarse y recuperarse de condiciones adversas. El grado de vulnerabilidad también refleja la resiliencia, es decir, la capacidad para absorver los choques externos y preservar el modo de vida actual frente al cambio ambiental. La resiliencia, en gran medida, depende del acceso a capital humano, social, político y financiero que permite a los individuos, hogares y comunidades recuperarse de los desastres y la adaptación a cambios permanentes en el medio ambiente. Incluso en las comunidades vulnerables no todo el mundo quiere migrar, y no todos los que deseen desplazarse serán capaces de hacerlo. Paradójicamente, a menudo son los más empobrecidos y los menos cualificados los que tienen menos opciones para el desarrollo de estrategias que les permitan enfrentarse a estos problemas y es probable que se encuentren con los mayores obstáculos a la movilidad interna e internacional. A su vez, los más ricos pueden estar en mejor posición para migrar, pero también suelen ser más capaces de adaptarse y recuperarse de esos eventos. Finalmente, las consecuencias reales de la migración forzada incluyen la opresión, la pobreza crónica y la marginación, que conducen más a un tipo de conflicto estructural, como es la explotación, que al conflicto agudo.
En la medida en que las migraciones hacia el Norte por causas ambientales se conviertan en episodios agudos de gran magnitud, con numerosos grupos desplazándose por todos los medios hasta alcanzar las tierras de la salvación, la percepción de las sociedades acomodadas de estar siendo agredidas aumentará, no ya en proporción lineal, sino gracias a la infoesfera de manera exponencial. Viviremos entonces un estado de temor social a lo diferente, a la incertidumbre que lo inunda todo y penetra cada uno de los poros de la realidad hasta llegar al tuétano del alma colectiva. Un contexto en el que argumentar y proponer que los migrantes ambientales no deban conseguir el estatus de refugiado, con los derechos que eso conlleva, no sólo no tuviera un coste político sino que fuera apoyado y jaleado por determinadas masas sociales. Se pasaría de esta forma, de la invisibilización de los refugiados que experimentamos en la actualidad, a una situación de riesgo real de perder este derecho.
La lucha contra el cambio climático, actualmente, no progresa al ritmo necesario puesto que nos encontramos ante un conflicto de poder derivado de uno de intereses, en el que para preservar sus intereses, las empresas de los sectores relacionados con el cambio climático (petrolíferas, financieras, automovilísticas, industriales…) utilizan su poder progresivamente, mediante, por un lado, estrategias de confrontación total de baja intensidad a través del negacionismo, y por otro lado, mediante estrategias de huida hacia delante a través de la presentación de falsas soluciones. Pero, la actual situación, llenará de obstáculos cada vez mayores y más evidentes, para crecientes bolsas de la población, por cortesía del poder de estos sectores privado-estatales. ¿Serán los gobiernos, que dependen de las empresas, capaces de realizar políticas que vayan en contra de los intereses de las mismas, aunque sea para afrontar una amenaza global de las dimensiones del cambio climático?
La historia más reciente nos permite advertir que existe una relación directa entre la profundización de la participación pública y los procesos democratizadores, y la defensa de los bienes comunes, por una parte; y por otra, entre las dinámicas de concentración del poder y la privatización de los espacios. La capacidad de influencia de los grupos de presión empresariales y sectoriales es significativamente mayor cuanto mayor es la concentración del poder en las elites políticas y menor la participación de la sociedad en las decisiones de la gestión pública. Mientras que, cuanto mayor sea la horizontalidad en el reparto del poder, mayor sea el espacio reservado para la participación de los individuos y, consecuentemente, mayor la complejidad de los argumentos, existen menos posibilidades de influencia por parte de los intereses privados.
