A los 16 años yo creía en Dios, iba a misa los domingos, me confesaba y comulgaba. Era lógico hasta cierto punto, pues yo era un dócil adolescente criado en un pueblo castellano, y amamantado al agrio pecho de la iglesia y la escuela de Franco. No se me había dado la oportunidad de conocer otra cosa.

Sobre lo cotidiano y lo vulgar

Últimamente estoy observando cómo hay un distanciamiento entre la gente que pensamos y creemos en un profundo cambio como respuesta a una vida insulsa y los que están más preocupados por cuestiones más cotidianas y cercanas como la comida, el vestir, la higiene, el ocio o el sentirse aceptados.

Resulta difícil iniciar un grupo de trabajo de esta temática debido a la complejidad del asunto.

Creo que la difusión de lo que está sucediendo en la comunidad Cherán K'eri tiene especial significación por tratarse de una revolución que parte de la tradición del pueblo p'urhépecha. Conocemos otro proceso revolucionario, el protagonizado por el pueblo kurdo en Kobane, que últimamente se está difundiendo, no sólo en los medios alternativos, sino también en los propios medios del sistema.

«Mi cerebro es apenas un receptor, en el universo hay un núcleo del cual obtenemos conocimiento, fuerza e inspiración. Yo no penetré en los secretos de este núcleo, pero sé que existe» (Nikola Tesla)

Nada más profundamente cierto, y urgentemente necesario para entender que la tierra es una escuela espiritual, un lugar para evolucionar, y esa evolución está condicionada al grado de CONEXIÓN con esa fuerza superior.