Por otra parte, los conflictos asociados al cambio climático y descendiendo al nivel local, se multiplican y se manifiestan constantemente. En el Norte, los movimientos NIMBY (Not in my back yard, no en mi patio trasero) de oposición social a la construcción de instalaciones que pueden poner en peligro la calidad de vida de una determinada zona por los habitantes de la misma son distintos de los antidesarrollistas, antiextractivistas, etc en el Sur. Uno de los elementos característicos que tienen en común las iniciativas reactivas del Norte y del Sur es la conservación de su propio modo de vida ante una agresión externa, que en los casos relacionados con el cambio climático provendría sobre todo de las empresas energéticas y los proyectos que intentan instalar en lugares percibidos como contrarios a su calidad de vida por las poblaciones cercanas. Se pone en juego así algo tan íntimo como la identidad de la localidad, mas como el lugar único que nos hace sentirnos especiales y únicos a sus habitantes que como el simple espacio donde vivimos. Frente a una identidad determinada y única de las poblaciones, estos proyectos, similares en todos los lugares del mundo, impulsan homogeneidad, despersonalización y frialdad. Si a este elemento identitario, tanto personal como social, le unimos el hecho de que las decisiones de este tipo de empresas tienen su origen en lugares muy alejados del territorio donde se viven las consecuencias, la sensación de incomprensible agresión externa aumenta considerablemente. Agresión que no se entiende como una herramienta para abundar en el bien común, aunque sea de otras poblaciones, sino más bien como una mera vía de enriquecimiento rápido para quienes realizan la inversión en dichos proyectos. No en vano estas empresas cuentan entre sus accionistas mayoritarios a inversionistas puros y duros, que por su carácter generalmente transnacional, se ubican incluso en varios países, diluyéndose así no sólo la propiedad a través de la concentración de capital y de su inclusión en complejas redes financieras, sino también la identidad de la propia empresa. Dando lugar a este conflicto de identidad-no identidad entre los NIMBY y los accionistas/inversores de las empresas. La larga cadena que separa el eslabón de la porción del territorio donde se decide construir la instalación del eslabón del reparto de dividendos entre los accionista de la empresa consigue ocultar a éstos últimos las consecuencias de sus inversiones, despojándoles de responsabilidad alguna sobre los posibles daños que pueden causar en terceras personas. Esta situación, muy común en un mundo como el actual con un modelo de organización y relaciones crecientemente complejo, no favorece la resolución de este tipo de conflictos. Aun al contrario, fomenta el cinismo de los fríos inversores al ahorrarles las partes más crudas y humanamente desagradables del asunto. La cadena del cinismo actúa a modo de cadena de inodoro, haciendo desaparecer las miserias del funcionamiento del cuerpo financiero.
En el terreno personal la reflexión de comportamientos hacia el cambio climático sigue la siguiente reflexión:» si percibo que me cuesta poco, lo hago; de lo contrario, es demasiado para mi bienestar, y eso es sagrado. Percibir que me encuentro por encima de mis vecinos me reporta satisfacción, y debo estar preparado para la competición constante porque ellos no se van a rendir, también desean estar por encima de mí y del resto. Además, por mucho que yo hiciera para contribuir a reducir las emisiones, si ellos y todos los demás no hacen lo mismo o más, no servirá de nada. Cuando yo vea que ellos hacen algo, ya me lo plantearé; mientras, no merece la pena que yo mueva un dedo y pierda mi estatus. Todo para algo que no ocurre aquí, y que a mí no me llegará. Por cierto, ya veremos si el problema es tan importante, que la prensa dice que todavía hay debate. Esperaré a la solución definitiva, cuando la haya, si la «. Vemos que las dos ideas que se enfrentan serían, por una parte, la necesidad de reducir los daños ambientales, y por otra, la preservación de nuestro bienestar individual. Estas estrategias de alentar el escepticismo ante la existencia y la gravedad del problema, percibirlo como algo lejano espacial y temporalmente, identificar el bienestar con la competición por el estatus social, considerar tremendamente costosos algunos de los cambios en los modos de vida que contribuirían a la solución conjunta del problema supone proclamar vencedor del conflicto al bombardeo de mensajes publicitarios sobre la reflexión racional. Este bombardeo de mensajes Publicitarios al que se somete a la ciudadanía de los países hegemónicos diariamente en todos los espacios públicos, e incluso privados, a través de los medios de comunicación, ha conseguido desequilibrar la balanza hacia el lado del impulso visceral para solucionar la disonancia cognitiva. La publicidad actúa como un bálsamo, que alivia pero no cura. El individuo termina comprando la respuesta fácil, que cuadra con el entorno cíclico de consumo-calma-consumo en el que se mueve constantemente. Y mientras realiza el acto de comprar esa respuesta fortalece su condición de consumidor, en detrimento de su naturaleza de ciudadano o ciudadana, debilitando en consecuencia la respuesta ambiental, que requiere un actitud activa y participativa. «Claro que colaboro en la lucha contra el cambio climático, le he comprado un coche ecológico a mi mujer. Y que ahora no me vengan diciendo que no puedo ir con él al centro comercial». Los comportamientos ambientalmente responsables, en las esferas individual y colectiva, se enfrentan al concepto de comodidad individual y al mantenimiento del actual sistema socioeconómico devorador de recursos energéticos y materiales. Ambas cosas basan su conflicto en el concepto de límite. El individuo piensa: «si tengo que hacer un esfuerzo muy grande para que no haya cambio climático a saber cuándo y dónde, paso de hacerlo. Yo no estoy para que me digan lo que tengo que hacer»: Y de opiniones como ésta se nutre el colectivo que empuja el consumo de energía y materiales contra los límites del planeta. En el otro lado, si el sistema socioeconómico pudiera pensar, diría: necesito comer y comer para crecer y crecer, y así seguir vivo. Tengo que creer que no se acabará la comida porque cada vez tengo más hambre».
El cambio climático está en marcha, y depende del comportamiento de las sociedades acomodadas la velocidad a la que evolucione y la gravedad de sus efectos. Una gran cantidad de gases de efecto invernadero emitidas a la atmósfera implica agravar el problema, y la procedencia de dichas emisiones apunta directamente a la responsabilidad del modelo de desarrollo elegido. Así, el origen energético de las emisiones induce a pensar que reducirlas significa modificar significativamente sectores tan importantes para las sociedades acomodadas como el suministro de energía, el transporte por tierra, mar y aire, la industria, y la agricultura industrial. El suministro de energía en los países enriquecidos sigue dependiendo fundamentalmente de los combustibles fósiles, tanto para usos térmicos como para transformarlos en electricidad. Y en conjunto su consumo continúa aumentando. Ocurre lo mismo en el caso del transporte, la industria (que depende en gran medida de la electricidad) y la agricultura industrial.
En conclusión, el cambio climático conlleva un cambio de vida. La tecnología no juega un papel central y el reto del cambio climático es, en realidad, un reto social. Implica la modificación de algunos de los cimientos sobre los que se asientan estas sociedades desde hace siglos. Sustituir el desarrollo ilimitado y globalizador, acabar con la asimetría entre el valor monetario y el coste físico de los procesos, recomponer el divorcio entre ecología y economía, y eliminar la mercantilización progresiva de la vida, constituyen el núcleo del desafío, la razón de ser del conflicto.
Alfredo Velasco.
Unos apuntes Alfredo que considero fundamentales si nuestro objetivo es la búsqueda de la verdad.
Primero que efectivamente como tu dices, todo el mundo científico coincide en que la quema de fósiles emite co2 y que este es un gas de efecto invernadero. Ahora bien las discrepancias existen y no todos piensan que todos los cambios que ocurren en el clima se deban a ellos. Para poder evaluarlo racionalmente necesitamos saber que fuentes defienden la teoría del cambio climático causado por la quema de dichos combustibles. ¿Tus fuentes cuales son, porque en la mayoría de los casos se cita el estudio elaborado por Naciones Unidas, el IPCC, que no considero que sea en absoluto imparcial. Y además no justifica las caídas de temperatura global en épocas de gran crecimiento industrial como finales del xix y desde los años 40 a los 70. Quizás sea un asunto bastante complejo y pueda tener factores relacionados con la actividad humana pero tambien factores naturales como los ciclos de actividad solar (lo cual justificaria cambios como el periodo calidoedieval o la pequeña edad de hielo del xix) y tengamos que tomarnos en serio el contraste de ideas y la investigación imparcial, más allá de consignas que nos vierten los grandes medios para justificar luego legislaciones draconianas como las que se han pactado en los diferentes encuentros internacionales sobre el cambio climático. Comparto tu conclusión, la actividad humana debe respetar a la naturaleza, pero añadiría yo: en libertad, sin campañas de propaganda que anulen nuestra conciencia y sin imposiciones del Estado (o estados).
Otro factor más: ALGUNAS PRÁCTICAS AGRICOLAS
Según Claude Bourguignon (estudioso de la actividad biologica de los suelos): «La agricultura intensiva (la Revolución verde) representa el 40% de las emisiones de gas carbónico en el planeta».
No se de dónde habrá obtenido este dato, puede que lo haya calculado él mismo. Y no se si estará incluido el uso de petróleo en la práctica agrícola (puede que sí, por ser una cifra muy elevada. Lo que incluye seguro es la emision de CO2 que se produce al alterar la biología del suelo.
La alteración del equilibrio biológico del suelo así como la pérdida de coberturas vegetales contribuyen al aumento del CO2 a la atmósfera. El primero por aumentar la emisión, y el segundo por reducir la captación que se produce en todas las plantas (sobre todo en las raíces).
Aupa Roberto: Gracias por tus comentarios. en principio, no soy científico y, obviamente, el texto que he utilizado emplea de fuente el nuevo paradigma que creo que señala la responsabilidad humana en el calentamiento sin descartar otros fenómenos naturales que hayan contribuido. El negacionismo hoy dia ya ni lo sostienen las multinacionales que han presentado un plan de capitalismo verde para la eliminación del carbono. Por supuesto, yo no quiero un fascismo verde ni en nombre de la supervivencia. Pero, por ahí va el chantaje. Yo creo, personalmente, que el cambio climático es irreversible, por lo que me interesa más el escenario social que plantea(junto a otros factores). Me interesa como escenario de nuestras vidas en que lo peor es engañarse. en la página web La haine.org viene un artículo del periódico mexicano «La Jornada» que explica brevemente la propuesta de las multinacionales. Se titula «Cambio climático: Armando la trampa» sobre la geoingeniería para continuar sus negocios los capitalistas. Yo, supongo, que es una falsa solución, pero en el teatro del mundo les puede suponer mantener la hegemonía mientras puedan. Yo soy más práctico: la irresponsabilidad de la inmensa mayoría va a seguir en la cuestión ecológica y el autoritarismo ecológico como han intentado la izquierda abertzale en guipúzcoa ha sido castigado fuertemente en las urnas. Y con los pobres no me meto que bastantes problemas tienen para vivir como para preocuparse por problemas de los ricos aunque para ellos supone profundizar pagando el pato. Solo la conciencia humana y su voluntad puede presentar batalla. Puede ser trágico que los estados llenen las cárceles de delincuentes ambientales sobre cuestiones no decisivas en la atemperación del problema para. como ahora, tranquilizar y evitar el pánico. Como a los damnificados de Chernobyl, que les dan unos sensores para que se entretengan mientras la radioactividad les mata, culpabilizándolos de su propia muerte.Gracias por tu opinión, en el fondo, compartimos una visión esencial parecida sobre la cuestión.
Pues si Alfredo, nuestro objetivo debe ser convivir con la naturaleza y claro, sin dictaduras de ninguna clase, pero ahi vamos al meollo del asunto. Si como planteas los efectos del cambio climático son tan catastróficos (y por cierto, en ello coincides con la opinión del gobierno y las altas instituciones internacionales, no con todos los cientificos, que si los hay, que niegan el cambio esencialmente debido al CO2), lo más probable es que dicha alarma cause un sentimiento popular en favor de la adopción de nuevas leyes sancionadoras y claro, al ser un «problema global» a crear instituciones globales más fuertes, es decir, autoritarias y centralistas, por no hablar de las enormes cantidades de dinero en forma de subvenciones a ONG’s, Universidades y empresas cuyos estudios de imparciales tendrán muy poco sufragadas con nuevos impuestos verdes que todos pagaremos muy agusto. Hoy en dia si un investigador incluye temas de propaganda de Estado en sus estudios como son «el cambio climatico» o «la violencia de género» o «la sociedad de la información», es muy probable que reciba cuantiosas subvenciones mientras que si adopta una postura crítica (no «negacionista» que es el tipico insulto que se usa para censurar a alguien como tu dices sino que ponen en duda la versión oficial) se enfrentará a serios problemas, a la censura o aun peor, a perder su empleo.
Entonces poner en duda la propaganda de Estado no significa negar el impacto de la actividad humana en la naturaleza (como bien mencionas en el artículo de la Jornada se pretenden arreglar los problemas con otros mayores). Este desgraciadamente es muy grande en las sociedades industriales y se deben indagar las verdaderas causas y adoptar soluciones compatibles con la libertad de los individuos. Felix en sus textos aboga por ejemplo por un plan de repoblación forestal y recuperación de los comunales con un trasvase de población voluntario hacia el mundo rural, cosa que sin duda ayudaría a frenar la erosión y a incrementar el régimen de lluvias en la península. En África mi opinión es que deberían ser los propios habitantes quienes tomaran las medidas adecuadas, ni la ONU, ni las ONGs ni los científicos paternalistas y nuestro papel debería de ser acabar con el intervencionismo neocolonial (en el cual se incluye ahora la intervención «ecologica») que con sus políticas «desarrollistas» o militares está causando innumerables calamidades y emigraciones.
Algunos blogs que se escapan de la censura oficial:
http://plazamoyua.com/2009/10/21/roy-spencer-el-ipcc-destroza-la-objetividad-cientifica/
http://antonuriarte.blogspot.com.es/
http://www.desdeelexilio.com/tag/cambio-climatico/
Bueno, ánimo y a seguir pensando y debatiendo, que es importante antes de actuar
Otra cosa que me dejé en el tintero: el tema de las energías fósiles vs «renovables».
Resulta que las llamadas «renovables» de renovables tienen poco y muchas veces su impacto sobre el medio ambiente es bastante mayor que el de las fósiles. ¿Es posible?
Hace un tiempo «Los amigos de Ludd» sacaron un librito titulado «Las ilusiones renovables» que analizaba el tema, pero además desde la web de «crisisenergética.org» Pedro Prieto y Mariano Marzo han insistido muchísimo en este punto, ya que por ejemplo los costes de fabricación y transporte de un panel solar o de un molino de viento (grande, claro está, para poder alimentar las necesidades electricas modernas, no una bombillita) o la locura de los «coches eléctricos», resulta que son mucho mayores que los de la energía convencional y los coches convencionales (si bien esto irá cambiando según nos aproximemos al cenit de la extracción de combustibles fósiles).
La solución: unos apuestan por el «decrecimiento» (lo que hace el sistema con esto del protocolo de Kioto y los recortes de emisiones de CO2), otros por la revolución. Hay que elegir.
Aupa Roberto: Perdona por no contestar antes pero he tenido obligaciones familiares. Efectivamente, estoy de acuerdo en lo que dices de la deriva autoritaria que está tomando el tema ecológico más que la solidaria entre los pueblos. Y explicas muy bien las circunstancias y la alternativa, en lo que estoy de acuerdo. El decrecimiento exije un consenso social hacia una nueva visión civilizacional, sin duda, revolucionaria, y debe ser por el ejemplo su difusión y libremente aceptada. Usando conocimientos del pasado y de pueblos del sur. También coincido con la crítica a la falsa solución de las renovables. Pero, he visto documentales en Internet diciendo que el hidrógeno será una forma de energía barata e ilimitada y eso es falso. Sólo podría aumentar la capacidad de las baterías. Nada puede sustituir al petróleo. Pero salen profesores de universidad comprados que dicen frases ambiguas de forma que eliminan la poca mala conciencia que pueda tener un amante de los automóviles para seguir derrochando. Y ¿como se acostumbra a la gente a utilizar conceptos útiles como la «huella ecológica» de comprar un smartphone importado de China frente a la publicidad consumista? ¿Como nos pueden doler nuestros descendientes frente al bombardeo presentista y multicatastrófico? Vivimos en el presente y nos han quitado el concepto de futuro. Chomsky decía que frente al bombardeo de la publicidad no había nada que hacer. Machacar con la verdad implica acostumbrar a prescindir de las pantallas, hacer que cada uno piense por si mismo en vez de que repita consignas, recuperar lo real como el todo y odiar lo espectacular.A lo más corear sentencias de sentido común como planeta limitado frente a consumo infinito; tu lo puedes pagar pero tus nietos no, etc.Pero esto es inteligencia colectiva que sigue a unas prácticas revolucionarias autónomas. Junto con otros factores, creo que la ciencia histórica se acerca más al concepto de crear «una comunidad en lucha» al estilo de lo que dice Amorós más que a ser ejemplarizantes y persuasivos, aunque todo es necesario. De momento, el «buen vivir» y la transición al campo, al menos, yo .Un saludo.